Estos
días pasados ha tenido lugar la visita de la Infanta Leonor y de sus padres, los Reyes
de España, al Principado de Asturias, en conmemoración de los 1300 años
transcurridos desde la denominada batalla de Covadonga (718). Batalla real para unos o
inventada para otros, pero que en definitiva simboliza algo que condujo a la
rebelión de Pelayo contra
la dominación islámica de Munuza, asentado en Gijón, ciudad en la que tiene
todavía hoy una calle. Con dicha rebelión se inicia un movimiento de
reconquista y no de mera resistencia, como ocurrió en el condado de Barcelona,
dependiente de la Marca Hispánica de Carlomagno, o de lo que sería el Reino de Navarra.
Una rebelión que muy pronto se consolida y se
extiende, llegando en menos de 70 años a pasar a la contraofensiva el rey del
pequeño reino asturiano, Alfonso
I, el cual consiguió hacer inexpugnable Asturias para los
ejércitos sarracenos. Con Alfonso
II el Casto que, en una de sus razzias, llega hasta
Lisboa, se crea la frontera de tierra quemada en torno al rio Duero y se inicia
la peregrinación desde Oviedo a Compostela, como a una nueva Roma, que hay que
visitar para ganar el jubileo en la tumba del apóstol Santiago. Por último,
Alfonso III inicia la repoblación del valle del Duero, la creación de Burgos
con su castillo para defender la llamada Bardulia, como una especie de Marca Hispánica asturiana que
engendrará el Condado de Castilla, como Carlomagno engendró el Condado de
Barcelona. La diferencia está en que mientras el francés se limitaba a una
política defensiva, el asturiano tiene
una estrategia ofensiva,
que continuarán después, principalmente, los reyes de León, Castilla y Aragón
llevando a la toma final de Granada.
Por eso, en Cataluña se mantuvo una estructura feudal
tradicional, cuyos restos se manifiestan intermitentemente en
su historia, tal como ahora ocurre con la jerarquía racista del separatismo en
rebelión frente a una Constitución democrática igualitaria más afín con la Castilla originaria,
que fue creada como feudo o marca del Reino de Asturias con la repoblación y
fundación de ciudades como León, Astorga, Burgos, Amaya, etc. Una repoblación
que recuerda la conquista del Oeste
americano con sus condados autónomos de ciudadanos que se
reparten por igual las tierras y que eligen sheriffs y jueces para defenderse
de los indios y de los cuatreros. Nace así Castilla como una sociedad igualitaria de pequeños propietarios
libres de señores feudales y dependientes, sin
intermediarios, de la Corona asturiana que los crea. Eligen sus alguaciles y
alcaldes que los defiendan de las injusticias y cuentan con la protección real
que los libre de las razzias del temible ejército islámico. Castilla, desde su origen es
por ella de estructura democrática, a diferencia de la feudal Cataluña.
Otra cosa es que, como señaló Ortega y Gasset, democrático no es idéntico a
liberal, porque el igualitarismo social, cuando no tiene
límite, puede ser el peor enemigo de la libertad. Y a la inversa, el feudalismo,
que según Ortega está en la raíz del liberalismo europeo, porque se basa en
poner unos límites al poder real que garanticen la libertad y el habeas corpus
de los señores feudales. Sin embargo, puede degenerar en un racismo esclavista,
como parece ser que ocurrió en Cataluña hasta que se incorporó, con los Reyes
Católicos y después con Felipe V, a unas estructuras más igualitarias de una
España unitaria y centralista.
Por ello, el problema de España, como se dice, que todavía está sin resolver,
reside en la necesidad
de asentar en nuestro país una democracia liberal, aun conservando la Monarquía
histórica.
Las
bases de la actual democracia se empezaron a poner tras la industrialización y
la creación de una amplia clase media en la época de Franco, con la denominada Transición a la Democracia.
Pero, después de varias décadas, nos encontramos con serios problemas de crisis
política en Cataluña y peligro de nuevos enfrentamientos entre el igualitarismo
español y el radicalismo separatista catalán o el vasco. Por ello algunos
hablan de regenerar la “fallida”
democracia actual. El fallo, según este análisis, se ve muy
bien en las propias raíces de España. Reside en una democracia entendida al
modo aristofóbico castellano, recogido en la frase “del Rey abajo ninguno”, que
ahora nos viene reforzada por la imitación de la ideología multiculturalista dominante hoy en Bruselas,
basada en el igualitarismo más demagógico y destructor de las nacionalidades
históricas europeas, en nombre de un utopismo completamente idealista. Mientras
no se pongan límites a este igualitarismo, tanto castellanista, como ahora
globalista, con la defensa liberal y a la vez democrática de los Estados nación
y de sus necesarias élites dirigentes, no parece que se pueda corregir el desastroso rumbo que en
España ha tomado la democracia.
Manuel F. Lorenzo
Artículo publicado en El Español (12-9-2018).
Excelente artículo. Nuestras raíces están en la Reconquista, especialmente en la Reconquista iniciada desde Asturias.Esto no se olvidó en España hasta los Borbones (Felipe V, aunque nunca del todo, pues los Borbones actuales necesitan bañarse en la legitimidad de Covadonga.
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