martes, 19 de abril de 2011

Sobre la regeneración de la democracia española

Hoy se vuelve a hablar de la necesidad de regenerar la democracia española. Se coincide, por parte de muchos, en que nos encontramos ante un sistema político-social que está dando alarmantes síntomas de descomposición, perceptibles claramente en lo que se denomina politización de la justicia, partitocracia, corrupción administrativa, crisis institucional por las derivas secesionistas, incapacidad de generar empleo estable y de calidad, etc. Todo ello coincide además con una crisis económica mundial que nos puede rematar con la puntilla de una suspensión de pagos de la economía española que siga a las de Grecia, Irlanda y Portugal. Si ello ocurriese, estaríamos de nuevo ante una crisis en nuestra estima nacional cuyo paralelo podría haber sido la crisis del 98 en la Restauración decimonónica. Y aquí es donde está surgiendo el recuerdo de aquel Movimiento regeneracionista de carácter civil que encabezó Joaquín Costa, del cual se cumple este año el centenario de su muerte.

Hay muchos paralelismos que se pueden hacer entre la crítica de Joaquín Costa en su famoso libro-Informe "Oligarquía y Caciquismo" a la 1ª Restauración y la que hoy se está haciendo a esta 2ª Restauración borbónica. En primer lugar la constitución de una oligarquía en ambas. Una oligarquía de burgueses terratenientes improductiva y atrasada resultado de la Desamortización de los inmensos bienes de la Iglesia en la 1ª Restauración que, debido a que el pueblo, salvo en las grandes ciudades, se abstiene en las elecciones, consigue aminorar esa abstención mayoritaria por el predominio de la población rural analfabeta con la compra del voto a través de los caciques locales controlados por el gobernador civil correspondiente, el cual neutraliza a su vez al poder judicial en las denuncias contra los caciques. En esta 2ª Restauración aparece una nueva oligarquía integrada por los dos grandes partidos (PSOE, PP)más alguna bisagra (CIU, PNV) junto con grandes bancos y grupos mediáticos, necesarios estos últimos porque en una España ya predominantemente industrial (gracias a la industrialización del franquismo) el pueblo mayoritariamente vota a estos partidos y solo cabe controlar el voto con la "Brunete mediática" y las listas cerradas (cuasi plebiscito). Quienes organizan ahora las elecciones son los partidos mayoritarios, los cuales controlan a su vez al poder judicial por el nombramiento de los miembros del Constitucional y del Consejo General del Poder Judicial (partitocracia) con la tendencia desbocada por los Estatutos de Autonomía no constitucionales a regionalizar estos controles a través del poder de los Presidentes Autonómicos que tienden a considerar las Autonomías como una especie de nuevos Estados libre-asociados. Asimismo se observa una semejanza en la crisis y dejadez de las Universidades y los "intelectuales", a los que se condena a la muerte civil si son díscolos por medio del control de sus apariciones mediáticas que les acercarían al pueblo. De ahía la apatía intelectual en la que nos hallamos.


Pero aquí se acaban las semejanzas principales pues, si comparamos otros aspectos, la España oficial que hoy tenemos no se parece nada a la España oficial de la 1ª Restauración. La España oficial decimonónica era "casticista" y defendía un patriotismo español de "cartón piedra", retórico, tradicionalista, etc. Mientras que la España oficial actual es papanatamente europeista, antipatriotica, rechaza la bandera, pone en cuestión la unidad e identidad de la nación española, sacraliza el Euro, etc. La España de la 1ª Restauración exaltaba al Cid y a Lepanto contra el Islam, a las glorias literarias del Siglo de Oro. La España oficial actual ha dado tantas vueltas de llave en la Enseñanza no solo al sepulcro del Cid sino a la propia Historia de España, que hoy es sustituida en las Autonomías por la Historia de Cataluña, del País Vasco, etc. El llamado "respeto" al Islam está llegando tan lejos que se idealiza la Alhambra y lo islámico medieval como faro de la civilización frente al cristianismo atrasado, bárbaro y superticioso. Consecuencia última y bochornosa de esto es la profanación de las Iglesias universitarias, no por el pueblo, sino por minorías "ateas", las cuales respetan sin embargo las mezquitas que han vuelto a resurgir en España después de siglos. En esto hay seguramente, además de las razones de desprecio cultural, miedo, mucho miedo al fanatismo islámico. Pero este miedo tiene la coartada, para no presentarse como tal, de la supuesta superioridad en tolerancia histórico-religiosa del Islam sacralizada por la Alianza de Civilizaciones de Zapatero.


