martes, 2 de septiembre de 2014

Sobre la crítica de Ortega a la Restauración (y IV)

     Como final de esta revisión de la crítica de Ortega a la Restauración, ante la presente crisis de la actual Restauración de la monarquía democrática española y su relación con la propuesta orteguiana de la necesidad de la influencia educativa y política nacional de la minorías intelectuales egrégias, trataremos a continuación de una posible dimensión, ya no nacional, sino internacional, de la influencia de tales minorías. Hoy, a diferencia de los tiempos del joven Ortega, ya no es Inglaterra la superpotencia mundial, sino los EEUU. El llamado Imperio norteamericano ha resultado, tras la caída del Muro de Berlín, el nuevo super-poder mundial, que recuerda al ascenso de Roma en el Mediterraneo tras la derrota de los competidores Imperios helenísticos. Pero es un Imperio de naturaleza diferente al romano. No es esencialmente un Imperio dictatorial de tipo militar-esclavista, sino un poder científico-industrial, basado en la democracia liberal. Pero, a pesar de tales diferencias notables no es menos interesante resaltar, como hicimos en el artículo anterior, ciertas semejanzas. Pues, así como Roma, tras derrotar a grandes Imperios, como el cartaginés o el Egipto de los Ptolomeos, logró perdurar por siglos y marcar una profunda huella civilizadora en el Mundo Antiguo, debido principalmente a lo que Montesquieu llamó la característica división de poderes que limitaban cualquier absolutismo imperial, los EEUU, tras derrotar a los totalitarismos de masas no menos imperialistas de nazis y soviéticos, instaura una moderna sociedad de masas no totalitaria o absolutista, por la gracia de su Constitución política basada en la división de poderes recomendada por Locke y Montesquieu.

     No obstante ello, el poder del Imperio romano no se reducía al poder puramente militar, como el poder norteamericano tampoco debe verse como un poder meramente económico o ténico-científico. Es en el momento de su conversión imperial cuando el mundo romano descubre e incorpora la filosofía griega a través de Ciceron, quien es el primer romano que asimila la filosofía de las Escuelas atenienses en  una síntesis ecleptica en la que predomina el estoicismo. Como relata Renan, en el prólogo de su libro Marco Aurelio y el fín del Mundo Antíguo, la filosofía tuvo la dicha de ver como en Roma se cumplieron las profecías de Platón, pues en ella el poder “espiritual” de los filósofos, desde Séneca, llega a dirigir y orientar sabiamente la política romano, consiguiendo incluso que un “rey”, Marco Aurelio se haga filósofo. Fue Ciceron, miembro de una influyente minoría aristocrática de patricios, perteneciente al llamdo Circulo de los Escipiones., quien convertirá a los infieles romanos, hasta entonces desconocedores de la Filosofía, a la filosofía griega de los Panecios y Posidonios, integrantes del llamado Estoicismo Medio. Dicho suceso se revelará trascendental pues es el origen de una novedosa división del poder en político “terrenal” y religioso “espiritual”, que se consolidará en el época del emperador Constantino con la famosa separación entre Estado imperial e Iglesia papal, el cual, tras la destrucción de Roma, renacerá en la naciente Europa de Carlomagno, con todo lo que significa de fermento propicio para el surgimeinto de las sociedades liberales modernas. En tal sentido, la Iglesia católica, a pesar de las acusaciones volterianas de oscurantismo, fue la primera religión Monoteista que incorpora la Metafísica filosófica griega, germen, a su vez, del nuevo poder espiritual de la ciencia y la filosofía modernas.

