lunes, 4 de noviembre de 2013

Las escuelas filosóficas helenísticas y la Filosofía Contemporánea (y III)


Después de haber puesto de relieve en un análisis comparativo entre el mundo filosófico helenístico greco-romano y la Filosofía Contemporánea, realizado en un artículo anterior del mismo título, que el estoicismo había sido la corriente filosófica de mayor influencia e importancia en la unificación ideológica que se produce al final del Imperio Romano con el Cristianismo triunfante de Constantino, y que un papel funcionalmente similar, en la tendencia ideológica globalizadora que parece empezar a imponerse en las democracias más avanzadas del planeta, le podría corresponder en el pensamiento occidental, bajo la supremacía norteamericana, a una filosofía positivista renovada, trataremos de complementar dicho análisis con la consideración del papel, asimismo positivo, aunque menos fundamental, que tuvieron las aportaciones de la otra gran escuela filosófica helenística, la de los epicúreos, en la configuración de esa concepción ideológico religiosa nueva, resultante de todo ello, que fue la mentalidad o forma de entender y dar un sentido al mundo del Cristianismo medieval. Y ello, en relación con la virtual unificación ideológica humanística,  ya no teista monoteísta, que está empezando a cristalizar poderosamente en las sociedades occidentales bajo la égida norteamericana.

En relación con el Epicureismo, debemos señalar que su fracaso final se suele señalar en torno al siglo II d. c, en el que el número de seguidores de tal doctrina, extendida por gran número de las ciudades helenísticas, disminuye notablemente al tiempo que aumenta considerablemente de forma imparable el número de cristianos: “…hacia el final del siglo II (la Iglesia) se hizo mucho más fuerte y adquirió una organización mucho más influyente que la tuviera jamás el epicureísmo” ( B. Farrington, La rebelión de Epicuro, Ediciones de Cultura Popular, Barcelona, 1968, p. 197). Posteriormente el movimiento epicúreo desaparecería completamente tras el Decreto del emperador Constantino que legalizaba a los cristianos, competidores directos suyos, convirtiéndose al cristianismo  incluso muchos de sus seguidores.  El movimiento cristiano, que había tomado la Idea de Igualdad del género humano de los estoicos, tomó sin embargo de los epicúreos, sobre todo, la forma de organizar las comunidades de base sostenidas en la relación personal de fraternidad, muy similar a la amistad que cimentaba las comunas o “jardines” fundadas por Epicuro, siguiendo el modelo del Jardín de Atenas. La posterior vida monástica medieval, sobre todo en la versión conventual cisterciense, sigue este modelo de organización, en un sentido comparativo funcional similar al que sostiene también la semejanza entre los primeros eremitas cristianos, que se iban a vivir al desierto (la película Simón del Desierto de Luis Buñuel es una humorística reconstrucción de aquellos anacoretas) despreciando la cómoda vida de la polis, y los filósofos cínicos atenienses que pretendían llevar una vida más auténtica y sabia prescindiendo de las superfluas comodidades ciudadanas.

Además, los cristianos, imitaron también las técnicas propagandísticas creadas por Epicuro: “En la era cristiana, antes del decreto de Constantino, los epicúreos y los cristianos tenían mucho en común. Sus métodos de propaganda eran orales para ambos; igualmente, mantenían unidas sus dispersas comunidades por medio de una literatura epistolar; y como el movimiento epicúreo había nacido tres siglos antes, es probable que los cristianos copiaran sus métodos. Ambas comunidades reflexionaron profundamente sobre el estilo que se debía emplear al dirigirse a un público extenso. Epicuro probó el usar las palabras en su acepción más corriente. Cicerón se lamentaba de que los propagadores del epicureísmo escribieran el latín con un estilo poco cuidado. Los Padres Cristianos, para ser entendidos por todos, también evitaron con frecuencia las formas más cultas del lenguaje” (B. Farrington, op.cit., p. 106). El cristianismo incorporará tales técnicas organizativas con San Pablo. Por ello no es casual que las principales obras de Epicuro sean la cartas a Meneceo, a Pitocles, a los amigos de Lampsaco, a los amigos de Egipto, etc., y las de San Pablo sean las Epístolas a los Corintios, a laos Gálatas, a Filemón, a Timoteo, etc.

