martes, 25 de junio de 2024

Tiempos de indigencia filosófica

 


     Vivimos todavía hoy tiempos de indigencia para la filosofía y el gran pensar. Unos tiempos en que el dominio de la sociedad tecnológica y de la masificación se ha impuesto irremediablemente. Recordamos, por su inquietante actualidad, un conocido y profético texto de Heidegger de los años treinta del pasado siglo:

     «Esa Europa, miserablemente engañada, siempre a punto de apuñalarse a sí misma, yace hoy entre las dos grandes tenazas de Rusia por un lado y de América por otro. Rusia y América son, desde el punto de vista metafísico, exactamente lo mismo. El mismo desolado frenesí de la técnica desencadenada y de la organización sin raíces del hombre medio. Cuando el más remoto rincón del globo ha sido técnicamente conquistado y económicamente explotado; cuando cualquier acontecimiento es accesible a cualquier velocidad en cualquier lugar y en cualquier momento; cuando podemos experimentar simultáneamente un atentado contra la vida de un rey en Francia y un concierto sinfónico en Tokio; cuando el tiempo es sólo velocidad, momentaneidad y simultaneidad y el tiempo como historia ha desaparecido de todos los pueblos; cuando el boxeador pasa por ser un gran hombre; cuando se considera un triunfo el que se alcancen cifras de millones en reuniones de masas, entonces resuena como un fantasma a través de estas sombras la pregunta: ¿para qué? ¿hacia dónde? ¿y luego qué»” (M. Heidegger, Introducción a la Metafísica, Gedisa, Barcelona 2001, p.p. 42-43).

Aunque haya cambiado mucho la situación desde el final de la Guerra Fría, este texto de Heidegger merece ser rememorado en el momento en que Europa parece volver a ser atrapada en la tenaza de rusos y americanos. Rusia ha dejado de ser un país comunista, pero la tensión con Europa ha vuelto a resurgir por la amenaza de la propia OTAN a sus fronteras, justificada por el fundamentalismo democrático dominante, que pretende extender la democracia a la propia Rusia tratando de derrocar a Putin. Napoleón lo había intentado antes, aunque su consejero Talleyrand le habría advertido en frase famosa:

“Señor, con las bayonetas se pueden hacerse muchas cosas … menos sentarse en ellas”.

Ahora tenemos drones y misiles teledirigidos, no meras bayonetas, podría replicar los actuales halcones de la OTAN. Con ello pondrían de manifiesto que no han entendido el sentido profundo de la frase. ¿Porqué? Porque Heidegger ya habría advertido que:

“… la gran decisión sobre Europa no debería tornarse por la vía de la destrucción, sólo puede tomarse esta decisión por medio del despliegue de nuevas fuerzas históricas y espirituales, desde el centro” (Ibid. P. 43).

Pero ¿cuáles son estas nuevas fuerzas? Y ¿Dónde está el centro? Serán las nuevas fuerza filosóficas y culturales que sean capaces de dar un nuevo sentido a la vida política y social arrancando de la crítica profunda de los excesos de la actual masificación social. Excesos puestos de manifiesto con que aún hoy día, no ya un boxeador, pero si un futbolista o un tenista sigue pasando por modelo máximo de gran hombre. Cuando todavía hoy más que nunca se valora como lo máximo alcanzable para un escritor, un cineasta, un programa de televisión o una estrella del rock, la mera cantidad en la medida de su audiencia, la mera masificación tantas veces ovejuna. Una masificación que permite un desarrollo incontrolado de la mentalidad meramente tecnológica que actúa unidimensionalmente, reduciendo la naturaleza física a mera fuente de energía, los hombres a marionetas de la propaganda y control telemático del “Gran Hermano”, los animales a meras reservas de proteínas, sin ni siquiera captar en ellos la fuente de misterio por la que durante miles de años fueron vistos como seres sagrados, o “animales divinos” como los contempla una nueva filosofía como la de Gustavo Bueno en su obra El animal divino (1985).

Ciertamente se ha producido una rebelión cultural contra esta situación por parte de las minorías de ecologistas, movimientos localistas, etc., pero es algo meramente superficial, que no va hasta el fondo del problema, el cual solo se puede alcanzar con la reflexión filosófica, porque ni siquiera la ciencia puede responder estas cuestiones globales. Porque la cuestión sigue siendo la misma que la que se planteó Heidegger con sus reflexiones sobre esta sociedad poderosamente tecnificada que estaba surgiendo ya en su época: ¿qué es eso de la técnica? La técnica más potente hoy es la llamada tecnología derivada de las ciencias naturales. Por ello debemos preguntar antes ¿Qué es la ciencia? Pero para responder a esta pregunta son indispensables ciertas élites filosóficas egregias, como decía Ortega, a las que el actual sistema mediático relega sistemáticamente, tanto por el predominio de lo que el propio Ortega denominaba “rebelión de las masas”, como por el fanatismo intransigente e ignorante de las llamadas minorías de cultura wok.

