martes, 2 de diciembre de 2014

Novedad Editorial: Meditaciones Fichteanas






Índice


Introducción                                                                     5

Actualidad de Fichte                                                       14 

Operatiología de la racionalidad humana                          45

Fenomenología y Operatiología                                       55

La mano como raíz generadora del conocimiento                  
humano                                                                           73

La Intersubjetividad Operatoria                                        82

Apendices

Fichte a la luz de Piaget                                                      92

La filosofía de Fichte                                                         109

 Notas                                                                               125

 Bibliografía                                                                      139






Introducción

     Este año de 2014, celebramos y conmemoramos el 200 aniversario de la muerte de Juan Teófilo Fichte, el gran filósofo idealista alemán, discípulo de Kant y genial creador del primer gran sistema filosófico idealista, basado en los revolucionarios hallazgos de la filosofía kantiana, inicio brillante de un camino filosófico que conducirá a la filosofía contemporánea. A pesar de la inmensa fama e influencia que tuvo en su tiempo, Fichte, junto con su inicial y brillante seguidor, Schelling, ha sido relegado posteriormente por figuras como Kant o Hegel (1). También el propio Hegel ha padecido tras la caída del Muro de Berlín un cierto desinterés por su filosofía, en comparación con Kant o Husserl.

     No obstante, en la segunda mitad del pasado siglo, se ha iniciado entre los especialistas un proceso de rehabilitación y nueva valoración de la filosofía de Fichte, junto con la del propio Schelling, que ha ido dando frutos al renovar el interés de los estudiosos actuales por los dos filósofos de aquella época filosófica del llamado Idealismo clásico alemán. Un testimonio de ello ha sido el libro, de título significativo, Between Kant and Hegel (Harvard University Press, 2003), de Dieter Heinrich, en el que, invirtiendo el planteamiento del clásico libro de Richard Kroner, Von Kant bis Hegel, en el cual se consideraba a ambos filósofos como meras figuras de transición entre Kant y Hegel, Heinrich resalta precisamente como figuras llenas de interés por sí mismas a Schelling o al poeta Hölderlin y, especialmente, a Fichte en relación con el auge de la filosofía cognitiva o Philososophy of Mind norteamericana. Por nuestra parte quisiéramos añadir, a las voces que se unan al coro conmemorativo de aquel gran filósofo alemán, algunas reflexiones a modo de meditaciones o “salvaciones” en el sentido de lo que Ortega, al principio de sus Meditaciones del Quijote, denomina, a sus ensayos meditativos, como:

“… lo que un humanista del siglo XVII hubiera denominado ‘salvaciones’. Se busca en ellos lo siguiente: dado un hecho –un hombre, un libro, un cuadro, un paisaje, un error, un dolor-, llevarlo por el camino más corto a la plenitud de su significado. Colocar las materias de todo orden, que la vida, en su resaca perenne, arroja a nuestros pies como restos inhábiles de un naufragio, en postura tal que dé en ellos el sol innumerables reverberaciones.

     Hay dentro de toda cosa la indicación de una posible plenitud. Un alma abierta y noble sentirá la ambición de perfeccionarla, de auxiliarla, para que logre esa su plenitud. Esto es amor –el amor a la perfección de lo amado”(2).

     En tal sentido trataremos de llevar críticamente a un autor como Fichte a la plenitud de su significación, en especial sobre un aspecto que puede despertar de nuevo el interés por la obra fichteana, y que no lo hemos visto tratado en ningún sitio, que es el de la conexión anticipadora de la Teoría del Conocimiento de Fichte desarrollada en su Wissenschaftslehre, con las novedosa y mundialmente influyente concepción del conocimiento humano desarrollada por Jean Piaget en su Epistemología Genética.

     Justamente, en relación con esto, hemos venido proponiendo y desarrollando, en los últimos años, una reforma fundacional de la Filosofía en conexión con la nueva concepción del conocimiento introducida por Jean Piaget, en la segunda mitad del pasado siglo, con el nombre de Epistemología Genética y que, a nuestro juicio, posibilita en muchos de sus resultados el desarrollo de una nueva forma de pensar la realidad que hemos interpretado como el desarrollo de un Pensamiento Hábil. En ella (3) nos acogíamos precisamente a la definición dada por Fichte de la Filosofía, no como una mera colección o conexión de Proposiciones (Sammlung von Sätzen) que pueden ser aprendidas, sino como una cierta visión de las cosas (Ansicht der Dinge), un especial modo de pensar (Denkart), que debemos producir en nosotros mismos (4).

