martes, 29 de junio de 2010

La solución europea

En los últimos días se han cruzado en el espectro mediático nacional dos acontecimientos que han vuelto a traernos a la memoria la famosa frase pronunciada por Ortega con tintes programáticos: "España es el problema; Europa, la solución". El primer acontecimiento ha sido la celebración de las bodas de plata de nuestra pertenencia al club europeo al cumplirse 25 años desde la Firma del Tratado de Adhesión el 12 de Junio de 1985, siendo presidente del Gobierno Felipe Gonzalez. El segundo acontecimiento es la intervención imperativa y exigente de los Gobiernos alemán y francés presionando a Zapatero, Obama mediante, para que acometa con serias medidas antipopulares el fuerte deficit presupuestario en el que nos encontramos como consecuencia de la crisis económica a que nos ha conducido el estallido de la llamada burbuja inmobiliaria. La relación entre ambos eventos fue glosada en algun influyente periódico (El Mundo) inter-pretando la frase de Ortega en el sentido de que España volvía a las andadas, volvía a convertirse en un problema, como se pone de manifiesto con Zapatero que está desatando todos los demonios tradicionales del anticlericalismo, el revanchismo de la memoria histórica, la vuelta a la República, etc. y, por ello, la solución está viniendo de nuevo de fuera, del eje franco alemán, que ejerciendo una suerte de protectorado nos dicta la solución de nuestros problemas. Los españoles seguiríamos siendo, según se desprende de semejante diagnóstico, unos anarquistas incorregibles que necesitamos que nos gobierne un amo fuerte y duro: la disciplina prusiana.
Pero esto es una evidente desfiguración de lo que Ortega quería decir con su frase. El problema es que en España el indice de lectura es muy bajo en comparación con los grandes países de nuestro entorno y por ello, la mayoría de los españoles no ha leido a Ortega. Por ello no está en disposición de juzgar sobre el sentido de la famosa frase. Queda una minoría, quizas muy minoritaria, que si lo habrá leido. Es una minoría de profesores de filosofía, literatos, algunos periodistas e intelectuales en general y algún autodidacta. Pero esa minoría no tiene acceso a las tribunas mediáticas que están reservadas, salvo raras excepciones, a periodistas que entrevistan, o permiten que manifiesten sus opiniones para una gran audiencia, a gentes del Sistema entre las cuales la nota común suele ser la mediocridad intelectual y el intento, entre los más espabilados, de aprovechar cualquier ocasión para arrimar el ascua a su sardina con más o menos descaro. En este caso el ascua es Ortega y Gasset, con cuya frase se trata de fulminar al rival de la secta de enfrente.

Como miembro de esa minoría, que si ha leido a Ortega tratando de entenderlo y no para utilizar alguna de sus brillantes frases cuando me convenga, me considero en la obligación de precisar su sentido ante lo que considero una desfiguración o mala interpretación. La famosa frase en cuestión fue pronunciada en conexión con las propuestas de regeneración y reconstrucción de España que configuraron el movimiento político y cultural de la llamada Generación del 98 (Joaquín Costa, Unamuno) en un discurso que Ortega pronunció en la Sociedad liberal de El Sitio en Bilbao el 12 de Marzo de 1910, hace ya un siglo, cuyas palabres finales eran: "Regeneración es inseparable de europeización; por eso apenas se sintió la emoción reconstructiva, la angustia, la vergüenza y el anhelo, se pensó la idea europeizadora. Regeneración es el deseo; europeización es el medio de satisfacerlo. Verdaderamente se vió claro desde un principio que España era el problema y Europa la solución" ( José Ortega y Gasset, "La pedagogía social como programa político", Discursos políticos, Alianza Editorial, Madrid, 1990, p. 62).

