lunes, 5 de diciembre de 2011

Las Escuelas filosóficas helenísticas y la Filosofía Contemporánea (II)

En un artículo anterior de idéntico título, publicado en este Blog (6-5-2011), esbozamos una comparación que buscaba las semejanzas entre la Filosofía europea contemporánea y las corrientes helenísticas, con el fin de precisar las tareas generales más actuales que se presentan a la Filosofía. Lo más llamativo de tal análisis comparativo, que sigue una tradición iniciada ya en la época de Hegel por un joven Marx emulador moderno de Epicuro, fue la equiparación del Estoicismo con el Positivismo, la cual, unida al diagnóstico histórico político que hacen hoy muchos, tras la caída del Muro de Berlín, equiparando a EEUU con la nueva Roma, nos conducía a considerar la posibilidad de que el Positivismo, por su mayor influencia en los EEUU sobre las otras corrientes contemporáneas principales, como el marxismo y el vitalismo, ambos desprestigiados seriamente por sus respectivas influencias en el comunismo soviético y el nazismo, tenía la posibilidad de elevarse a una forma de filosofía oficial de los EEUU, de la misma manera como el estoicismo llegó a ser en el siglo II la filosofía oficial del Imperio romano. Pero también consideramos que el Positivismo debía renovarse profundamente, refundarse, como lo hizo el llamado Estoicismo medio de Panecio y Posidonio. Así estaría ocurriendo en EEUU, a nuestro juicio, con la llamada filosofía positiva de la embodied mind propugnada por Georges Lakoff y otros frente al positivismo analítico predominante al comienzo de la Guerra Fría, pero hoy en franca decadencia y agotamiento creativo.

 Lakoff & Johnson, en su famosa obra Philosophy in the flesh (1999), proponen abandonar las posiciones del positivismo analítico para progresar a las de una filosofía también positiva, que se apoye en los espectaculares avances de las llamadas “ciencias cognitivas”, ocurridos en las últimas décadas en la Inteligencia Artificial, la Neurología, la Psicología Cognitiva o la Lingüistica, los cuales estarían revitalizando posiciones filosóficas como las de la fenomenología del último Husserl y de Merleau-Ponty. Pero creemos que se quedan cortos, pues debían tener más en cuenta también a la Epistemología Genética de Piaget, en tanto que supone una modificación metodológica esencial sobre la Fenomenología de Husserl y sobre la propia Psicología de la Gestalt, en la que se apoyaban tantos de sus brillantes análisis sobre el conocimiento perceptivo. Una modificación que podríamos formular como el paso de una metodología de análisis descripcionista, propia de la Fenomenología, a lo que podíamos denominar una metodología operatiológica constructivista, ejercitada por la Epistemología Genética de Piaget. Pero, como el gran psicólogo suizo no quiso darle, por prejuicios cientifistas, una fundamentación filosófica a sus descubrimientos, esta sigue pendiente para los que consideramos que la culminación de una revolución científica provoca inevitablemente una reforma de la Filosofía; de ahí nuestra propuesta de la posibilidad y necesidad de una refundación filosófica del Positivismo como Positivismo Operatiológico (ver en este Blog: “Por una refundación de la filosofía positivista”, 25-7-2011).

 Pero la necesidad de refundar el Positivismo no debe tener en cuenta únicamente el presente estado de desarrollo de las llamadas “ciencias cognitivas”, como hacen Lakoff & Johnson, sino que es necesario recuperar también algunas coordenadas histórico- filosóficas, hoy generalmente olvidadas, que caracterizaron fuertemente la originalidad del mismo Positivismo como movimiento filosófico. Pues el Positivismo se encuentra hoy fuertemente dividido y seriamente debilitado en su unidad de supuestos comúnmente aceptados, lo cual lleva a la polémica amarga y a la desorientación en muchos casos. Una actitud inteligente, cuando nos hemos perdido en nuestro camino, consiste en desandar lo andado, volver al punto de partida para ver si nuestra perdida se debe a que hemos tomado desde el inicio una dirección errónea y si es posible volver a orientarnos rectificandola. Por ello, si de refundar el Positivismo se trata, y no meramente de parchearlo para seguir adelante, hay que volver a su origen, hay que volver a leer a los fundadores del movimiento, al Positivismo francés de principios del siglo XIX. En tal sentido, y en relación con el tema que nos ocupa sobre la comparación de la filosofía contemporánea con la helenística-romana, conviene volver a leer lo que escribió el Conde de Saint-Simon: “La época que presenta la mayor analogía con la nuestra es aquella en la que la parte civilizada de la especie humana ha pasado del politeísmo al (mono)teismo, por medio de la institución de la religión cristiana. Esta época es pues la única en la que debemos buscar algunos indicios probables de la marcha general que seguirán los acontecimientos actuales. Pues, en esta memorable revolución moral, se distinguen con gran claridad las dos clases de acciones siguientes: por una parte, la doctrina cristiana ha sido coordinada sistemáticamente por los filósofos de la Escuela de Alejandría; por otra parte ha sido predicada y extendida por hombres procedentes de todas las clases, incluso de aquellas cuyo interés particular estaba en la mayor oposición con el nuevo sistema. Pasará absolutamente lo mismo con la doctrina industrial. Solo los sabios positivos concurrirán a su formación. Pero todas las clases de la sociedad, sin exceptuar la de los propietarios ociosos, la de los legistas, la de los militares e incluso la de los príncipes, le suministraran apóstoles animados del mayor celo. Todos serán llamados y muchos serán elegidos” (Claude-Henri de Saint-Simon, Du Système Industriel, Oeuvres de Saint-Simon, E. Dentu Éditeur, Paris, 1869, vol.6, t.II, pgs.61-62, traducción nuestra).

