La crisis del Euro, abierta en los países del
Sur de Europa por la dificultad de hacer frente a sus endeudamientos ruinosos, producidos, en parte, por la facilidad crediticia sin límites que proporcionó
el ingreso en tal moneda, ha desatado la crítica a la ideología del Proyecto de
Unidad Federal Europea propugnado principalmente por el llamado eje
franco-alemán, e incluso, en España, ha despertado una tradición anti-europea
que se remonta al Concilio de Trento, con su condena de la Europa Protestante,
y que, pasando por el africanista Unamuno, llega hasta nuestros días expuesta de
forma brillante en Blogs de gran difusión como el de Pio Moa. El chivo
expiatorio habitual suele ser el filósofo Ortega y Gasset: “Quizá la expresión más precisa de esa
vana retórica la haya ofrecido Ortega y Gasset con su frase ‘España es el problema, y Europa la solución’. Otras veces he señalado el cúmulo de insensateces
en que caía nuestro filósofo cuando especulaba sobre política e historia.
Aquella frase carece de lógica, pero es sugerente: sugiere que España funciona
mal, o incluso es el mal, y ‘Europa’ el bien”.(Pio Moa, “El Europeismo en España II”, Blog de Intereconomía).
Hemos tratado de la famosa frase pronunciada por Ortega en un artículo titulado “La solución europea”, pero vamos a retomar el tema de nuevo ya que persiste lo que
consideramos un mal entendimiento de Ortega. Pues la solución europea para los
problemas de España no era, en el filósofo madrileño, una cuestión meramente
económica o política, sino educativa o, como hoy se dice, cultural. La “solución
europea” era que España se incorporase a la cultura científica y filosófica que
modernamente había florecido en los países como Inglaterra, Francia o Alemania,
remediando un retraso secular en tales materias. Pues Ortega, que admiraba más
al conde de Saint Simon o a Augusto Comte que a Marx, pensaba que el progreso y
la riqueza de tales países se debía en una parte sustancial, no tanto al espíritu revolucionario inculcado por el Protestantismo, puramente destructivo, como a su apuesta por la
ciencia y la filosofía moderna, mientras que una España intelectualmente decadente
y poco modernizada, permanecía en la miseria y el atraso cultural, económico y social.
Esa cultura moderna es la que hoy, con USA a la cabeza, continua siendo
estimulada en los países más desarrollados del planeta, marcando un horizonte de civilización y progreso, aunque no exento de aspectos críticos como el diagnosticado por Ortega como "rebelión de las masas", que se ha impuesto históricamente sobre otros como los que intentaron imponer los llamados totalitarismos fascista y comunista. Esa cultura es la que, tras el despegue como potencia industrial en el franquismo, debía desarrollarse en España, pero no lo ha hecho de la forma debida. Lo cual nos ha conducido al triunfo de una oligarquía de políticos, banqueros y medios de comunicación, caracterizada por la mediocridad de su filosofía (el europeismo utópico que sueña con ceder soberanía a una Europa Federal, p. ej., y que Ortega nunca defendió, como ya expusimos en un artículo titulado "Sobre la unidad europea") y la incapacidad de depurar sus excesos al haber politizado al Poder Judicial y controlado a los grandes grupos mediáticos. Tales excesos y controles indebidos nos han conducido a la ruina económica en que nos encontramos actualmente como país, sin que se vean en el horizonte la aparición de unas nuevas fuerzas políticas y culturales que nos permitan otear un futuro más esperanzador e ilusionante para la mayoría de los españoles, en especial para los más jóvenes.