La 1ª Restauración carecía de "escuela y despensa", según Costa. Hoy podríamos decir lo contrario, pues hoy son enfermedades comunes y muy extendidas enter el pueblo,las que tienen que ver no con el hambre, sino con el exceso de consumo y la sobrealimentación. Incluso la escolarización es excesiva sujetando a los niños desde los cero hasta la mayoría de edad, lo que obliga a todos a permanecer en una especie de guardería infantil sin posibilidad de seguir otros itinerarios educativos más adecuados a las características individuales. Con la consecuencia de un gran fracaso escolar por la imposición del igualitarismo educativo y la perdida de autoridad de los profesores. Incluso se han creado un numero desorbitado de Universidades, mal dotadas y peor organizadas, por intereses meramente electoralistas de los líderes Autonómicos y locales. Por tanto hoy diríamos "mejor escuela, mejor despensa".

Por todo ello, un movimiento regeneracionista actual, que trate de criticar la nueva España oficial de esta 2ª Restauración borbónica, no debe repetir miméticamente el programa de aquellos regeneracionistas decimonónicos que, a pesar de su poco efecto político en el corto plazo, en el que Costa se consideró políticamente como un fracasado, tuvo un efecto a medio y largo plazo que hace que, sin sus críticas y propuestas, no se pueda entender la política en la Dictadura de Primo de Rivera y en la de Franco, incluso en algunos aspectos positivos de la II República, como fue la dignificación social del maestro de escuela. Un movimiento regeneracionista de la situación política actual debería proponer reformas económicas como la vuelta a un capitalismo industrial con la reforma de la función de los bancos,tal como propone, por ejemplo, Mario Conde, tras su rica experiencia y conocimientos en el tema; debería proponer una superación de la crisis institucional por la limitación de competencias excesivas y, en los casos necesarios para el mantenimiento de la economía nacional o el funcionamiento del Estado, su supresión. Debería proponer una separación del Poder Judicial, una Reforma de la Enseñanza, una separación mayor del Legislativo y el Ejecutivo, dada la escasa capacidad moderadora que ha demostrado la Monarquía, etc.


Pero debería ser también consciente de que la nueva regeneración política y social llevará tiempo y debe ser enfocada para el medio y largo plazo, no obstante lo cual no se excluye que se produzcan cambios en cualquier momento por la irrupción súbita de nuevas fuerzas políticas, como esta ocurriendo en otros países europeos ante fenómenos dificiles de domesticar como la inmigración (Holanda, Finlandia, Francia) o los peligros de la energía nuclear (Alemania). de ahí que sea muy importante en España la formación de un nuevo tipo de políticos y minorías dirigentes, como decía Ortega y Gasset, junto con la de un nuevo tipo de elector español medio que se aleje del seguidismo y deje de votar al mal menor, porque son las circunstancias de ser hoy España ya un país integrado en Europa, en el grupo de las cuatro grandes economías, pero que por errores de sus dirigentes políticos y seguidismo conformista del electorado, nos hemos convertido en el eslabón más débil de la cadena económica que soporta a la propia Europa, en el sentido de llegar a ser, a diferencia de Grecia o Portugal, un peligro sistémico. Y ciertamente no es precisamente esta la función que aquellos regeneracionistas decimonónicos querían para su regenerada España. Recojamos, pues, sino su letra pues, como vimos, se la han apropiado hoy otros, si al menos su espíritu de regeneración, con el que inesperadamente nos hemos tropezado.


