En un artículo anterior (De Piaget a Gustavo Bueno I), señalábamos la posibilidad de interpretar el Sistema del Materialismo Filosófico de Gustavo Bueno como una primera fundamentación de una filosofía Operatiológica que sigue los caminos abiertos por la concepción operacional del conocimiento introducida en el ámbito filosófico internacional por Jean Piaget. Comparábamos asimismo, salvando todas las distancias que haya que salvar, a Bueno con Wolff, y asimismo con Fichte
en el sentido preciso de que tanto Fichte como Bueno recurrieron al Sistema de
Spinoza como modelo para sistematizar una nueva filosofía, debemos planteár entonces la nueva interpretación de
Spinoza que llevó a cabo, frente a Fichte, un jovencísimo Schelling para el que
el sistema spinozista no se reducía a un mero Materialismo naturalista, como
sostenía Fichte al considerar a la filosofía de Spinoza como un Dogmatismo o
Materialismo frente al nuevo punto de vista del Criticismo Idealista abierto
por Kant.
En tal sentido podemos retomar el hilo de nuestras anteriores reflexiones diciendo que todo gira ahora en
torno a una diferente interpretación de Spinoza hecha por un jovencísimo
Schelling. Pues, para este, el Dios Substancia de Spinoza no habría que
considerarlo, como hacía Fichte, como una especie de Cosa-en-sí o Materia puesta más allá
de toda experiencia y totalmente opuesta al Yo, sino que habría que
interpretarlo como una mezcla o Identidad de Yo y No-Yo, de Pensamiento y
Extensión. La Idea nueva y fundamental que habría introducido Spinoza en la
Historia de la Filosofía es, para Schelling, la de una Substancia infinita,
fundamento del Mundo, que es a la vez dos cosas opuestas, Pensamiento y
Extensión, Yo y No-Yo. W. Dilthey califica el Sistema de Schelling, y el del propio Spinoza, como un "panteismo" o Idealismo Objetivo en contraposición con el Idealismo de la Libertad de Fichte o el Naturalismo o Materialismo de Epicuro. Por ello Schelling empieza a denominar a la Substancia de Spinoza como una
Identidad de los Opuestos. Dicha Identidad de opuestos quedaba en Fichte
reservada a la esfera del Yo, de la Conciencia. Pero Schelling, apoyándose en
su mejor conocimiento de los avances de las ciencias naturales, en una época en
que se empiezan a incorporar a las explicaciones racionales de la ciencia los
fenómenos electromagnéticos, químicos y biológicos, retrotrae la Identidad del
Yo fichteano al Organismo biológico, como su primera manifestación inconsciente
y localizada en una naturaleza evolutiva y creadora en la que se manifiesta ya
un “espíritu adormecido”, antecesor y previo al propio espíritu del Yo humano.
Su estrategia frente al dualismo fichteano
que obliga a elegir entre Idealismo (Fichte) o Dogmatismo materialista
(Spinoza), -dualismo compartido por Gustavo Bueno cuando alude favorablemente a
la toma de partido leninista entre el materialismo y el idealismo-, es la de no
buscar un fundamento primero o último, sino un fundamento intermedio, dado in medias res: la Vida o naturaleza
orgánica, entendida ahora como la Substancia spinozista en tanto que verdadera
naturaleza creadora (Dios como la Natura
naturans), la cual presupone ciertamente la naturaleza física (Natura naturata) y culmina en el Yo entendido
de manera no meramente subjetiva, como hacía Fichte, sino como una segunda naturaleza, en tanto Espíritu
objetivado en el arte y la cultura. A
nuestro juicio Schelling procede con una forma de pensar nueva en tanto que no
trata de superar a Spinoza o a Fichte invirtiéndolos, sino que busca hábilmente
una posición nueva que evite los extremos porque, como señala en su temprano
escrito Cartas sobre el dogmatismo y el
criticismo (1795), el spinozismo que eleva a fundamento una Substancia
enteramente objetiva es incapaz de explicar la libertad humana, incurriendo en
un fatalismo (la libertad es la necesidad); y el idealismo fichteano que parte
del Yo subjetivo es incapaz de entender la Naturaleza, dejándola reducida a
algo meramente negativo, a No-Yo. De ahí que una filosofía verdaderamente
crítica deba buscar una posición nueva, partiendo de un Dios spinoziano,
entendido a la vez como Substancia y como Sujeto, como dirá luego su discípulo
y amigo Hegel en el Prólogo a la Fenomenología
del Espíritu. Este fundamento solo aparece por primera vez en la Vida
biológica, en los organismos naturales irreductibles a toda explicación de un
necesitarismo mecanicista, como Kant había sostenido en su Crítica del Juicio. En tal sentido se dice que Schelling habría superado
a Fichte porque este era incapaz de recoger en su Sistema del Yo los aspecto de
la finalidad en el Arte y la Naturaleza orgánica estudiados por Kant en su
tercera crítica.