     Pero Fichte no era entonces la mera ocasión para una cita que venía bien, sino que conformaba el surgimiento en la filosofía moderna de lo que denominamos una fundamentación opera-tiológica del conocimiento que sería científicamente desarrollada por Jean Piaget en el siglo XX. Pues Fichte es el primer filósofo moderno que formula filosóficamente la tesis, que Piaget enarbolará frente a los empirista del Positivismo Lógico o frente a los “innatistas” como Chomsky, de que lo esencial para entender el conocimiento humano es la Acción, los hechos-acciones (Tathandlungen) del sujeto cognoscente (5). De ahí que el estudio y la meditación de la obra fichteana, especialmente de su Wissenchaftslehre, con la dificultad correspondiente de sus múltiples versiones ofrecidas en sus cursos universitarios, haya sido una necesidad para conectar muchos de los brillantes resultados de la Epistemología Genética piagetiana con la renovación de una filosofía actual que pretenda abrirse camino en un mundo post-metafísico.

      En tal sentido, la obra de Fichte plantea serias dificultades por su incompletitud y sus continuas remodelaciones, a lo que se une muchas veces el carácter oscuro y difícil de sus textos, deliberadamente buscado por el autor, que no pretende decirlo todo sino estimular a la propia reflexión del lector. Frente a la claridad cartesiana Fichte se nos aparece, por ello, como un filósofo oscuro, aunque más profundo. No obstante, Ortega, admirador de la claridad cartesiana como cortesía del filósofo, consideraba a Fichte, en lugar del también considerado oscuro Hegel, como el hombre a batir en la cuestión de la superación del Idealismo y el paso a su Racio-vitalismo. Proponía sustituir la ciega Idea fichteana del Yo (6) por la clara y radiante Idea de la Vida. Ortega, parodiando al Husserl de las Meditaciones Cartesianas, proponía la formula de llevar a cabo un “cartesianismo de la vida” y no un mero “cartesianismo fenomenológico”. Esta fórmula de Ortega la hemos usado alguna vez, pero creemos que, en vista de lo que vamos a decir, deberíamos reformularla como un “fichteanismo de la vida”, para precisar nuestra propuesta filosófica de una filosofía operatiológica. Además, es preciso recordar que el modelo que Fichte tomó para desarrollar plenamente el kantismo no fue precisamente Descartes, sino más bien Spinoza, cuyo sistema metafísico “dogmático”, en términos kantianos, se convirtió en un contra-modelo para desarrollar el sistema crítico-idealista fichteano. Un “spinozismo de la libertad” era la formula que mejor correspondía a la filosofía sistemática del propio Fichte, pero también a las de Schelling y Hegel. En tal sentido, para Ortega, mutatis mutandis, es Fichte, y no Kant o Hegel, como quieren Schopenhauer o Marx respectivamente, el contra-modelo de referencia a seguir para superar el Idealismo moderno, en el sentido preciso de pasar de un “fichteanismo idealista” a un positivo “fichteanismo de la vida”.

     Fichte llevó a cabo un “giro ontológico” que complementó el “giro copernicano” gnoseológico de Kant. Y esto lo hizo invirtiendo a Spinoza. Pues Kant, además de destacar sobre todo por su genio analítico, -como el propio Fichte reconoció al compararlo con el génio más “sistemático” de Reinhold (7) -, no fue especialmente impresionado por la filosofía de Spinoza, al que no había leído o estudiado directamente, según confiesa en sus cartas a su amigo Hamman, y lo conocía sobre todo por referencias indirectas. El joven Fichte, sin embargo, sí fue atraído por la famosa polémica sobre el “espinosismo” de Lessing, desatada por la publicación de unas conversaciones que mantuvo con Jacobi, poco antes de su muerte y en las que se declaraba espinosista (8) provocando un gran escándalo cultural entre la intelectualidad germana. Lo que atrae a Fichte de Spinoza es la forma rigurosa y precisa de ordenar more geométrico su filosofía. En tal sentido Fichte tratará de ordenar el contenido de la nueva filosofía kantiana, vertida todavía en barrocos moldes aristotélico-escolásticos (Estética, Lógica, Analítica, Dialéctica, etc.), que habían sido renovados en el mundo filosófico germano por Christian Wolff, en una nueva forma de exposición y desarrollo dialéctica nada escolástica. Una forma más acorde con el nuevo modo de fundamentación y exposición sistemática introducida por Descartes, con su concepción hipotético-deductiva de partir del cógito como de un fundamentum inconcusum, para extraer de él en forma de proposiciones rigurosamente deducidas y demostradas, como hizo Spinoza, los nuevos contenidos filosóficos resultantes del criticismo kantiano. Aunque la deducción geométrica será sustituida por la nueva deducción dialéctica, que Kant había introducido en sus Críticas para escapar de las antinomias y contradicciones a que conducía el superficial racionalismo cartesiano.

