lunes, 22 de noviembre de 2010

Una visión cultural de la crisis

La economía manda mucho. Se nota en la fuerte asociación actual de la palabra crisis con lo económico. Pero no debemos olvidar que, en una perspectiva más amplia, más real, la crisis actual tiene mas dimensiones que la estrictamente económica: entre otras, la de la enseñanza y producción del conocimiento, la de su difusión y, finalmente la última, pero quizas la más importante, la de los valores y perspectivas vitales de los individuos y los diversos grupos humanos. No viene mal, en tal sentido, escuchar lo que nos dicen los buenos ensayistas que indagan los cambios que caracterizan la sociedades más industrializadas del mundo que nos ha tocado vivir. Uno de estos, Gilles Lipovetsky, que hace años nos impresionó con sus brillantes análisis y prospecciones sociales en los comienzos de la década de los ochenta con La era del vacio (1983), en el que de forma brillante se describía una nueva sociedad que se empezó a llamar "postmoderna" en la que se constataba una perdida de sentido de las instituciones modernas ya clásicas como los partidos políticos, las luchas sociales y su sustitución por una sociedad abierta en la que triunfaba la tolerancia, el hedonismo, la educación anti-autoritaria, el crepúsculo de los deberes, el hiperconsumo, el imperio de las modas y de lo efímero, la denominada liberación sexual, la proliferación de humoristas televisivos, el narcisismo y el individualismo extremo buscando refugio en los placeres privados y más inconfesables, etc. En definitiva, una sociedad de consumo.

Casi 20 años despues el autor hace balance y apunta hacia una rectificación en una entrevista concedida al Magazine del periódico El Mundo (21-11-2010) con motivo de la publicación de su último libro La cultura-mundo: respuesta a una sociedad desorientada. Así, cuando la entrevistadora le pregunta porqué ahora denomina "hipermoderna" a la sociedad actual y no "postmoderna", como hacía antes, el autor responde que: "Es sólo cuestión de lenguaje. El término fue correcto en su momento, pero lo que hoy vivimos se corresponde con una hipermodernidad; es decir, este sentimiento de exceso y la crisis en la que desembocó a partir de 2008, que es una crisis de lo hiper. Hiper como sinónimo de exceso: no hay nada que pueda limitar esta modernidad, su poder tecnológico que, por ejemplo, implanta en un vivo el rostro de un muerto, el flujo de información en internet, etcétera. Los límites, la lógica que frenaba la modernidad (religión, servicio público, escuela) han sido destruidos por la fuerza de esta cultura-mundo, que ya no es occidental, sino planetaria". La apuesta por el exceso la vivimos en España con las grandes concentraciones bancarias, mediáticas y políticas de los 80 y 90 que ahora amenazan con caer sobre nuestras cabezas. Lipovetski sostiene que , sin embargo, no hay una alternativa revolucionaria o drástica a esta sociedad como la sostenida por grupos minoritarios, ecologistas y demas. Pues "ya no existe la dualidad capitalismo-comunismo y la revolución se ha convertido en un mito". La unica salida que nos queda es poner límites a los abusos ecológicos, financieros, etc., y regular esta hipermodernidad que nos ha tocado vivir como un destino al que no podemos escapar, como un estadio por el que inexorablememte debe pasar la civilización: "El capitalismo es un sistema contradictorio que no existe sin sus crísis cíclicas (...), tenemos que limitar los dispositivos que crean estas crísis".

Pero, ¿cómo regulamos esta hipermodernidad?, ¿cómo ponemos esos límites?. En primer lugar Lipovetski propone que el Estado recobre cierto poder "controlando la tecnología al servicio del planeta". Pero para que esto ocurra debemos librar previamente al Estado de las garras de los que lo usan para sus beneficios particulares, politizando la economía, la justicia, los grandes grupos mediáticos, como en España tuvimos ocasión de comprobar en las últimas tres décadas. Y, continúa Lipovetsky, "reinventando la institución escolar (que no quiere decir volver a la escuela autoritaria), etcétera". Pues "el problema hoy no son los colegios ni la tele ni los ordenadores: son los padres que no saben educar. Entre un 5 y un 10% de adolescentes de 14 años no sabe leer, son prácticamente analfabetos y entre un 10 y un 20% no entiende lo que lee, tras ocho años de escuela obligatoria. 150.000 jóvenes franceses terminan anualmente la escuela sin graduarse. Es un escandalo, y los responsables últimos son los padres". Hay que recuperar el sentido de lo armónico, de lo equilibrado en todo, no solo en el Estado o en la educación, incluso en el Arte, a diferencia de lo que proponían por ejemplo las vanguardias artísticas a principios del siglo XX, un siglo de grandes excesos en todos los terrenos. El siglo XXI debería huir de tales excesos y ser consciente de los límites que no podemos traspasar, so pena de grandes catastrofes y calamidades: "Es lo que yo llamo clasicismo renovado y me parece sabio porque no pretende el ascetismo, no: es positivo permitirse una dosis de placer; sino evitar el exceso de cualquier orden. Mira, las culturas antiguas utilizaban el opio, el alcohol, pero en dosis moderadas de placer. Hoy hace falta una legislación prohibitiba porque su consumo se da de forma excesiva y peligrosa. Tenemos que poner en marcha los mecanismos que permitan recuperar el valor antiguo de la armonía frente a la disonancia de las vanguardias artísticas del siglo pasado, que querían destruirla porque la consideraban un valor desfasado". Pero ello no significa, como algunos creen una vuelta de la religiosidad o de la cutura como sucedaneo sagrado, pues el siglo en que entramos "será capitalista, técnico, mediático, consumista e individualista". Lipovetsky termina su entrevista con una confesión personal que expresa tras un rato de silencio, como si quisiera sincerarse y hablar con claridad y rotundidad: "Soy un viejo racionalista, y aunque la aventura de la ciencia me produce cierto miedo, confio en el progreso de la sociedad democrática liberal donde la crítica, la emamcipación de la mujer y el respeto a la individualidad son posibles, y donde la lucha social puede hacer cambiar ciertas cosas. La revolución informática y genética es extraordinaria: tiene a su alcance la posibilidad de realizar el viejo sueño del hombre: vencer a la muerte".