Asimismo los epicúreos, a diferencia de los estoicos, compendiaban lo esencial de su filosofía en un libro sencillo y fácil de entender,  el Tetrafarmaco, usado regularmente para la enseñanza de los catecúmenos, hombres, mujeres de cualquier edad, como los cristianos lo harán secularmente con sus catequesis: “Los discípulos podían ser varones o hembras, jóvenes o ancianos, incluso se admitían niños, pero no todos eran residentes. Los residentes adultos se llamaban compañeros-estudiantes de la filosofía; las clases elementales se sucedían durante todo el día en cualquier rincón disponible del Jardín. Se consideraba que los alumnos estaban en ‘vías de preparación’, de donde viene el término griego Kataskeuazomenoi, un precedente del término cristiano Catecúmeno” (B. Farrington, op.cit., p.172). Es cierto que Epicureos y Cristianos diferían filosóficamente, pues los primeros eran partidarios de materialismo atomista y los segundos eran espiritualistas creacionistas. Pero coincidían en dos cosas esenciales: superar el miedo a los arbitrarios dioses paganos y no temer a la muerte; aunque lo hacían por causas distintas, unos basándose en la pura razón y otros en una nueva fé que se fortalecía a su vez apoyándose en las críticas constantes y crecientes de la Escuela escéptica al saber, tanto empírico como racional, de estoicos y epicúreos, desde Pirrón hasta Enesidemo o Sexto Empírico. Por ello, el escepticismo también fue incorporado, en cuanto crítico y debilitador del dogmatismo racional de dichas escuelas, a la síntesis final cristiana.

En tal sentido el epicureísmo, a pesar de su fracaso como movimiento alternativo y radical de cambio social a medio y largo plazo, contribuyó con muchos aspectos en su forma de entender la filosofía a la constitución de la síntesis ideológica final del Imperio Romano que se abre camino con el ascenso del Cristianismo, no solo como mera religión oficial que sustituye al politeísmo pagano, sino como algo más importante, como un nuevo “poder espiritual”, como diría Augusto Comte, de la denominada sociedad orgánica medieval que sustituye finalmente a la continuamente ideológicamente dividida, a lo largo de su creativa, aunque también agitada e insegura existencia, sociedad greco-romana.

Tal análisis comparativo nos lleva a pensar que, la filosofía positivista humanista, con origen en Augusto Comte, que ha triunfado en USA frente a su rival marxista, u otras corrientes filosóficas europeas menos influyentes, como el Vitalismo Nietzscheano o el Existencialismo, no monopolizará en el futuro, a modo de un Pensamiento Único, la gran síntesis de una especie de comtiana Religión de la Humanidad, que parece estar abriéndose camino en el horizonte ideológico de los países más industralizados. Pues, seguramente muchos aspectos de organización ideológica, técnicas de propaganda de una filosofía para todos, y no solo para la élite de los científicos y sabios, aspectos morales, etc., serán conservados tomados e imitados de la obra de un gran pensador como Marx. Pues, al igual que el gran Epicuro cometió serios errores en su Física, cuando, frente a Demócrito sostuvo la necesidad de conceder libertad a los átomos (el clinamen) para explicar la formación del Cosmos (conceder una especie de libertad a los átomos o a los electrones haría sonreir hoy a muchos físicos), podríamos considerar seriamente que tambien Marx se equivocó, p.ej., en su supuesto científico económico de la existencia de una plusvalía que se le arrebataba al trabajador a la hora de explicar el valor de las mercancías producidas. La teoría económica rival, el Marginalismo, explica mucho mejor, y con gran precisión matemática, lo que debe valer una mercancía sin recurrir a semejante hipótesis de una enajenación o alienación del valor. No obstanmte, otros aspectos de la filosofía marxista, como su insistencia en la realización (Verwircklichung) de la Filosofía en la vida práctica, en extender la filosofía a la enseñanza general y popularizarla con esa especie de Tetrafarmaco que es el Manifiesto Comunista, aunque con otros contenidos, seguramente persistirán y serán necesarias para configurar la síntesis ideológica global hacia la que parecemos avanzar en Occidente. El llamado movimiento de los Indignados, la protesta contra los nuevos abusos económicos y sociales que se abren en la etapa de la industrialización a escala global, seguramente darán motivos suficientes para nuevos movimientos ideológicos que necesitarán utilizar muchos de estos aspectos filosóficos, los cuales serán conservados como adquisiciones filosóficas y que permanecerán en el futuro. Por eso, podemos concluir diciendo que en la lucha de las principales corrientes de la Filosofía Contemporánea, como ocurrió en la Filosofía helenística, aunque en medida diferente, todos tendrán algo esencial que aportar a la configuración de la Sociedad Globalizada Futura que parece reservada a los habitantes de la Tierra y que tantas series futuristas  han empezado a roturar en el imaginario social contemporaneo.