     Los EEUU, en tanto que surgen de la Guerra de la Independencia contra Inglaterra, incluyen ya el conocimiento de la filosofía europea por el origen cultural de sus primeros colonos. Pero, este conocimiento está extremadamente deformado por el peso abrumador de la tradición empirista inglesa. En tal sentido se contrapone habitualmente la filosofía Anglosajona a la llamada filosofía Continental europea, entendiendo por tal la tradición racionalista francesa y alemana. El Positivismo, junto con la educación científica y tecnológica, ha llegado a ser, así, la corriente filosófica predominante en sus Universidades y centros de enseñanza. Corrientes como el marxismo o el vitalismo nietzscheano, solo han adquirido una influencia marginal. No obstante,   la tradición empirista anglosajona parece haber entrado en crisis y se empieza a perder su monopolio en la influencia universitaria, a causa del ascenso de la Fenomenología de Hussel, Merleau-Ponty, y otros, propugnados por influyentes figuras como Lakoff & Johnson en su famoso libro Philosophy in the flesh (1999). De tal modo, se puede decir que EEUU empieza la incorporación académica decidida, y no de modo meramente marginal, de la llamada Filosofía Continental que va de Kant a Husserl. Se trata ahora de sustituir el empirismo atomista ingles por el empirismo fenomenológico alemán. Pero este paso significa, a nuestro juicio, aun mucho más. Significa el descubrimiento de la Filosofía sistemática trascendental, de la Filosofía con mayúsculas, que es la filosofía alemana moderna, como lo era la Metafísica griega. Por ello no parece un paso fácil de dar en un ambiente universitario norteamericano dominado por la mayoría de los WASP (Blancos, Anglosajones y Protestantes). Hay, sin embargo, una minoría cultural en ascenso, la hispana, que se encuentra en mejor disposición intelectual para asimilar este brusco cambio de “paradigma” filosófico que se esta abriendo camino. Y ello se debe en parte muy importante a la labor filosófico-cultural de Ortega y Gasset, en tanto que es una especie de Ciceron hispano, pues también se considero un introductor de la Filosofía in partibus infidelium, es decir, en tierra de infieles, en tierra de desconocedores de ella, como fue España durante siglos desconocedora de la Filosofía Moderna por el predominio segular del aristotelismo entre la mayoría de sus cabezas pensantes.

     Ortega, como Ciceron, fue un orador brillante y un filósofo ecléptico que propugnó una mezlcla de racionalismo fenómeno-lógico y vitalismo nietzscheano. Así como Ciceron eligió el Estoicismo Medio de Panecio y no el de Zenón, que todavía estaba preso de la creencia astrológica, Ortega eligió el positivismo fenomenológico de Husserl y rechazo el positivismo empirista de Comte o Stuart Mill, lastrado de un empirismo afilosófico y pre-kantiano. Aunque Ortega fue traducido al inglés y al alemán, y muy leído en Alemania, irradió sobre todo su influencia por el mundo de lengua española, el cual está empezando a pesar notablemente en los propios EEUU. De la misma manera que Cicerón, es Ortega un gran escritor capaz de exponer con claridad para un público amplio las más abstrusas cuestiones filosóficas. Por ello la profundización y extensión de su influencia en la minoría cultural hispana norteamericana abre una posibilidad de influencia mundial nuevamente de lo español en el mundo, como él se proponía. Una influencia que ahora ya no sería tanto “terrenal”, con sus navegantes y conquistadores, sino “espiritual”, con sus nuevas aportaciones filosóficas hispanas. Una influencia no meramente repetitiva como un eco, sino hecha sobre la base de la profundización y superación de la filosofía fenomenológica alemana, que Ortega fue el primero en España que se preocupo con seriedad y constancia de dar a conocer; y no ya para quedarse en ella sino para utilizarla como tampolín para ir más allá y adentrarse en una nueva filosofía del futuro, siguiendo el lema de los navegantes del Renacimiento plus ultra, que ya no fuese idealista moderna, sino que fuese muy vitalista, muy española y mediterránea, muy de lo que llamaba la “Europa del Sur”.