Esto último, lo de vencer a la muerte, quiza sea la última utopía moderna. Ya sería bastante con vencer a la enfermedad y alargar una vida sana lo más que se pueda. El mismo Lipovetsky es consciente de la conversión de la muerte en un tema tabú en una sociedad tan hedonista en la que la juventud es un valor que se pretende universal: "Pero es un poco dramático, porque no queremos envejecer y, sin remedio, envejecemos. Mantenemos un pulso contra el tiempo y la muerte. Vamos hacia una sociedad donde los síntomas de vejez se ocultrán, como ya se oculta lo relativo a la muerte; lo viejo será obsceno y las terapias genéticas se afanaran en que desaparezcan los síntomas físicos de la vejez".

martes, 14 de septiembre de 2010

El problema catalán

Despues de leer en el Foro de Debates, antes del verano, los últimos artículos sobre el problema del nacionalismo catalán en relación con la polémica sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña con intervención del propio Mario Conde, no me resisto a escribir sobre ello intentando aclarar algunas cuestiones. No es la primera vez que escribo sobre este tema tan recurrente en los últimos años en la política española. Me remito a mis artículos publicados del 2004 al 2008 en diversas paginas webs:"25 años de Constitución democrática", "De nuevo la Constitución", "En defensa de la Constitución", "Buenas notícias para el sistema autonómico", "Cómo combatir el Estatuto de la minoría nacionalista catalana", "Estado Confederal, Federal y Autonómico", "Sobre la tentación de acabar con las Autonomías", "Sobre la defensa del sistema autonómico". Lamentablemente dichas paginas hoy han caducado (problemas y límites de Internet) y, por ello he decidido editarlos según la nueva modalidad de edición en papel y electrónica llamada on demand (soluciónes de Internet) con el título En defensa de la Constitución (2010, Lulu.com) para que este a disposición del lector interesado. A proposito de esto, la experiencia de convertirme en mi propio editor me ha parecido tan revolucionaria como fue la aparición de la imprenta en el Renacimiento por la que la Iglesia perdió el monopolio de la lectura con la consecuencia de que todo se puede leer. Ahora son los editores los que pierden su monopolio pues todo se puede editar.



El problema del Estatuto catalán se debe considerar muy importante por su influencia mismamente en el curso que pueda seguir la consolidación definitiva de España como nación política moderna sin menospreciar su relación con la fuerte crisis económica que nos golpea, pues el mismo tema lingüistico (rotulos y anuncios comerciales solo en catalán, etc.) tiene ya implicaciones económicas por aumento de costos, o por las transferencias de competencias fiscales, etc. El hecho de que haya problemas en una parte significativa de los españoles con la bandera y el himno nacional no es baladí. Las reticencias del PSOE o de los sindicatos con la bandera rojigualda, y su atracción sentimental por la bandera republicana está apoyado por sus numerosos votantes y seguidores, por media España. Las dos Españas, que parecían desaparecidas en las últimas décadas están de nuevo ahí, para el que sepa interpretar lo que ocurre. No nos engañemos, para muchos españoles la selección de futbol es "la roja", antes que la nacional, término discutible para el propio Zapatero. Este problema no existe en Alemania, Francia o Inglaterra, se dice. Pero es porque tales países se han consolidado como naciones modernas y nosotros todavía no. Hubo tambien dos Inglaterras, la de las Dos Rosas, la Protestante y la Católica. Dos Alemanias, la capitalista y la socialista. Pero hoy solo hay una, identificada con una única bandera e himno. ¿Que es entonces lo que nos falta para ser una nación moderna?. Vertebrarnos, como decía Ortega, en un Estado nación unido y solido, con un himno y una bandera aceptados fervorosamente por la mayoría. Para ello no basta con imitar y copiar lo que han hecho estos grandes países. Eso ya se hizo cuando Felipe V, el primer Borbon, con el que se inicia el moderno problema catalán, introdujo la administración centralista copiando a Luis XIV. Pero España no se modenizó. Al contrario, entró en decadencia agónica. En la segunda mitad del XIX, con la llamada Restauración se imita el modelo de Monarquía Constitucional a la inglesa, manteniendo el centralismo. España tampoco se moderniza y además entra en el siglo XX con el estallido del problema social (huelgas generales, etc.) y del secesionista (proclamación de la soberanía de Cataluña como Estado Federado en la Revolución del 34, etc.



A la vista de ello surge entre nosotros el hombre providencial, Ortega y Gasset, fruto maduro y resultado de las reflexiones de dos generaciones de intelectuales anterores a la suya, la de Clarín y la de Unamuno, que propondrá, además de la solución europea - de la que hablamos en un artículo anterior publicado en este foro -, la solución a los dos problemas internos: llamada a una empresa de industrialización nacional por la colaboración de obreros y empresarios ("Nación y Trabajo", Discurso en el Teatro Campoamor de Oviedo el 10 de abril de 1932), siguiendo más a Saint-Simon que a Marx, diriamos nosotros, para solucionar el problema social, y reforma autonómica generalizada del Estado para solventar el problema separatista. Ortega creía que la dictadura de Franco, que es la que hace que España pase de ser un país eminentemente agrícola (la España de la alpargata de la II República) a ser un país industrial, con una industria nacional forjada principalmente por el INI, (la España del 600), debía desembocar en una restauración de la Monarquía democrática y constitucional por lo que el mismo , desde su exilio en Lisboa, formó parte del Consejo privado de Don Juan. Pero dicha Restauración de la Monarquía Constitucional debía diferenciarse de la Restauración decimonónica muy especialmente en la nueva Organización Autonómica del Estado, generalizando el Regimen Autonómico y no contemplandolo sólo como una solución para algunas regiones conflictivas, como había planteado la II Republica. Esto último creo que es poco conocido por la opinión pública española. He publicado un artículo sobre ello con el título "Idea leibniziana de una constitución autonómica para España en Ortega".



