Mark Lilla es un profesor de la Universidad de Columbia que llevaba una vida académica dedicada a la reflexión sobre
temas de la historia intelectual europea y, a la vez, como hacemos otros,
sintió la necesidad de practicar lo que en España se llama la “extensión
universitaria”, publicando artículos sobre temas varios
de actualidad, en periódicos como el New York Times. Pero, uno de esos artículos, en el que criticaba
la incapacidad del partido Demócrata norteamericano para ganar a Trump tras abandonar la defensa de los intereses de la mayoría de
los ciudadanos estadounidenses en favor de las identidades de grupos
minoritarios, raciales, culturales o de “genero”, provocó la respuesta
airada de la izquierda demócrata tratando al autor de
reaccionario, etc., con el consiguiente escándalo mediático.
Mark Lilla, entonces,
considerando que debía explicarse mejor, defendiendo su crítica
como liberal y no reaccionaria, publicó un ensayo (Mark Lilla, El regreso
liberal, Ed. Debate) en el que, ante el triunfo inesperado de Donald Trump, culpa
a la izquierda demócrata norteamericana por anteponer un liberalismo
identitario e impulsar los temas de las minorías de “género”,
culturales, etc., que atomizaron la idea de una ciudadanía nacional común a los
norteamericanos. Además de que, de modo más grave aún, el partido Demócrata de
los Clinton y Obama, han dado la espalda a la propia clase trabajadora,
dejando que una coalición de tales minorías ocupase el lugar de las
tradicionales élites liberales directoras de la política. En
Europa, según Lilla, estaría pasando algo similar, con el equivalente
de los demócratas norteamericanos que son la izquierda socialista en
sus diversas variantes.
Mark Lilla, en la presentación de
su libro en España se refirió al problema de la minoría catalana y
vasca, que está disolviendo en la izquierda el sentido de la común unidad
de la ciudadanía española. Estoy leyendo su libro apresuradamente, constatando
para mi sorpresa, como su crítica a la anti-política, que para él representan
estos movimientos minoritarios, su peor romanticismo sentimentalista,
su falta de “politesse” y de sentido común, es la misma que intenté denunciar
en un libro (La rebelión de las minorías) que decidí publicar yo mismo
hace una década, tras enviarlo a algunas editoriales con resultado nulo. Al que
le interese puede leerlo en Internet. Así empezaba mi libro:
“Un nuevo fenómeno
político-social comienza a arribar a nuestras playas políticas provocando una
profunda división en el país: la equiparación en derechos y consideración
social de las minoritarias uniones entre homosexuales con las mayoritarias
uniones heterosexuales. El actual gobierno de Zapatero parece estar dispuesto a
que la voluntad de una minoría social homosexual se
equipare a la mayoría heterosexual en la consecución de iguales
derechos, incluidos los derechos de adopción y crianza de niños.
El fenómeno ocurre en otros
países y no es por ello privativo de España. Por ello para analizarlo a fondo
es preciso ir más allá de la mera constatación de enfrentamientos con la
Iglesia o con la mentalidad católica tradicional, etc. (…) Pues dicho
enfrentamiento no nos parece que sea un episodio más del tradicional choque
entre reacción y progreso en la extensión de las libertades individuales o
sociales (…) El problema está en que, debido al creciente predominio de
la demagogia sobre la democracia, determinados partidos políticos tienden a
defender los principios de la democracia como una nueva forma de régimen
absoluto en el que la democratización no tiene límites. Es decir, no
entienden la democracia al modo liberal, esto es como democracia con límites
marcados por la separación y quilibrio de poderes que inventaron Locke
y Montesquieu (…) Sino que la entienden como que el ser ciudadano de un país
democrático hace a todo el mundo igual, tanto en su derecho a votar, lo cual es
ciertamente legítimo, como en cuanto a sus opiniones sobre todas las cosas sin
límite ninguno”.
Creo que me adelante en años a la
eclosión del tema minoritario, y eso no es bueno. Mark Lilla lo hizo en un
mejor momento y su efecto ha sido muy superior. Incluso yo publiqué, en este
Blog del Suscriptor, con ocasión de la rebelión catalana de Puigdemont, un
artículo titulado “La rebelión de las minorías”, que fue uno de los más leídos,
según informaciones de El Español. Pero no hubo polémica, quizás porque en
España sigue predominando la tradición inquisitorial de silenciar al hereje, ya
que hoy no se le puede encarcelar o quemar. Quizás porque no se me
considera un hereje importante o no se me quiere dar publicidad. Pero, si mi artículo
hubiese provocado un debate con la izquierda, estoy seguro de que lo que
ocurriría a continuación sería lo mismo que en USA le ocurrió al profesor
Lilla: el intento de desacreditarlo como retrógrado o reaccionario.
Artículo publicado en El Español (8-8-2018).
Forma parte del nuevo totalitarismo "hiper-democratista" anular el debate y callarse como zorras ante quien aguijonea, haciendo de nuevo Sócrates. Yo he comprobado cuánta gente te puede leer, pero a la vez cuánta gente sigue la consigna o la Ley del silencio. La "izquierda" occidental está podrida, y ha sustituido el totalitarismo comunista por el de lo "políticamente correcto".
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