lunes, 6 de junio de 2016

La civilización del espectáculo

     La visión en Youtube del diálogo que Mario Vargas Llosa y Gilles Lipovetsky mantuvieron en el Instituto Cervantes de Madrid, en relación con la publicación del libro del primero titulado La civilización del espectáculo (Alfaguara, 2012), me ha llevado a leer recientemente este pequeño ensayo de Mario Vargas Llosa. En él, el autor lleva a cabo un análisis demoledor sobre la aniquilación de la llamada “alta cultura” en las sociedades democrático-liberales occidentales. Vargas Llosa, en dicho ensayo, no pretende definir lo que es la cultura o la civilización. Su procedimiento no es tan pretencioso ni directo. Sigue una estrategia menos apriorística y más positiva, que tiene la virtud de que puede ser corroborada por un lector buen observador. Vargas Llosa analiza comparativamente cómo la cultura que él conoció cuando era joven se transforma y degrada en la civilización actual a través de fenómenos que todos podemos ver y experimentar hoy en día en las sociedades democráticas actuales.

     Aborda varios temas, que había ido analizando en anteriores artículos periodísticos, que tratan, en una especie de rapsodia temática, de la banalización de la cultura y de sus charlatanes, de los impostores de las artes plásticas, del velo islámico, del sexo pornográfico que sustituye al erotismo, de lo privado y lo público, de las sectas religiosas, del exceso de información y de otras muchas cosas entremezcladas, como las drogas, la búsqueda frenética de la diversión, lo light, la prominencia de chefs y modistos, deportistas, roqueros y cineastas, etc. Todo ello con el telón de fondo del eclipse de la “alta cultura” y de sus representantes egregios, los intelectuales, sustituidos ahora por una fauna muy variopinta de mediocres y poco cultos personajes “mediáticos”.

     De este análisis se pueden sacar conclusiones pesimistas o no. Podríamos decir simplemente que el auge o la caída de la alta cultura es algo dado en función de la complejidad de las estructuras sociales, las cuales surgen de la coordinación de las acciones políticas que configuran un determinado modelo de polis o ciudad, en tanto que núcleo de toda sociedad civilizada. Por ello la causa podría estar en las estructuras políticas de las sociedades de masas, que tienden al igualitarismo gregario al generar un nuevo modo de absolutismo político, que es el que podríamos denominar absolutismo democrático al compararlo con el históricamente bien conocido y estudiado absolutismo monárquico.
     Precisamente ésta fue la orientación crítica que empezaron a dar al liberalismo político autores como Stuart Mill y el propio Ortega y Gasset. Para ellos el liberalismo clásico de la época de Locke, que luchaba contra el absolutismo monárquico, ya no tiene sentido en Occidente al transformarse las monarquías absolutas en monarquías constitucionales, según el exitoso modelo inglés.
     Ortega ya había señalado como sociedades donde empezaba a triunfar la llamada “rebelión de las masas”, no solo a la Alemania Nazi o a la Rusia Soviética, sino también a la propia sociedad norteamericana. En ella veía alzarse peligrosamente el “imperio de las masas” bajo la modalidad de lo que podemos llamar una absolutización de la democracia que, rebasando la estricta esfera política, tendería a extenderse y a colorear a todos los valores sociales, incluidos los valores culturales más eximios. El sometimiento de todo a los valores individualistas del mercado engendraría una mezcla de la democracia con la plutocracia, de los gustos de la mayoría con la maximización de las ganancias, que es en la que estamos.
     Por eso, si queremos recuperar la influencia benefactora, para el individuo y la sociedad, en las sociedades democrático-liberales, de la “alta cultura”, es necesario tratar de continuar la crítica del laureado novelista, (a pesar de que su amor por Isabel le convierta por momentos en espectáculo cultural) impulsándola allí donde se esté produciendo, a la vez que se siga ejerciendo de nuevo en las esferas más cotidianas del gusto, de los valores político y morales dominantes, etc. Pero no de modo asilvestrado, sino orientada siempre por la alta filosofía, la ciencia y la gran literatura. Y esto se debe empezar a hacer allí donde se pueda, sea desde las influyentes páginas de un diario de gran tirada, o de la entrevista en un medio de gran audiencia, como puede hacer y suele hacer un Premio Nobel, como el propio Vargas Llosa, o desde la más remota pagina de un Blog de Internet, que está al alcance del más común de los mortales. Luchemos y combatamos contra la nueva y creciente estupidez que se ha adueñado de la llamada, según el libro que comentamos, “civilización del espectáculo”. Evitemos, a la vez, que esa lucha no acabe siendo, como denuncia el propio autor a propósito de la proliferación de los pseudo-intelectuales mediáticos, un espectáculo más de la sociedad-suciedad que se pretende combatir.
Artículo publicado en El Español (6-5-2016)

2 comentarios:

  1. Hola Manuel, hacía tiempo que no me decidía a comentar algunas de tus entradas.
    Entiendo que lo que "denuncia" Vargas Llosa no es nada nuevo; en definitiva, podríamos decir que lo que Vargas Llosa denomina "alta cultura" sería el análogo a la cultura de valores supremos y sublimes que defendieran los intelectuales aristois de otrora (Heidegger y Ortega entre otros). Cuando se hace referencia al absolutismo democrático que padecemos, yo no puedo evitar recordar la "dictadura de la opinión pública" (Platón) o los peligros de las democracias despóticas (Alexis de Tocqueville).
    El problema no es nuevo ni de ahora. Lo único que sucede, en la triste época que nos está tocando vivir, es que la sempiterna lucha que tiene lugar en el claro, entre diferentes cosmovisiones ideológicas, la está ganando (y por paliza) la ideología igualitarista y defensora de propuestas horizontales de vida.
    Ya no quedan paladines que osen romper lanzas a favor de preservar y fomentar necesarios valores de verticalidad vital (jerarquía, esfuerzo y sacrificio, docilidad ante lo mejor y más excelente...). La batalla está prácticamente perdida. El triunfo inapelable e incontestable de Podemos es la prueba de que España ya ha caído. Que caiga Europa solo será cuestión de un poco más de tiempo.

    Un saludo.

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  2. Hola Herr Goldmundo. Me alegra que coincidas en el diagnostico. Pero no hay que caer en el pesimismo. Parece que algo empieza a moverse frente a la dictadura de lo politicmente correcto en Europa y en Usa.
    Un saludo.

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