Por ello debemos recordar que, ya en la época de la Dictadura de Primo de Rivera, Ortega propone la Reforma Autonómica, en una serie de artículos periodísticos que se publicaron en forma de libro cuando llegó la República con el título de La redención de las provincias. Allí demuestra que la imitación inglesa de la monarquía parlamentaria en la Restauración decimonónica no funcionó, dando lugar a las lacras de la oligarquía y el caciquismo, porque España, a diferencia de Inglaterra o Francia, tiene el defecto político del gran peso del localismo. Por ello una administración centralizada y jacobina en la que todo se decidía en Madrid, no consiguió modernizar politicamente a un país excesivamente provinciano y localista. Ortega propuso entonces introducir en la propuesta reformista de una Constitución democrático liberal una nueva división del Poder, añadida a la ya clásica de Montesquieu, que separase claramente las competencias de gobierno nacionales y las locales. Para llevarla a cabo sería necesario hacer una descentralización de la Administración del Estado. Dicha descentralización autonómica la volvió a proponer en un famoso discurso pronunciado en las Cortes Constituyentes de la República, contraponiendola dialécticamente a una división Federal, que era la propuesta de la izquierda y de los nacionalistas catalanas. Aclaró una asunto que hoy todavía muchos confunden: que Autonomismo es diferente de Federalismo, esto es, que el Autonomismo no es un Federalismo que se queda corto, sino que en cierto sentido el Autonomismo es lo contrario del Federalismo, cosa que habría que recordar a muchos líderes políticos de la izquierda e incluso hasta a famosos catedráticos de Derecho. Pues, para Ortega, el Federalismo supone admitir una soberanía previa de las partes a federar, las cuales confluyen en un proceso de centralización más bien que de descentralización. Buscan la unidad de una soberanía federal partiendo de la diversidad soberana de partida, cediendo soberanía más que ganandola. El Autonomismo que Ortega propone para un Estado como el español, cuya soberanía es unitaria desde los Reyes Católicos, no parte por ello de soberanías particulares sino, al reves, de una soberanía unitaria ya establecida que acepta ceder competencias, y no la soberanía indivisible, con vistas a descentralizar funciones administrativas. Por ello, el autonomismo tiende a la descentralización y no tanto a la unión rígida y homogenea, sino más bien a la flexibilización de una unión que ya existe, con el fin de construir una unidad de España más fuerte y rica. No trata de dividir y separar una soberanía indivisible sino las competencias atribuidas a dicha soberanía. ¿Hasta donde? Ortega ponía como límite competencias tales como la Defensa, la Justícia., las Relaciones Exteriores, las Comunicaciones nacionales, La Educación y la Investigación Científica, es decir, todo aquello que ponga en peligro la unidad del Estado o que tenga, como la ciencia o la justicia, un valor universal. Todo lo demás se podría transferir.



La descentralización así entendida era para Ortega la solución de un problema que no tenía una solución radical, por eso decía que "...el problema catalán, como todos los parejos a él, que han existido y existen en otras naciones, es un problema que no se puede resolver, que sólo se puede conllevar"("El Estatuto de Cataluña. Primera intervención", Discursos políticos, Alianza Editorial, Madrid, 1990, p. 231). Pues las soluciones extremistas no contentan a todos: el centralismo nacional rígido y extremo no contenta a esa mitad de los catalanes que se declaran vagamente nacionalistas y, al reves, la independencia de Cataluña contentaría a una minoría fanatizada pero dejaría a una gran parte de los catalanes descontentos que tratarían de volver a unirse a España. La solución Autonómica cede en parte y crea una posición que excluye a las minorías radicales, tanto la independentista como la rigidamente centralista, quedando en especial la minoría nacionalista independentista en un estado quimicamente puro, aislada y sin capacidad real de influir pues su victimismo que se alimenta de la persecución de la lengua, dejaría de tener sentido.



Cuando se redacto la actual Constitución, gobernando Adolfo Suarez, su ministro Clavero Arevalo fue el que introdujo el Autonomismo, acordandose de Ortega, como modelo para evitar el Federalismo que proponían de nuevo la izquierda y los nacionalistas, colandose en el tira y afloja la distinción, no admitida por Ortega en su mapa autonómico, entre nacionalidades y regiones. La tendencia a transformar este autonomismo en federalismo comienza con los gobiernos de Felipe Gonzalez con sus pactos con los nacionalistas vascos y catalanes culpables de la transferencia de competencias que Ortega consideraba no transferibles como la Educación, o discutibles, como las fiscales que han abierto un proceso de deriva hacia el federalismo o confederalismo que culmina con la reforma encubierta de la Constitución que representa el Estatuto de Cataluña, en el que se reconoce a Cataluña ya no como nacionalidad sino como nación. De aquellos polvos estos lodos. Para transformar el Autonomismo en Federalismo es preciso romper la soberanía indivisible de la nación española. Eso es lo que se está haciendo al admitir por la via del dicho (la denominación de nación catalana no tiene efectos jurídicos) que Cataluña es una nación. Del dicho al hecho hay todavía un trecho. Para cruzarlo es necesaria la guerra que ya está a punto de comenzar como guerra de recursos y contrarecursos de inconstucionalidad sobre las multas lingüisticas, la lengua vehicular, etc. Guerra de manifestaciones y violencia pública, referendums que deben volver a repetirse aunque se ganasen, etc., con posibilidad de ingerencias extranjeras de mediación de la ONU, guerras locales, etc. Es necesario que se reaccione ante esto, que surjan nuevas fuerzas políticas que convenzan a los españoles para que el rumbo se corrija y volvamos al puerto del que partimos, volver, para orientarnos y no caer en la confusión federalista, a nuestro gran legislador de lo más caracteristico de la Constitución, que no fue Fraga ni los llamados Padres de la Constitución Autonómica (que lo son en sentido técnico jurídico pero no filosófico), sino a Ortega, que debía ser para nosotros como Locke para los ingleses o Montesquieu para los franceses.