     En estas circunstancias, el “giro ontológico” que introduce Fichte consistirá en sustituir la Substancia spinozista por el Yo trascendental kantiano. La tarea de una filosofía crítica no será ya, como en la metafísica spinozista, deducir la entera realidad a partir del Deus sive Natura, sino que la filosofía debe renunciar a tales ensoñaciones metafísicas para acometer tareas más modestas pero más humanamente realizables, como partir de la propia conciencia humana para tratar de deducir, no ya el mundo como es en sí, sino como es para nosotros, el mundo como representación (Vorstellung). Fichte continuó en esto los pasos iniciados por Reinhold, al que sucedió en la cátedra de Jena, aunque debiendo modificar esencialmente el denominado Principio de la Conciencia (Satz des Bewusstsein), que era entendido por Reinhold como un Hecho (Tatsache) indeducible, interpretándolo genialmente como una Acción (Tathandlung). Ni la kantiana Cosa en sí, que Reinhold había brillantemente desechado, ni los “hechos de conciencia”, del propio Reinhold, son el origen del conocimiento humano, sino que solo lo son, para Fichte, las acciones del Yo. La Acción es la esencia del Yo en el sentido preciso de que la acción, no es entendida como una propiedad más del Yo entre otras sino que el propio Yo es esencialmente actividad, y por ello su filosofía es una filosofía de la acción, una suerte de pragmatismo avant la lettre superador del dualismo cartesiano-kantiano, pues el propio Yo deriva de las acción, se constituye y constituye el mundo por sus acciones. Con ello Fichte es el primero de los grandes filósofos, como ya vimos que señaló Ortega, que se propone explicar el conocimiento humano, no a partir de las meras sensaciones o de Ideas innatas, sino desde las acciones del propio sujeto humano, en un sentido que será retomado de nuevo por Jean Piaget en su famosa mundialmente famosa Epistemología genética.


Notas:

(1) Como se ha señalado a comienzo del siglo actual: “…le paradigme continental, dans son opposition à la philosophie anglo-saxonne est, ces dernières années, toléré, accepté ou revendiqué lorsqu’il s’agit de Kant ou Husserl, mais réellement déconsidéré dans son versant purement idéaliste et speculatif”. Isabelle Thomas-Fogiel, Fichte. Réflexion et Argumentation, Vrin, Paris, 2004, p. 7.

(2) J. Ortega y Gasset, Meditaciones del Quijote, Obras Completas, Taurus, Madrid, 2004, t. I, p. 747.

(3) Ver Manuel F. Lorenzo, Introducción al Pensamiento Hábil, Lulu.com, 2007, p. 18.

(4) “ Philosophie ist nicht eine Sammlung von Sätzen, die so gelernt werden, sondern sie ist eine gewisse Ansicht der Dinge, eine besondere Denkart, die man in sich hervorbringen muss”, J. T. Fichte, Wissenschaftslehre nova método, Felix Meiner Verlag, Hamburg, 1994, p. 11.

(5) Para Ortega, Fichte es “el primer pensador que define al hombre como siendo primaria y fundamentalmente reine Agilität. Sería, de todo el pasado, el filósofo más actual si no le estorbase su patetismo constante, ingenuo y predicante. En Fichte llega a madurez la grande idea de Leibniz, por tanto, la gran idea alemana de que la realidad, la sustancia no es forma, como creían los griegos (…) y han creído siempre los mediterráneos, sino que es vis activa” J. Ortega y Gasset, Meditación de Europa, Obras Completas, t. IX, pp. 278-279, n.