     Solo una minoría intelectual educada en dicha filosofía, sería capaz de acabar con la “invertebración” y el particularismo propios de una sociedad de “masas”, como lo fue la española, lastrada secularmente, a pesar de sus grandes hazañas momentáneas, por el defecto de la “invidencia” quijotista. Una invidencia que hoy empieza a preocupar en los propios EEUU, donde se hace difícil contener la degradación ambiental producida por el egoísmo consumista de sus masas y la carencia de Ideas generales profundas de sus cada vez más poderosos “bárbaros especialistas”, dominadores de una ciencia separada de la filosofía y cada vez más reducida a los intereses de la tecnología y la especulación económica.

7 comentarios:

  1. He leído su reflexión atentamente y aunque, como orteguiano, también suscribo la necesidad de retomar la filosofía raciovital para superar las actuales graves circunstancias, no veo claro que en EEUU (ebrio de protestantismo anglosajón al cabo) pudiera calar una propuesta de vida orientada a la acción y al constante quehacer vital, al menos no desde la aceptación de un necesario "espíritu deportivo" que tuviese más en cuenta valores trascendentales y no tanto los puramente materialistas. De hecho, el materialismo cientifista y tecnológico es el que, hoy, configura la sociedad estadounidense; una sociedad de especialistas en tecnologías, o bárbaros especialistas, como usted les denomina, ajenos a los problemas reales de la vida (ecología, espacio vital, guerras ideológicas y religiosas en ciernes...). Silicon Valley sería el paradigma de lo que estamos hablando: los nuevos bizantinos, alienos a lo que ocurre en el mundo, y siempre seguros de poder evitar lo inevitable a fuer de pagar tributos, es decir, a fuer de desarrollar tecnologías y más tecnologías.

    Creo que se hace necesario retornar a la vida, volver a reivindicar al hombre de carne y hueso frente a los "humanos, demasiado humanos" civilizados en que nos hemos convertido. En este sentido, tanto o más que recuperar a Ortega sería necesario recuperar la idea de provincia heideggeriana.

    La cuestión sería, como bien señaló Habermas, determinar de qué manera cabría "civilizar" la provincia heideggeriana para no hacerla demasiado incómoda ante los ojos de un humanismo ebrio de sí mismo y que, a todos los efectos, ha fracasado en la sacra misión de impedir la autoinmolación de la civilización occidental.

    La invidencia de la que usted acusa a los EEUU viene de muy atrás, de cuando, siguiendo a Churchill, prefirieron defenestrar al nazismo aliándose con el comunismo; viene de cuando MacArthur fue desoído por la intelligentzia de turno y, pese a sus advertencias, los garantes de las libertades dejaron "dormir al gigante chino" permitiéndole fortalecerse y convertirse en la grave amenaza que es hoy.

    Y es que, su propuesta de retornar a la filosofía debe implicar, inevitablemente, defender un retorno a la vida, a la naturaleza, a la provincia; debe implicar un necesario y vital reencuentro del hombre consigo mismo y con su esencia trascendental. De lo contrario, mientras nuestros "especialistas" de aquí, o los de allende los mares (Silicon Valley) sigan ensimismados en sus particularistas intereses, el dogmático suprematismo islámico, por ejemplo, seguirá avanzado y enraizándose, imparable, en el mismo seno de Occidente. Y no hablemos ya de Rusia y China, cada vez más crecidos ante la debilidad espiritual que demuestra no solo Europa, sino también unos EEUU, ahora convertidos en un decadente y débil Imperio romano, presto a dejar las puertas abiertas a otros "barbaros", no especialistas en tecnologías precisamente, sino en cercenar cabezas al más puro estilo tradicional heredado de sus ancestros.

    Saludos.