Manuel F. Lorenzo

martes, 29 de junio de 2010

La solución europea

En los últimos días se han cruzado en el espectro mediático nacional dos acontecimientos que han vuelto a traernos a la memoria la famosa frase pronunciada por Ortega con tintes programáticos: "España es el problema; Europa, la solución". El primer acontecimiento ha sido la celebración de las bodas de plata de nuestra pertenencia al club europeo al cumplirse 25 años desde la Firma del Tratado de Adhesión el 12 de Junio de 1985, siendo presidente del Gobierno Felipe Gonzalez. El segundo acontecimiento es la intervención imperativa y exigente de los Gobiernos alemán y francés presionando a Zapatero, Obama mediante, para que acometa con serias medidas antipopulares el fuerte deficit presupuestario en el que nos encontramos como consecuencia de la crisis económica a que nos ha conducido el estallido de la llamada burbuja inmobiliaria. La relación entre ambos eventos fue glosada en algun influyente periódico (El Mundo) inter-pretando la frase de Ortega en el sentido de que España volvía a las andadas, volvía a convertirse en un problema, como se pone de manifiesto con Zapatero que está desatando todos los demonios tradicionales del anticlericalismo, el revanchismo de la memoria histórica, la vuelta a la República, etc. y, por ello, la solución está viniendo de nuevo de fuera, del eje franco alemán, que ejerciendo una suerte de protectorado nos dicta la solución de nuestros problemas. Los españoles seguiríamos siendo, según se desprende de semejante diagnóstico, unos anarquistas incorregibles que necesitamos que nos gobierne un amo fuerte y duro: la disciplina prusiana.
Pero esto es una evidente desfiguración de lo que Ortega quería decir con su frase. El problema es que en España el indice de lectura es muy bajo en comparación con los grandes países de nuestro entorno y por ello, la mayoría de los españoles no ha leido a Ortega. Por ello no está en disposición de juzgar sobre el sentido de la famosa frase. Queda una minoría, quizas muy minoritaria, que si lo habrá leido. Es una minoría de profesores de filosofía, literatos, algunos periodistas e intelectuales en general y algún autodidacta. Pero esa minoría no tiene acceso a las tribunas mediáticas que están reservadas, salvo raras excepciones, a periodistas que entrevistan, o permiten que manifiesten sus opiniones para una gran audiencia, a gentes del Sistema entre las cuales la nota común suele ser la mediocridad intelectual y el intento, entre los más espabilados, de aprovechar cualquier ocasión para arrimar el ascua a su sardina con más o menos descaro. En este caso el ascua es Ortega y Gasset, con cuya frase se trata de fulminar al rival de la secta de enfrente.

Como miembro de esa minoría, que si ha leido a Ortega tratando de entenderlo y no para utilizar alguna de sus brillantes frases cuando me convenga, me considero en la obligación de precisar su sentido ante lo que considero una desfiguración o mala interpretación. La famosa frase en cuestión fue pronunciada en conexión con las propuestas de regeneración y reconstrucción de España que configuraron el movimiento político y cultural de la llamada Generación del 98 (Joaquín Costa, Unamuno) en un discurso que Ortega pronunció en la Sociedad liberal de El Sitio en Bilbao el 12 de Marzo de 1910, hace ya un siglo, cuyas palabres finales eran: "Regeneración es inseparable de europeización; por eso apenas se sintió la emoción reconstructiva, la angustia, la vergüenza y el anhelo, se pensó la idea europeizadora. Regeneración es el deseo; europeización es el medio de satisfacerlo. Verdaderamente se vió claro desde un principio que España era el problema y Europa la solución" ( José Ortega y Gasset, "La pedagogía social como programa político", Discursos políticos, Alianza Editorial, Madrid, 1990, p. 62).

