Vuelven los escándalos de la corrupción gubernamental a primera página. Se repite de nuevo lo que ya ocurrió con anteriores Presidentes. Parece que no tiene remedio. Algunos tratan de disculpar esta corrupción incontrolable por la debilidad de las personas humanas, o por que el Sistema económico necesita de esta especie de grasa para funcionar, etc. Seguramente no produciría tanto ruido la corrupción si el país fuese viento en popa y sin grandes problemas que afrontar. Pero la situación económica y social cada vez es más preocupante por el empobrecimiento creciente de la mayoría de los españoles, con los decrecientes sueldos amenazados por la inflación, con la falta de futuro para los más jóvenes, etc.
Algo serio está entonces fallando. Pues la corrupción, más grave aún que la económica, que también está creciendo incesantemente, es la secesión creciente de regiones como Cataluña y el País Vasco. La causa de ello es un fallo también sistémico. El fallo del Sistema político consiste en que, al ser Parlamentario y no Presidencialista como el de USA, el Presidente necesita de una mayoría de un Congreso polarizado en dos partidos que, cuando empatan a votos, necesitan la ayuda de otros partido más pequeños. No habría problema si existiese un Partido Liberal que hiciese de arbitro, como ocurre en otros países. Pero los sucesivos intentos de crearlo y darle continuidad, desde el CDS de Suarez hasta Ciudadanos, han fracasado. Y como el arbitraje se hizo cada vez más necesario, han sido sustituidos por los partidos de las minorías secesionistas vascas y catalanas, cuyo objetivo es la lucha contra España. Creo que la debilidad del liberalismo español es que suele ser una caricatura de imitación del liberalismo francés o inglés. Ortega y Gasset se dio perfecta cuenta de ello y propuso un liberalismo basado en una filosofía española nueva, el Racio-Vitalismo. Pero no se le ha entendido, como se ha visto en la interpretación federalista del autonomismo de la Constitución actual, en parte inspirado en el propio Ortega. Pues, Autonomismo para Ortega es, sobre todo, descentralización, lo contrario del Confederalismo existente de hecho.
Para ganar las elecciones no bastaba con recurrir al peligroso voto antiespañol de tales minorías, sino que era necesario disponer de grandes sumas de dinero para financiarlas, e incluso llegar a una compra encubierta del voto con los subsidios y peonadas, como se vio en los Eres andaluces. La solución que se encontró fue algo similar al “3 por ciento” que denunció Maragall en el Parlamento catalán. Es decir, que en los contratos con grandes empresas que concede el Gobierno, a cambio se obtiene una buena cantidad para gastos electorales. Muchos militantes y seguidores disculpan esta corrupción porque es dinero para el partido, pero no para nadie en particular. En la democracia de USA esto está reconocido legalmente con las aportaciones de los lobbies. Pero en España esto es ilegal. Por ello es necesario que algunos miembros del partido o personas allegadas se arriesguen a hacer ese trabajo “sucio”. A cambio perciben unas jugosas “mordidas” o comisiones a título personal. Hay muchas formas de ocultar este enriquecimiento ilícito: ingeniería financiera, paraísos fiscales, etc. De todas formas, la justicia acaba encarcelando a algunos responsables de segundo nivel: los Bárcenas o Ábalos de turno cuya filosofía resume muy bien la frase de Jesús Gil justificando su picaresca empresarial: “de la pobreza es difícil salir, de la cárcel se sale”. Sobre todo si el poder te ayuda: el correo de Rajoy a Barcenas:“Luis, ¡resiste!”.
¿Se puede salir de esta corrupción
sistémica? El ejemplo de las corrupción e ineficacia de la Restauración
decimonónica indica que la salida fue posible con el golpe de Estado militar de
Primo de Ribera. Pero los tiempos han cambiado y los golpistas militares ni están ni se les
espera. El único Poder del Estado que actualmente está chocando con dicha
corrupción sistémica es el Poder Judicial. Se ha intentado gobernarlo
partidistamente con el Consejo del Poder Judicial y los nombramientos de los
jueces del Supremo y del Tribunal Constitucional. Lo mismo se hacía con el
nombramiento de los Capitanes Generales por los Gobiernos en la Restauración y
en la República, sin poder evitar las asonadas y Golpes militares. Hoy las
asonadas las están dando los jueces que se oponen a la amnistía
inconstitucional de Puigdemont. ¿Podrá dicho movimiento de jueces llegar a
provocar una Tangentópolis (política del soborno) como la que ocurrió en Italia
a principios de los 90? El partido Socialista de Crasi y la Democracia Cristiana
se hundieron en las elecciones y surgieron nuevos partidos que cambiaron el
Sistema político italiano hasta hoy, con los Berlusconi, la Liga del Norte,
Meloni, etc. Solo nos queda desear que sus Señorías, miembros del Poder
judicial, sean valientes, resistan y procedan ajustados a Derecho.
Manuel F. Lorenzo
No hay comentarios:
Publicar un comentario