Manuel F. Lorenzo

lunes, 18 de abril de 2011

La evolución de la Ontología: del Ser a las Esencias

La Metafísica u Ontología es la parte de la Filosofía que trata de responder a la pregunta más general que la racionalidad humana puede hacer, la pregunta por el Ser, esto es, por lo que es común a todas las cosas. La palabra Metafísica, que significa "lo que está más allá de la Física", no fue usada por Aristóteles, sino por discípulos suyos. Era, para el Estagirita, la parte primera o principal de la Filosofía que debía ocuparse de los principios explicativos más generales y básicos, los principios que serían últimos en el orden de abstracción cognoscitivo pero los primeros en el orden explicativo de la existencia de las cosas o entes reales. La Metafísica era, para Aristóteles, la parte más importante de la Filosofía en tanto que sus principios debían servirnos para entender y organizar las otras partes. Frente a Platón, sostuvo que lo que existe en realidad no son entidades abstractas como las Ideas, separadas de las cosas que vemos. Lo que existen son entidades individuales, substancias, las cuales no están constituidas solo de materia (hylé), sino que tienen también una forma (morfé). Todo lo que existe en el mundo son, por tanto, compuestos hilemórficos. Estos pueden, asimismo, cambiar de estado pasando de estar en potencia a estar en acto. Dichos cambios se explican por diversas causas, las cuales pueden ser de cuatro tipos: causa material, formal, eficiente y final.

Con estos principios metafísicos, Aristótelesse orienta en el estudio de todo lo que existe. Así explica la naturaleza de los cuerpos terrestres y celestes como compuestos de materia y forma. Los cuerpos terrestres se distinguen de los celestes por ser de materia corruptible, etc. Los seres vivos son también compuestos de materia (cuerpo) y forma (alma), distinguiéndose unos de otros, además de por su cuerpo, por el tipo de alma: vegetativa (las plantas), sensitiva (los animales) y racional (los humanos). A su vez, los hombres viven en sociedad formando ciudades, polis, las cuales estudia también Aristóteles como compuestos de materia (el cuerpo civil de los ciudadanos) y forma (la forma de constitución política: monarquía, oligarquía, democracia, etc.). Por último, la explicación de la naturaleza de las entidades la resuelve reduciéndolas a la existencia de un solo Dios, el cual sería el Primer Motor del Universo, pero como un caso límite de ser excelente y único, sería una pura Forma separada, sin rastro de materia. Es la Idea de Dios como Acto Puro que se mezclará con el Monoteísmo judeo-cristiano, dando lugar a la Metafísica teológica medieval.

Pero la mezcla de la religión cristiana con la filosofía de Aristóteles, que se produce en la obra de Tomás de Aquino, iniciará un proceso que conducirá a la crítica y rebasamiento de la Metafísica aristotélica con la aparición de una nueva forma de entender la Metafísica en Hegel. A ello no es ajeno la constitución de la ciencia moderna en la Revolución científica del Renacimiento que, además de negar las pretensiones de cientificidad de la Astronomía y la Física aristotélica, provocó, tras la "revolución copernicana" que Kant dio al conocimiento reflexionando como había sido posible la Física de Newton, la propia ruina de la Metafísica aristotélica. No obstante, Hegel trató de restablecer la Metafísica sobre nuevas bases y así la orientó, no ya hacia el análisis racional de la Substancias, como había hecho Aristóteles, sino hacia el análisis de la Idea de Dios como un Sujeto o Espíritu Absoluto que se realiza con el desarrollo del Mundo. Pues lo que distingue la concepción cristiana del mundo y la diferencia de la pagana es que el Mundo no es eterno, sino que fue creado por Dios de la nada y que tendrá un final. De ahí que la realidad sea entendida por el cristiano Hegel como algo que no es eterno o estático, sino como una realidad cuyo sentido último es procesual y dinámico (Ver mi artículo, en este mismo Blog, "Hegel y Aristóteles").

Después de Hegel, se produce una reacción contra su filosofía que señala el principio de los movimientos filosóficos contemporáneos que llegan hasta nosotros: el marxismo, el positivismo, el vitalismo, el existencialismo, etc. Marx parte de la obra de Hegel admitiendo su concepción dialéctica de la ontología y aplicando el esquema hegeliano del desarrollo procesual de la realidad en tres momentos, tesis, antítesis y síntesis, el cual usará con gran exito en la explicación de la dinámica de las sociedades históricas con el nombre de Materialismo Histórico. Engels, colaborando con Marx, ampliará la esquematización dialéctica para explicar la Naturaleza y las Leyes de la Materia originaria misma de donde procede la Naturaleza. Con ello se intenta evitar el Idealismo hegeliano que explicaba la realidad de un modo todavía próximo a las creencias cristianas, pues, para Hegel, lo originario es la Idea, el pensamiento de Dios antes de la Creación, del que procede la Naturaleza que, en su desarrollo, genera el Espíritu humano, el cual al hacerse racional se identifica con la Idea Absoluta. Según Engels, la única forma de librar al hegelianismo de su mixtificación idealista es entender lo Absoluto originario no como la Idea sino como la Materia, a partir de la cual se forma la Naturaleza y, finalmente, a partir de esta el Hombre.