Para Ortega la regeneración de España pasa por su europeización, por asimilar, como dijo otras veces, aquello que define caracteristicamente a la civilización europea moderna diferenciandola de otras grandes civilizaciones como la china, la hindú, etc., esto es, por asimilar la ciencia, el espíritu científico, objetivo. Europa, decía Ortega, es igual que otras civilizaciones, salvo en una cosa, la Ciencia. La asimilación de dicho espíritu científico debia ser algo normal y extendido a la mayoría de la población, o al menos al núcleo de sus minorial gobernantes: políticos, profesores, jueces, periodistas, etc. Por ello veía una gran tarea pedagógica por hacer para alcanzar dicha europeización. Lo que no me parece orteguiano es creer que por entrar en instituciones económicas como el Euro ya nos vamos a europeizar por las buenas o por las malas. De ahí que sacar la conclusión de que España es el problema y el Euro (Alemania y Francia) son la solución me parece ignorancia de la gruesa (ignorantia elenqui). Con ello parece que el ser europeista es un monopolio de los que son partidarios de la Idea de Europa que tienen unos europeos (alemanes y franceses) frente a otros (ingleses) a los que despectivamente se los denomina como "euroescepticos". Me parece bien que cada uno defienda la Idea de Europa que considere oportuna o mejor, ya sea federal, confederal o unitaria. Pero que no trate de descalificar al resto considerandolo anti-europeo, ni menos utilizar a prestigiosos pensadores para, falseando sus pensamientos, intimidar al contrario. Pues podríamos hacer una lectura algo siniestra de lo que El Mundo presenta como la "solución europea", si contemplamos el asunto desde una perspectiva no meramente económica sino histórica. Vaya por delante que la exigencia de no sobrepasar el deficit público que tanto les preocupa ahora a alemanes y franceses no les preocupaba nada años atras cuando España lo cumplia a rajatabla con Aznar y ellos no. Pero claro, no es lo mismo porque de lo que se trata no es de quien incumple las reglas del juego sino de quien tiene autoridad y poder para hacer que se castige injustamente a uno si y a otro no. Y esto no lo puede hacer hoy por hoy España por que es más debil política y económicamente que Alemania o Francia.
Historicamente hablando Europa es el resultado de muchos pueblos diferentes. La Europa de los 25 se dice hoy. Pero entre todos ellos son cuatro (cuatro amigos-enemígos) los que más decisivamente contribuyeron a su constitución y desarrollo. Son aquellos que han alcanzado la categoría política de verdaderos Imperios: Alemania, España, Inglaterra y Francia. Son los que han lanzado lo europeo por el resto del globo. De ahí que sus intereses hayan sido muy diferentes lo que ha motivado sus intentos sucesivos de imponer por las buenas o por las malas a los demás su Idea de lo que debería ser Europa. Hoy dichos imperios pertenecen al pasado. Pero permanece sin embargo, compitiendo con único el imperio actualmente vigente y real de los norteamericanos, la influencia económica de Inglaterra en la India, de España en Hispano-américa, de Alemania en Centroeuropa, de Francia en Africa. Por ello es dificil conciliar intereses tan dispares en una unidad nacional europea o en una centralización federal. Será muy dificil por ello ir más allá de una Liga o Confederación europea en la que nunca habría una gran cesión de soberanía por cada uno de estos grandes países. Por eso la creación del Euro solo podría funcionar en un Estado Federal europeo muy centralizado, el cual sería una reedición del Sacro Imperio franco alemán de Carlomagno. De ahí los recelos de Inglaterra a entrar en el Euro. Pero como esto no es posible, por lo que dijimos, la política inglesa es más inteligente a medio y largo plazo, pensando que el Euro no se podrá consolidadar, no solo por los ataques de otras monedas, sino porque nunca se darán las condiciones políticas de unificación política necesarias para ello. España, sin embargo, ha abrazado el europeismo de la forma más papanatas que se podía hacer, y no como proponía Ortega. En vez de seguir una política como la inglesa de estar en Europa pero sin ceder palancas de soberanía económica y fiscal como la moneda, hemos entrado en la ratonera del Euro y ahora nos encontramos con la imposición de una especie de protectorado Sacro germánico. Otra vez hay que decir que la europeización soñada por Ortega no era eso. Era más bien el aprender a ser europeos en dos disciplinas en las que habiamos quedado rezagados durante 2 o 3 siglos: la ciencia y la democracia. Mientras tengamos espíritu científico y democracia seremos esencialmente europeos. Lo demas no hay porque imitarlo servilmente. Todo lo contrario Ortega esperaba que, ante una Europa agotada y en crisis, fuesemos los españoles los que la revitalizasemos con nuevas Ideas que surgirían de la mezcla de nuestra indiosincrasia con los instrumentos del racionalismo europeo. Ya Unamuno decía que solo españoles que se hubiesen empapado de los sofisticados métodos de la ciencia y la filosofía europea podrían entender y descubrir lo realmente válido de España.
Hoy nos encontramos con que las élites que Ortega soñaba para llevar a cabo la europeización existen pero han sido postergadas debido al proceso de oligarquización y cierre de la democracia española en manos de dos grandes partidos, ciegos para fomentar la excelencia, y rapidos para promover la mediocridad. Pues mediocres son los intelectuales que han impuesto a traves de los grandes medios de comunicación la Idea de una europeización, sino sublime, si sublimada y erronea por idealista y utópica, y han desplazado a otros intelectuales críticos que proponían otras alternativas que hoy se ven como más realistas, más creativas y menos seguidistas. Debemos volver por ello a empezar como hace un siglo lo hizo Ortega en Bilbao con su escrito de la pedagogía social como programa político, por la explicación clara y distinta a todos los españoles de todo esto que nos está ocurriendo. Por eso me parece una coincidencia mágica la elección de Bilbao como sede de la Fundación que promueve Mario Conde, además del proyecto de no empezar por transformar este exitoso movimiento del Foro de Debates en un Partido Político sino en una Fundación cuya función principal debería ser la pedagogía social de los españoles.

Manuel F. Lorenzo

miércoles, 2 de junio de 2010

Sociedad Orgánica y Sistema

El término "Sistema", que utilizamos para referirnos a la estructura y modo de organizarse y funcionar de una sociedad, bien merece una reflexión que lo aborde en un sentido histórico ideológico. Pues no hace muchos años, aún en plena Guerra Fría, se solía utilizar dicho término adjetivandolo. Así se decía Sistema capitalista o Sistema comunista, etc. Pero era raro su uso como sustantivo, como Sistema a secas. Lo mismo ocurrió con el término Democracia, que hoy se usa sin adjetivos, pero que no hace tanto se solía adjetivar como democracia burguesa, capitalista, socialista, etc. En España esto ocurrió con la denominada Transición a la Democracia de finales de los 70. Entonces tanto los partidarios de la oposición como los llamados aperturistas del Régimen pedían Democracia, diferenciandose los que querían democracia homologable "a secas" y los más radicales que pedían profundizar en la democracia. Pedir una democracia popular o comunista parecía improcedente e inoportuno.