 

 

  

Sobre Zapatero y el inicio de la actual rebelión separatista catalana

Recupero, para las páginas de este Blog, un artículo publicado por mi en 2006 que resulta profético a la vista de los peligros inminentes de ruptura de la unidad política española. Esta forma de ver las cosas era entonces muy minoritaria y marginal en España, frente a la opinión dominante en los medios de comunicación, pero es la que ha acertado en el diagnostico de hacia donde íbamos los españoles. Por eso creo que merece volver a ser publicada, con la esperanza de que se haga más común, pues está más cerca de la verdad que la entonces tenida por políticamente correcta.


Sobre la comparación de Zapatero con Adolfo Suárez

     Algunos comentaristas políticos están empeñados en mantener que lo que está ocurriendo en la política española, con la irrupción de una figura tan polémica como la de Zapatero, es el comienzo de una Segunda Transición en la que el Presidente socialista estaría jugando un papel equivalente al que Adolfo Suárez jugó en la Primera Transición a la Democracia. En tal sentido se estaría desarrollando lo que he llamado en un artículo anterior el “síndrome Trapiello”, según el cual Zapatero estaría siendo injustamente vilipendiado por los sectores más duros del PP y algunos correligionarios como Felipe González o Alfonso Guerra, como lo fue Suárez por los franquistas cerriles y por la izquierda. 

     El equívoco parece que está en el propio término “Transición”. Se puede admitir que Zapatero, con la alianza de los nacionalistas, estaría intentando una nueva Transición, pero la diferencia con Suárez estaría en que el sentido de la Transición es justamente el inverso. Con Suárez España transitó de una dictadura centralista a un régimen de libertades  y descentralización autonomista, mientras que Zapatero quiere pasar de este último régimen, en el que todavía estamos, hacia un régimen de democracia despótica con merma de libertades e independencias federadas.

     Cuando digo democracia despótica me refiero a quienes, en pago a una España autonomista que, a diferencia de la España centralista del franquismo, aceptó el bilingüismo en algunas Comunidades Autónomas como Cataluña, ahora lo que tratan de hacer es romper el pacto constitucional con el resto de los españoles e imponer el catalán como lengua única. Lo cual resulta especialmente grave porque todos los catalanes hablan y entienden el español pero no a la inversa, pues la población inmigrante, sobre todo de origen andaluz, es muy numerosa y prefiere la lengua de Los Manolos.  Y esa actitud, aunque esté refrendada por una mayoría en las urnas, es despótica y empobrecedora, culturalmente hablando.  Más empobrecedora,  por  supuesto, que cuando dominaba el español. La Universidad de Barcelona, cuyas clases parece ser que se imparten en catalán, ya está perdiendo alumnos de otros países que, en número creciente, vienen a aprender español a Oviedo, Madrid, Salamanca o Sevilla.

     Por lo que respecta al soberanismo federalista, seguramente conducirá a conflictos que den lugar a choques entre parlamentos regionales y el parlamento nacional, Las Cortes, con el resurgimiento de la dialéctica entre el avance del independentismo y la inevitable respuesta represiva del gobierno central, empujado por aquellos españoles que ya empiezan a pedir la acción reciproca del castigo a los productos catalanes que se exportan al resto de España. Es posible que veamos al Parlamento de Cataluña o al de Vitoria cercado y cañoneado como no hace mucho vimos la Duma de Moscú, asediada por Yeltsin. No creo que haya “guerra civil” entre los españoles del resto del país, porque las divisiones sociales y clasistas del 36 ya son cosa del pasado.