Un siglo después, un joven Piaget, según
manifiesta el mismo en su Autobiografía
(I), en una dirección muy parecida a la de Schelling, habría conseguido superar
su crisis religiosa de adolescencia cuando leyó la Evolución creadora de Henri Bergson y tuvo una revelación súbita
que le llevó a identificar a Dios con el elán vital, con la Vida. De ahí
arranca su enfoque del problema del conocimiento, al que dedicaría toda su
vida, desde bases biológicas. Pero, Schelling encuentra con su nueva
fundamentación de la Substancia como Identidad de la Naturaleza y del Espíritu
un nuevo modo de explicación no reduccionista de la existencia del mundo. El
modo de proceder en esto del Dogmatismo o del Materialismo era suponer una
substancia física de donde brota la vida y de esta la conciencia. Fichte,
apoyándose en Kant, se opone a este procedimiento declarándolo imposible y
pre-crítico, y rechazándolo moralmente porque, además, conduce al fatalismo.
Propone el procedimiento contrario, que supone partir de la libertad del
Yo, para tratar de justificar la
necesidad de la Naturaleza opuesta al Yo, explicando en términos kantianos como
son posibles los juicios sintético a
priori de la Física que dan cuenta de la necesidad férrea de la Naturaleza
que nos envuelve. El problema que se le
presenta, sin embargo, al Idealismo fichteano es que tiene que eliminar de
entrada la existencia de Cosas en sí para tratar de deducirlas de la
Conciencia, por lo que fue acusado de pretender sacar el mundo de su cabeza,
como un producto ciertamente necesario, pero con una necesidad meramente
pensada, ideal, no real. Hegel, malentendiendo, en su famosa Lógica, la Identidad schellinguiana como
algo cuya expresión máxima se realizaría en el pensamiento, en el Dios
spinoziano entendido como la Idea,
llevaría este Idealismo fichteano a su máxima expresión siendo acusado,
por Marx y por el viejo Schelling, de mixtificador de la realidad. Pues el
problema para Schelling, que trata de escapar a este dualismo
materialismo/idealismo, se formula en un sentido no lineal, sino circular. No
se trata de derivar el Yo de la Naturaleza ni la Naturaleza del Yo, sino de
construir el mundo partiendo de una unidad dialéctica que los contenga de algún
modo a ambos. Así la Vida, según la Naturphilosophie
de Schelling, presupone una pluralidad de fuerzas físicas diversas (mecánicas,
eléctricas, químicas, etc.), pero que solo se comprende suponiendo ya la propia
vida orgánica desde la cual tienen sentido tales fuerzas, en una suerte de
dialélo o petición de principio. Por ello en la explicación del mundo se
incurre necesariamente en una circularidad. Quien aplicaría esta circularidad
con más claridad y éxito a la explicación sistemática de la entera realidad
sería Hegel en sus lecciones en la Universidad de Berlín, cuando parte de Dios
o la Idea que se aliena en la Naturaleza para volver a sí en el mundo del
Espíritu humano. El propio Schelling tuvo ocasión, cuando a la muerte de Hegel
le sucedió en la cátedra de Berlín, de
criticar la filosofía de su antiguo amigo, y luego rival, como una
malformación mixtificadora de su filosofía de la Identidad. Pero el mismo no
supo ofrecer una visión clara de este nuevo procedimiento circularista al
entremezclarlo con un lenguaje onto-teológico que caracteriza a la filosofía de
aquella gran época de la cultura alemana.
