La pregunta por el “ser de la
mano”, para decirlo filosóficamente, es una pregunta que se ha empezado a
plantear en la filosofía del siglo XX. No obstante, ya el filósofo griego
Anaxágoras había resaltado la importancia de las manos como los órganos del cuerpo
humano que nos han hecho más inteligentes que los animales. Pero es, sobre
todo, en la famosa obra de Heidegger Ser y Tiempo, donde
se vuelve a poner en primer plano filosófico la importancia de la mano, pues,
en ella, el filósofo alemán la introduce para contraponerla a la vista, en el
sentido de que nuestra relación inmediata con el mundo no se da a través de lo
que está disponible “a la vista”, sino a través de lo que está “a mano”.
Heidegger critica con ello a la llamada Metafísica Occidental que, desde
Platón, habría lastrado el entendimiento de nuestra relación con el mundo al
considerar los objetos como algo que se entiende en tanto que se relaciona
esencialmente con la vista, con las Ideas o visiones que tenemos de ellos a
través, no de los sentidos, sino de la razón, entendida como una visión o
contemplación ideal de los prototipos de las cosas.
Para Heidegger, influido por la
Fenomenología de Husserl, una descripción más ajustada de la relación de los
humanos con las cosas que los rodean, entendidos esencialmente como seres
existiendo ahí (Dasein), no es principalmente una
relación meramente visual, sino una relación a través de utensilios
(martillos, hachas, etc.), cuyo manejo requiere la consideración de las
habilidades manuales. Por ello, para Heidegger, la comprensión del mundo es
antes manual que puramente “mental”. Es antes pre-comprendido el mundo en tanto
que nos manejamos inconscientemente en él, que cuando posteriormente nos lo
representamos conscientemente en nuestra “mente” por medio de imágenes
cerebrales. Por ello el tacto debe preceder a la vista en la génesis de nuestra
posición en el mundo. El mundo como lo dado “a mano” debe preceder al mundo
entendido como lo dado “ante los ojos”.
La filosofía occidental, según
esto, ha sido marcada por un prejuicio visual, configurándose
como lo que Heidegger llama una “metafísica de la presencia”, generada por el
platonismo, pero que habría sido mantenida y reforzada incluso por el realista
Aristóteles, el cual interpretó la conocida frase de Anaxágoras (“el hombre es
el más sabio de los seres vivos porque tiene manos”) en el sentido de que las
extraordinarias habilidades manuales de los humanos sólo podían explicarse como
derivadas de la mayor capacidad y tamaño del cerebro humano, en el cual residía
principalmente una “mente” en la que entran las ideas como copias de las cosas
a través de la vista por un proceso de abstracción. La moderna Antropología
evolucionista, sin embargo, ha corregido a Aristóteles dando la razón a
Anaxágoras, pues el mayor tamaño y capacidad del cerebro humano, en comparación
con el de nuestros parientes más cercanos, los simios, sería debido a la
aparición de una mano exenta y progresivamente más hábil tras la consolidación
de la bipedestación en los homínidos, como prueba la mano reconstruida de la
famosa australopiteca Lucy. El libro de Frank R. Wilson, La mano: de cómo su uso configura el cerebro, el lenguaje y la cultura
humana (Barcelona, 2002) ofrece amplia información sobre la
actual consideración del estudio de la mano en la moderna Anatomía biomecánica,
neurológica y funcional, a la vez que recoge los avances de la
Paleo-antropología evolucionista más reciente.
A todo esto, se ha unido hace
unos años la publicación en español de un extraordinario libro de un importante
e internacionalmente reconocido arquitecto finlandés, Juhani Pallasmaa,
titulado La mano que piensa. Sabiduría existencial y corporal en
la arquitectura (Gustavo Gili, Barcelona, 2012), en el cual se trata de analizar el papel central de la mano en la artesanía,
en la escritura literaria y en la propia arquitectura, de la que el autor es un
eximio representante. Pallasmaa se apoya en los análisis de La mano, de Frank
Wilson, -del que, en el capítulo final de Agradecimientos, resalta su
importancia en la recopilación del material y los temas para su libro-, para
escribir este libro, en el que, según sus propias palabras, analiza: “la
esencia de la mano y su papel crucial en la evolución de las destrezas humanas,
de la inteligencia y de las capacidades conceptuales. Tal como sostengo en este
libro –con el apoyo de muchos otros autores-, la mano no es únicamente un
ejecutor fiel y pasivo de las intenciones del cerebro, sino que más bien tiene
su intencionalidad, su conocimiento y sus propias habilidades. El estudio de la
importancia de la mano se amplia de un modo más general hacia la importancia de
la personificación en la existencia humana y del trabajo creativo”.
Artículo publicado en El Español (27-4-2018)
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