(6) “Solo Fichte representa un caso aparte. Se advierte que palpa el verdadero ser de la vida; pero el intelectualismo no le deja ver eso que palpa, y tiene, por fuerza, que pensar eleáticamente. De ahí ese aspecto conmovedor de ciego caminante que lleva Fichte por las sierras de la metafísica”, J. Ortega y Gasset, Historia como sistema, Rev. de Occidente, Madrid, 1962, p. 33, n.1.

(7) “… nach dem genialischen Geistes Kants der Philosophie kein höheres Geschenk gemacht warden konnte, als durch den systematischen Geist Reinholds”, J.T.H. Fichte, Ueber den Begriff der Wissenschaftslehre, Jena , 1798, p. VI.

(8) Ver, Manuel F. Lorenzo, “La polémica sobre el ‘espinosismo’ de Lessing”, El Basilisco, nº 1, 1989, pp. 65-74.


(Texto tomado de Manuel F. Lorenzo, Meditaciones Fichteanas, Logos Verlag, Berlín, 2014, Introducción, pgs. 5-9).




5 comentarios:

  1. Hola Manuel, después de leerme tu interesante reflexión, donde señalas las evidentes influencias de Fichte en la teoría del conocimiento de Piaget, me he planteado algunas cuestiones.

    Desconozco, de hecho, la obra de Fichte, pero he leído bastante sobre psicología genética, sobre Piaget y la teoría constructivista.

    Actualmente, la mayoría de los sistemas pedagógicos se autodenominan constructivistas, es decir, se reconocen influenciados por la teoría cognitiva de la equilibración de Piaget y rechazan las teorías innatistas (Chomsky, como bien señalas).

    Yo estoy de acuerdo en que es la acción (la interacción del individuo con su entorno) lo que posibilita la adquisición de conocimientos; y, como Ortega, creo que la vida es, sobre todo, un constante "quehacer".
    Vivir es actuar, de acuerdo, pero no solo a través de la manipulación (operatividad manual) con los objetos, que también, sino a través de la ejecución de una continua toma de decisiones que llevamos a cabo cognitivamente.

    Primero está la elección (operación cognitiva) de entre un abanico de posibilidades que ofrece el medio (circunstancias) y solo después de la elección se llevará a cabo la ejecución manual.

    Ahora bien, la celebérrima máxima de Fichte: "la clase de filosofía que escojamos dependerá de la clase de persona que seamos", me plantea un "dilema": ¿somos lo que decidimos ser o, por el contrario, somos cómo genéticamente estamos predestinados a ser?

    O dicho de otro modo: ¿conocemos tan solo aquello a lo que tenemos "acceso" (interacción mediante) en unas determinadas circunstancias? ¿O conocemos aquello para lo que genéticamente estamos predispuestos?

    Personalmente, antes de conocer, muy superficialmente, algo de la obra de Fichte, yo ya tenía la sospecha de que el constructo de la personalidad no dependía tanto de factores ambientales, que también, como de factores biológicos (genéticos). De hecho, actualmente, tanto las neurociencias en general, como la psiquiatría, están demostrando, a través de la incontestable objetividad científica, que determinadas actitudes como el valor o la cobardía están programadas genéticamente.

    Esto que señalo es muy importante, porque demostraría que nuestros actos de elección cognitiva, que llevamos a cabo para ejecutar determinadas conductas, o que deciden en qué ideología creer o qué filosofía seguir, no serían tanto el fruto de una actividad operativa entre mente y entorno (yo y circunstancias) como de una pre-programación biológica.

    Y si esto fuere así, si ya estuviésemos pre-programados genéticamente para ser "quienes debemos ser" por imperativo biológico, deberíamos reconsiderar la teoría innatista de Chomsky, no solo en lo que respectaría a cómo adquirimos el lenguaje, a la postre también el pensamiento, sino también en lo concerniente a "qué conoceremos dependiendo de cómo seamos".