Pero el materialismo marxista-engelsiano se encontrará, en la segunda mitad del XIX, con la crítica del positivismo de Augusto Comte a los Absolutos ontológicos, la cual se basa en que las ciencias positivas, al hacer avanzar con seguridad el conocimiento humano, no necesitan presuponer la existencia de una verdad o principio absoluto de donde todo procede (la Materia o el Espíritu), sino que sus verdades son relativas y pueden ser relativizadas profundamente en el futuro. Asimismo el resurgir del neokantismo en la misma época planteaba la imposibilidad de conocer un Espíritu o una Materia entendida como una Cosa en Sí, pues el conocimiento humano, según Kant, no puede rebasar el mundo de los fenómenos, de lo alcanzable a través de la experiencia, quedando el Espíritu Absoluto o la Materia originaria como algo, como sostenía Herbert Spencer, Incognoscible. A su vez el Vitalismo negaba la imposibilidad de explicar la vida reduciéndola a una propiedad emergente de la materia inorgánica, y declaraba la Vida misma como algo sin fundamento racional. Los esfuerzos del científico soviético Oparin de explicar el origen de la vida a partir de la materia inorgánica en las condiciones especiales que se produjeron al enfriarse la Tierra, cuando se formó un "caldo" o "sopa cósmica" propicio para el surgimiento de los primeros organismos vivos, se enfrenta hoy a otras posibilidades científicas de interpretación que suponen que la vida llego a la Tierra de otras partes del universo, viajando en meteoritos y que arrojan el origen de la vida en algo nuevamente misterioso.

Todo esto provocó a principios del siglo XX la aparición de un nuevo movimiento filosófico de gran impacto, el Movimiento Fenomenológico, fundado por Husserl, que tratará de formular de un modo nuevo las tradicionales tareas ontológicas. Estas no consistirán ya en tratar de buscar un Absoluto último a partir del cual se explique racionálmente toda la realidad, sino en centrarse en el mundo fenoménico, en las cosas mismas tal como nos aparecen, para tratar de obtener de ellas las esencias o estructuras que hacen que sean lo que son. La pregunta por el Ser se transforma ahora en la pregunta por la Esencia, con lo que la Filosofía debe renunciar a la búsqueda de un Incognoscible Absoluto para centrarse en un trabajo más modesto pero asequible, la búsqueda o descripción de las Esencias de las cosas con las que nos encontramos en la vida. La filosofía , en tal sentido, es entendida por el fenomenólogo Max Scheler como un Saber de Esencias, a diferencia de la Ciencia que es un saber de dominio o de la Religión que es un saber de salvación, o soteriológico. La Ontología fenomenológica, ayudada por la Psicología de la Forma (Gestalt) tratará de combinar la génesis psicológica (noésis) y la dimensión lógica (noema) para encontrar las Esencias de las cosas mismas a las que no pueden acceder nunca las ciencias, pues buscan el saber lo que una cosa es para, previendo su comportamiento, poder dominarla ("savoir pour prevoir et prevoir pour pouvoir" que decía Comte), ni tampoco las ideologías religiosas, pues sus métodos buscan explicaciones por la fé más que por la razón. Sólo la Filosofía busca el conocimiento de las cosas como son en si mismas, al margen de cualquier utilidad. Los fenomenólogos se dedicaron ampliamente a lo que llamaban la descripción o "visión de Esencias" (Wesenschau) de todo tipo: psicológicas (la esencia del color), lógicas o matemáticas ( la esencia de un cubo), éticas ( los Valores), etc.

