La
crisis del Euro, el brexit inglés,
la avalancha de exiliados e inmigrantes, han desatado la crítica al Proyecto de
Unidad Federal Europea propugnado principalmente por el llamado eje
franco-alemán, e incluso, en España, ha empezado a despertar una tradición
anti-europea en la que el chivo expiatorio habitual suele ser el filósofo Ortega y Gasset, con su famosa frase “España es el problema, y Europa la solución”.
Pero,
en el entendimiento de dicha frase persiste lo que consideramos una mala
lectura de Ortega. Pues la solución europea para los problemas de España no
era, en el filósofo madrileño, una cuestión meramente económica o política,
sino educativa o, como hoy se dice, cultural. La “solución europea” era
que España se incorporase a la cultura científica y filosófica que
modernamente había florecido en los países como Inglaterra, Francia o Alemania,
remediando un retraso secular en tales materias. Pues,
Ortega pensaba que el progreso y la riqueza de tales países se debía, en una
parte sustancial, a su apuesta por la ciencia y la filosofía moderna, mientras
que una España intelectualmente decadente y poco modernizada, permanecía en la
miseria y el atraso. Esa cultura moderna es la que hoy, con USA a la cabeza,
continúa siendo estimulada en los países más desarrollados del planeta, marcando
un horizonte de civilización y progreso, aunque no exento de aspectos críticos,
como el diagnosticado por Ortega como “rebelión de las masas”.
Dicha
cultura moderna es la que, tras el despegue como potencia industrial en el
franquismo, debía desarrollarse en España con la democracia. Pero no se ha
hecho de la forma debida. Pues, lo que se ha producido ha sido el triunfo de
una oligarquía de políticos, banqueros y medios de comunicación, caracterizada
por la mediocridad de su europeismo utópico, que sueña con ceder soberanía, no
importa cuanta, a una Europa Federal. Ortega nunca defendió tal cosa, pues en
su concepción de la unidad europea se suponía una fuerte política nacionalizadora en España y no una mera cesión
supranacional de competencias estatales. Excesos
tales, como la cesión de la soberanía monetaria al entrar en el Euro, nos han
conducido a la delicada situación política y económica en que nos encontramos
actualmente como país.
Ortega
tenía otra filosofía, muy diferente del papanatismo europeísta hoy dominante.
Por ello, es preciso recordar, para una mejor comprensión de la frase, que
Ortega, en una época posterior a aquella en que pronunció dicha frase, -lo que
ocurrió en un discurso de marzo de 1910 en la Sociedad El Sitio de Bilbao-, consiguió liberarse de la
influencia culturalista alemana de los neokantianos de Marburgo, y se atrevió a
proponer una nueva filosofía, el llamado Raciovitalismo, que contribuyese a
superar asimismo la crisis interna de la propia modernidad europea que estalla
en 1914 con la Primera Guerra Mundial. Es
decir, que Ortega creía, después de tan terrible conflicto, que España, para
solucionar sus problemas de atraso y decadencia, no debía modernizarse copiando
o imitando meramente las corrientes filosóficas inglesas, francesas o alemanas,
sino que debía modernizarse culturalmente lo más originalmente posible, para
aportar soluciones filosóficas y culturales nuevas, que permitiesen también a
la civilización europea superar la llamada crisis de la Modernidad. Su famoso diagnóstico de la debilidad y escasez de unas élites
excelentes, sigue siendo una constatación en la España democrática
actual, tan ayuna de los mejores y tan llena de numerosas mediocridades con
mucho poder.
Era
preciso ponerse al día en lo que era la filosofía europea de entonces y por
ello llevó a cabo una formidable labor de traducciones y de artículos
periodísticos que permitiesen salir a las minorías intelectuales del país de la
ignorancia reinante sobre tales materias en las cátedras universitarias, mayormente
controladas entonces por el clero. Pero con eso no bastaba. Había que llevar a
cabo la aportación española a la filosofía europea. Para eso era necesario la creación de minorías intelectuales
formadoras de opinión y de nuevas ideas, que Ortega orientó hacia el
Racio-vitalismo, creyéndolo más acorde para la forma de ser de los
españoles.
No
fue muy lejos en su tarea, debido sobre todo a la crisis que se abrió con la
Guerra Civil. Pero, nos gustaría sugerir que quizás Ortega, con todas sus
insuficiencias, haya sido una especie de visionario, un Moisés que apunta el
camino hacía una Tierra Prometida para España y para la propia Europa, aunque
fue condenado a no llegar a pisarla. De momento se le puede reconocer el
acierto en la elección de los temas biológicos, vitales, como temas que
empiezan a aparecer, en nuestro horizonte del siglo XXI, como profundos y
dignos de preocupación para el futuro, como el "cambio climático", la
superpoblación, la manipulación genética, el sentido de la vida, etc.
Artículo publicado en El Español (23-1-2018).
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