     Por lo que respecta al apoyo internacional, es posible que algunos países fuertes de la Unión Europea prefieran una España rota, pero la posición norteamericana hoy hegemónica, debido a la torpeza de Zapatero y sus seguidores, preferiría, como está ya prefiriendo, el apoyo a la España pro-atlántica de Aznar. Por tanto, nada de nuevos Balcanes, en los que, por otra parte la decisiva intervención fue la de Clinton y no la de los propios europeos, más pendientes de una O.N.U. inoperante. Cuando los catalanes perciban que seguir los dictados de una minoría extremista no les sale gratis recuperaran el famoso seny que hoy parecen haber perdido.

     En tal sentido, Zapatero estaría iniciando una Transición, pero de sentido contrario a la de Suárez. Porque un dirigente político que hoy quisiera recoger el “espíritu” de Suárez, y no la imitación exterior de su figura (que  Zapatero tampoco la encarna bien, pues aunque sea joven y bien parecido como el de Avila, carece del aplomo y de la “cara de jugador de poker” característicos de aquel) tendría que tratar de defender lo conseguido hasta ahora en el avance de las libertades y la democracia en España, en vez de destruirlo para dar paso a algo que está empezando a provocar la división y crispación entre los españoles como no se había visto desde la II República. En tal sentido me parece más acertada la comparación que se ha hecho de Zapatero con Largo Caballero, pues este hizo también una transición del socialismo de la II Internacional al de la III, por lo que lo llamaron “el Lenin español” al propugnar la Revolución del 34 imitando la Revolución soviética. Era la época de lo que Ortega llamó la “rebelión de las masas”. Hoy los tiempos ciertamente han cambiado, sobre todo después del hundimiento soviético, tras el cual creo que se acaba la época de las auténticas y temibles rebeliones de masas. Pues aunque sigue habiendo masas y manifestaciones masivas, estas masas comparadas con aquellas son como ovejitas que al estallido del primer bombazo huyen despavoridas a refugiarse en su cómodo hogar, decorado por el Corte Ingles o Ikea, tras un televisor, un móvil o un ordenador. Pero no hacen ya barricadas ni organizan milicias armadas, aunque pequeños grupos violentos se aprovechen de su estupidez ante las sedes del PP.

     Hoy, en Occidente, estamos, siguiendo el “espíritu” y no meramente la “letra” de Ortega, ante una nueva forma de “rebelión”, que podríamos denominar la “rebelión de las minorías”, cuyo antecedente fue la “rebelión del 68”. En ella el nuevo sujeto rebelde no es ya la masa homogénea y concentrada en grandes barriadas empobrecidas, sino las minorías raciales, sexuales, culturales, etc., heterogéneas y dispersas. En ellas busca apoyar Zapatero su nueva política conduciendo al socialismo español de nuevo de la II Internacional, a la que había regresado Felipe González abandonando el marxismo tras la dura purga del exilio, a la llamada nueva Glocalización, o conexión internacional de minorías locales organizadas como los micro-nacionalismos irredentos en Europa.

     En tal sentido González, aunque por edad pertenece al sesentayochismo, no ha querido llevar a cabo una política acorde con él, lo cual le honra, aunque ha tenido que pagar el precio de un descarado cinismo. Únicamente en la Reforma de la Educación dejó el camino abierto a ciertos principios del 68, como primar la imaginación frente a la memoria o el juego frente al esfuerzo y la disciplina, etc., de lo cual hoy estamos viendo los desastrosos resultados, pues los adolescentes, como aquellos estudiantes parisinos de Nanterre, someten a sus profesores a tribunales populares (de padres y políticos) y a castigos físicos, en cuanto pueden. Pero Zapatero inicia el tránsito de nuevo desde la II Internacional, aunque esta vez apoyando una nueva rebelión extremista, a lo “Dani el Rojo”, apoyando la política de lo que podemos llamar, por analogía con Ortega, “rebelión de las minorías” nacionalistas y sexuales. En tal sentido es un sesentayochista consecuente. Aunque se podría volver a decir también, como Ortega, que lo que necesita España no es eso, no es eso.                                                   

Manuel F. Lorenzo

(www.forohispania.com, 19/06/2006)