Para Ortega la regeneración de España pasa por su europeización, por asimilar, como dijo otras veces, aquello que define caracteristicamente a la civilización europea moderna diferenciandola de otras grandes civilizaciones como la china, la hindú, etc., esto es, por asimilar la ciencia, el espíritu científico, objetivo. Europa, decía Ortega, es igual que otras civilizaciones, salvo en una cosa, la Ciencia. La asimilación de dicho espíritu científico debia ser algo normal y extendido a la mayoría de la población, o al menos al núcleo de sus minorial gobernantes: políticos, profesores, jueces, periodistas, etc. Por ello veía una gran tarea pedagógica por hacer para alcanzar dicha europeización. Lo que no me parece orteguiano es creer que por entrar en instituciones económicas como el Euro ya nos vamos a europeizar por las buenas o por las malas. De ahí que sacar la conclusión de que España es el problema y el Euro (Alemania y Francia) son la solución me parece ignorancia de la gruesa (ignorantia elenqui). Con ello parece que el ser europeista es un monopolio de los que son partidarios de la Idea de Europa que tienen unos europeos (alemanes y franceses) frente a otros (ingleses) a los que despectivamente se los denomina como "euroescepticos". Me parece bien que cada uno defienda la Idea de Europa que considere oportuna o mejor, ya sea federal, confederal o unitaria. Pero que no trate de descalificar al resto considerandolo anti-europeo, ni menos utilizar a prestigiosos pensadores para, falseando sus pensamientos, intimidar al contrario. Pues podríamos hacer una lectura algo siniestra de lo que El Mundo presenta como la "solución europea", si contemplamos el asunto desde una perspectiva no meramente económica sino histórica. Vaya por delante que la exigencia de no sobrepasar el deficit público que tanto les preocupa ahora a alemanes y franceses no les preocupaba nada años atras cuando España lo cumplia a rajatabla con Aznar y ellos no. Pero claro, no es lo mismo porque de lo que se trata no es de quien incumple las reglas del juego sino de quien tiene autoridad y poder para hacer que se castige injustamente a uno si y a otro no. Y esto no lo puede hacer hoy por hoy España por que es más debil política y económicamente que Alemania o Francia.
Historicamente hablando Europa es el resultado de muchos pueblos diferentes. La Europa de los 25 se dice hoy. Pero entre todos ellos son cuatro (cuatro amigos-enemígos) los que más decisivamente contribuyeron a su constitución y desarrollo. Son aquellos que han alcanzado la categoría política de verdaderos Imperios: Alemania, España, Inglaterra y Francia. Son los que han lanzado lo europeo por el resto del globo. De ahí que sus intereses hayan sido muy diferentes lo que ha motivado sus intentos sucesivos de imponer por las buenas o por las malas a los demás su Idea de lo que debería ser Europa. Hoy dichos imperios pertenecen al pasado. Pero permanece sin embargo, compitiendo con único el imperio actualmente vigente y real de los norteamericanos, la influencia económica de Inglaterra en la India, de España en Hispano-américa, de Alemania en Centroeuropa, de Francia en Africa. Por ello es dificil conciliar intereses tan dispares en una unidad nacional europea o en una centralización federal. Será muy dificil por ello ir más allá de una Liga o Confederación europea en la que nunca habría una gran cesión de soberanía por cada uno de estos grandes países. Por eso la creación del Euro solo podría funcionar en un Estado Federal europeo muy centralizado, el cual sería una reedición del Sacro Imperio franco alemán de Carlomagno. De ahí los recelos de Inglaterra a entrar en el Euro. Pero como esto no es posible, por lo que dijimos, la política inglesa es más inteligente a medio y largo plazo, pensando que el Euro no se podrá consolidadar, no solo por los ataques de otras monedas, sino porque nunca se darán las condiciones políticas de unificación política necesarias para ello. España, sin embargo, ha abrazado el europeismo de la forma más papanatas que se podía hacer, y no como proponía Ortega. En vez de seguir una política como la inglesa de estar en Europa pero sin ceder palancas de soberanía económica y fiscal como la moneda, hemos entrado en la ratonera del Euro y ahora nos encontramos con la imposición de una especie de protectorado Sacro germánico. Otra vez hay que decir que la europeización soñada por Ortega no era eso. Era más bien el aprender a ser europeos en dos disciplinas en las que habiamos quedado rezagados durante 2 o 3 siglos: la ciencia y la democracia. Mientras tengamos espíritu científico y democracia seremos esencialmente europeos. Lo demas no hay porque imitarlo servilmente. Todo lo contrario Ortega esperaba que, ante una Europa agotada y en crisis, fuesemos los españoles los que la revitalizasemos con nuevas Ideas que surgirían de la mezcla de nuestra indiosincrasia con los instrumentos del racionalismo europeo. Ya Unamuno decía que solo españoles que se hubiesen empapado de los sofisticados métodos de la ciencia y la filosofía europea podrían entender y descubrir lo realmente válido de España.
Hoy nos encontramos con que las élites que Ortega soñaba para llevar a cabo la europeización existen pero han sido postergadas debido al proceso de oligarquización y cierre de la democracia española en manos de dos grandes partidos, ciegos para fomentar la excelencia, y rapidos para promover la mediocridad. Pues mediocres son los intelectuales que han impuesto a traves de los grandes medios de comunicación la Idea de una europeización, sino sublime, si sublimada y erronea por idealista y utópica, y han desplazado a otros intelectuales críticos que proponían otras alternativas que hoy se ven como más realistas, más creativas y menos seguidistas. Debemos volver por ello a empezar como hace un siglo lo hizo Ortega en Bilbao con su escrito de la pedagogía social como programa político, por la explicación clara y distinta a todos los españoles de todo esto que nos está ocurriendo. Por eso me parece una coincidencia mágica la elección de Bilbao como sede de la Fundación que promueve Mario Conde, además del proyecto de no empezar por transformar este exitoso movimiento del Foro de Debates en un Partido Político sino en una Fundación cuya función principal debería ser la pedagogía social de los españoles.

