Marx fue un lector y admirador
del conde de Saint-Simon, filósofo francés fundador del positivismo. Comparte
con él, ante todo, su concepción de la Estructura dual de la Sociedad y de los
mecanismos del cambio revolucionario. Pero, en vez de hablar de los dos poderes
sociales separados de Saint-Simon, el “terrenal” y el “espiritual”, habla de
una base y una superestructura en toda sociedad humana, aunque reduciendo
la naturaleza del poder a la base, a los poderes económicos, que actuarían “en
última instancia” como determinantes en todo cambio de sociedad. Los poderes super-estructurales,
entendidos como formas de conciencia, religiosas, políticas, jurídicas, etc.,
no son, para Marx, más que poderes vicarios, meros “reflejos” en la conciencia,
de los poderes económicos. Además, creía que la
moderna sociedad burguesa capitalista encierra una limitación en su
seno que le impide integrar al proletariado acabando con su pobreza y
marginación. Por ello debía ser destruida por una nueva Revolución
Socialista que convierta al Proletariado y sus aliados de clase en el nuevo
Poder básico de la sociedad futura, la cual culminará finalmente en una
Sociedad verdaderamente libre donde cualquier individuo humano podrá realizarse
íntegramente como el feliz Hombre Total.
Podríamos comparar rápidamente
ambos modelos de sociedad, el positivista y el marxista, como exactamente
inversos, de un modo similar a como lo eran las doctrinas éticas de estoicos y
epicúreos. Para los Epicúreos se puede decir que la Virtud era la Felicidad,
mientras que para los Estoicos la Felicidad era la Virtud.
El fin de la vida para un
epicúreo era ser feliz y a ello debía subordinarse la virtud que nos
pide la moderación en los placeres. Para un estoico eran los propios
placeres aquello que hay que estar dispuesto a sacrificar en la vida por la
dicha que nos proporciona la práctica de la virtud misma, la cual es imposible
en muchos casos sin la voluntad de renunciar al placer y soportar el dolor. De
un modo análogo se podría decir que para los marxistas toda virtud, toda
sabiduría o ciencia, debe ponerse al servicio de la salvación del proletariado
en la consecución de una sociedad del Bienestar, de la felicidad social. Por el
contrario, para un positivista social el fin de la sociedad es el mayor control
de la Naturaleza por medio de la industria dirigida por la ciencia. Ese mayor control, que solo se
alcanza decisívamente por la virtuosa vida de los genios científicos,
artísticos y filosóficos, los grandes benefactores de la Humanidad, es el que
dará como resultado la Felicidad al resto de la Humanidad. Una
felicidad, por tanto, que no es un Derecho sin más, sino que presupone más bien
duros deberes y sacrificios.
Como corroboración de esta
oposición podemos observar que, en los países donde ha
triunfado el marxismo, los poderes científicos y filosóficos
han perdido su autonomía subordinándose a la dirección política, como muestran
el famoso “caso Lysenko” en la época de Stalin por el cual se condenó a la
Biología genética mendeliana o a la Lógica Formal como burguesas. Con ello la
Unión Soviética sufrió un atraso científico respecto a Occidente, que la
desbancó de sus primeros éxitos en la carrera espacial. Por el contrario, en USA es donde adquirió preponderancia
filosófica el Positivismo, en la versión inglesa de John Stuart Mill o de
Herbert Spencer, con lo que su Economía buscó intensamente la mejora de la
competitividad económica de su industria por el contacto con una investigación
científica sociálmente fomentada y cuidada a través de la financiación generosa
de Empresas y grandes Fundaciones. Frente al populismo obrerista soviético
triunfo aquí más bien la Tecnocracia y el llamado “Fin de las Ideologías”.
Tras la caída del Muro de
Berlín, el modelo de sociedad altamente industrializada se ha impuesto a nivel
global como objetivo, incluso en la misma Rusia de Putin o en la China actual.
Pero han empezado a verse sus limitaciones críticas con el ascenso de una nueva
Ideología que se resiste a morir y que parece ensombrecer las optimistas
previsiones del crecimiento industrial ilimitado al anunciar, con apoyos
científicos, negras previsiones catastrofistas de agotamiento de los recursos
energéticos, super-población letal e incontrolable, con su deriva de plagas y
nuevas “pestes” masivamente mortíferas, cambio climático, etc. Los llamados
nuevos caballos del Apocalipsis. No obstante, parece observarse en EEUU
una readaptación y autocrítica de la filosofía positivista allí dominante con
el surgimiento de corrientes como la denominada Embodied Mind.
En el marxismo actual, la
llamada Escuela de Frankfurt, está en la base de los nuevos movimientos
alternativos que todavía persiguen mantener la utopía marxista del Hombre Total
con las reivindicaciones de las minorías estudiantiles, raciales, culturales,
homosexuales, etc.
Artículo publicado en El Español (9-5-2018)
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