lunes, 9 de septiembre de 2019

El ciclo platónico del poder


     Volver a leer a los clásicos puede ayudarnos a entender la realidad actual, si sabemos renovar sus profundos análisis. Uno de estos clásicos es el filósofo griego Platón. En su famosa obra La República, que es lo que los griegos y romanos entendían por el Estado entonces, propone una explicación de la génesis de las diversas formas de gobierno por las que había transcurrido la sociedad griega, incluyendo la democracia como novedad histórica. Así considera que, partiendo de la Aristocracia como el gobierno de los mejores o más sabios, pronto se produce una degeneración militarista en la que predominan los más valientes, la Timocracia presidida por la virtud del honor asociada al valor guerrero y no a la prudencia del sabio. A su vez esta degenera en Oligocracia o gobierno de los más ricos en la que la valentía es sustituida por la riqueza de una minoría como el valor supremo, a costa del empobrecimiento de la mayoría, lo que provocará su rebelión instaurándose la Democracia o gobierno del pueblo. La virtud que prevalece en la democracia es la virtud de la mayoritaria clase productora, la concupiscencia, la cual conduce a la búsqueda del placer de cada uno para sí, con lo que la democracia degenera en anarquía y demagogia, para salir de la cual, finalmente, el propio pueblo, cansado del caos, buscara concentrar el poder en un tirano. La tiranía debería conducir de nuevo a la Aristocracia, tal como el propio Platón lo intentó con Dionisio de Siracusa, fracasando.

     La influencia de Platón y Aristóteles llegará todavía a autores como Ciceron y sus brillantes aplicaciones del platonismo en sus tratados La Republica y Las Leyes, del mismo título que las obras platónicas, dedicados a explicar el gran poder alcanzado por la Republica romana al basarse en una combinación de democracia (Tribunos de la Plebe), aristocracia (Patriciado) y monarquía (Cónsules), tal como preconizaba la mezcla platónica de Las Leyes. Pero la república democrática romana defendida por Cicerón también fracasó y Roma se orienta con Cesar, y su sucesor Augusto, hacia la dictadura prevista por Platón. Y es precisamente en el seno de dicho imperio dictatorial romano donde se produce una recepción de la herencia filosófica griega representada principalmente por estoicos, epicúreos y neoplatónicos. Dicha herencia será incorporada, de forma original al mezclarse con las crencias cristianas, por San Agustin y otros, dando lugar a la Iglesia Católica como una organización del poder espiritual concentrado en una  aristocracia de los más sabios que, tras la caída de Roma, influye en la configuración de una sociedad medieval de sabios, guerreros y campesinos, que representan un primer ejemplo histórico de la Republica platónica. La Iglesia conseguirá subordinar, no sin tensiones y crisis como la cuestión de las Investiduras, a su servicio a guerreros y campesinos creando un orden social estable y de larga duración en Europa. Dicho orden medieval pondrá las bases del nacimiento de la sociedad moderna, como mantiene el positivismo de Saint-Simón frente al desprecio lleno de ignorancia de Voltaire hacia la “oscura” época medieval. Platón habría ganado una batalla después de muerto, pues su propuesta del gobierno de los filósofos se cumple con el predominio en la Iglesia Católica de los filósofos escolásticos con su mezcla de Platón y Aristóteles con los dogmas cristianos. Por eso Nietzsche decía que el Cristianismo es una forma de platonismo.

     Podemos actualizar el análisis cíclico platónico de la sucesión de las formas de poder o gobierno. Si consideramos la época medieval una época de gobierno Aristocrático en sentido platónico, esta entra en crisis con la división que introduce el Protestantismo en la Iglesia, la cual coincide con la creación del Imperio más poderoso del Renacimiento europeo, el Imperio español. En términos platónico sería el paso de un gobierno de sabios al gobierno de los guerreros basado en el predominio del valor (Timocracia) y del honor conseguido a través de la valentía (timos). Por eso destaca España por sus conquistadores y sus caballeros intrépidos  y nobles. Pero Platón afirma que a la Timocracia sucede la Oligarquía en la que predomina el gusto por el disfrute de las riquezas y el abandono de los ideales guerreros. Ello empieza a ocurrir con la decadencia española de los Austrias y se desarrolla sobre todo en la rica Francia versallesca de Luis XIV y en la Inglaterra que se enriquece con la confiscación por los nobles de los monasterios católico y con la piratería. Pero el aumento de las desigualdades sociales que ello conlleva, reduciendo a la miseria a gran parte de la población, llevará, cumpliéndose la predicción de Platón, al estallido de las revoluciones democráticas: primero la  inglesa y luego la americana y la francesa.

    La Democracia está basada, según Platón, en la búsqueda concupiscente del placer, lo cual conduce a un individualismo anárquico que acabará por provocar el deseo “populista”, como se dice hoy, de un dictador. Ello parece que está empezando a suceder en la actual democracia más poderosa del mundo con el ascenso al poder de Donald Trump. Por ello USA, el único imperio global hoy realmente existente, recuerda a la antigua Roma en su época de crisis de la República, comparada brillantemente con la situación actual de Europa por David Engels en su obra Le déclin (2014). No obstante, Platón solo conoció la democracia griega, que era muy imperfecta y no disponía, como la actual, de poderosos contrapoderes, jurídicos, económicos, etc. Por ello bastará que se acentúe la tendencia presidencialista frente al parlamentarismo para transformar autoritáriamente la democracia americana, sin necesidad de una dictadura militar. Dictadura que hoy sería inviable en una compleja sociedad cuyo poder ya no reside en la conquista militar y la explotación de otros, como ocurría en el antiguo Imperio romano, cuanto en la explotación de las fuerzas naturales por la ciencia y la distribución de la riqueza a través de los instrumentos que proporciona la moderna ciencia económica. Queda sin embargo pendiente la cuestión platónica del ascenso de un nuevo poder filosófico o “espiritual” que confiera una larga duración y estabilidad a la organización científico-industrial moderna de la sociedad y que, surgiendo de esta, permita superar el nihilismo o vacío espiritual provocado por el predominio de una producción tecnológica al servicio del mero consumismo hedonista, que amenaza incluso a la propia Naturaleza explotándola de una forma sin limite, como muchos coinciden en reprocharle.


Artículo publicado en La Tribuna del País Vasco (6-8-2019).