lunes, 6 de mayo de 2019

Lo que nos han mostrado las elecciones


Las pasadas elecciones al Congreso y al Senado han puesto de manifiesto algunas tendencias que es necesario reseñar. La más llamativa es el fracaso espectacular de la regeneración del PP. Casado ha cometido un serio error al querer rescatar la figura de Aznar, el cual representó precisamente la mayor traición a la derecha nacional con su pacto del Majestic con Pujol y las transferencias competenciales subsiguientes que llevaron a la deriva secesionista actual. Muchos votantes del PP en anteriores elecciones han percibido en Casado la misma doblez y posible engaño que en Aznar, con el agravante del neófito. Han preferido votar a Abascal, político igualmente neófito como líder, pero más creíble por provenir de la lucha en la frontera con la anti-España secesionista vasca. Y, aunque Vox no ha cumplido las expectativas que algunos esperaban, sin embargo ha conseguido salir del ostracismo político en el que lo mantuvo Rajoy y crear un grupo parlamentario básico para su futuro crecimiento, si lo administra bien.

Vox, por ello, parece llamado a llegar a ser el partido mayoritario de una derecha nacional regenerada, necesaria para continuar la modernización de la sociedad española que logró el franquismo con su denominado “milagro económico”. No se olvide que quien parecía predestinada para producir tal milagro eran las izquierdas de la República, pero que fracasaron por la tendencia totalitaria del Frente Popular, imitadora de la Revolución Soviética. Con ello cometieron un grave error y, tras perder la Guerra Civil, el llamado Estado del Bienestar en España lo hizo el desarrollismo franquista, desde el mítico Seat 600 hasta la Seguridad Social.  
 
La Transición desde el franquismo a la Democracia actual, que empezó muy bien, se ha torcido en las últimas décadas. Una de las razones ha sido la existencia de una derecha política sin ideas y acomplejada frente a un resurgir de la antigua izquierda socialista y comunista, que también ha pecado de ser incapaz de revisar y corregir a fondo sus errores pasados del frente-populismo. Más bien ha vuelto a las andadas tratando de reconstituir un nuevo Frente Popular con Zapatero y ahora con Pedro Sanchez. La victoria electoral de este último mantiene el peligro "frentepopulista", aunque en una fase de espera por la posibilidad de otras alianzas posibles que se abren en el juego parlamentario de la mano de un crecido Ciudadanos.

Pero el partido de Albert Rivera, que se ha curtido en el otro territorio comanche anti-español del secesionismo catalán, carece de una idea de España como nación, con sus profundas complejidades, y cree que basta con disolverse en la Unión Europea que hoy defiende Macron para que se resuelvan. Se presenta como un partido centrista, pero su tendencia a asumir las leyes de género y del multiculturalismo de la UE y de la izquierda norteamericana, lo convierten en un partido de nueva izquierda, entrando en competencia con el propio PSOE actual de Pedro Sanchez.
 
Por ello, el centro en España sigue vacío desde de que Suárez lo encarnó con la orientación intelectual de Torcuato Fernández-Miranda, los dos políticos que el Rey dispuso para la famosa Transición. Los dos complementarios y esenciales. Su separación fue, por ello, el final del centro político. Albert Rivera se quiere presentar como el nuevo Suárez para la nueva Transición desde el Bipartidismo imperfecto de un PSOE-PP aliados con los separatistas, hoy ya roto, hacia una Democracia anti-separatista.  Pero Ciudadanos representa hoy más bien los ideales de la nueva izquierda, en cuestiones de género y globalización. Podría desplazar a la izquierda que representa el PSOE si éste persiste en cruzar las líneas rojas que ponen en peligro la integridad de la nación española. Con ello se establecería una especie de nuevo bipartidismo formado por Vox y Ciudadanos. Aunque sería necesario, todavía, un verdadero partido de centro que actuara como bisagra, para que no resurgiera la tentación de apoyarse otra vez en los regionalismos que podrían surgir en el futuro por el característico localismo y particularismo que secularmente nos aqueja, ya señalado por Ortega y Gasset. 
 
Vox, de momento, ha conseguido poner en el centro de estas elecciones el peligro del separatismo que amenaza a España como nación moderna. Pero se necesita poner también en el centro de los debates electorales cuestiones como el reconocimiento crítico de las raíces de nuestra industrialización moderna en el franquismo, evitando los análisis sectarios sobre dicho periodo histórico que ha fomentado interesadamente la izquierda con su Ley de Memoria Histórica, que la derecha se ha tragado sin rechistar. La censura casi unánime que ha caído sobre la revisión de nuestra historia reciente llevada a cabo por Pío Moa y otros es indicativa de la losa que ahoga en el mundo cultural y universitario la libertad de crítica y de pensamiento hoy en España. Y ello es así por la corrupción intelectual y la ceguera o invidencia de quienes dirigieron en las últimas décadas, de paralela corrupción política, las desastrosas reformas universitarias y educativas.  

Son asuntos estos sin los cuales no se puede plantear la cuestión de la consolidación de un orden interior política y económicamente estable y su correspondiente traducción a una posición en el orden internacional que inspire respeto a la nación española y a su historia, aun hoy escarnecida por la incomprensión y la Leyenda Negra.


Artículo publicado en La Tribuna del País Vasco (3-5-2019)

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