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  2. Bueno, Piaget no dice que la actividad humana se reduzca a actividad manual. El habla de la actividad corporal de la boca, los pies, las manos, los ojos, etc. Pero atribuye a las manipulaciones de los niños la posibilidad de una coonciencia intencional de medios-fines la cual está en el origen de la inteligencia humana técnica. Lo que llamas decisiones cognitivas tienen más que ver con los procesos consciente, los cuales son posibles por la habilidad simbólico lingüistica que desarrolla el niño a partir de los dos años, cuando aprende a hablar.Pero la base de dicha conciencia son las acciones coordinadas de la glotis y la circutería cerebral, por la que se interioriza el lenguaje. Por tanto hay dos focos de la inteligencia humana, las manos que son un primun y la glotis que permite el summun de las operaciones lingüisticas cuya maxima sofisticación y abstracción sin las operaciones lógico-matemáticas, las cuales no se pueden desarrollar plenamente sin manipular de nuevo los simbolos en el encerado o en el teclado. Por tanto las manos son de alguna manera trascendentales en el pensamiento inteligente humano. Incluso las llamadas hoy "habilidades emocionales", como el sentido de lo que es justo, se adquieren, según Piaget, a traves de los juegos de canicas de los niños, por ejemplo, en los que se discuten las reglas del juego, lo que es trampa,etc. Piaget, que era biólogo de formación, no comparte la concepción genética del neodarwinismo que exluye toda influencia del conocimiento adquirido y, por tanto, del medio, en la configuración de la personalidad del individuo. El se refería a genetistas como Wadington que admitían una especie de lamarkismo pero en relación con la selección cromosomática. Por eso tiene sentido decir que el carácter que se hereda no es un mero resultado de la lotería genética sino que está condicionado por la actividad del individuo, la cual tiene siempre margenes de elección y de "autoregulación". De ahí que tenga sentido la famosa frase de Fichte de que estamos condicionados para elegir la filosofía por nuestra forma de ser; pero esta forma de ser no resulta de un mero mecanicismo hereditario, sino que se configura libremente por la capacidad autorregulativa de nuestras acciones corporales. Por tanto, Piaget no admite que la inteligencia lógica o emocional humana esté preprogramada biologicamente. Esto lo hace el mecanicimo materialista, que pretende siempre esplicar la libertad humana a partir de la necesidad física, pero Fichte y Piaget creo que planteaban el problema inverso: como explicar la necesidad lógica o matemática ( la necesidad y universalidad de las proposiciones científicas o juicios sintéticos apriori de Kant) a partir de la acción libre de los sujetos humanos dados en un medio. En este sentido Fichte decía que el que cree que no somos libres, que todo está pre-progamado elegirá una filosofía mecanicista, se someterá facilmente a la inercia del poder constituido, etc., mientras que el que piensa lo contrario elegirá una filosofía que parte de la libertad de nuestras acciones para transformar el mundo transformandonos en un sentido más inteligente nosotros mismos.

    Un saludo.

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  3. Hola de nuevo.

    Desde luego no he debido explicarme suficientemente bien. Disculpa mi torpeza.
    Claro que el período sensoriomotor (clave en el desarrollo cognitivo de los niños) va más allá de la actividad manual; todos los sentidos están implicados en la adquisición de conocimientos (asimilación, acomodación y equilibrio).

    Tampoco niego la indiscutible influencia de los factores ambientales, ya no solo en la adquisición de conocimientos sino también en el desarrollo de la personalidad y, por tanto, de nuestras creencias (ideológicas, religiosas o filosóficas).

    No quise decir que la inteligencia humana estuviese pre-programada a priori; ni, por supuesto, tampoco que nuestras creencias o nuestra personalidad lo estuvieren.

    Lo que intenté señalar, quizás con escasa "claridad orteguiana", es que si tenemos un gen, por poner un ejemplo, que nos impide temer o sentir miedo en circunstancias en las que, por lo general, la mayoría de los individuos sí se aterrarían; ese gen, decía, determinará en alguna medida, como mínimo, nuestras elecciones vitales. Después, por supuesto, también determinarían dicha elección nuestras experiencias vitales (ambientales).

    Recuerdo, a bote pronto, las conclusiones de una neurobióloga (lamento no recordar su nombre) sobre el caso del terrorista De Juana Chaos; un individuo que primero militó en Fuerza Nueva y, más tarde, en la banda terrorista ETA.
    Ambas elecciones "ideológicas" resultan claramente antagónicas, pero comparten un mismo denominador común: la legitimación de la violencia como medio para conseguir fines políticos.

    La neurobióloga sostenía, en definitiva, que la configuración genética de De Juana le predeterminaba a éste hacia una concreta forma de actuar (a través de la violencia). Después, por supuesto, serían las circunstancias, la pedagogía social y sus propias experiencias personales las que le orientarían hacia una u otra "filosofía".
    Pero, volviendo a Fichte, lo que estaría claro es que De Juana hizo sus elecciones, cierto que libremente, pero inevitablemente condicionado por su gen temerario o agresivo. Desde luego, De Juana difícilmente hubiese podido llegar a ser un hippie al uso.

