En artículos anteriores hemos desarrollado
un análisis comparado de la Filosofía Contemporanea con la Filososofía
Helenística. En el considerábamos que se podían establecer unas analogías
funcionales que nos sirviesen para comprender mejor la situación y la
naturaleza de las principales corrientes de la Filosofía Contemporanea que
llegan hasta nosotros. Resultaba una configuración en la que Epicureos, Estoicos
y Escepticos conformaban una estructura relacional que se repetía en la
Filosofía Contemporanea con Marxistas, Positivistas y Vitalistas. En tal
sentido veíamos que, así como en oposición a la gran sistematización filosófica
de Aristóteles surgieron como reacción las escuelas del Epicureismo y del
Estoicismo, como oposición a Hegel surgen en Europa las corrientes filosóficas
del Marxismo y del Positivismo de Saint-Simón y Augusto Comte. El Escepticismo,
aunque tiene su origen también con Pirron de Elis al comienzo del helenismo, no
alcanzará una influencia crítica sobre las pretensiones cognoscitivas de
epicúreos y estoicos hasta el final de la época helenística. En Europa es el
Vitalismo el que cumplirá un papel crítico de las pretensiones progresistas de
marxistas y positivistas, sobre todo con la influencia de la filosofía de Nietzsche
en el siglo XX.
Vamos a centrarnos en lo que sigue en la
oposición contemporánea entre el Positivismo y el Marxismo. Lo más novedoso de
la filosofía helenística fue la aparición de dos concepciones éticas nuevas en
relación con el periodo clásico anterior, el estoicismo y el epicureísmo, los
cuales lejos de mantenerse como productos meramente académicos como la ética
aristotélica, han llegado a calar profundamente en el lenguaje popular que
entiende perfectamente que es resistir estoicamente los dolores o disfrutar
epicúreamente de los placeres. Esto es generalmente reconocido por los
historiadores de la filosofía. En relación con esto diremos aquí que lo más
novedoso de la filosofía contemporánea que se abre en Europa con las corrientes
críticas de la filosofía especulativa hegeliana es la aparición de dos
novedosas concepciones de la Sociedad, dos filosofías sociales, que llevan a
cabo el Positivismo y el Marxismo y que trascienden los ámbitos académicos
puramente especulativos para arraigar en los fuerzas sociales progresistas
modernas. Ambos movimientos filosóficos son herederos de las corrientes
ideológicas modernas que cristalizan en el progresismo de la Ilustración pero
que van más allá de esta en lo que se refiere a su concepción de la naturaleza
de las sociedades humanas. Fue el Conde de Saint-Simon el primero en elaborar
un modelo nuevo de Sociedad que trata de superar el carácter metafísico e
irreal de la concepción que se hacían los revolucionarios ingleses y franceses
sobre el origen del poder social. Pues, para estos, el Poder no venía de Dios,
sino del Pueblo. Pero el “pueblo”, como equivalente de la Sociedad era tan
entelequia como lo era el “flogisto” para los químicos. Era necesario, por
tanto, desarrollar una concepción científica de la Sociedad como se había ido
desarrollando la concepción científica de la Naturaleza. Era necesaria una
nueva ciencia que Saint-Simon llama, por ello, Fisica-Social y, después Comte la
llama Sociología. Los filósofos griegos como Platón y Aristóteles habían
explicado racionalmente la estructura de las sociedades humanas, pero no habían
descubierto la explicación racional de sus progresos y transformaciones. Como
dirá Comte, habían explicado su Estática, pero no su Dinámica, o mejor su
Anatomía, pero no su Fisiología. Por ello, para Saint-Simon, debemos descifrar
la mecánica de la Sociedad como Newton descifró con su Mecánica las fuerzas centrípetas
(gravedad) y centrífugas (inercia) que regulan el movimiento de los cuerpos
físicos. Así, Saint Simón entiende toda Sociedad humana constituida por dos
fuerzas o Poderes, el “terrenal” y el “espiritual”, como dirá después Comte,
los cuales se oponen y de su equilibrio resulta un estructura social estable,
que él llama una Sociedad Orgánica. Ello se puede observar positivamente en el
laboratorio de la Historia de la Humanidad donde se ve como las sociedades más
primitivas están constituidas por dos poderes, guerreros y sacerdotes, esto es,
un poder” terrenal” basado en la fuerza física y un poder “espiritual” basado
en el mayor conocimiento para explicar el mundo de determinados individuos que
forman unas élites minoritarias frente a la masa social. Sin la fuerza bruta de
los guerreros no se mantiene el orden social, pero sin los nuevos conocimientos
de la minoría intelectual encarnada por hechiceros no hay progreso social. Ortega y Gasset se
refería esencialmente a esto cuando hablaba de las élites o minorías
dirigentes, es decir, al “poder espiritual” constitutivo de las sociedades
humanas desde la prehistoria. Saint-Simon explica entonces el origen del
progreso histórico de una sociedad humana cuando se produce un cambio
significativo que permite un conocimiento más profundo de la realidad y que
entra en contradicción con lo que se sabía, dando lugar a una crisis social que
abre un periodo de restructuracion y cambio que no cesará hasta que se
restablezca un nuevo equilibrio en la totalidad social que de lugar a una nueva
Sociedad Orgánica, la cual no será tampoco eterna, sino que estará somedida a
la misma dinámica que las anteriores, aunque en un nivel mayor de orden y
progreso.