Despejadas, en la Filosofía Contemporánea,
las nieblas teológicas por la posición atea de sus principales corrientes,
encontramos en Nietzsche al máximo propugnador decimonónico del circularismo en
la interpretación del mundo con su concepción del Eterno Retorno. Idea central
porque con ella el filósofo del
Zaratustra, al aceptarla, estaría en condiciones de superar el Nihilismo al que
conduce inexorablemente la Modernidad Idealista que va de Descartes a Hegel y
que hoy estamos viviendo en lo que se denomina el “todo vale”, y por tanto
“nada vale”, de la denominada sociedad
postmoderna actual. Pero Nietzsche se acogió a un Vitalismo de tendencia
fuertemente irracionalista y no pudo dar cobijo a una nueva racionalidad más
potente que la racionalidad anterior y que dicha nueva concepción exigía.
Tampoco Bergson logró alumbrar esta nueva racionalidad al suponer que el èlan vital, la corriente de la vida,
solo se podía captar adecuadamente con la Intuición, pero no con la
Inteligencia racional, la cual era algo propiamente mecánico que solo captaba
el movimiento de la vida congelándolo, como ocurre con una película fotográfica
que solo reconstruye el movimiento por una ilusión óptica al pasar los
fotogramas a una velocidad de 14 0 26 fps, pero no la vida misma en todo su
movimiento, fuerza y esplendor. Fue precisamente el joven Piaget quien supera
este dualismo bergsoniano entre intuición viva e inteligencia mecánica al
concebir las estructuras de la propia inteligencia como siendo estructuras
móviles y reversibles.
Pues, para Piaget, el conocimiento tiene
su origen en las acciones vitales y no en las meras sensaciones cerebrales o
mentales, como se venía diciendo desde Aristóteles y los empiristas ingleses.
Bergson había anticipado ya esta posición con gran éxito a principios del siglo
XX. Pero la acción cognoscitiva más intuitiva e inmediata, según Piaget y
contrariamente a lo que sostenía
Bergson, conlleva en si misma una lógica, por lo que la propia lógica tiene su
fuente, no ya en la Materia inorgánica o en un Yo “mental” fichteano, sino en
la organización espontanea de las acciones corporales más elementales. Por
ello, para Piaget, las acciones u operaciones de un sujeto vivo, dado en un
medio natural al que tiene que adaptarse, -siendo el propio conocimiento
inteligente un mecanismo evolutivo más de adaptación-, cumplen el papel de una
forma más positiva y real que el que Bergson atribuía a una vaporosa intuición supraintelectual, por su capacidad
o habilidad de construcción creadora de nuevas estructuras cognitivas,
captación de transformaciones y no de meros cuadros estáticos de la realidad,
por su movilidad y engarce isomórfico con otras estructuras biológicas (redes
nerviosas y neuronales). Esta es la Idea filosófica que Piaget habría concebido
en su juventud y que el mismo en su Autobiografía
considera, recogiendo el pensamiento bergsoniano de que un gran filósofo no
hace más a lo largo de su vida que pensar a fondo una sola Idea, como la que ha
guiado todas sus investigaciones posteriores. La Idea de que el conocimiento
deriva de la estructuración lógica de las acciones de un sujeto corpóreo
operatorio, de un sujeto quirúrgico, dotado de manos, tan imprescindibles para
un sujeto inteligente como son las manos para un cirujano.
