Después
de haber puesto de relieve en un análisis comparativo entre el mundo filosófico
helenístico greco-romano y la Filosofía Contemporánea, realizado en un artículo anterior del mismo título, que el estoicismo había sido la corriente filosófica
de mayor influencia e importancia en la unificación ideológica que se produce
al final del Imperio Romano con el Cristianismo triunfante de Constantino, y
que un papel funcionalmente similar, en la tendencia ideológica globalizadora que
parece empezar a imponerse en las democracias más avanzadas del planeta, le
podría corresponder en el pensamiento occidental, bajo la supremacía
norteamericana, a una filosofía positivista renovada, trataremos de
complementar dicho análisis con la consideración del papel, asimismo positivo,
aunque menos fundamental, que tuvieron las aportaciones de la otra gran escuela
filosófica helenística, la de los epicúreos, en la configuración de esa
concepción ideológico religiosa nueva, resultante de todo ello, que fue la
mentalidad o forma de entender y dar un sentido al mundo del Cristianismo
medieval. Y ello, en relación con la virtual unificación ideológica humanística,
ya no teista monoteísta, que está
empezando a cristalizar poderosamente en las sociedades occidentales bajo la
égida norteamericana.
En
relación con el Epicureismo, debemos señalar que su fracaso final se suele
señalar en torno al siglo II d. c, en el que el número de seguidores de tal
doctrina, extendida por gran número de las ciudades helenísticas, disminuye
notablemente al tiempo que aumenta considerablemente de forma imparable el
número de cristianos: “…hacia el final del siglo II (la Iglesia) se hizo mucho
más fuerte y adquirió una organización mucho más influyente que la tuviera
jamás el epicureísmo” ( B. Farrington, La
rebelión de Epicuro, Ediciones de Cultura Popular, Barcelona, 1968, p.
197). Posteriormente el movimiento epicúreo desaparecería completamente tras el
Decreto del emperador Constantino que legalizaba a los cristianos, competidores
directos suyos, convirtiéndose al cristianismo
incluso muchos de sus seguidores.
El movimiento cristiano, que había tomado la Idea de Igualdad del género
humano de los estoicos, tomó sin embargo de los epicúreos, sobre todo, la forma
de organizar las comunidades de base sostenidas en la relación personal de
fraternidad, muy similar a la amistad que cimentaba las comunas o “jardines”
fundadas por Epicuro, siguiendo el modelo del Jardín de Atenas. La posterior
vida monástica medieval, sobre todo en la versión conventual cisterciense,
sigue este modelo de organización, en un sentido comparativo funcional similar
al que sostiene también la semejanza entre los primeros eremitas cristianos,
que se iban a vivir al desierto (la película Simón del Desierto de Luis Buñuel es una humorística reconstrucción
de aquellos anacoretas) despreciando la cómoda vida de la polis, y los
filósofos cínicos atenienses que pretendían llevar una vida más auténtica y
sabia prescindiendo de las superfluas comodidades ciudadanas.
Además,
los cristianos, imitaron también las técnicas propagandísticas creadas por
Epicuro: “En la era cristiana, antes del decreto de Constantino, los epicúreos
y los cristianos tenían mucho en común. Sus métodos de propaganda eran orales
para ambos; igualmente, mantenían unidas sus dispersas comunidades por medio de
una literatura epistolar; y como el movimiento epicúreo había nacido tres
siglos antes, es probable que los cristianos copiaran sus métodos. Ambas
comunidades reflexionaron profundamente sobre el estilo que se debía emplear al
dirigirse a un público extenso. Epicuro probó el usar las palabras en su
acepción más corriente. Cicerón se lamentaba de que los propagadores del
epicureísmo escribieran el latín con un estilo poco cuidado. Los Padres
Cristianos, para ser entendidos por todos, también evitaron con frecuencia las
formas más cultas del lenguaje” (B. Farrington, op.cit., p. 106). El
cristianismo incorporará tales técnicas organizativas con San Pablo. Por ello
no es casual que las principales obras de Epicuro sean la cartas a Meneceo, a
Pitocles, a los amigos de Lampsaco, a los amigos de Egipto, etc., y las de San
Pablo sean las Epístolas a los Corintios, a laos Gálatas, a Filemón, a Timoteo,
etc.
Asimismo
los epicúreos, a diferencia de los estoicos, compendiaban lo esencial de su
filosofía en un libro sencillo y fácil de entender, el Tetrafarmaco, usado regularmente para la enseñanza
de los catecúmenos, hombres, mujeres de cualquier edad, como los cristianos lo
harán secularmente con sus catequesis: “Los discípulos podían ser varones o
hembras, jóvenes o ancianos, incluso se admitían niños, pero no todos eran residentes.
Los residentes adultos se llamaban compañeros-estudiantes de la filosofía; las
clases elementales se sucedían durante todo el día en cualquier rincón
disponible del Jardín. Se consideraba que los alumnos estaban en ‘vías de
preparación’, de donde viene el término griego Kataskeuazomenoi, un precedente del término cristiano Catecúmeno” (B. Farrington, op.cit.,
p.172). Es cierto que Epicureos y Cristianos diferían filosóficamente, pues los
primeros eran partidarios de materialismo atomista y los segundos eran
espiritualistas creacionistas. Pero coincidían en dos cosas esenciales: superar
el miedo a los arbitrarios dioses paganos y no temer a la muerte; aunque lo
hacían por causas distintas, unos basándose en la pura razón y otros en una
nueva fé que se fortalecía a su vez apoyándose en las críticas constantes y
crecientes de la Escuela escéptica al saber, tanto empírico como racional, de
estoicos y epicúreos, desde Pirrón hasta Enesidemo o Sexto Empírico. Por ello,
el escepticismo también fue incorporado, en cuanto crítico y debilitador del
dogmatismo racional de dichas escuelas, a la síntesis final cristiana.