Saint-Simon centró sus brillantes análisis
sociales en el paso de la Sociedad medieval feudal a la Sociedad Industrial
moderna. Según ellos, para entender la Gran Revolución francesa que estalló en
su juventud había que adentrarse en la tenida por oscura Edad Media,
considerada sin importancia para el progreso humano por los ilustrados volterianos. Pues es en la Alta Edad
Media donde aparecen las células germinales de los dos poderes sociales que
sustituirán a los Nobles guerreros y al Clero. Es en el renacer de las ciudades
donde germinan las clases productoras (artesanos, empresarios, obreros) que
darán lugar al nuevo y decisivo poder económico industrial de la “burguesía”
que sustituirá a la Nobleza guerrera y donde tendrá su origen el humus
cultural, con la fundación de las Universidades, que preparará el surgimiento
del nuevo “poder espiritual” de los científicos, artistas y filósofos propia de las sociedades
modernas, que desplazarán a los Teólogos y religiosos. Este proceso debe
explicarse de un modo científico positivo y entender la Revolución burguesa
supone comprender su génesis histórica según la cual una Sociedad no entra en
una crisis revolucionaria más que cuando se han desarrollado en su seno nuevas
fuerzas sociales que son capaces de cambiar la naturaleza y composición de sus
dos poderes básicos. Una vez que se produce el cambio revolucionario la nuevas
fuerzas sociales deben tratar de cesar en su carácter de fuerzas negativas o
destructivas de lo viejo y caduco para centrar todas sus energías en la tarea
positiva de estabilizar la nueva Sociedad organica que ha surgido, perfeccionando
su estructura y no tratando de seguir con la mentalidad negativa revolucionaria,
que ya no tiene sentido en el inicio de una época Orgánica que deja atrás la
época Crítica. Por eso sus esfuerzos deben ir dirigidos a desarrollar y
consolidar el nuevo Sistema social alumbrado, en este caso el Sistema social
basado en la explotación industrial, basado en la explotación, no ya de otros
pueblos como hacían los Sistemas de la Antigüedad, sino de las fuerzas de la Naturaleza por medio de la
Ciencia. De ahí debe provenir la fuente principal de la riqueza social futura y
no de la explotación del hombre por el hombre. Por ello la Sociedad Industrial
futura podía ser contemplada como una Sociedad tendente a lograr la liberación
de la pobreza y de las guerras, males que han sacudido secularmente a la
Humanidad.
