Fue el Conde de Saint-Simon quien
puso en conexión sistemática las habilidades con el campo de la política cuando
acuñó la denominación de politique des abilités para
caracterizar el cambio de naturaleza del poder político en las modernas
sociedades industriales, en comparación con lo que ocurría en las sociedades
pre-industriales. En el marco de una reflexión actual sobre las habilidades
manuales y su profundo significado para la existencia humana, en cuestiones
como la explicación del conocimiento, el origen de la técnica o del lenguaje
humano mismo, deberíamos reinterpretar la distinción
saint-simoniana como una distinción entre dos tipos de habilidades, las
guerreras y las industriales y no como una distinción entre la
habilidad y la mera brutalidad.
En tal sentido habría una
diferencia esencial entre las sociedades animales de los primates, nuestros
parientes más próximos en la escala zoológica, y los homínidos, en los que
aparecen las habilidades técnicas plasmadas en la construcción de instrumentos
y armas, las cuales permiten establecer unas formas nuevas de dominación que
dejan de estar basadas en la sola fuerza física del macho alfa, característica
de la dominación propiamente etológico-animal. Pues, ahora, el poder en el grupo humano dependerá de algo mixto que
resulta de la intersección de una notable fuerza física, desde
luego, con la producción y manejo de instrumentos técnicos tales como el hacha,
el arco y la flechas, la espada, etc.
Con ello tenemos constituido los
primeros tejidos o mimbres de un núcleo originario del poder propiamente humano
que, al desarrollarse, irá configurando unas corporaciones políticas
determinadas, que seguirán un curso histórico marcado por transformaciones
esenciales. En tal sentido, así como de la intersección de una figura cónica
por un plano secante, al variar el ángulo de corte, se obtiene diversas curvas
como la circunferencia, la elipse, la hipérbola, etc., de la misma forma la
intersección entre la fuerza corporal y la creciente habilidad manual humana
permite la posibilidad de que se formen las primeras sociedades políticas
capaces de dominar y dirigir, según planes, a unos grupos sociales cada vez
mayores, pasando de pequeñas bandas de cazadores-recolectores a grandes tribus
proto-estatales.
El dominio y explotación de la
naturaleza por las técnicas primitivas era entonces aún débil e incierto, con
lo que la única forma de crecimiento y expansión de los grupos humanos se llevó
a cabo por la guerra. La formación de las ciudades y la aparición de la
escritura que posibilita la fijación de leyes, permite reorganizar el cuerpo
político en un segundo episodio del curso político seguido por los humanos: la
forma estatal, en la cual la novedad principal consiste en la necesidad de
introducir leyes escritas para coordinar las acciones militares y sociales, en
una dirección mucho más amplia que permite la formación de Imperios como los
que aparecen en Egipto, Asiría, China, etc. Se crean así sociedades
militares mucho más estables y duraderas, en las que irán perfeccionándose y
racionalizándose las normas jurídicas, como ocurrió en Grecia y
Roma.
Solo posteriormente, en la
llamada Edad Media europea, se genera una profunda transformación esencial en
la naturaleza del poder político por la confluencia, según Saint-Simon, de dos
factores: la progresiva liberación de los municipios ciudadanos por los fueros
y la creación de las Universidades para transmitir el legado
científico-filosófico griego que los árabes habrían recogido y empezado a
desarrollar en la medicina, las matemáticas, la astronomía, etc. El momento clave en que este nuevo poder madura es con la
Revolución industrial y política en Inglaterra, en la cual se
constituye una sociedad económica enriquecida notablemente por la explotación
industrial de las fuerzas naturales con la ayuda de la ciencia moderna. El
poder militar, representado por el Rey, empieza entonces a quedar sometido al
Parlamento, que se presenta en Inglaterra, por unas circunstancias especiales,
como impulsor de la industria y la ciencia.
Nace con ello la Sociedad
Industrial, tal como la bautizó Saint-Simon. La organización de estas nuevas
fuerzas políticas, sin dejar de ser nacional, tenderá a finalmente a constituir
corporaciones industriales tendentes a la globalización (multinacionales, grandes
bancos, organizaciones mundiales del trabajo, etc.) y organizaciones
científicas transnacionales (la Organización Mundial de la Salud, Médicos Sin
Fronteras, el CERN europeo, etc.) con la tendencia final a sustituir el núcleo
inicial de las habilidades militares por las habilidades
tecnológico-industriales. No en vano la URSS,
siendo una potencia militar prominente, no pudo resistir la competencia
económica industrial con el Occidente capitalista, y su hundimiento
económico cambió verdaderamente lo que Hegel denominaba la Weltpolitik, la
política mundial.
Artículo publicado en El Español (13-11-2018)
No hay comentarios:
Publicar un comentario