En
tal sentido el epicureísmo, a pesar de su fracaso como movimiento alternativo y
radical de cambio social a medio y largo plazo, contribuyó con muchos aspectos
en su forma de entender la filosofía a la constitución de la síntesis
ideológica final del Imperio Romano que se abre camino con el ascenso del
Cristianismo, no solo como mera religión oficial que sustituye al politeísmo
pagano, sino como algo más importante, como un nuevo “poder espiritual”, como
diría Augusto Comte, de la denominada sociedad orgánica medieval que sustituye
finalmente a la continuamente ideológicamente dividida, a lo largo de su creativa,
aunque también agitada e insegura existencia, sociedad greco-romana.
Tal
análisis comparativo nos lleva a pensar que, la filosofía positivista
humanista, con origen en Augusto Comte, que ha triunfado en USA frente a su
rival marxista, u otras corrientes filosóficas europeas menos influyentes, como
el Vitalismo Nietzscheano o el Existencialismo, no monopolizará en el futuro, a
modo de un Pensamiento Único, la gran síntesis de una especie de comtiana Religión
de la Humanidad, que parece estar abriéndose camino en el horizonte ideológico
de los países más industralizados. Pues, seguramente muchos aspectos de
organización ideológica, técnicas de propaganda de una filosofía para todos, y
no solo para la élite de los científicos y sabios, aspectos morales, etc.,
serán conservados tomados e imitados de la obra de un gran pensador como Marx. Pues, al igual que
el gran Epicuro cometió serios errores en su Física, cuando, frente a Demócrito
sostuvo la necesidad de conceder libertad a los átomos (el clinamen) para explicar la formación del Cosmos (conceder una especie de libertad a los átomos o a los electrones
haría sonreir hoy a muchos físicos), podríamos considerar seriamente que
tambien Marx se equivocó, p.ej., en su supuesto científico económico de la existencia
de una plusvalía que se le arrebataba al trabajador a la hora de explicar el
valor de las mercancías producidas. La teoría económica rival, el Marginalismo,
explica mucho mejor, y con gran precisión matemática, lo que debe valer una
mercancía sin recurrir a semejante hipótesis de una enajenación o alienación
del valor. No obstanmte, otros aspectos de la filosofía marxista, como su insistencia
en la realización (Verwircklichung) de
la Filosofía en la vida práctica, en extender la filosofía a la enseñanza
general y popularizarla con esa especie de Tetrafarmaco que es el Manifiesto
Comunista, aunque con otros contenidos, seguramente persistirán y serán
necesarias para configurar la síntesis ideológica global hacia la que parecemos
avanzar en Occidente. El llamado movimiento de los Indignados, la protesta
contra los nuevos abusos económicos y sociales que se abren en la etapa de la
industrialización a escala global, seguramente darán motivos suficientes para
nuevos movimientos ideológicos que necesitarán utilizar muchos de estos
aspectos filosóficos, los cuales serán conservados como adquisiciones
filosóficas y que permanecerán en el futuro. Por eso, podemos concluir diciendo
que en la lucha de las principales corrientes de la Filosofía Contemporánea,
como ocurrió en la Filosofía helenística, aunque en medida diferente, todos
tendrán algo esencial que aportar a la configuración de la Sociedad Globalizada
Futura que parece reservada a los habitantes de la Tierra y que tantas series
futuristas han empezado a roturar en el imaginario
social contemporaneo.
La analogía entre epicureísmo y marxismo se rompe en el tema clave de la "implantación" de estas filosofías. El marxismo nace y crece con una fuerte implantación "política": el activismo, la militancia, la lucha de clases. El epicureísmo nace y se extiende con una implantación "gnóstica", huyendo de la política, retirándose hacia comunidades privadas. La analogía entre las escuelas helenísticas y el socialismo (también con el budismo) la establece O. Spengler en La Decadencia de Occidente. Se trata de escuelas propias de una época terminal dentro del ciclo de las culturas. Justo en la fase civilizada (decadente), urbanizada, "democratizada", se impone una forma de filosofar práctica, utilitaria (gestión del propio cuerpo, tecnologías del yo). El psicoanálisis y toda la soteriología predominan en esta fase.
ResponderEliminarEn cuanto al marxismo, me parece que su principal problema no es tanto su teoría positiva del valor cuanto su propia filosofía de la historia: "Toda la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases". Ni siempre hubo clases, ni siempre estuvieron en lucha las clases sociales o análogos suyos (estamentos, castas, etc.). Es un problema más grave, no científico-categorial (económico) sino de Filosofía de la Historia. Por no mencionar la grave contradicción entre determinismo histórico y voluntarismo partidista: "habrá que hacer la revolución cuando las condiciones estén maduras". O sea, habrá que ser voluntarista (revolucionario) cuando el determinismo (económico) lo disponga".