Marx, lector y admirador de Saint-Simon, comparte
con él, ante todo su concepción de la Estructura dual de la Sociedad y de los
mecanismos del cambio revolucionario. Pero, en vez de hablar de dos Poderes
sociales, “terrenal” y “espiritual”,
habla de Base y Superestructura. A su vez reduce la naturaleza del poder
básico a los poderes económicos, Modos de Producción, que actuarían “en última
instancia” como determinantes en todo cambio de Sociedad, y no solo en el paso
de las sociedad medieval a la moderna industrial. Los poderes
superestructurales, entendidos como formas de conciencia, religiosas,
políticas, jurídicas, etc., no son más que poderes vicarios, meros “reflejos”
en la conciencia, de los poderes económicos. Además, la moderna Sociedad
burguesa capitalista no es una sociedad orgánica estable, sino que está
encierra una limitación en su seno (la famosa Tasa Decreciente de la Ganancia capitalista)
que le impide integrar al proletariado acabando con su pobreza y marginación,
por lo que debe ser destruida por una nueva Revolución Socialista que convierta
al Proletariado y sus aliados de clase en el nuevo Poder básico de la sociedad
futura, la cual culminará finalmente en una Sociedad verdaderamente libre donde
cualquier individuo humano podrá realizarse íntegramente como el feliz Hombre
Total.
Podemos comparar rápidamente ambos modelos
de Sociedad como exactamente inversos, de un modo similar a como lo eran las
doctrinas Ëticas de Estoicos y Epicureos. Para los Epicureos se puede decir que
la Virtud era la Felicidad, mientras que para los Estoicos la Felicidad era la
Virtud. El fin de la vida para un epicúreo era ser feliz y a ello debía
subordinarse la virtud que nos pide la moderación en los placeres, el
establecimiento de preferencia por los placeres espirituales, como la amistad
frente a los meramente físicos, etc. Para un estoico eran los propios placeres
que nos dan la felicidad aquello que hay que estar dispuesto a sacrificar en la
vida por la dicha que nos proporciona la práctica de la virtud misma, la cual
es imposible en muchos casos sin la voluntad de renunciar al placer y soportar
el dolor. De un modo análogo se podría decir que para los marxistas toda
virtud, toda sabiduría o ciencia debe ponerse al servicio de la salvación del
proletariado en la consecución de una sociedad del Bienestar, de la felicidad
social. Por el contrario, para un positivista social el fin de la sociedad es
el mayor control de la Naturaleza por medio de la industria dirigida por la
ciencia. Ese mayor control, que solo se alcanza decisivamente por la virtuosa
vida de los génios científicos, artísticos y filosóficos, los grandes
benefactores de la Humanidad a que Augusto Comte consagra en su Calendario
Positivista, es el que nos dará la Felicidad al resto de la Humanidad. Una
felicidad, por tanto, que no es un Derecho Humano sin más, sino que presupone
más bien duros Deberes y limitaciones en la dirección social a unas minorías
intelectuales dirigentes.
Como corroboración de esta oposición
podemos observar que en la Sociedades donde ha triunfado el marxismo, los
poderes científicos y filosóficos han perdido su autonomía subordinándose a la
dirección política como muestran el famoso “caso Lysenco” en la época de Stalin
por el cual se condenó a la Biología genética mendeliana como burguesa. O la
condena de la Lógica Formal como lógica capitalista o de la Microeconomía
marginalista como psicologismo burgues, etc. Con ello la Unión Soviética sufrió
un atraso científico, respecto a Occidente que la desbancó de sus primeros
éxitos en la carrera espacial. Por el contrario en USA es donde adquirió
preponderancia filosófica el Positivismo, en su versión inglesa, con lo que su
Economía buscó intensamente la mejora de la competitividad económica de su
industria por el contacto con una investigación científica socialmente
fomentada y cuidada a través de la financiación generosa de Empresas
Multinacionales y grandes Fundaciones o instituciones Estatales como la Nasa.
Frente al populismo obrerista soviético triunfo aquí más bien la Tecnocracia y
el llamado “Fin de las Ideologías”.