Heidegger fue, sin embargo, el fenomenólogo que volvió a introducir la tradicional pregunta por el Ser, en relación con la descripción de una esencia que parecía especial, la esencia del Hombre. En Ser y Tiempo plantea el desarrollo de una ontología fenomenológica del hombre en el marco de una Antropología filosófica y se encuentra con que la pregunta por la esencia de lo humano no remite a una Esencia en el sentido tradicional de una Forma o Estructura estática, como la Razón, etc., sino que remite a la Existencia, a algo que nos presenta al hombre, no en una pasiva contemplación de un mundo que se le aparece ante sus ojos (Vorhandenheit) sino como un ser que se encuentra el mismo mezclado con ese mundo, con el cual se relaciona inmediatamente, no tanto con la vista, como con las manos (Zuhandenheit). El hombre, entendido como un ser ahí (Dasein) que está en el mundo, ocupado inicialmente con los instrumentos "a mano", con los que primeramente se relaciona con los objetos, deberá aceptarse como un ser finito que llegará a experimentar la angustia ante la nada, ante la falta de un sentido eterno para su existencia y aceptar su "ser para la muerte", es decir, la destrucción de su existencia. Con ello pone las bases para una concepción de las Esencias como entidades finitas que deben ser contempladas, no ya como platónicamente eternas y fijas, sino como entidades que deben ser entendidas de forma dinámica como teniendo positiva y fácticamente, un principio y un final. Con ello estariamos ante una nueva filosofía que podría dejar atrás los tradicionales modos de pensar asociados a la Metafísica. Pero esta nueva forma filosófica de pensar sigue siendo el reto de la filosofía actual.


Manuel F. Lorenzo

viernes, 8 de abril de 2011

Hegel y Aristóteles

Es un tópico habitual entre los historiadores de la Filosofía alemana considerar a Hegel como la culminación de la Filosofía Moderna y ponerlo en comparación con lo que significó Aristóteles para la Filosofía Antigua. Se le ha denominado, en tal sentido, el "Aristóteles alemán" ya en vida por algunos de sus seguidores. El propio Marx, como integrante de la denominada "izquierda hegeliana", se hace eco de ello, tomándose en serio tal denominación en su tesis doctoral (Ver David Mac Lellan, De Hegel a Marx, A. Redondo Editor, Barcelona, 1972, p. 80 s.s.). Hegel, con su Sistema especulativo, marcaría, para Marx, el final de una época clásica y el comienzo de otra bien distinta, la época que denominamos de la Filosofía Contemporánea, de la misma manera que Aristóteles, con su obra filosófica enciclopédica, fue la culminación especulativa de la Filosofía clásica griega situándose a las puertas de una época nueva, la época alejandrina o helenística, que sucedió a la anterior y que marcó el predominio de los intereses filosófico prácticos de las nuevas escuelas de los estoicos, epicúreos, etc. El marxismo, el vitalismo, el positivismo o el existencialismo, serían el equivalente moderno de tales escuelas helenísticas igualmente orientadas más a la acción que a la pura especulación.

Esto es de sobra conocido. Lo que falta precisar es en que sentido, no meramente histórico y externo, se puede captar la semejanza entre Hegel y Aristóteles. Y así, desde un punto de vista internamente filosófico, creemos que la grandeza de ambos filósofos reside en haber elaborado una concepción de la realidad bajo la forma de una estructura muy simple, pero que permite aplicarla a todas las cosas existentes, cerrando una comprensión racional y global muy difícil de superar. De hecho, la filosofía aristotélica fue insuperada en su estructura fundamental durante siglos. De la filosofía de Hegel también se dice (como hizo Derrida) que toda la rebelión filosófica contemporánea contra ella es una tarea vana, pues al final cuando los rebeldes creían haberse liberado de Hegel definitivamente, este se les atraviesa de nuevo al doblar cualquier esquina. Prueba de ello sería que la propia rebelión marxista habría también fracasado con el triunfo de la democracia liberal y la vuelta a Hegel que preconiza Fukuyama. Pero veamos, entonces, cual es esa poderosa estructura que habrían creado ambos grandes filósofos.

En el caso de Arístóteles es la Idea de Substancia individual entendida como compuesto hilemórfico. Frente a Platón, sostuvo que las Formas o Ideas no existen separadas de la materia y en otro mundo, sino que las propias sustancias individuales, los seres existentes son compuestos de Materia y Forma. Esta concepción de la Substancia pudo haberla tomado Aristóteles de la observación de actividades artesanales tan humildes y cotidianas como la alfarería en las que se modela o se da forma a una materia primero informe, como el barro. Pero su interés reside en que Aristóteles consigue aplicarla a modo de repetición fractal a todas las partes o estratos en que se presenta la realidad. De tal modo que, cuando considera los objetos físicos, los entiende como compuestos de materia y forma. Cuando trata de los seres vivos, los interpreta como compuestos de cuerpo (materia) y alma (forma). Al tratar de una entidad social, como una Ciudad-Estado, la entiende como constando de una materia, el cuerpo civil de los ciudadanos organizado según una forma determinada de Estado (Monarquía, Oligarquía o Democracia). De este modo, Aristóteles consiguió elaborar una visión de la realidad que abarcaba de forma racional todo lo que existe. Incluso pensó la Idea de Dios como una entidad inmaterial especial, como Forma Pura separada de toda materia.

