viernes, 9 de agosto de 2019

Una democracia fallida


La incertidumbre política en que nos encontramos actualmente en España, tras los últimos procesos electorales, no solo a nivel nacional sino también para poner en marcha importantes gobiernos autonómicos, es un síntoma preocupante que está haciendo aparecer profundas brechas políticas, tanto del lado de Ciudadanos y Vox como del lado de Pedro Sánchez y Podemos.

Algunos creen que es cuestión de buena voluntad y de cierta prudencia y concesiones para alcanzar pactos políticos que estabilicen al menos la situación evitando crisis mayores. Este es el criterio más extendido entre los comentaristas políticos habituales de los medios. Solo unos pocos son claramente conscientes de la gravedad de la situación, la cual requiere una visión de más largo alcance, para lo que se requiere, a nuestro juicio, un vuelo intelectual al estilo del que se atribuía a los filósofos platónicos. Ortega lo señalaba en alguna ocasión cuando decía que si le preguntas a un filósofo platónico por una situación actual, sea política o de otro tipo, su actitud será, en vez de analizar la cuestión concreta y pronunciarse sobre las posibles salidas, iniciar previamente una huida o regressus en sentido contrario, una salida de la caverna, hacia un horizonte lejano donde se encuentre alguna luz que nos puede iluminar para entender la situación, evitando las falsas apariencias en que se percibe habitualmente. Y después volver de nuevo a la caverna platónica (progressus) para tratar de convencer a los que siguen presos de las apariencias y sacarlos de su error, corriendo el peligro, como dice el mismo Platón, de que te intenten matar, aunque sea como hoy, solo por linchamiento mediático o por censura de silencio, equivalente a una muerte civil.

Pues, para Platón, saber es recordar lo que ya sabíamos cuando vivíamos en el mundo de las Ideas, en el que contemplamos la verdad y del que hemos caído a este mundo de las apariencias. Por ello podemos acudir a situaciones pasadas, lejos de nuestra perspectiva más inmediata, vistas como problemas ya resueltos y que, aunque lejanas en el tiempo, recordándonos en ciertas semejanzas la situación actual de la que pretendemos salir, nos ayuden a encontrar una solución a nuestros problemas.

La democracia actual ya dura 40 años, un número que es similar a lo que duraron otros regímenes políticos estables, como la Restauración decimonónica o el propio Régimen de Franco. Las Iª y IIª Repúblicas fueron periodos inestables y de muy corta duración. Por ello, la crisis política actual que atravesamos se debe entender como una crisis de un Régimen de larga duración. Nada nuevo bajo el sol español. Lo que puede ser interesante de este diagnóstico es entonces tratar de dibujar cuál podría ser la salida de la actual situación política de crisis de Estado. En tal sentido podría compararse con el final de la Restauración decimonónica que llevó a la dictadura de Primo de Rivera. Pero, aunque hay mucho elementos semejantes, como la corrupción, el separatismo, hay otros que no coinciden, como las luchas obreras o el terrorismo anarquista. Y ello es porque aquella era una España todavía agraria mientras que hoy vivimos en una España industrial, que alcanzó a instaurar una sociedad del bienestar ya desde el final del franquismo.

Por ello, puede ser más adecuado comparar la posible salida de lo que algunos denominan una democracia “fallida” con la famosa Transición del franquismo a la Democracia. Pues el franquismo, aunque cosechó grandes éxitos económicos y de bienestar social, nunca antes alcanzados, fue un Régimen políticamente fallido, ya que con la muerte de Franco se abrió una crisis sucesoria que dividió a la propia clase gobernante franquista en continuistas (los del “bunker”) y los reformistas. Además el propio entorno internacional, dominado por USA, presionaba hacia su no continuidad. Se abrió así la llamada Transición, que fue posible porque el propio Franco había designado a Juan Carlos como sucesor suyo a título de Rey y esté impulso el cambio desde arriba apoyándose en reformistas franquistas como Torcuato Fernández Miranda y Adolfo Suarez. Ello muestra que el franquismo no era estrictamente monolítico, sino que en él compartían el poder, además de falangistas de diverso tipo, democristianos, carlistas, etc. Frente al peligro de una vuelta al Frente Popular de la Republica que auspiciaban los partidarios de la “ruptura” (PSOE, PCE y otros) triunfó en referéndum la transición de la “Ley a la Ley” propuesta por el reformismo franquista.

El actual periodo democrático, aunque ha tenido éxitos de diverso tipo como la creación de un periodo largo de estabilidad política por el bipartidismo dominante y la expansión de los grandes bancos y empresas en Hispanoamérica donde llegamos a ser los grandes inversores junto con USA, sin embargo parece que está llegando a convertirse en lo que se denomina una democracia “fallida”, ante la impotencia del poder central en frenar la balcanización de España. Por ello está apareciendo una división entre los llamados partidos constitucionalistas que se oponen a los separatistas, que provocan sus rebeliones sediciosas proclamando la República catalana, y a sus aliados como Podemos o incluso el mismo PSOE, que permite el incumplimiento de la Constitución.

Tales partidos constitucionalistas pretenden defender la monarquía constitucional que tiene su origen en la Transición frente al peligro de un nuevo frente-populismo republicano, aunque difieren en la forma de hacerlo. PP y Cs pretenden defender la Constitución sin tocar apenas aspectos claves que han provocado la crisis, como las cesiones de soberanía a algunas autonomías o a la propia UE en la cuestión de la inmigración, mientras que Vox cree que la mejor defensa de la Constitución que garantiza la unidad de España está en revertir, dentro de la Constitución, esa soberanía al Estado central español, el cual, además, requiere de un reforzamiento ideológico de su identidad nacional, fruto de su larga e impresionante historia que habría que librar de negrolegendarismo. Por ello Vox podría acusar a PP y Cs de encerrarse en el “bunker” de una democracia fallida para conservar unos privilegios adquiridos por una partitocracia anterior que pone en peligro la existencia de España. Deberían, por el contrario, llegar a un acuerdo para una Reforma profunda de la política actual haciendo el harakiri de la partitocracia y sus excesos, como se la hicieron las Cortes franquistas. Para ello se necesita un nuevo Torcuato y que el Rey como Jefe del Estado junto al pueblo soberano, que sacó las banderas, lo apoyen mayoritariamente y derroten en las urnas al nuevo Frente Popular de Pedro Sanchez y sus aliados, que están provocando ya el desgobierno, la quiebra de la democracia constitucional y la posible ruptura de España.


Artículo publicado en La Tribuna del País Vasco (20-7-2019)

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