Tras la caída del Muro de Berlín, el modelo
de sociedad altamente industrializada se ha impuesto a nivel global como
objetivo en todo el mundo, incluso en la misma Rusia de Putin o en la China
actual. Pero han empezado a verse sus limitaciones críticas con el ascenso de
una nueva Ideología que se resiste a morir y que parece ensombrencer las
optimistas previsiones del crecimiento industrial ilimitado al anunciar, con
apoyos científicos, negras previsiones catastrofistas de agotamiento de los
recursos energéticos, superpoblación letal e incontrolable, con su deriva de
plagas y nuevas “pestes” masivamente mortíferas, cambio climático, etc. Los
llamados nuevos caballos del Apocalipsis. No obstante parece observarse en USA
una readaptación y autocrítica de la filosofía positivista allí dominante con
el surgimiento de corrientes como la denominada Embodied Mind, uno de cuyos
representantes más conocido es George Lakoff, las cuales proponen un
revitalización de la filosofía replanteando los problemas de la racionalidad
humana desde una perspectiva que sigue apoyándose en los avances en el
conocimiento científico en nuevos campos, como los que ofrecen las Ciencias
Cognitivas (Robotica, Psicologia Evolutiva, Neurología, Psicolingüistica,
Paleoantropología), pero conectándolas con una filosofía fenomenológico
vitalista, como la del llamado último Husserl o Merleau-Ponty. En tal sentido
hemos hablado en otro lugar de una Refundación del Positivismo. En el marxismo,
quien abrió el camino a esta conexión con los problemas vitales fue la llamada
Escuela de Frankfurt, la cual está en la base de los nuevos movimientos
alternativos que bajo el nombre Occupied Wall-Street o de Indignados en España,
persiguen mantener la utopía marxista del Hombre Total con las reivindicaciones
de las minorías estudiantiles, raciales, culturales, homosexuales, etc. En tal sentido, ello no deja tampoco
de ser una muestra del ascenso crítico de los valores defendidos por la corriente
de la filosofía vitalista nietzscheana o de la izquierda heideggeriana. Entramos con
ello, como les ocurrió a las escuelas filosóficas helenísticas en el inicio de
la época de dominio romano, en una fase
de cierto eclepticismo filosófico aunque en el fondo continue la contraposición
irreductible entre los dos modelos de Sociedad formulados por marxistas y
positivistas.
Hola Manuel, tu interesante reflexión me ha suscitado algunas cuestiones que me gustaría comentarte:
ResponderEliminarSi no te he entendido mal - corrígeme en caso contrario- argumentas que el positivismo consideró una estructura "social orgánica" donde los anteriores movimientos ilustrados (liberalismo anglosajón y enciclopedistas franceses) contemplaron una estructura idealizada de la sociedad, es decir, una estructura cuyo Poder social debía emanar del pueblo en vez de Dios.
Yo entiendo una "sociedad orgánica" como una sociedad estructurada desde principios vitalistas y/o naturalistas; entiendo, por tanto, que la gestión de dicha sociedad debe ser de carácter tecnocrático y no ideológico. En una sociedad orgánica son las élites intelectuales (minorías selectas) las que deben crear, innovar y dirigir (Ortega).
Recuerdo que en España, además del raciovitalismo orteguiano, también el "razonalismo" de Fernández de la Mora defendió la esencia orgánica de la sociedad. De hecho, además de brillante filósofo, Fernández De la Mora fue también un eficiente tecnócrata y autor de un libro poco conocido: "El crepúsculo de las ideologías".
Sostenía De la Mora que, incluso en una sociedad que se dijera "democrática", siempre era una élite intelectual la que realmente dirigía. Así, propuso sin hipocresías que era necesario articular un "Estado de obras" frente al tradicional "Estados ideológico".
Creo, modestamente, que en España ya se sentaron las bases de un positivismo más racional (Ortega y Fernández de la Mora) antes de que George Lakoff propusiera algo parecido en EEUU.
Ahora bien: ¿Una sociedad marxista debería considerarse orgánica o ideológica?
Está claro que la esquizofrenia latente en la misma esencia del marxismo lo convierte en una ideología utópica que pretende hacernos creer que el Poder emana del Pueblo (proletariado), cuando en realidad es un Estado supremo (sustituto de Dios) el que dirige la masa social.
No es tanto que actualmente estemos inmersos en un eclepticismo filosófico (que pudiera ser que también) como el hecho de que las actuales sociedades, en el acertado parecer de Peter Sloterdijk, siguen padeciendo una enfermiza esquizofrenia empeñada patológicamente en seguir disociando los discursos públicos y privados. Por cierto, cínico proceder ya señalado por Ortega y Gasset.
Para evitar dicha disociación o escisión esquizoide, los pensadores actuales están optando por la "ideación" de los híbridos ideológicos más variopintos y selectos.