Ortega tenía, al menos, otra filosofía. Por ello, es preciso
recordar, para una mejor comprensión de la frase, que Ortega, en una
fase posterior a esta en que pronunció la frase famosa en el discurso de marzo
de 1910 en la Sociedad El Sitio de Bilbao, consiguió liberárse de la influencia
culturalista alemana de los neokantianos de Marburgo, y se
atrevió posteriormente a proponer una nueva filosofía, el llamado Raciovitalismo, que
contribuyese a superar la crisis interna de la modernidad europea que estalla
en 1914 con la Primera Guerra Mundial. Es decir, que Ortega creía, después de
tan terrible conflicto, que España, para solucionar sus problemas de atraso y
decadencia, no solo debía modernizarse copiando o imitando las corrientes
filosóficas inglesas, francesas o alemanas, sino que debía modernizarse culturalmente lo más originalmente posible (por eso escribió aquello de "nada moderno, muy siglo XX"), para aportar soluciones filosóficas y culturales nuevas que permitiesen a la civilización europea superar la llamada crisis de la Modernidad (aquí puede tener cierto sentido decir, como sostiene Po Moa, que muchos regeneracionistas estaban contagiados por la famosa "leyenda negra", en su rechazo miméticamente tomado de los ideólogos ingleses o franceses, de la España Imperial pero, en Ortega, no se encontrará ni pizca de odio a España, sino solo interés intelectual, amor intellectuallis, en descubrir las causas de nuestra decadencia para poder neutralizarlas. Su famoso diagnóstico de la debilidad y escasez de número e influencia de unas élites excelentes, sigue siendo una constatación en la España democrática actual, tan ayuna de los mejores y tan llena de numerosas mediocridades con mucho poder). Desde luego que era preciso ponerse al día de lo que era la
filosofía europea de entonces y por ello llevó a cabo una formidable labor de
traducciones y de artículos periodísticos que permitiesen salir a las minorías intelectuales
del país de la ignorancia reinante sobre tales materias en las cátedras
universitarias mayormente controladas por el clero. Pero con eso no bastaba. Había
que llevar a cabo la aportación española a la ciencia y a la filosofía europea.
Para eso era necesario la creación de minorías intelectuales formadoras de
opinión y de nuevas Ideas en la línea de una aportación nacional española a la
filosofía europea, que Ortega orientó hacia el Vitalismo, como hizo ya el joven
Unamuno, creyéndolo más acorde para la forma de ser de los españoles, que el descarnado
racionalismo cartesiano francés, el marxismo germánico o el positivismo cientificista
anglosajón.
No fue muy lejos
en su tarea, debido sobre todo a la crisis que abrió la II Republica y la
consiguiente Guerra Civil. Por ello la obra filosófica de Ortega, unos la verán
como fracasada o llena de errores, como cuando Pio Moa reprocha a Ortega su
opinión que atribuye la debilidad de las minorías intelectuales españolas, en
comparación con las de otros países europeos, a la herencia de unos visigodos
alcoholizados de romanismo (Ver su monumental, rigurosa y amena Nueva Historia de España, de la que nos ha parecido especialmente novedosa su periodización). Es fácil decir esto hoy cuando disponemos de un
conocimiento riguroso de la Historia medieval española, gracias a historiadores
como Sanchez-Albornoz, quien sin embargo en su famosa España un enigma histórico, mantiene la diferencia señalada por
Ortega en relación con las élites, aunque la justifica en hechos más positivos
y comprobables, como que fue la guerra total y secular contra el Islam la que permitió un igualitarismo social español inusual en el resto de Europa. Pues, a
diferencia de los torneos u ocasionales guerras del resto de Europa, los reinos
medievales hispánicos debían movilizar a todo el pueblo y de forma bastante prolongada, en unas condiciones que
permitieron la apertura de la clase noble a los innumerables héroes de guerra
populares suavizando notablemente las rígidas jerarquías medievales. También señala Albornoz que ese estado de guerra total, como ocurrió en la Segunda Guerra Mundial, hacía que las mujeres tuviesen que sustituir a menudo a los hombres en los trabajos agrícolas y artesanos haciéndolas tomar conciencia de su valía e igualdad, de la que algo queda en el famoso mito de Carmen. Ortega, ciertamente, cometió errores históricos, pero también debe reconocerse que libros como España Invertebrada, alumbraron hipotesis que contribuyeron a que
otras generaciones iniciasen por fin el estudio riguroso y científico de
nuestro oscuro pasado medieval.