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  2. Muchas gracias, de nuevo, por su amable comentario. Contestando a algunas de las importantes cuestiones que plantea, creo que USA está ya cambiando de filosofía en ciertos ambientes académicos instalados precisamente en las universidades de la costa Oeste, muy cerca de Silicon Valley. En Berkeley está George Lakoff, quizás el intelectual más influyente norteamericano, el cual plantea una reforma de la filosofía académica y una vuelta hacia la Fenomenología de Husserl y Merleau-Ponty. Creo que es una posición próxima al raciovitalismo orteguiano. Heidegger ha sido bien explicado en Berkeley por el profesor Dreyfus que les ha hecho ver, al menos a muchos alumnos, que Heidegger no se reduce a una niebla metafísica. Pero yo creo que Ortega puede llegar a un público más amplio porque es mejor escritor y orador que Heidegger. Además cuenta con la suerte, que no tienen los alemanes, de contar con la creciente influencia política de la minoría hispana. Una minoría que empieza a ser crucial en la lucha política y que puede contar en su lucha por el reconocimiento y la plena integración con una cultura literaria y filosófica como la española. La minoría negra, por ejemplo, en su importante ascenso en la lucha por los derechos civiles, no contó con una cultura filosófica diferente de la inglesa. Algunos líderes negros buscaron la diferencia pasándose al Islam (ahora se empieza a ver como un error) o buscando una filosofía, anterior a los griegos, en el antiguo Egipto (?) o en la reina de Saba. La minoría hispana puede disponer de una filosofía moderna que recoja la crítica kantiana y husserliana al cientifismo simplón del positivismo anglosajón. Creo que lo mismo que el Imperio romano se civilizó y mejoró con la incorporación de la filosofía estoica por Cicerón y una influyente minoría culta, la sociedad norteamericana puede mejorar también con la aportación del raciovitalismo que, aunque tiene influencia alemana, sólo puede obtener una fuerza social y no meramente académica con la minoría hispana. En el último campeonato de futbol el interés en Usa creció por que la minoría hispana empuja más por el futbol que por el beisbol. Es un dato sociológica a tener en cuenta. El beisbol nunca será un deporte global, como el futbol. De la misma manera creo que el empirismo anglosajón nunca alcanzará la universalidad del kantismo, por ejemplo.

    Un saludo.

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  3. Gracias a usted por compartir sus reflexiones públicamente.
    Me alegra saber que en Berkeley están por la labor de recuperar la fenomenología de Husserl y de retomar la metafísica de Heidegger. Yo creo, como Habermas ("pensar a Heidegger contra Heidegger"), que es necesario recuperar la parte más vital y provinciana de Heidegger, aunque quizás sea necesario, como comenté en mi post anterior, "civilizarla" para hacerla compatible con los dictados de la actual socialdemocracia.
    Desde luego, Ortega era un comunicador mucho más brillante que Heidegger, y mejor pedagogo además. A mí, personalmente, me hubiese sido muy difícil (o imposible) entender la farragosa "Ser y tiempo" si, primero, no me hubiese preparado, y deleitado, con la magnífica "¿Qué es filosofía?" de Ortega.

    Su propuesta, que comparto plenamente, incide en la necesidad de formar "una minoría intelectual educada en dicha filosofía" (raciovitalismo).
    Suponiendo que, efectivamente, Ortega pudiera llegar a un público más amplio que Heidegger, concretamente a las minorías hispanas de EEUU, ¿no cree usted que dichas minorías (incluso las formadas) están todavía, por lo general, muy alejadas de la posibilidad de pensar filosóficamente, con espíritu crítico, no solo a Ortega sino a cualquier propuesta filosófica que se alejara de sus tradicionales referentes católicos, en ocasiones incluso mágico-religiosos (supersticiones, rituales de raíz pagana...)?

    Usted propone una solución que, por cierto, venimos defendiendo muchos desde hace años: crear una élite intelectual, análoga a la que en su día se formó en la Escuela de Madrid. Bien, pero ¿es factible dicha propuesta en España? ¿Sería igualmente posible en EEUU?

