La visión en Youtube del
diálogo que Mario Vargas Llosa y Gilles Lipovetsky mantuvieron en el Instituto
Cervantes de Madrid, en relación con la publicación del libro del primero
titulado La civilización del espectáculo (Alfaguara, 2012), me
ha llevado a leer recientemente este pequeño ensayo de Mario Vargas Llosa. En
él, el autor lleva a cabo un análisis demoledor sobre la aniquilación de la
llamada “alta cultura” en las sociedades democrático-liberales occidentales. Vargas
Llosa, en dicho ensayo, no pretende definir lo que es la cultura o la
civilización. Su procedimiento no es tan pretencioso ni directo. Sigue una
estrategia menos apriorística y más positiva, que tiene la virtud de que puede
ser corroborada por un lector buen observador. Vargas Llosa analiza
comparativamente cómo la cultura que él conoció cuando era joven se transforma
y degrada en la civilización actual a través de fenómenos que todos podemos ver
y experimentar hoy en día en las sociedades democráticas actuales.
Aborda varios temas, que
había ido analizando en anteriores artículos periodísticos, que tratan, en una
especie de rapsodia temática, de la banalización de la cultura y de sus
charlatanes, de los impostores de las artes plásticas, del velo islámico, del sexo
pornográfico que sustituye al erotismo, de lo privado y lo público, de las
sectas religiosas, del exceso de información y de otras muchas cosas
entremezcladas, como las drogas, la búsqueda frenética de la diversión, lo light,
la prominencia de chefs y modistos, deportistas, roqueros y cineastas, etc.
Todo ello con el telón de fondo del eclipse de la “alta cultura” y de sus
representantes egregios, los intelectuales, sustituidos ahora por una fauna muy
variopinta de mediocres y poco cultos personajes “mediáticos”.
De
este análisis se pueden sacar conclusiones pesimistas o no. Podríamos decir
simplemente que el auge o la caída de la alta cultura es algo dado en función
de la complejidad de las estructuras sociales, las cuales surgen de la
coordinación de las acciones políticas que configuran un determinado modelo de
polis o ciudad, en tanto que núcleo de toda sociedad civilizada. Por ello la
causa podría estar en las estructuras políticas de las sociedades de masas, que
tienden al igualitarismo gregario al generar un nuevo modo de absolutismo
político, que es el que podríamos denominar absolutismo democrático al
compararlo con el históricamente bien conocido y estudiado absolutismo
monárquico.
Precisamente
ésta fue la orientación crítica que empezaron a dar al liberalismo político
autores como Stuart Mill y el propio Ortega y Gasset. Para ellos el liberalismo
clásico de la época de Locke, que luchaba contra el absolutismo monárquico, ya
no tiene sentido en Occidente al transformarse las monarquías absolutas en
monarquías constitucionales, según el exitoso modelo inglés.
Ortega
ya había señalado como sociedades donde empezaba a triunfar la llamada
“rebelión de las masas”, no solo a la Alemania Nazi o a la Rusia Soviética,
sino también a la propia sociedad norteamericana. En ella veía alzarse
peligrosamente el “imperio de las masas” bajo la modalidad de lo que podemos
llamar una absolutización de la democracia que, rebasando la estricta esfera
política, tendería a extenderse y a colorear a todos los valores sociales,
incluidos los valores culturales más eximios. El sometimiento de todo a los
valores individualistas del mercado engendraría una mezcla de la democracia con
la plutocracia, de los gustos de la mayoría con la maximización de las
ganancias, que es en la que estamos.
Por
eso, si queremos recuperar la influencia benefactora, para el individuo y la
sociedad, en las sociedades democrático-liberales, de la “alta cultura”, es
necesario tratar de continuar la crítica del laureado novelista, (a pesar de
que su amor por Isabel le convierta por momentos en espectáculo cultural)
impulsándola allí donde se esté produciendo, a la vez que se siga
ejerciendo de nuevo en las esferas más cotidianas del gusto, de los
valores político y morales dominantes, etc. Pero no de modo asilvestrado, sino
orientada siempre por la alta filosofía, la ciencia y la gran literatura. Y
esto se debe empezar a hacer allí donde se pueda, sea desde las influyentes
páginas de un diario de gran tirada, o de la entrevista en un medio de gran
audiencia, como puede hacer y suele hacer un Premio Nobel, como el propio
Vargas Llosa, o desde la más remota pagina de un Blog de Internet, que está al
alcance del más común de los mortales. Luchemos y combatamos contra la
nueva y creciente estupidez que se ha adueñado de la llamada, según el
libro que comentamos, “civilización del espectáculo”. Evitemos, a la vez, que
esa lucha no acabe siendo, como denuncia el propio autor a propósito de la
proliferación de los pseudo-intelectuales mediáticos, un espectáculo más de la
sociedad-suciedad que se pretende combatir.
Artículo publicado en El Español (6-5-2016)
Hola Manuel, hacía tiempo que no me decidía a comentar algunas de tus entradas.
ResponderEliminarEntiendo que lo que "denuncia" Vargas Llosa no es nada nuevo; en definitiva, podríamos decir que lo que Vargas Llosa denomina "alta cultura" sería el análogo a la cultura de valores supremos y sublimes que defendieran los intelectuales aristois de otrora (Heidegger y Ortega entre otros). Cuando se hace referencia al absolutismo democrático que padecemos, yo no puedo evitar recordar la "dictadura de la opinión pública" (Platón) o los peligros de las democracias despóticas (Alexis de Tocqueville).
El problema no es nuevo ni de ahora. Lo único que sucede, en la triste época que nos está tocando vivir, es que la sempiterna lucha que tiene lugar en el claro, entre diferentes cosmovisiones ideológicas, la está ganando (y por paliza) la ideología igualitarista y defensora de propuestas horizontales de vida.
Ya no quedan paladines que osen romper lanzas a favor de preservar y fomentar necesarios valores de verticalidad vital (jerarquía, esfuerzo y sacrificio, docilidad ante lo mejor y más excelente...). La batalla está prácticamente perdida. El triunfo inapelable e incontestable de Podemos es la prueba de que España ya ha caído. Que caiga Europa solo será cuestión de un poco más de tiempo.
Un saludo.
Hola Herr Goldmundo. Me alegra que coincidas en el diagnostico. Pero no hay que caer en el pesimismo. Parece que algo empieza a moverse frente a la dictadura de lo politicmente correcto en Europa y en Usa.
ResponderEliminarUn saludo.