 Como es sabido, Saint-Simon ve la sociedad moderna como una sociedad inestable, en crisis y en transición hacia una nueva sociedad, orgánica y estable en comparación con la civilización greco-romana. La civilización greco-romana se caracterizó por constituir una sociedad crítica de las sociedades orgánicas antiguas y actuó abriendo una fase transitoria que preparó una sociedad orgánica de nuevo tipo y que permanecería estable durante casi un milenio en el llamado medievo. Ni Saint-Simon ni Comte participaban de los prejuicios volterianos contra la llamada Edad Media europea, tenida por los ilustrados como un periodo de recaída y barbarie, sino que la consideraban una verdadera superación, en muchos aspectos, del antiguo mundo pagano: “No es hoy la primera vez que el genero humano se encuentra en el momento de la transición de un régimen social a otro fundado sobre un sistema filosófico diferente. Una transición semejante tuvo lugar ya, aproximadamente, en tiempos del gobierno imperial de los romanos. La revolución filosófica operada entonces consistió en el paso del politeísmo al (mono) teismo. Una vez terminada esta revolución, una vez organizado el (mono) teismo, resultó de ella la correspondiente revolución política, la cual consistió en el paso del antiguo orden social existente en griegos y romanos al que se ha establecido en los pueblos modernos” ( C.H. de Saint-Simon, L`Industrie, ed. cit., vol.3, t. II, p. 23) El propio Saint-Simon señala a continuación a Sócrates como el que inicia la crítica al politeísmo pagano que llevará al monoteísmo de Platón y Aristóteles, y de los Estoicos. La Escuela de Alejandría del cristiano Clemente será la que inicie, como señala Saint-Simon, la fusión de las creencias cristianas con el monoteísmo filosófico griego, especialmente el estoico y neoplatónico, que influirá decisivamente en la Patristica capadocia y San Agustín.

 Este orden medieval, a juicio de Saint-Simon, fue superior al antiguo por el desarrollo del monoteísmo como religión más racional que las religiones politeístas, no en un sentido absoluto, sino en un sentido funcional positivo, pues fue el que correspondía al grado de conocimiento alcanzado por la ciencia y filosofía griega que hace que ya en los tiempos de Cicerón, como nos recuerda el filósofo francés, dos auríspices romanos, cultivados en la filosofía griega, al escudriñar las entrañas de los animales sacrificados para predecir el futuro, no podían dejar mirarse uno a otro intentando contener la risa. La clase culta romana había dejado, ya por entonces, de creer en la religión politeísta y empezará a acercarse al monoteísmo cristianismo, más acorde con el monoteísmo filosófico estoico que empieza, en tiempo de Ciceron, a imponerse en Roma. De manera semejante, según Saint-Simon, la filosofía moderna, en consonancia con el tremendo avance en el conocimiento humano que supone la revolución científica en el Renacimiento, empezará a ridiculizar a la Teología medieval hasta poner en cuestión la propia Idea de un Dios monoteísta, de la que la ciencia puede prescindir, ya con Kant y Laplace, a la hora de explicar la formación del propio Sistema Solar. Pero, Saint-Simon y Comte, a diferencia de la conclusión que llevaría al marxismo a eliminar toda creencia y práctica religiosa como falsa, irracional y propia de la superstición fanática, consideran que la religión no va a desaparecer, sino que se trasformará en una religión sin Dios, que Saint-Simon llamará, con el título de una obra última, Nouveau Christianisme, y Comte, la Religión de la Humanidad. Dos formas, en definitiva, de Humanismo religioso, una evolucionista y otra rupturista. También el viejo Schelling, que preconizaba por entonces la fundación de una filosofía positiva desde Munich y Berlín, frente al Idealismo especulativo hegeliano, consideraba que tampoco el Protestantismo o cristianismo paulino, sería la culminación del Cristianismo, sino que habría un cristianismo futuro que superaría a éste, el que inspira el evangelio de Juan, en el cual se reconciliaría la unidad de la Iglesia de Pedro con la libertad del protestantismo paulino. Un cristianismo que se reconciliaría y “fundiría con la ciencia y el conocimiento universal” ( F.W.J.Schelling, Philosophie der Offenbarung, S.W. XIV, p.321).

