El futuro de los
actuales Estados nacionales parece tener un horizonte muy negro. Pero, cuidado,
porque también parecía tenerlo el propio capitalismo durante la mayor parte del
pasado siglo. La utilización del Globalismo de las minorías culturales y
sexuales, radicalizando sin limites sus derechos, contribuye a dañar el
reemplazo biológico generacional de las naciones occidentales, fomentando de
forma propagandística el aborto masivo o la infecundidad de la mujer,
destruyendo la estructura familiar tradicionalmente asentada en Occidente. Lo
cual lleva a medio y corto plazo a un recambio de población por la fertilidad
mucho mayor de las poblaciones emigrantes. Un serio problema para la
conservación de la identidad cultural de los Estados nacionales occidentales.
Pero el problema no se solucionaría cerrando drásticamente las
fronteras nacionales a la emigración, para tratar de contener la avalancha de
emigración desordenada que hoy están padeciendo USA y la EU. Tampoco fomentando
la natalidad de la población nativa. Dichas medidas podrían ayudar en parte. Pero
son medidas difíciles de aplicar de forma eficiente sin incurrir en formas
dictatoriales o autoritarias, las cuales podrían poner en peligro la propia
democracia liberal, llevándola al triunfo de incontrolables populismos
reaccionarios, como ocurrió en los años 30 con el auge del nazismo.
Los Estados-nación occidentales necesitan la emigración, como
ocurrió en el Imperio romano cuando se alcanzó un nivel de vida que hacía poco
atractivo al pópulo romano los trabajos más duros. Por ello se introdujo la
esclavitud que proporcionaban sus conquistas, junto con la subvención económica
y el entretenimiento cultural del “pan y circo”. Hoy el equivalente en una sociedad industrial avanzada serían los
llamados “migrantes” (término que no me gusta porque parece más propio de animales como las aves), junto con
los espectáculos subvencionados y las pagas a los nativos de un salario de
subsistencia que se pide sea de por vida. La destrucción de empleos que causará
la Inteligencia Artificial puede incluso acelerar tal proceso. Sin tales “migrantes”
la economía colapsaría; pero con ellos podrían plantearse problemas serios de
convivencia, que llevarían a luchas y enfrentamientos, dividiendo a sus
poblaciones y conduciendo a guerras civiles o serios levantamientos y motines.
En ello podrían tener una gran influencia las diferencias
religiosas, raciales y culturales. Francia ha sido el país donde primero se ha
observado el carácter conflictivo de una inmigración masiva musulmana
procedente de sus excolonias. Las costumbres religiosas derivadas de las leyes
islámicas chocan frontalmente con las derivadas de las leyes de su gloriosa
tradición republicana. Barrios enteros de las circunvalaciones, donde se
concentra una mayoría de población emigrante musulmana, escapan a dichas leyes
y a todo control policial del Estado. Inglaterra está recorriendo en los
últimos años el mismo camino por una inmigración masiva de musulmanes
procedentes de Pakistán, además de los procedentes de sus antiguas colonias de
África. Alemania, además de la masiva inmigración de población musulmana
derivada de la guerra de Siria, tiene la anterior y persistente inmigración
procedente de Turquía. Los ataques
islamistas que habían empezado en Francia (Bataclan) se han extendido a varias
ciudades alemanas. La consecuencia, ante la inacción de los gobiernos
seguidores de las políticas radicalmente globalistas de la UE han sido el
ascenso electoral creciente de partidos como AfD, el lepenismo, Farage, etc.
En España está pasando lo mismo, pero más atenuado porque la
mayoría de la inmigración masiva irregular procede de Sudamérica, que comparte
la misma cultura que la Madre Patria. La inmigración musulmana, procedente
principalmente de Marruecos es mucho menor. Ello deriva del diferente modo de
civilización llevado a cabo por España en América o Filipinas, convirtiendo a
sus poblaciones al Catolicismo, que lo hecho por los ingleses, holandeses,
etc., en la Asia donde practicaron un colonialismo puramente mercantil,
tolerando sus antiguas, y muchas veces bárbaras, creencias y supersticiones
religiosas. España, practicando una hábil política de mestizaje e integración de
las poblaciones nativas, pagó un precio económico muy caro, pero hizo una
inversión cultural que hoy podemos apreciar, pues tiene disponible una población inmigrante que no debe plantear
problemas serios de integración. El caso de USA tiene en común con España la
mayoría de los emigrantes sudamericanos, además de Méjico y el Caribe. El
conflicto puede derivar de sus diferentes costumbres de origen hispano o
anglosajón que, sin embargo, son producto de países tan occidentales como
España o Inglaterra. Por ello, no debería llevar a choques inasumibles por la
mayoría de la población norteamericana.
Japón y Australia se consideran integrados en la civilización
occidental. Australia está siguiendo unas leyes de control de la emigración
bastante estrictas, aunque las políticas globalistas siguen siendo allí muy
influyentes. Japón está superpoblado y tiene una población muy envejecida.
Buscan la solución, más que en los emigrantes, en la robótica que les pueda
suministrar una disminución de la mano de obra y u sustituto de la asistencia
domestica.
Por último, Arabia Saudí y los Emiratos árabes, por su alto
desarrollo económico, precisan también de una masiva emigración. Pero, al ser Monarquías
absolutas, se permiten no integrar a lo emigrantes trabajadores que vienen, por
ejemplo, de la India, retornándolos a sus países de origen sin otorgarles
derechos políticos.
Manuel F. Lorenzo