En el caso de Hegel, la Idea fundamental no es la de una Substancia estática, sino la de una Substancia dinámica, la de un Ser que es Sujeto, algo cuya existencia consiste en devenir, en realizarse en un proceso temporal. Lo expresa muy bien el propio Hegel en el Prólogo a su obra más famosa, la Fenomenologia del Espíritu, cuando dice que de lo que se trata es de entender lo que existe absolutamente, esto es, el verdadero fondo último de la realidad, no solo como Substancia sino también y principálmente como Sujeto, como Espíritu (Geist). Pero la esencia de las realidades subjetuales no se capta a través de divisiones estáticas como la del hilemorfismo aristotélico, sino de divisiones dinámicas dadas en el tiempo. Parece ser que Hegel se inspiró para sacar la estructura esencial de los procesos subjetuales en su predecesor Fichte, el cual postulaba la dialéctica de la Tesis-Antítesis-Síntesis para entender la realidad ( aunque Hegel modificaría este esquema fichteano) y en la observación de los procesos revolucionarios, como el que ocurrió en la vecina Francia en su juventud, en los que aparece una lucha o movimiento social por el se pasa de una situación (la Monarquía borbónica) a su contraria ( la Convención del terror jacobino) tras la cual viene una superación del terror (el Directorio de Thermidor). Hegel entiende tal proceso político como siguiendo un orden lógico ternario que proyectará frac- tálmente a toda la realidad. Heráclito con su panta rei (todo fluye) es preferido por Hegel al fijismo parmenideo de Aristóteles.

Pero de un modo fractal similar al de Estagira, Hegel usará esta estructura ternaria básica para organizar toda la realidad al modo repetitivo del todo en las partes. Así divide su Sistema en tres partes, siguiendo tal orden dialéctico: Lógica, Naturaleza y Espíritu, que representan tres fases por las que pasa la consideración de la realidad identificada con la racionalidad ("todo lo real es racional y todo lo racional es real" afirma Hegel), En si (Lógica), Fuera de sí (Naturaleza) y En y para sí (Espíritu). A su vez la Lógica se subdivide en tres partes: la Lógica del Ser, de la Esencia y del Concepto. La Naturaleza se estudia en tres estratos o momentos lógicos: mecánico, físico y orgánico. El Espíritu es analizado como Espíritu Subjetivo, Objetivo y Absoluto. A su vez el Espíritu Subjetivo se subdivide en Antropología, Fenomenologia y Psicología. El Espíritu Objetivo en Derecho, Moralidad y Eticidad (Sittlichkeit). La Eticidad en Familia, Sociedad Civil y Estado. El Estado mismo aparece en la Historia como Estado oriental (solo uno es libre: el déspota), Ciudad-Estado griega (algunos son libres) y Estado democrático moderno (todos son libres). Por último, el Espíritu Absoluto se subdivide en Arte, Religión y Filosofía. Cada una de ellas se subdivide a su vez en tres, etc.

Se dice que, aunque el hilemorfismo Aristotélico mantuvo la coherencia y amplitud de su visión filosófica sistemática de la realidad durante siglos, muchos aspectos particulares de sus concepciones éticas, políticas o lógicas pronto comenzaron a ser superadas en la filosofía helenística, viendo Marx en ellas y no en la filosofía aristotélica, en sus estudios doctorales, los gérmenes del mundo moderno con su humanismo, que procede de los estoicos, etc. De un modo semejante se podría decir de Hegel que seguramente lo que permanecerá por mucho tiempo en el futuro es su modo dialéctico sistemático de considerar la realidad como u proceso, como un devenir que se está haciendo espoleada por sus contradicciones internas. Lo que hay de superable en su filosofía, como su Idealismo, ya hace tiempo que empezó a ser superado por sus críticos más eminentes como el viejo Schelling, Schopenhauer o Marx mismo.


Manuel F. Lorenzo