    Resulta difícil encontrar en la red un blog que, como el suyo, no solo exponga al gran público brillantes reflexiones, sino que, además, permita la interacción dialéctica con comentaristas anónimos.
    ¿Por qué, a pesar de las muchas posibilidades que ofrece este espacio suyo, no proliferan los comentarios y aportaciones de individuos "interesados" en los temas que se proponen? ¿No interesan estos temas? ¿Tan alejadas están ya las masas de las cuestiones transcendentales de la vida? Y si es así ¿cómo poder llegar a crear una minoría intelectual interesada por la cuestión radical primera que es "la vida" en unas circunstancias tan adversas?

    Saludos.

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    1. Sobre la situación de la minoría hispana en USA creo que su primera actitud, como es comprensible con toda emigración fue la de asimilarse y aprender el idioma. Pero en los últimos años, con la globalización, se encontraron conque el idioma español no era como el francés, el italiano o el alemán, que otras minorías de inmigrantes abandonaron, pues ser bilingüe en inglés y español te permite relacionarte con más de 18 países hispanos además de los angloparlantes. Por ello les interesa conservar la lengua. Y con la lengua va una forma de ver el mundo, una cultura. Ciertamente que existe el orgullo indigenista anti-español, pero creo que es una forma de evasión de la realidad que no les favorece. Volver a los incas o los aztecas es como volver al totalitarismo pre-civilizado. Por ello creo que tendrán que tomarse en serio su españolidad. De hecho yo soy el primer sorprendido de que este blog filosófico tenga ya más lectores de USA, Colombia y Méjico que de la propia España. Esto son hechos que me llevan a pensar en la tradicional in-videncia peninsular hacia los temas de altura. Pero la españolidad es hoy tan ancha como antes se decía de Castilla. Por eso soy relativamente optimista. Formar una élite intelectual no requiere que tenga que ser exclusivamente peninsular. Hoy Internet abre esta posibilidad de comunicación casi inmediata. Por otra parte, el mediocre y corrupto régimen político español de las últimas décadas hace imposible la conexión de las minorías intelectuales responsables con la masa del ciudadano medio. No debemos olvidar que a esto se une el dominio mundial de una cultura de masas. Eso explica también que no proliferen los comentarios cuando subes el nivel cultural, pues la ignorancia crece tanto como el desierto con el dominio absolutista de la cultura del entretenimiento y del sensacionalismo. Pero no se trata de decir, como Heidegger, que sólo un dios puede salvarnos. Creo que nos salvaran precisamente los problemas inmensos que ya se nos están presentado. La gente sólo se acuerda de la filosóoía como de Santa Bárbara, cuando truena.

      Saludos.

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  4. Hola de nuevo.
    No sé hasta qué punto sería posible que las minorías hispanas "se tomasen en serio su españolidad". De hecho, ¿hay algún español que todavía se tome en serio el hecho de ser español?
    No ha mucho, un estimado bloguer me comentaba que las entradas a su site procedían mayoritariamente de EEUU y de países hispanoamericanos. Muchas de las entradas a mi blog también llegan, en gran número, desde EEUU.

    Debemos deducir, efectivamente, que las entradas provenientes de EEUU son de lectores hispanos. Ahora bien, ¿dichos lectores "sienten" su españolidad por el mero hecho de entrar en blogs de lengua española y buscar información en una lengua común?

    Yo mismo me reconozco español, pero reniego de lo que significa ser español: un europeo mediocre, amante de las subvenciones y del intervencionismo estatal; una ociosa cigarra que, cual vieja plañidera, solo sabe llorar y, por supuesto, pedir. Este es el triste retrato del español medio de hoy.

    No creo que los hispanos allende los mares, al menos los que emigraron a tierras estadounidenses para luchar vitalmente y ver reconocidos los derechos que les negaban sus respectivos países, "sientan su españolidad".
    No debemos olvidar, tampoco, que el mismo Ortega miraba hacia Europa como única posibilidad de salvación de una España retrógrada y cainita. Y veía en los EEUU, precisamente, un garante de la supervivencia de Occidente; porque fue Europa quien se dio continuidad a sí misma en "la nueva tierra de las oportunidades".

