La incertidumbre política en que nos
encontramos actualmente en España, tras los últimos procesos electorales, no
solo a nivel nacional sino también para poner en marcha importantes gobiernos
autonómicos, es un síntoma preocupante que está haciendo aparecer profundas
brechas políticas, tanto del lado de Ciudadanos y Vox como del lado de Pedro
Sánchez y Podemos.
Algunos
creen que es cuestión de buena voluntad y de cierta prudencia y concesiones
para alcanzar pactos políticos que estabilicen al menos la situación evitando
crisis mayores. Este es el criterio más extendido entre los comentaristas
políticos habituales de los medios. Solo unos pocos son claramente conscientes
de la gravedad de la situación, la cual requiere una visión de más largo
alcance, para lo que se requiere, a nuestro juicio, un vuelo intelectual al
estilo del que se atribuía a los filósofos platónicos. Ortega lo señalaba en
alguna ocasión cuando decía que si le preguntas a un filósofo platónico por una
situación actual, sea política o de otro tipo, su actitud será, en vez de
analizar la cuestión concreta y pronunciarse sobre las posibles salidas,
iniciar previamente una huida o regressus en sentido
contrario, una salida de la caverna, hacia un horizonte lejano donde se
encuentre alguna luz que nos puede iluminar para entender la situación,
evitando las falsas apariencias en que se percibe habitualmente. Y después
volver de nuevo a la caverna platónica (progressus) para tratar de
convencer a los que siguen presos de las apariencias y sacarlos de su error,
corriendo el peligro, como dice el mismo Platón, de que te intenten matar,
aunque sea como hoy, solo por linchamiento mediático o por censura de silencio,
equivalente a una muerte civil.
Pues,
para Platón, saber es recordar lo que ya sabíamos cuando vivíamos en el mundo
de las Ideas, en el que contemplamos la verdad y del que hemos caído a este
mundo de las apariencias. Por ello podemos acudir a situaciones pasadas, lejos
de nuestra perspectiva más inmediata, vistas como problemas ya resueltos y que,
aunque lejanas en el tiempo, recordándonos en ciertas semejanzas la situación
actual de la que pretendemos salir, nos ayuden a encontrar una solución a
nuestros problemas.
La
democracia actual ya dura 40 años, un número que es similar a lo que
duraron otros regímenes políticos estables, como la Restauración decimonónica o
el propio Régimen de Franco. Las Iª y IIª Repúblicas fueron periodos inestables
y de muy corta duración. Por ello, la crisis política actual que atravesamos se
debe entender como una crisis de un Régimen de larga duración. Nada nuevo bajo
el sol español. Lo que puede ser interesante de este diagnóstico es entonces
tratar de dibujar cuál podría ser la salida de la actual situación política de
crisis de Estado. En tal sentido podría compararse con el final de la
Restauración decimonónica que llevó a la dictadura de Primo de Rivera. Pero,
aunque hay mucho elementos semejantes, como la corrupción, el separatismo, hay
otros que no coinciden, como las luchas obreras o el terrorismo anarquista. Y
ello es porque aquella era una España todavía agraria mientras que hoy vivimos en
una España industrial, que alcanzó a instaurar una sociedad del bienestar ya
desde el final del franquismo.
Por
ello, puede ser más adecuado comparar la posible salida de lo que algunos
denominan una democracia “fallida” con la famosa Transición del franquismo a la
Democracia. Pues el franquismo, aunque cosechó grandes éxitos económicos y
de bienestar social, nunca antes alcanzados, fue un Régimen políticamente
fallido, ya que con la muerte de Franco se abrió una crisis sucesoria que
dividió a la propia clase gobernante franquista en continuistas (los del
“bunker”) y los reformistas. Además el propio entorno internacional, dominado
por USA, presionaba hacia su no continuidad. Se abrió así la llamada
Transición, que fue posible porque el propio Franco había designado a Juan
Carlos como sucesor suyo a título de Rey y esté impulso el cambio desde arriba
apoyándose en reformistas franquistas como Torcuato Fernández Miranda y
Adolfo Suarez. Ello muestra que el franquismo no era estrictamente monolítico,
sino que en él compartían el poder, además de falangistas de diverso tipo,
democristianos, carlistas, etc. Frente al peligro de una vuelta al Frente
Popular de la Republica que auspiciaban los partidarios de la “ruptura” (PSOE,
PCE y otros) triunfó en referéndum la transición de la “Ley a la Ley” propuesta
por el reformismo franquista.
El
actual periodo democrático, aunque ha tenido éxitos de diverso tipo como la
creación de un periodo largo de estabilidad política por el bipartidismo
dominante y la expansión de los grandes bancos y empresas en Hispanoamérica
donde llegamos a ser los grandes inversores junto con USA, sin embargo parece
que está llegando a convertirse en lo que se denomina una democracia “fallida”,
ante la impotencia del poder central en frenar la balcanización de España. Por
ello está apareciendo una división entre los llamados partidos
constitucionalistas que se oponen a los separatistas, que provocan sus
rebeliones sediciosas proclamando la República catalana, y a sus aliados como
Podemos o incluso el mismo PSOE, que permite el incumplimiento de la
Constitución.
Tales
partidos constitucionalistas pretenden defender la monarquía constitucional que
tiene su origen en la Transición frente al peligro de un nuevo frente-populismo
republicano, aunque difieren en la forma de hacerlo. PP y Cs pretenden defender
la Constitución sin tocar apenas aspectos claves que han provocado la crisis,
como las cesiones de soberanía a algunas autonomías o a la propia UE en la
cuestión de la inmigración, mientras que Vox cree que la mejor defensa de la
Constitución que garantiza la unidad de España está en revertir, dentro de la
Constitución, esa soberanía al Estado central español, el cual, además,
requiere de un reforzamiento ideológico de su identidad nacional, fruto de su
larga e impresionante historia que habría que librar de negrolegendarismo. Por
ello Vox podría acusar a PP y Cs de encerrarse en el “bunker” de una democracia
fallida para conservar unos privilegios adquiridos por una partitocracia
anterior que pone en peligro la existencia de España. Deberían, por el
contrario, llegar a un acuerdo para una Reforma profunda de la política actual
haciendo el harakiri de la partitocracia y sus excesos, como se la hicieron las
Cortes franquistas. Para ello se necesita un nuevo Torcuato y que el Rey como
Jefe del Estado junto al pueblo soberano, que sacó las banderas, lo apoyen
mayoritariamente y derroten en las urnas al nuevo Frente Popular de Pedro
Sanchez y sus aliados, que están provocando ya el desgobierno, la quiebra de la
democracia constitucional y la posible ruptura de España.
Artículo publicado en La Tribuna del País Vasco (20-7-2019)
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