martes, 12 de noviembre de 2019

La civilización europea y la griega


Hoy asistimos a una crisis abierta en la Unión Europea por la petición de salida de una de las grandes naciones constituyentes fundamentales de la civilización europea occidental, como es Inglaterra, con el famoso brexit. Ello está llevando a discusiones de fondo sobre lo que es Europa, no solo como espacio político, sino como agente cultural creador de importantes valores civilizatorios que han permitido la existencia de la actual Civilización Occidental que incluye los territorios más ámpliamente industrializados y desarrollados del Globo terráqueo. Hay muchas formas de preguntarse por lo que es Europa, pero aquí vamos a intentar responder a ello buscando algunas analogías que mantiene con la Civilización Griega, de la cual en parte procedemos.

Los historiadores, cuando hablan de Grecia, no la presentan como una civilización homogénea, sino que presentan a dos ciudades-estados, Esparta y Atenas, como dos modelos políticos enteramente opuestos, pero ambos claves, en la explicación del desarrollo de dicha civilización. Esparta tuvo su gran legislador Licurgo y Grecia tuvo a Solón, los cuales concibieron dos modelos de Estado muy diferentes y en gran parte opuestos, con el predominio de la organización militar en Esparta, por el peligro que representaron los Mesenios, y el predominio del comercio y el cultivo de las artes en Atenas, debido a su carácter marítimo.

Europa también puede ser vista de forma no homogénea como una civilización en la que dos Monarquías nacionales, como la española y la inglesa, crearon dos modelos de Estado opuestos, la Monarquía Absoluta española y la Monarquía Parlamentaria inglesa, las cuales, tras la creación de sus respectivos Imperios, fueron decisivas en frenar y neutralizar la amenaza islámica (primero España con su Reconquista y su Lepanto y, finalmente Inglaterra, con la destrucción del Imperio Turco en la I Guerra Mundial). Dicha amenaza islámica puede compararse a la que representaron para los griegos los temibles ejércitos persas, que amenazaron con destruirlos y someterlos, pero fueron frenados por los espartanos en el paso delas Termópilas permitiendo así la decisiva derrota naval de Salamina por la flota comandada por Temístocles.

La Monarquía Absoluta española establecida por los Reyes Católicos, llevada a su máximo poder y expansión con Felipe II, fue el primer modelo de Estado moderno centralizado y burocratizado que se creó en Europa, imitado después por países como Francia y otros. Inglaterra, tras fracasar su imitación de dicho modelo absolutista, ensayada desde Enrique VIII a los Estuardo, hará triunfar, tras el enfrentamiento del Parlamento con sus reyes absolutistas, la Monarquía Parlamentaria, teorizada por auténticos nuevos legisladores como John Locke. Dicho modelo permitió, mejor que el español, el desarrollo de la industria y el comercio junto con las nuevas ciencias y la filosofía. Con él, Inglaterra acabaría imponiéndose como potencia hegemónica en Europa, desplazando a España y a una Francia aspirante a tal función tras las guerras religiosas entre protestantes y católicos que asolaron Europa desde el Renacimiento.

Aunque España no fue plenamente derrotada, pues mantendrá la mayor parte de su Imperio hasta las guerras napoleónicas, sin embargo su influencia decaerá de forma notable. España, como Esparta, destacó por sus grandes conquistadores y por la efectividad de sus famosos tercios y su poder marítimo. En Inglaterra predominó, como en Atenas, el carácter comerciante y el fomento de las artes y las ciencias que condujeron a su Revolución Industrial. Pero lo mismo que Esparta y Atenas acabaron siendo rebasadas por otros modelos de Estado diferentes y que se demostraron más poderosos, como la Macedonia de Alejandro y finalmente Roma, la superación de la Monarquía se va a intentar primero con el modelo de República presidencialista francesa que acabará imponiéndose con la Tercera República y después con el ascenso en la I y la II Guerra Mundial de la República Presidencialista de EEUU.

Un modelo que introduce la compleja separación de poderes de Montesquieu, con un poder presidencial que, sin pasar por el Parlamento, deriva directamente del ciudadano permitiendo sortear las crisis a que conducirá el parlamentarismo inglés con la extensión del voto a un elector masificado y proclive a ser presa de los demagogos, junto con la reducción creciente del papel de su Corona a una función meramente decorativa. Por eso se tiende a ver EEUU como una nueva Roma que pasa a hegemonizar el liderazgo en la civilización llamada Europeo Occidental desde América, a través de la OTAN y de otras organizaciones, aunque estén surgiendo grietas, como la de la crisis de la propia Unión Europea, por el ascenso de las ideologías multiculturalistas fomentadas desde la ONU, además del ascenso de una poderosa y gigantesca economía como la que hoy representa China tras las reformas de Deng Xiaoping.


Artículo publicado en El Español (9-10-2019)

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