Manuel F. Lorenzo

miércoles, 2 de junio de 2010

Sociedad Orgánica y Sistema

El término "Sistema", que utilizamos para referirnos a la estructura y modo de organizarse y funcionar de una sociedad, bien merece una reflexión que lo aborde en un sentido histórico ideológico. Pues no hace muchos años, aún en plena Guerra Fría, se solía utilizar dicho término adjetivandolo. Así se decía Sistema capitalista o Sistema comunista, etc. Pero era raro su uso como sustantivo, como Sistema a secas. Lo mismo ocurrió con el término Democracia, que hoy se usa sin adjetivos, pero que no hace tanto se solía adjetivar como democracia burguesa, capitalista, socialista, etc. En España esto ocurrió con la denominada Transición a la Democracia de finales de los 70. Entonces tanto los partidarios de la oposición como los llamados aperturistas del Régimen pedían Democracia, diferenciandose los que querían democracia homologable "a secas" y los más radicales que pedían profundizar en la democracia. Pedir una democracia popular o comunista parecía improcedente e inoportuno.

La denominación de la estructura política y social como "El Sistema", creo que tuvo que ver con la denominada Generación del 68, a la que pertenecen, por ejemplo, Felipe Gonzalez, Fernando Savater, el propio Mario Conde, etc., es decir aquella generación que, para decirlo en términos orteguianos, llega al Poder en la década de los 80. El término caló entre los estudiantes de las revueltas de Mayo de 1968, en Paris, Berkeley, Tokio, Berlín, etc., probablemente por las lecturas que entonces se hacían de representantes del marxismo de la llamada Escuela de Franckfurt, como Herbert Marcuse, en el sentido de rechazar tanto el sistema socialista soviético como el capitalista norteamericano y occidental, como represivos de la libertad humana, especialmente en relación con los aspectos más lúdicos y creativos. Marcuse, que estuvo exiliado del nazismo en California, donde pudo observar detenidamente la sociedad norteamericana y compararla con la vieja Europa en crísis, llegó a decir que en EEUU tenían tambien, como en la URSS, un único partido (el Sistema) aunque pareciesen dos (Republicanos y Demócratas). Tambien estaba entonces de moda entre intelectuales y científicos la Teoría de General de los Sistemas de Bertalanffy, el Estructuralismo o las descripciones heideggerianas de la sociedad tecnológica moderna como Gestell (dispositivo sistemático). Cuando, años más tarde, se produce el colapso económico de la URSS, que acaba con las ilusiones de transformación revolucionaria de la sociedad industrial moderna lideradas por el marxismo, desde la izquierda se interpreta tal acontecimiento como el triunfo de la derecha (el Sistema), los integrados, y se busca la organización de una nueva izquierda, ahora anti-sistema y apocalíptica. El Sistema pasa a ser para la nueva izquierda poco menos que la encarnación del Mal.