Bueno, la Tecnocracia no es lo que propone el positivismo de Comte, porque eso es exactamente lo contrario de lo que propone el marxismo. He leido, hace años a Fernández de la Mora y su propuesta del "fin de las ideologías". Pero eso parece más bien el gobierno de los filósofos de Platón, solo que ahora serían los científicos. Y no es eso lo que Comte señala. Pues una Sociedad Orgánica está constituida por dos Poderes, el político y el intelectual (filosófico, científico, etc.). Dichos poderes están separados y deben ser independientes. Por ello los filósofos no deben gobernar, sino influir con sus Ideas en la orientación de los ´políticos y del pueblo en general. Como contrapartida la investigación de la verdad queda reservada a los filósofos y científicos, sin que puedan intervenir por la espada o por el voto los políticos. Por ello dicha Sociedad Orgánica se moverá por la influencia recíproca de ambos poderes, aportando cada uno lo que mejor domina: la reflexión teórica general los sabios y la habilidad práctica-política los gobernantes que salen del pueblo. Mientras que en el marxismo todo lo determina en último término, el Proletariado y en la Tecnocrácia los técnicos. Es más bien una posición intermedia entre ambos extremos la que creo que defiende Comte, para el cual, p.ej, la Sociedad Medieval no sería una sociedad "totalitaria" como ha veces se dice, porque no había un poder único sino dos equilibrados: el Papa y el Emperador.
ResponderEliminarUn saludo
Hola de nuevo.
ResponderEliminarCreo que estamos de acuerdo en que en una "sociedad orgánica" las élites intelectuales (filósofos, científicos...) tienen un papel relevante, pues ejercen de "contrapoder", por así decirlo, para equilibrar los posibles excesos ideológicos de los políticos.
El régimen franquista, por ejemplo, fue considerado como una "democracia orgánica" (que lo fuere o no es cuestión aliena a lo que ahora nos ocupa). Se supone que dicho régimen pudo garantizar unos mínimos de libertad individual (creación de empresa, derecho a la propiedad privada...) gracias al contrapoder que ejercieron los tecnócratas, entre ellos Fernández de la Mora.
El tecnócrata era competente y eficaz porque era seleccionado de entre los mejores, y porque su misión era actuar, hacer o dirigir en base a realidades y problemas concretos (Estado de obras) evitando, así, el sesgo ideológico que podría instar al político de turno a hacer no lo que sería más conveniente para el bien común, sino lo que estuviese más acorde con su ideología particularista (estado ideológico).
En este sentido, el "Estado de obras" orgánico no debería entenderse como un análogo a la república platónica, donde eran los sabios quienes debían gobernar, sino como una perfecta simbiosis entre políticos (gobernantes) e intelectuales.
A mí, personalmente, tanto el raciovitalismo orteguiano como el razonalismo de De la Mora me han parecido muy similares a la propuesta de Lakoff: conectar la racionalidad humana con una filosofía fenomenológico vitalista. Éste sería el punto esencial que definiría una sociedad orgánica: armonizar razón y vida.
Así pues: ¿las nuevas propuestas de Lakoff estarían más cercanas al concepto de "sociedad orgánica" de Comte o, por el contrario, entroncarían más con el raciovitalismo orteguiano? ¿Cuál es su opinión?
Un saludo y gracias por sus comentarios.
Por lo que conozco creo que Ortega estaría de acuerdo con Comte en la conformación de una Sociedad Orgánica en dos poderes. La diferencia estaría en que Ortega piensa en una Democracia Liberal como el régimen político más propio mientras que Comte, como Marx y Fernández de la Mora propongan dictaduras, sean de las clases industriales (Comte), del proletariado(en Marx) o de los tecnócratas (en Fdez. de la Mora). En tal sentido Ortega estaría más cercano a Lakoff que los otros en tanto que este también defiende la democracia liberal y además un positivismo no meramente empirista sino vitalista-fenomenológico como señalas.
ResponderEliminarUn saludo
A mí,el libro de Fdez. de la Mora me gustó mucho, lo tengo en casa pendiente de una relectura. Me encantó más su primera parte, la de la crítica a las ideologías, que la segunda, su apuesta por una tecnocracia. Pero es un libro muy inteligente, muy agudo.Ortega es un pensador "organicista": https://www.revistalarazonhistorica.com/22-4/ No tengo dudas.
ResponderEliminar