La denominación de la estructura política y social como "El Sistema", creo que tuvo que ver con la denominada Generación del 68, a la que pertenecen, por ejemplo, Felipe Gonzalez, Fernando Savater, el propio Mario Conde, etc., es decir aquella generación que, para decirlo en términos orteguianos, llega al Poder en la década de los 80. El término caló entre los estudiantes de las revueltas de Mayo de 1968, en Paris, Berkeley, Tokio, Berlín, etc., probablemente por las lecturas que entonces se hacían de representantes del marxismo de la llamada Escuela de Franckfurt, como Herbert Marcuse, en el sentido de rechazar tanto el sistema socialista soviético como el capitalista norteamericano y occidental, como represivos de la libertad humana, especialmente en relación con los aspectos más lúdicos y creativos. Marcuse, que estuvo exiliado del nazismo en California, donde pudo observar detenidamente la sociedad norteamericana y compararla con la vieja Europa en crísis, llegó a decir que en EEUU tenían tambien, como en la URSS, un único partido (el Sistema) aunque pareciesen dos (Republicanos y Demócratas). Tambien estaba entonces de moda entre intelectuales y científicos la Teoría de General de los Sistemas de Bertalanffy, el Estructuralismo o las descripciones heideggerianas de la sociedad tecnológica moderna como Gestell (dispositivo sistemático). Cuando, años más tarde, se produce el colapso económico de la URSS, que acaba con las ilusiones de transformación revolucionaria de la sociedad industrial moderna lideradas por el marxismo, desde la izquierda se interpreta tal acontecimiento como el triunfo de la derecha (el Sistema), los integrados, y se busca la organización de una nueva izquierda, ahora anti-sistema y apocalíptica. El Sistema pasa a ser para la nueva izquierda poco menos que la encarnación del Mal.

Pero hay aquí un prejuicio que tiene su raíz en el monopolio de los ideales de una sociedad más fraternalmente humana por el marxismo. El olvido de otras figuras históricas anteriores al propio Marx en el análisis de la naturaleza de la sociedad moderna y de las propuestas para erradicar sus lacras de explotación y miseria, como la del conde de Saint Simon, padre de la Sociología y de la filosofía social positivista, es quizas, a mi juicio, el olvido más importante en lo que tiene que ver con el asunto que nos ocupa, con el Sistema. Pues Saint Simon, a diferencia de Marx, no creía que los intereses de obreros y empresarios fuesen absolutamente irreconciliables, confiaba especialmente en la ciencia para incrementar la producción y no entendía la Historia como dirigida hacia una meta final absoluta ya sea el Cielo prometido por los cristianos o el Comunismo final del marxismo, la tierra de Jauja, sino como una sucesión de largos periodos en que existían sociedades orgánicas y estables (Sistemas) y otros periodos críticos en que las viejas sociedades orgánicas se destruían para alumbrar de su seno nuevas sociedades orgánicas superiores y más deseables para la organización de los asuntos humanos que las anteriores. En el periodo de máxima influencia del marxismo se dió por hecho que la razón estaba de parte de Marx pero, hoy, tras el colapso económico del comunismo, y los lógros del capitalismo occidental, deberiamos revisar semejante juicio. Para el filósofo frances, la última sociedad orgánica en Occidente habría sido la sociedad feudal medieval, estable durante siglos pero que al permitir el resurgimiento de las ciudades en la alta Edad Media con las clases sociales propias de ellas como los comerciantes y artesanos industriales (la burguesia en el sentido de los habitantes de los burgos, que incluye propietarios y empleados, aunque despues el término burgues se aplique solo a los propietarios) y al permitir tambien la asimilación institucionalizada en las Universidades del legado científico y filosófico de los griegos recibido a través, principalmente, de la Escuela de Traductores de Toledo, dió nacimiento a los dos nuevos poderes, terrenal y espiritual, que sustituirán paulatinamente a los anteriores detentadores de ellos, los guerreros feudales y el clero sacerdotal. Los productores burgueses aliados con científicos y filósofos (los intelectuales) encarnaran la izquierda revolucionaria en las Revoluciones inglesa y francesa, frente a la derecha representada por nobles y clero (representantes del llamado Antiguo Régimen).