El propio Piaget conserva el circularismo metodológico
en nuestra comprensión del mundo, pero entendido ahora de un modo positivo y no
meramente teológico como en Hegel. Pues el desarrollo de este punto de vista,
que podemos definir como Operatiológico, será aplicado por Piaget a la
explicación, no solo del aumento del conocimiento en los niños (ontogenia),
sino también al progreso histórico del conocimiento científico (filogenia) y a
un nuevo modo metodológico circularista de entender la propia clasificación de
las ciencias en tanto que culminaciones categoriales del conocimiento humano.
Frente a la clasificación estática de la pirámide propuesta en el siglo XIX por
Augusto Comte, que supone una ancha base para las Matemáticas seguida por un
piso más estrecho para la Física, los siguientes más estrecho para Química y
para la Biología, reservando la cúspide de la pirámide para la Sociología,
Piaget propone una clasificación dinámica por la cual el sujeto humano es
explicado por la Psicología, la cual se basa o supone a su vez a la Biología,
que descansa en la Química y esta remite a su vez a la Física, la cual precisa
de las Matemáticas, cuyas estructuras solo se comprenden genéticamente en la
Psicología, con lo cual se vuelve a pedir el Principio (J. Piaget, “Du rapport
des sciences avec la philosophie”, Synthèse,
Amsterdam, 1947). En una observación superficial, se trata pues de lo que
denominaban los escépticos griegos un dialélo,
un razonamiento circular en tanto que incurre en pedir de nuevo el principio al
final de su explicación, por lo que no explicaría nada incurriendo en lo que se
denomina un círculo vicioso. Pero Piaget le da un significado dialéctico según
el cual el racionalismo humano, siguiendo a Kant, es limitado y no puede
pretender explicaciones absolutas. Toda explicación humana del mundo se hace in medias res y en relación con nuestra
adaptación como seres vivos al mundo entorno. Por ello nuestro conocimiento es
una construcción progresiva de estructuraciones racionales que sean suficientes
para seguir creciendo y adaptándonos a la realidad. El fin del conocimiento
humano no es entonces resolver los enigmas últimos del Universo ni alcanzar un
Paraíso final para la Humanidad, sino seguir existiendo en el mundo
asimilándolo progresivamente y acomodándonos a él con la construcción y la renovación
y profundización de nuestras estructuras operatorias, las cuales descansan y se
apoyan circularmente unas en otras en una especie de Eterno Retorno que se
diferencia del de Nietzsche en que no es el retorno de una mismidad homogénea
basada en una repetición meramente formal y matemática, sino que es una
repetición en la que emerge algo nuevo y desconocido en cada avance de cada una
de las ciencias, afectando, por su encadenamiento circular, inevitablemente al
resto. Así el descubrimiento de la estructura operatoria del "grupo algebraico" por el matemático francés Galois acabará influyendo en formas más rápidas y
sencillas de determinar todas las soluciones
de determinadas ecuaciones matemáticas, lo cual influirá en los cálculos
de las ciencias naturales que las utilizan e incluso permitirá comprender la
racionalidad antes no vista de los desplazamientos de un sujeto cuando se
desplaza por un espacio (Grupo de los Desplazamientos de Poincaré), lo que a su
vez permite a Piaget generalizar dichas estructuras operatorias para comprender
como se encuentran, no solo en la matemática o en los cálculos de las ciencias
naturales, sino también en la conducta de los niños a determinadas edades y no
antes. Asimismo ello exige, según Piaget, entender que tales estructuras no son innatas,
como tendía a pensar el platonismo de tantos matemáticos, ni derivan de las
meras sensaciones como creía el empirismo, sino que son construidas a partir de
la coordinación de las acciones corporales puramente biológicas o instintivas
de los niños.
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