    Quiero decir, y concluyo, que yo tengo la sensación (no sé si estoy en lo cierto) de que elegimos una filosofía en función de cómo somos, al margen de que dicha filosofía o ideología pudiera o no demostrar sus bondades mejor que otras. De hecho, yo sostengo que primero experimentamos un autorreconocimiento de cómo somos (aunque sea intuitiva o inconscientemente) y después legitimamos (ad hoc) la filosofía o ideología que mejor "encaja" o se adecua a nuestra forma de ser.

    Mi pregunta es: ¿no sería en este sentido como habría que interpretar la máxima fichteana "la clase de filosofía que elijamos dependerá de la clase de persona que seamos?

    Un saludo y gracias por sus comentarios.

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  4. Bien, de acuerdo, pero la filosofía no se puede reducir a una mera "racionalización" de nuestros intereses personales, pues puede a su vez cambiar nuestra personalidad. Una filosofía nos transforma y nos puede hacer mejores. El problema es que la formación de la personalidad es algo que todavía no está muy claro en relación con lo que hay de herencia o de aprendizaje. En el caso de un etarra el problema no es que sea una persona con disposición a la violencia sino que es la filosofía etarra que elige, una filosofía del resentimiento, una filosofía simplona, una mala filosofía frente a otras que serían mejores, la que canaliza esa personlidad violenta y autoritaria por una vía malvada, etc. En Fichte hay que tener en cuenta siempre la causalidad recíproca o circular entre vida y filosofía, dada en términos de una oposición dialéctica por la que, como dice, cuando se filosofa no se vive y cuando se vive no se filosofa, aunque en ambos casos no se para de actuar, que es lo esencial de la vida humana.

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  5. Quizás la filosofía no se "debería" reducir a una racionalización o justificación de nuestros intereses personales. No, al menos, si lo que pretendemos es buscar la verdad de forma objetiva y definirla de forma absoluta y universal.
    El problema, sin embargo, es que desde el momento en que reconocemos que la verdad es relativa o, cuanto menos, susceptible de ser "interpretada" desde diferentes perspectivas, cabe que nos preguntemos: ¿qué intereses o fines últimos persigue una verdad? ¿no será, al cabo, que el tipo de filosofía que aceptemos dependerá de la clase de persona que seamos?

    Es cierto que una determinada filosofía, o ideología, puede cambiar nuestra forma de pensar, pero insisto: existe, a priori, una predisposición genética (biológica) que nos "limita", sin que seamos conscientes de ello, nuestro abanico de posibles elecciones vitales. Por tanto, yo creo que, a día de hoy, cada vez ganan mayor peso las teorías de la herencia en lo que respecta al desarrollo de la personalidad.

    Respecto al caso del etarra, yo no me atrevería a negar la presencia apriorística de genes (herencia biológica) que le predispusieran para la violencia, o para el heroísmo. El hecho de argumentar que su "filosofía" es del resentimiento no me convence; menos aún me convence que unilateralmente decidamos que su filosofía es simplona o una mala filosofía. ¿Acaso no ha obtenido ETA lo que deseaba? ¿No ha derrotado ETA, de facto, al Estado español? ¿De verdad su filosofía era tan "mala o simplona" o, sencillamente, resultaba antagónica y enfrentada a nuestra concepción de una "buena" filosofía basada en valores judío-cristianos?

    Y volviendo a Fichte, cada vez resulta más "confuso" discernir entre realidad y virtualidad, es decir, ¿es cierto que cuando se filosofa no se vive?
    Efectivamente, "lo esencial" es actuar: elegir y ejecutar en un quehacer constante. ¿Importa demasiado, en las actuales sociedades de "lujo" en las que vivimos, que dichos actos intelectivos se produzca a través de la interacción con la realidad (vida) o en una realidad virtual (en nuestra mente)?

    En fin, estoy totalmente de acuerdo con la máxima de Fichte, y creo que él mismo, de haber tenido acceso a los actuales descubrimientos y avances de la neuropsiquiatría y la neurobiología, hubiese encontrado en estos una perfecta justificación de su célebre máxima: "el tipo de filosofía que elijamos dependerá de la clase de persona que seamos". Suscribo al 100%

    Un saludo y gracias por permitirme exponer reflexiones que no dejan de ser opiniones personales. ¿Acaso no es "todo personal"?


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