La época de crisis moderna se inicia en el Renacimiento y pasa su Rubicon con la Gran Revolución francesa y la constitución de los EEUU de norteamerica. A continuación, según Saint-Simon, deberían cesar las crisis revolucionarias para dar paso a una nueva sociedad orgánica, un Sistema, que deje de centrarse en la organización de la guerra, propia de las sociedades militares que se quieren superar, y se centre en la organización de la producción por la explotación de los recursos naturales y no por la explotación y esclavización de otros pueblos, como ocurría con los sistemas antiguos. Los EEUU, en el siglo XIX, se convierten en el primer prototipo de nueva sociedad orgánica (de ahí el asombro de un liberal francés, observador de la evolución del nuevo país democrático, como Aléxis de Tocqueville en su famosa obra La democracia en America) debido a que en él pudieron desarrollarse las clases productoras sin una fuerte oposición del Antiguo Régimen como en Francia y contando, a diferencia de Inglaterra, con una amplia extensión geográfica que le permitia disponer de una poderosa reserva natural a explotar sin tener que recurrir al colonialismo militarista. Otra cosa será en el siglo XX en el que los americanos se convierten en potencia hegemónica mundial viendose obligados a salir de sus fronteras, interviniendo en todos los conflictos y empezando a ser inevitablemente amados/odiados por ello pero, a la vez, extendiendo su Sistema a los países más industrialmente avanzados como los europeos y Japón. Dicho Sistema consigue, con el keynesianismo, evitar la depauperación creciente de la clase trabajadora, que profetizaba el marxismo, y crear la llamada sociedad del bienestar que se extiende a Europa, incluida España, y Japón en la segunda mitad del pasado siglo. Con ello no desaparecen las amenazas de grandes crisis en el sistema capitalista industrial, pero si la creencia de que eran insuperables dentro del propio Sistema. El keynesianismo fue clave en la superación de la gran crisis del periodo de entreguerras y significó la sustitución de una élite de "especuladores", para decirlo en términos del sociólogo italiano Pareto, por una élite de "rentistas", cuando el Presidente Kennedy nombra por primera vez a economistas keynesianos como asesores de su política económica. Otras crisis posteriores harán que asciendan los monetaristas de la Escuela de Chicago, cuya política económica de bajos tipos de interes estamos viendo hasta donde llega, con la crisis mundial en que nos encontramos. Nuevo reto para el Sistema. El Sistema americano represente el triunfo definitivo de la izquierda democrático liberal frente al antiguo régimen. Por tanto no es un Sistema de Derechas, sino que, historicamente, es de izquierda, (a pesar de que decir esto suene hoy escandaloso dada la hegemonía del pensamiento de izquierda que se ha impuesto en Europa en las últimas décadas) pues la izquierda socialista o comunista, aunque influyó en la dulcificación de muchos aspectos sociales del capitalismo, sobre todo en Europa, no consiguió imponer un sistema alternativo exitososo al democático liberal como señaló en su día Francis Fukuyama. Tampoco el intento fascista de restaurar el Antiguo Régimen tuvo éxito, sin que se infravalore su papel de freno al comunismo, sobre todo en España. Al no haber posibilidades de cambiar el Sistema, seguramente en siglos, deja de tener sentido la contraposición revolucionaria de izquierdas y derechas, la cual si lo tuvo en el largo periodo historico de 500 años que se abrió con el Renacimiento. El Sistema debería caminar más hacia la organización e integración que hacia la crisis.

Además el Sistema occidental está entrando en relación económica muy intensa por la globalización que permite la revolución tecnológica de las comunicaciones y la apertura de inmensos mercados como China. Pero, a la vez, con tremendas fronteras políticas hoy insuperables (peligro de guerra atómica) que dificultan la lucha contra esos nuevos caballos del apocalipsis (superpoblación, terrorismo, manipulación de la información, utilización de la ciencia como instrumento de dominación, agotamiento de recursos, etc.) Un Gobierno mundial resolvería seguramente muchos de estos peligros. Pero, hoy por hoy es tan utópico como pretender tener una moneda fuerte en un area económica con fuertes disimetrías. Por ello lo único que nos queda es regenerar el Sistema occidental en el que estamos, pensar reformas que, sin destruirlo, lo transformen. Concretamente en España, ¿cómo podemos sustituir la élite especuladora y escasamente industrial que se ha apoderado de los puestos de mando económicos e ideológico en la últimas décadas? Pues, del franquismo se podrán decir muchas cosas, pero no se puede negar que con él España dió el salto para constituirse en potencia industrial, creando las clases medias y el principio de la sociedad del bienestar, esto es, del Sistema en el que estamos. Crémos que esta reforma hoy solo puede hacerse, dada el consenso alcanzado sobre la democracia como horizonte político insuperable, a través de procedimientos democráticos, utilizando los mecanismos legítimos de la crítica, el convencimiento y la discusión, fomentando una nueva reorganización de la sociedad civil que acabe generando nuevas propuestas políticas. Precisamente una de las cosas que más llama la atención del Sistema es que existe una disimetría entre la creciente integración y organización de la producción y la anarquía aún reinante en el mundo de la Ideas. Queda, en tal sentido, mucho por pensar todavía para que nuestras Ideas se adecuen a la nueva realidad en que estamos anclados. Pero dicho pensamiento, pasada la época de destrucción del Antiguo Régimen, debe ser más bien positivo, más de reforma que de revolución. La fuerza no está hoy en el poder para destruir ( la guillotina, etc.) sino en la habilidad para mantener a flote lo esencial de nuestro Sistema occidental. Superar la necesidad ciega de la Naturaleza y de la esfera económica está, hoy más que nunca, en las manos de nuestra habilidad técnica y científica. Sin pensar dicha habilidad junto con la nueva Idea del mundo que ella implica no saldremos adelante en nuestro asunto más vital, la lucha por una existencia digna.


