domingo, 18 de marzo de 2018

Renacionalizar la Monarquía


Opinaba Ortega y Gasset, en su conferencia de 1931, Rectificación de la República, sobre la llamada Monarquía de Sagunto, la de Alfonso XII y Alfonso XIII: “España es el país entre todos los conocidos donde el Poder público una vez afirmado tiene el mayor influjo, tiene un influjo incontrastable porque, desgraciadamente, nuestra espontaneidad social ha sido siempre increíblemente débil frente a él. Pues bien, la monarquía era una sociedad de socorros mutuos que habían formado unos cuantos grupos para usar del Poder público, es decir, de lo decisivo en España. Esos grupos representaban una porción mínima de la nación; eran los grandes capitales, la alta jerarquía del ejército, la aristocracia de sangre, la Iglesia”. La salida de España de Alfonso XIII no fue más que el resultado inevitable de lo que Ortega consideró una política que se hacía en beneficio de unos pocos, orillando la necesidad de una Gran Reforma orientada a la regeneración nacional.

Dicha Reforma política, según Ortega, consistiría en la europeización de España y la descentralización Autonómica para revitalizar las provincias. Ello se llevó a cabo en la llamada Transición a la Democracia con la Monarquía de Juan Carlos I, el cual fue entonces consciente de que la Monarquía, si quería subsistir, debía atender al interés nacional y, por ello, se presentó entonces como Rey de todos los españoles.

El comienzo de su reinado fue espectacular, pues acertó eligiendo a Torcuato Fdez. Miranda y a Adolfo Suárez, los otros protagonistas de la exitosa transición de la Dictadura a la Democracia. Pero pronto todo empezó a torcerse con el golpe del 23-F. El resultado fue la dimisión de Suárez y, lo peor, la desaparición, en la práctica, del centro político. Con ello el Partido Socialista consiguió un sonado triunfo, comenzando una peligrosa política que, entendiendo erróneamente las Autonomías como un camino hacia el Federalismo, (y no como un freno opuesto al Federalismo, tal como propuso Ortega y Gasset en sus discursos en las Cortes de la República), comenzó el proceso de desnacionalización de la política española, necesaria para conseguir el apoyo de las minorías nacionalistas vasca y catalana para acceder al Poder en Madrid.

Dicha política desnacionalizadora, lejos de cambiar, se reeditó de forma aumentada con Aznar y el Partido Popular que derrotó a Felipe González. Durante varias décadas, al margen de quien gobernase, se mantuvo de forma constante la desnacionalización de España, como si fuese un ortograma, debido también a que la espontaneidad crítica de la sociedad española seguía siendo débil por la gran docilidad del votante medio hacia el Poder público, suministrador principal, todavía hoy como en la Restauración decimonónica, de grandes prebendas y privilegios. Así se creó un “sistema de intereses” mutuos, que fomentaron los dos grandes partidos, grupos bancarios y grandes empresas orientadas a los presupuestos públicos, con el asunto de las concesiones de obras, las mordidas del 3%, etc. Como se gobierna en democracia, y hoy la Iglesia católica ya no tiene la influencia que tenía, se fomentó la creación de grandes grupos de comunicación periodística, dóciles al poder por las subvenciones del Gobierno de turno y la publicidad de los grandes bancos y empresas allegadas al Poder. Asunto muy grave, pues el periodismo, como ya sostenía Ortega, es el aparato del “poder espiritual” de las sociedades modernas. El precio que ha pagado por reflejar, salvo pequeñas excepciones, solo los intereses de la oligarquía a la que sirven, y no los intereses nacionales, ha sido el envilecimiento y el desprestigio actual de las fake news.

Debido, por ello, a la debilidad de la Sociedad Civil española, como apuntan algunos, y aún más a la poca vitalidad de las Autonomías que, en vez de orientarse hacia sus propios intereses económicos locales de mejora de la industria, la vida rural, etc., han sido contentadas con la satisfacción “nacionalista” de sus diferencias folklóricas, lingüísticas, de su orgullo provinciano, etc., debido a todo ello, la desnacionalización de España ha ido avanzando hasta el estallido de la rebelión de la Autonomía catalana.

Ante dicha rebelión anti-española ha habido, sin embargo, dos reacciones inesperadas: una la exhibición de banderas en las ventanas y las manifestaciones por toda España y otra el discurso del 3 de octubre del Rey Felipe VI, en el que defendió apasionadamente la unidad de la nación y la Constitución por encima de particularismos. Con ello la Monarquía, que con Juan Carlos I fue débil y pasiva ante la desnacionalización, parece volver a buscar la confluencia re-nacionalizadora con las fuerzas políticas emergentes que ahora parece encabezar un nuevo centro político. Continúe por ese acertado camino, Majestad, y felicidades por su cumpleaños.


Artículo publicado en El Español (3-2-2018).

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