 La Religión de la Humanidad de Comte, que rompe de forma desafiante con el Cristianismo, con su Calendario Positivista de sabios, su templo en Paris dedicado a su adorada Clotilde de Vaux, etc., fue ridiculizada como pars pudenda de su obra, por Stuart Mill y hoy permanece como una extravagancia de aquel, llamado por Ortega,. “loco genial” (Una reciente y amplia revisión y estudio de esta fase final de la obra comtiana se encuentra en Mary Pickering, Auguste Comte. An Intellectual Biography, 3 vol., Cambridge University Press, 2009) . Pero la propuesta evolutiva saint-simoniana de un Cristianismo nuevo, que centre su dogma, no ya en los mensajes divinos bíblicos, -ante muchos de los cuales hoy una persona culta no puede más que reprimir la risa, como ocurría en tiempos de Cicerón con las adivinaciones de los auríspices-, sino en los mensajes morales de los Evangelios que predican la búsqueda de la fraternidad y de la paz entre los humanos, parece hoy más sensata y adecuada a la nueva Roma, los EEUU, donde la sociedad civil se encuentra menos secularizada que en Europa, siendo allí el Cristianismo ampliamente dominante. Otro asunto es que la creencia humanista, que hoy se manifiesta con fuerza cotidiana en la elevación a pecado capital de los crímenes contra la Humanidad o la conculcación de los derechos humanos, no sea unívoca, sino que se entiende de diferentes maneras, a veces opuestas, en el humanismo metafísico, el humanismo cristiano o desde un humanismo filosófico positivo. Pero, a pesar de ello, mas dificultad tienen otras religiones como la judía o la musulmana, en las que no se concibe la figura de un Dios-Hombre, por lo que su contacto con el humanismo filosófico moderno provoca en ellas reacciones fundamentalistas retrogradas y fanáticas, más peligrosas en el caso de los musulmanes por su mucho mayor numero de practicantes.

 Pero, lo mismo que en Roma, el desarrollo de una nueva religiosidad que se corresponda con el nivel de desarrollo y conocimientos a que ha llegado la moderna Humanidad, presupone el desarrollo y sistematización de una filosofía adecuada a ello. De la misma manera que resultó ser adecuado al nivel de conocimientos de su tiempo el Estoicismo romano con sus nuevas Ideas de la Igualdad del Genero Humano, o de la fantasia captaléptica como afirmación de la posibilidad racional de un conocimiento seguro frente a la duda escéptica o la impostura cínica de tantos que ponían en esto la suprema sabiduría. Ideas nuevas que abrieron el camino a un sistema de creencias racionales y estables, triunfantes a partir del emperador Constantino, con cuya guía espiritual pudo cristalizar una nueva sociedad orgánica como la medieval europea. Una sociedad dividida políticamente en reinos sucesores, pero unida ideológicamente por la institución internacional de la Iglesia católica. Sin la estabilidad y el orden secular alcanzado por dicha sociedad medieval, según Saint-Simon, no se hubiesen podido desarrollar las nuevas fuerzas de la industria y la ciencia que, incubadas en su seno en el resurgir de las ciudades con sus fueros y en la creación de las Universidades, acabarán produciendo una sociedad moderna alternativa a la sociedad medieval, pero que todavía se encuentra atravesando las crisis propias del estado de transición que caracteriza a la actual civilización occidental como caracterizaron, en su tiempo, a la greco-romana.

 Manuel F. Lorenzo

 www.manuelflorenzo.webs.tl

"Las Escuelas filosóficas helenísticas y la Filosofía Comtemporánea. (III)"