Pero hay aquí un prejuicio que tiene su raíz en el monopolio de los ideales de una sociedad más fraternalmente humana por el marxismo. El olvido de otras figuras históricas anteriores al propio Marx en el análisis de la naturaleza de la sociedad moderna y de las propuestas para erradicar sus lacras de explotación y miseria, como la del conde de Saint Simon, padre de la Sociología y de la filosofía social positivista, es quizas, a mi juicio, el olvido más importante en lo que tiene que ver con el asunto que nos ocupa, con el Sistema. Pues Saint Simon, a diferencia de Marx, no creía que los intereses de obreros y empresarios fuesen absolutamente irreconciliables, confiaba especialmente en la ciencia para incrementar la producción y no entendía la Historia como dirigida hacia una meta final absoluta ya sea el Cielo prometido por los cristianos o el Comunismo final del marxismo, la tierra de Jauja, sino como una sucesión de largos periodos en que existían sociedades orgánicas y estables (Sistemas) y otros periodos críticos en que las viejas sociedades orgánicas se destruían para alumbrar de su seno nuevas sociedades orgánicas superiores y más deseables para la organización de los asuntos humanos que las anteriores. En el periodo de máxima influencia del marxismo se dió por hecho que la razón estaba de parte de Marx pero, hoy, tras el colapso económico del comunismo, y los lógros del capitalismo occidental, deberiamos revisar semejante juicio. Para el filósofo frances, la última sociedad orgánica en Occidente habría sido la sociedad feudal medieval, estable durante siglos pero que al permitir el resurgimiento de las ciudades en la alta Edad Media con las clases sociales propias de ellas como los comerciantes y artesanos industriales (la burguesia en el sentido de los habitantes de los burgos, que incluye propietarios y empleados, aunque despues el término burgues se aplique solo a los propietarios) y al permitir tambien la asimilación institucionalizada en las Universidades del legado científico y filosófico de los griegos recibido a través, principalmente, de la Escuela de Traductores de Toledo, dió nacimiento a los dos nuevos poderes, terrenal y espiritual, que sustituirán paulatinamente a los anteriores detentadores de ellos, los guerreros feudales y el clero sacerdotal. Los productores burgueses aliados con científicos y filósofos (los intelectuales) encarnaran la izquierda revolucionaria en las Revoluciones inglesa y francesa, frente a la derecha representada por nobles y clero (representantes del llamado Antiguo Régimen).

La época de crisis moderna se inicia en el Renacimiento y pasa su Rubicon con la Gran Revolución francesa y la constitución de los EEUU de norteamerica. A continuación, según Saint-Simon, deberían cesar las crisis revolucionarias para dar paso a una nueva sociedad orgánica, un Sistema, que deje de centrarse en la organización de la guerra, propia de las sociedades militares que se quieren superar, y se centre en la organización de la producción por la explotación de los recursos naturales y no por la explotación y esclavización de otros pueblos, como ocurría con los sistemas antiguos. Los EEUU, en el siglo XIX, se convierten en el primer prototipo de nueva sociedad orgánica (de ahí el asombro de un liberal francés, observador de la evolución del nuevo país democrático, como Aléxis de Tocqueville en su famosa obra La democracia en America) debido a que en él pudieron desarrollarse las clases productoras sin una fuerte oposición del Antiguo Régimen como en Francia y contando, a diferencia de Inglaterra, con una amplia extensión geográfica que le permitia disponer de una poderosa reserva natural a explotar sin tener que recurrir al colonialismo militarista. Otra cosa será en el siglo XX en el que los americanos se convierten en potencia hegemónica mundial viendose obligados a salir de sus fronteras, interviniendo en todos los conflictos y empezando a ser inevitablemente amados/odiados por ello pero, a la vez, extendiendo su Sistema a los países más industrialmente avanzados como los europeos y Japón. Dicho Sistema consigue, con el keynesianismo, evitar la depauperación creciente de la clase trabajadora, que profetizaba el marxismo, y crear la llamada sociedad del bienestar que se extiende a Europa, incluida España, y Japón en la segunda mitad del pasado siglo. Con ello no desaparecen las amenazas de grandes crisis en el sistema capitalista industrial, pero si la creencia de que eran insuperables dentro del propio Sistema. El keynesianismo fue clave en la superación de la gran crisis del periodo de entreguerras y significó la sustitución de una élite de "especuladores", para decirlo en términos del sociólogo italiano Pareto, por una élite de "rentistas", cuando el Presidente Kennedy nombra por primera vez a economistas keynesianos como asesores de su política económica. Otras crisis posteriores harán que asciendan los monetaristas de la Escuela de Chicago, cuya política económica de bajos tipos de interes estamos viendo hasta donde llega, con la crisis mundial en que nos encontramos. Nuevo reto para el Sistema. El Sistema americano represente el triunfo definitivo de la izquierda democrático liberal frente al antiguo régimen. Por tanto no es un Sistema de Derechas, sino que, historicamente, es de izquierda, (a pesar de que decir esto suene hoy escandaloso dada la hegemonía del pensamiento de izquierda que se ha impuesto en Europa en las últimas décadas) pues la izquierda socialista o comunista, aunque influyó en la dulcificación de muchos aspectos sociales del capitalismo, sobre todo en Europa, no consiguió imponer un sistema alternativo exitososo al democático liberal como señaló en su día Francis Fukuyama. Tampoco el intento fascista de restaurar el Antiguo Régimen tuvo éxito, sin que se infravalore su papel de freno al comunismo, sobre todo en España. Al no haber posibilidades de cambiar el Sistema, seguramente en siglos, deja de tener sentido la contraposición revolucionaria de izquierdas y derechas, la cual si lo tuvo en el largo periodo historico de 500 años que se abrió con el Renacimiento. El Sistema debería caminar más hacia la organización e integración que hacia la crisis.