    Por otra parte, yo creo que cuando Heidegger proclamó su "solo un dios puede salvarnos" no estaba confiando, precisamente, en la necesidad de volver a creer en un ente supremo para salvar la espiritualidad (evitar la autoinmolación) de Occidente. Todo lo contrario, pues Heidegger, como antes Nietzsche y Spengler, estaba "vaticinando" el suicidio de la civilización occidental; entonó un último y lastimero canto del cisne, sabedor de que, tras la muerte de Dios (que Nietzsche certificó, pero no ejecutó) solo quedaría nihilismo desesperanzador y la consiguiente y progresiva decadencia vital en la que nos encontramos sumidos actualmente. "Solo un dios puede salvarnos" fue, en definitiva, una manera elegante y resignada de decirnos que ¡ya no nos salva ni Dios!

    No hace mucho mantuve un interesante debate con un falangista convencido, sobre todo tras leer a Heidegger, de que solo un dios podría salvarnos. Por supuesto, él daba por hecho que el dios que habría de salvarnos habría de ser, por fuerza, el Dios cristiano y católico que otrora fuera germen de la hispanidad. Así, como un nuevo Ramiro de Maeztu, creía en "su verdad". Pero entonces yo, haciendo gala de mi habitual pesimismo antropológico, le inquirí: ¿Y dónde está escrito que el dios que haya de salvarnos deba ser cristiano? ¿Y si el único dios llamado a salvar no solo a Occidente, sino a la humanidad entera, fuese Alá?

    Saludos.

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  5. Se puede cambiar de partido político e incluso de religión durante nuestra vida pero no se puede cambiar de cultura. Para ello se necesitan tres o cuatro generaciones. Por eso la cultura en que hemos sido educados en nuestra infancia es nuestra circunstancia, como decía Ortega y no nos salvaremos si no la salvamos a ella. Yo creo que la cultura española es una de las grandes culturas europeas, como la inglesa o la francesa. Pero, mientras que estas últimas han conseguido mejorar defectos constitutivos, que los tienen y grandes, nosotros todavía no lo hemos conseguido. Me explico. El defecto que se atribuye a los ingleses es su hipocresía social. Bien, ¿cómo lo han corregido o neutralizado?. Con su filosofía del liberalismo individualista, su lucha del individuo contra el Estado, para decirlo con el título de un libro de Herbert Spencer. Por ello periodicamente, como se vió con la Tacher, utilizan esta ideología liberal como medicina mentis y controlan sus defectos constitutivos. El defecto de los franceses se dice que es la avaricia (Moliere), eso que se atribuye a los catalanes, "la pela es la pela" o "Barcelona es bona si la bolsa sona", pero que yo creo que es un mimetismo proveniente de la cercanía francesa. ¿Cómo lo controlaron?. Pues con la invención del socialismo por Proudhon o el conde de Saint-Simon. Pues una cosa es el socialismo y otra el marxismo. Marx fue discipulo de Saint-Simon pero pesa en él más la impronta idealista de Hegel, medicina mentis de los bárbaros alemanes. El defecto constitutivo de España es, como bien vió Ortega, la aristofobia. ¿Como se puede corregir para alcanzar todo el potencial cultural que tenemos, tal como lo alcanzaron brillantemente ingleses, franceses y alemanes?. Creo que la medicina mentis la propone por primera vez el genial Ortega y es suscitar el imperativo de selección, la formación de minorías egregias, pero no separadas ni distantes, sino que actuen como "aristócratas en la plazuela". Por ello Ortega desarrolla una filosofía profunda, pero en un lenguaje asequible a la plazuela. Aquí no vale un academicismo a lo Heidegger, porque no se entendería y se maljuzgaría.