Pero en otros aspectos, como los más estrictamente filosóficos,
a otros nos gustaría sugerir que quizás Ortega, con todas sus insuficiencias
haya sido una especie de visionario o de profeta, una especie de Moisés que apunta
el camino hacía una Tierra Prometida para España y para la Filosofía española, aunque fue
condenado a no llegar a pisarla. A Ortega no habría que compararlo con un
Husserl o un Heidegger, como a veces se hizo, ya sea para ningunearlo o para engrandecerlo,
sino con filósofos que marcan con sus escritos un carácter nacional a la
filosofía, como ocurre con el profético Francis Bacon, el cual en una filosofía
muy ensayística, y tan poco sistemática como la de Ortega, conduce a la filosofía inglesa moderna por las sendas del Empirismo. Ortega quiso conducirla hacia el Vitalismo. Habrá que esperar que resulta en el futuro de ello. De momento se le puede reconocer el acierto en la elección de los temas biológicos, vitales, como temas que empiezan a aparecer en nuestro horizonte del siglo XXI como profundos y dignos de preocupación para el futuro, como el "cambio climático", la superpoblación, la manipulación genética, el sentido de la vida, etc. Pero, Ortega, en tanto que no se redujo a ser un filósofo académico, tiene también mucho de gran crítico
cultural y en este sentido podría jugar un papel para la cultura española
futura como lo jugo un Montaigne con sus ensayos para la cultura francesa
moderna o u Lessing para la cultura alemana clásica. Es legítimamente debatible
todo ello, pero mal encaminados vamos si se empieza por no diferenciar claramente a
Ortega de toda aquella barahunda de los regeneracionistas europeístas o de los
actuales europeístas “papanatas”.
Estimado, podrían interesarle respecto al europeísmo orteguiano:
ResponderEliminarhttp://el-pareja.blogspot.com/2016/03/150-rey-desnudo-ortega-gasset-rebelion-masas.html
http://el-pareja.blogspot.com/2016/03/151-rey-desnudo-ortega-gasset-rebelion-masas.html
Saludos.
Muchas gracias por aportar abundantes textos sobre lo que pensaba Ortega de Europa. No obstante, no comparto sus interpretaciones sobre un Ortega racista. En el caso de considerar a Rusia como no europea Ortega exponía cosas semejantes a lo que decía filósofos como Max Scheler. Rusia deríva de Bizancio y no de Roma y su "despotismo asiático" sería resultado del absolutismo político resultante de someter el patriarcado eclesiástico al poder político del
ResponderEliminarZar, con las consecuencias en el nombramiento de obispos, etc., mientras que en Occidente la cuestión del Cesaro-papismo se resolvió en la separación de poderes entre la Iglesia y el Estado medievales, lo que permitió una sociedad más libre que la rusa. Lo que nos unió a los rusos fue la lucha,no contra Africa, sino contra el Islam. Por ello es torticero llamar africanos a los españoles cuando el criterio es de civilización cultural no de geografia. San Agustín nació y se educó en en Tagaste en el norte de Africa pero era romano por su cultura. Ortega no es un "moro" porque es fruto de una cultura que combatió al Islam con la Reconquista más que ninguna otra de Europa. Ahora les toca a los franceses e ingleses combatirlo porque necesitan a los inmigrantes. Ojalá tengan el mismo éxito que tuvo España. En España la inmigración mayoritaria viene de Sudamérica y no plantea una diferencia cultural como la islámica mientras no triunfe allí el indigenismo. Con respecto a la crítica de Ortega a los ingleses y norteamericanos que no entendían la Guerra Civil española, creo que Ortega está próximo a las tesis de Pio Moa al considerar que la izquierda republicana se equivocó al apoyar el golpe de estado de la Revolución de 34, lo cual llevaría a una república de soviets si triunfase.
Un saludo.