Además el Sistema occidental está entrando en relación económica muy intensa por la globalización que permite la revolución tecnológica de las comunicaciones y la apertura de inmensos mercados como China. Pero, a la vez, con tremendas fronteras políticas hoy insuperables (peligro de guerra atómica) que dificultan la lucha contra esos nuevos caballos del apocalipsis (superpoblación, terrorismo, manipulación de la información, utilización de la ciencia como instrumento de dominación, agotamiento de recursos, etc.) Un Gobierno mundial resolvería seguramente muchos de estos peligros. Pero, hoy por hoy es tan utópico como pretender tener una moneda fuerte en un area económica con fuertes disimetrías. Por ello lo único que nos queda es regenerar el Sistema occidental en el que estamos, pensar reformas que, sin destruirlo, lo transformen. Concretamente en España, ¿cómo podemos sustituir la élite especuladora y escasamente industrial que se ha apoderado de los puestos de mando económicos e ideológico en la últimas décadas? Pues, del franquismo se podrán decir muchas cosas, pero no se puede negar que con él España dió el salto para constituirse en potencia industrial, creando las clases medias y el principio de la sociedad del bienestar, esto es, del Sistema en el que estamos. Crémos que esta reforma hoy solo puede hacerse, dada el consenso alcanzado sobre la democracia como horizonte político insuperable, a través de procedimientos democráticos, utilizando los mecanismos legítimos de la crítica, el convencimiento y la discusión, fomentando una nueva reorganización de la sociedad civil que acabe generando nuevas propuestas políticas. Precisamente una de las cosas que más llama la atención del Sistema es que existe una disimetría entre la creciente integración y organización de la producción y la anarquía aún reinante en el mundo de la Ideas. Queda, en tal sentido, mucho por pensar todavía para que nuestras Ideas se adecuen a la nueva realidad en que estamos anclados. Pero dicho pensamiento, pasada la época de destrucción del Antiguo Régimen, debe ser más bien positivo, más de reforma que de revolución. La fuerza no está hoy en el poder para destruir ( la guillotina, etc.) sino en la habilidad para mantener a flote lo esencial de nuestro Sistema occidental. Superar la necesidad ciega de la Naturaleza y de la esfera económica está, hoy más que nunca, en las manos de nuestra habilidad técnica y científica. Sin pensar dicha habilidad junto con la nueva Idea del mundo que ella implica no saldremos adelante en nuestro asunto más vital, la lucha por una existencia digna.


Manuel F. Lorenzo