    Por otra parte, no hay que ser tan pesimista. La españoles hemos tenido problemas y circunstancias muy dificiles que hemos conseguido superar. Hoy los problemas los tiene la civilización occidental con las amenazas de la globalización. Como estas amenazas son globales plantean problemas generales para los que no son suficientes las soluciones de los especialistas. Y es aquí donde se verá necesario volver a las reflexiones generales que son las que tradicionalmente ha aportado la Filosofía. Ya el diagnóstico del nihilismo es un diagnóstico filosófico. Por ello la solución debe ser también filosófica. En esto Ortega pretende mejorar a Nietzsche desechando su falta de método y su desprecio de la racionalidad humana. En fin , que la cosa da mucho que pensar.

    Un saludo.

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  6. Bueno, en Cataluña han conseguido que muchos españoles "cambien de cultura" en tan solo apenas dos generaciones. No es tanto una cuestión de tiempo como de capacidad; capacidad para "desideologizar" a la ciudadanía y de crear en ella voliciones y "gustos" según los dictados de la oligarquía política de turno (manipulación y condicionamiento social mediante).

    Si en Cataluña no hemos conseguido salvar nuestra cultura común española, como tampoco en el País Vasco y en otros muchos terruños ebrios de particularismo tontiloco, no sé, en verdad, cómo podemos albergar la esperanza de que sean nuestros hermanos hispanoamericanos quienes nos rediman de nuestros pecados "aristofóbicos".

    Estoy totalmente de acuerdo con la acertada explicación que hace usted de las diferentes "curas" ideológicas que se procuraron anglosajones y galos a lo largo de la historia. Y estoy de acuerdo en la medicina mentis propuesta por Ortega que, de hecho, es la misma que ya recomendase el genial Fernández de la Mora: apostar por el mérito y la excelencia. No cabe otra manera de poder seleccionar minorías egregias.

    Ahora bien, si nos fijamos atentamente, comprobamos que tanto el liberalismo inglés como los primigenios socialismos de Proudhon y Saint-Simon tienen un denominador común: están impregnados de aquel egoísmo existencialista, inmerso y preocupado por salvar al yo individual, heredero de Max Stirner y Bakunin. Vemos que, tanto las "autocuras" anglosajonas como las francesas, han sabido reconocer en la defensa de la sacra libertad individual (el yo existencial particular de cada individuo) la solución para salvar sus proyectos comunes de vida. Se alejaron, así, del peligro de adorar suprematismos dogmáticos (nazismo, stalinismo...).

    La cura que propone Ortega: "Toda creación por fuerza ha de ser aristocrática" (llevada a cabo por las mejores minorías egregias) entronca con la necesidad, tan liberal, de salvaguardar y reconocer la singularidad del individuo como fuente creadora.
    Sin embargo, al haber carecido España, históricamente, de una vacuna liberal necesaria para permanecer inmune ante los diferentes dogmatismos, tanto religiosos (catolicismo) como ideológicos (marxistas), nunca ha podido realmente dignificar al individuo más allá de considerarle como un "elemento" más del ente orgánico social, ya fuere desde los totalitarismos de las izquierdas o desde los de las derechas, recordemos que todos ellos herederos del marxismo.

    Los pesimistas siempre nos reconocemos "realistas", pues somos conscientes de la importante diferencia que hay entre "desear" cómo deberían ser las cosas y comprobar cómo son éstas realmente.
    Sí, el nihilismo es un diagnóstico filosófico más, pero que no dispone del consecuente tratamiento o cura, ya que se limita a certificar la realidad de un enfermo desahuciado del que solo sabemos que le queda tiempo, sin ninguna perspectiva de futuro.
    Por supuesto, para poder albergar esperanzas se hace necesario otro diagnóstico o propuesta filosófica, pero siempre nos quedará la duda de si la solución o terapia que podría derivar de dicho diagnóstico sería "real" o tan solo un deseo bienintencionado, producto de autoengaños (mecanismos de defensa para superar la náusea vital).

    Saludos.

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