Manuel F. Lorenzo


lunes, 10 de mayo de 2010

Metamorfosis del Sistema

El Sistema al que nos referimos es el actual entramado político social que nos gobierna y que así fue denominado por Mario Conde tras la intervención de Banesto por el Banco de España en su libro El Sistema (Espasa Calpe,1994) queriendo referirse, si no lo interpretamos mal, a la estructura característica de tipo oligárquico que habían adquirido las relaciones entre el poder económico y el político en España en aquellos tiempos. Una estructura que había detectado ya en sus años de experiencia por las altas esferas del poder económico a raíz de su designación, tras una dura batalla de tintes épicos, como presidente de Banesto, uno de los siete grandes bancos de entonces.
Ha pasado ya bastante tiempo desde la publicación del susodicho libro, hoy de nuevo reeditado (Editorial Séneca), escrito por un hombre de acción empresarial exitosa, brillante y fulgurante pero, a la vez, dotado de una gran capacidad de reflexión y amplia cultura, algo raro por ello en el mundo de las finanzas español que nos tiene acostumbrados más bien a personajes más planos y menos interesantes. Conde, en sus análisis y reflexiones sobre la economía, en las circunstancias políticas de cada momento, en las duras pruebas a que lo ha sometido la vida misma desde que se atrevió a enfrentarse a ese Sistema, da siempre una sensación de poseer un gran temple estóico al comportarse con la misma elegancia y tranquilidad de espíritu tanto en el triunfo como en la adversidad. Tiene un aura su figura como de estar en posesión de una sabiduría profunda, propia, me parece, de lo que Kant llamaba un "filósofo mundano", esto es, de un legislador de la razón. Eso precisamente es lo que le da el aspecto de rara avis en su paso por el mundo de las altas finanzas españolas.
Para mí la lectura de dicho libro, que me pasaron en un momento en que seguía con cierto interés el denominado, por Jesús Cacho, "asalto al poder" de Conde y Abelló, me resultó sumamente iluminadora acerca de la naturaleza y estructura del sistema económico español que se estaba configurando en los años del felipismo. Pues un hombre de una inteligencia probada por los hechos de su rápida ascensión y triunfo en el duro mundo empresarial, en el que nadie regala nada, se situaba en un observatorio privilegiado, como era la presidencia de uno de los grandes bancos de entonces y, con datos seguros y firmes, como los que tienen aquellos que se juegan mucho dinero en cada decisión que deben tomar, obtiene una fotografía precisa y clara de la estructura del poder económico español. Dicho poder sistémico, se decía en aquel libro, queda simplificado al máximo en la fórmula que aun hoy nos rige de bancos, eléctricas y grandes constructoras. Todos conectados entre si. Unos por su dependencia del gobernador del Banco de España que nombra el Gobierno, en el caso de los bancos, otros de las tarifas eléctricas que dependen del Consejo de Ministros y los más, finalmente, pendientes de la concesión de grandes obras públicas por los ministros de turno, constituyendo en conjunto unos factores económicos que, finalmente, resultan excesivamente dependientes del poder político.
Este "sistema", sin embargo, es el que está provocando la desindustrialización de España, convirtiéndola poco a poco en un país reserva turística de Europa, para lo que se necesitan muchas urbanizaciones, con luz y agua y abundante crédito hipotecario para construir y vender las casas. El tipo de empleo que se creó entonces fue el de albañiles y camareros al que, a falta de mano de obra local, acudieron los emigrantes. Con eso íbamos convergiendo nominálmente con los grandes países europeos según la ecuación 1 euro = 100 pesetas, por la cual nuestros precios tenderán a acercarse a los de los alemanes, mientras que nuestros salarios se mantienen congelados por una inflación oficial debidamente maquillada. A pesar de ello la vitalidad real española hace que sigan apareciendo empresarios excepcionales como el fundador del grupo Zara o el presidente de Endesa, víctima de espionaje por el gobierno, como en su tiempo le ocurrió a Conde con el informe Crillon, o que resurjan de sus cenizas otros perseguidos por el sistema como Ruiz Mateos, etc. Por ello, al menos hoy, a diferencia de los tiempos de Conde, el hombre más rico y envidiado en España ya no es un banquero, como lo fue Botín, sino un industrial, como el fundador de Zara y de Inditex.
Una de las virtudes probadas del diagnóstico de Conde en el libro era que en el "sistema" el poder político domina al poder económico, aunque aparente lo contrario para el observador no avisado. Ese observador que, por ejemplo, cuando el presidente del Santander, Emilio Botín, recibió a Zapatero (para escarnio del PP) en la sede central de su Banco, cree que el poderoso caballero es don dinero y el otro es el caballero de la triste figura. Basta recordar que otro caballero de no tan triste figura, Felipe Gonzalez, ayudado por los escuderos del PP, que condenaron entonces con gran pasión y nula precaución al banquero hereje, arrebató el Banesto a Conde y se lo entregó a Botín, como botín por no romper el "sistema". Una justicia ya entonces politizada ( Montesquieu habría muerto, según Alfonso Guerra) haría el resto, dando con los huesos de Conde en la cárcel sin llevar a cabo una rigurosa investigación de la trama comisionista implicada en aquellas extorsiones del caso Argentia Trust, por ejemplo.
Pero hoy estamos asistiendo, no a la ruptura económica, sino a la ruptura política del "sistema", por el equilibrio de votos entre los dos grandes partidos, que no tienen otro modo de dirimir su derecho a gobernar que sometiéndose al arbitrio de los nacionalismos separatistas y otros grupos de minorías radicales, letales para la unidad e identidad de España, unidad en la que, a la vez, necesita apoyarse para su sostenimiento el "sistema" económico. De ahí que si no lo remedian la creciente abstención unida a nuevas fuerzas políticas emergentes, como el partido de Rosa Diez o de Ciutadans, o los que vengan, que creen una bisagra sustitutiva de la bisagra nacionalista lo suficiéntemente fuerte para conseguir la despolitización de la justicia, la verdadera liberación de la economía de la tutela del Estado y la represión del separatismo, el "sistema" dará lugar a dos "sistemas" de signo contrario, como lo eran en otro tiempo las dos Españas, incapaces de convivir, precisamente porque la izquierda revolucionaria (el Frente Popular) quería durante la República lo mismo que ahora con Zapatero, el poder en exclusiva para ella sola. Es decir, que podemos, para concluir, añadir la observación de que don Mario solo se habría equivocado en una cosa: en que , si alguien no lo remedia, no vamos a seguir teniendo un "sistema", sino que vamos a tener dos, como los chinos con su fórmula de "un país, dos sistemas". Están haciendo buena aquella frase de Salvador de Madariaga cuando observaba que siendo España el país más occidental de Europa, desde un punto de vista geográfico (el cabo Finisterre está en Galicia) es, sin embargo, el más oriental desde un punto de vista político cultural. Madariaga lo decía por que en España florecieron durante siglos y dieron su do de pecho más alto que en el resto de Europa culturas de procedencia oriental como la de los judíos y los gitanos. Hoy, sin embargo, podríamos decir que lo que está floreciendo es la casta de políticos sátrapas y marajás vista la corrupción escandalosa e incesante de tantos cargos públicos.
Manuel F. Lorenzo