Manuel F. Lorenzo


sábado, 8 de junio de 2024

Tricentenario de Kant


 

      Este año se conmemora el tricentenario del nacimiento del gran filósofo alemán Immanuel Kant. Con el empieza propiamente la Filosofía Contemporánea al arrancar de las Ideas de la Ilustración y desarrollarlas de modo profundo y sistemático en su nueva concepción del conocimiento, de los valores éticos, religiosos y estéticos. Todavía hoy pervive su nueva visión del universo como un mar cuyos confines no alcanzamos a divisar, tal como lo percibimos desde la Tierra, “isla de la razón” en la que nos empezamos a encontrar relativamente seguros tras el dominio que la Física de Newton nos proporciona de los fenómenos naturales, aunque ese mar que parece en calma pudiera amenazarnos en el futuro con tormentas solares o el choque de un meteorito.

Su figura personal fue la de un profesor de una Universidad provinciana, llevando una vida rutinaria que, de forma sorprendente, casi entrando en la vejez, provoca una auténtica revolución en el pensamiento europeo, como no se había visto desde los mismos filósofos griegos. Pero la trascendencia de su revolución filosófica, el famoso “giro copernicano” en la explicación del conocimiento humano, solo se entiende por el desarrollo y la influencia que tuvo en otros grandes filósofos del llamado Idealismo Alemán como Fichte, Schelling y Hegel. Porque los grandes filósofos no se pueden entender de forma aislada, como suelen tratarlos los especialistas, ya que son como las cerezas, que al tirar de una te salen dos o tres. Hoy entendemos mejor a Kant de lo que el mismo se entendía gracias a filósofos como Fichte, Schopenhauer o Husserl que lo han tomado como poseedor de la verdadera filosofía, aunque hubiera que mejorarlo para alcanzar una filosofía más verdadera y adecuada a los tiempos.

Aquellos que creyeron que bastaba con repetirlo escolásticamente, como las escuelas del Neokantismo que florecieron en la Alemania en la segunda mitad del siglo XIX, no alcanzaron un nuevo progreso en la filosofía. Fue solo Husserl él que consigue mejorar y superar la propia teoría del conocimiento kantiana con el desarrollo de un nuevo método filosófico y una nueva forma de conciencia, la Conciencia Intencional de Brentano. No hay, para Husserl, una conciencia puramente interior de carácter nouménico, como la que Kant supone cuando habla de la “voz interior” de la conciencia moral, la cual solo es un residuo secularizado de la luterana “voz de Dios”. Henri Bergson diría que esa voz de la conciencia remite a otra voz no celestial o nouménica, sino bien fenoménica y de este mundo como la voz de los padres que inculcan la moralidad en los niños. Esa moralidad de los padres, como diría Hegel, viene también de fuera, de los hábitos y costumbres sociales objetivados (Sittlichkeit). Husserl señala, por ello, frente a la soledad interior del Yo kantiano la intersubjetividad de la conciencia moral, como ya había apuntado Fichte para el que “el hombre solo es hombre entre los hombres”.

El idealismo de la teoría del conocimiento kantiana, que sin embargo Husserl solo en su etapa vislumbro superable desde el giro vitalista del Mundo de la Vida (Lebenswelt), sería dejado atrás por la nueva teoría biológica del conocimiento de Jean Piaget quien, aceptando la intencionalidad de la conciencia y la epojé husserliana, propone como sujeto de experimentación observable, no ya la conciencia interior de la psicología fenomenológica husserliana, sino la conducta externamente observable de sujetos vivos, como los niños operando corpóreamente con los objetos, chupándolos, manipulándolos, golpeándolos, etc. En tal sentido el famoso Ego Trascendental kantiano hoy a devenido en un Ego corpóreo operatorio tal como lo usa, por ejemplo, Gustavo Bueno en sus novedosas explicaciones del conocimiento científico de su Teoría del Cierre Categorial.

Pero tampoco hoy Kant, ni siquiera políticamente, puede estar completamente vigente como pretenden algunos de sus apologistas de forma interesada. Por ejemplo, cuando se le considera defensor de la democracia liberal actual. En parte es así, pero se olvida que las democracias occidentales actuales, como sociedades del bienestar, han necesitado de fuertes intervenciones del Estado para regular las cíclicas crisis de los mercados, lo cual remite más la concepción de una Estado más próxima a la de Hegel y Fichte que a la  del propio Kant, quien seguía más bien el puro liberalismo económico de los ingleses. Incluso la famosa propuesta de la Paz perpetua de crear una Sociedad de Naciones para evitar las guerras, los que la consideran institucionalizada en la actual ONU olvidan que Kant exigía que todos sus miembros fuesen democracias parlamentarias liberales, mientras que la mayoría de los actuales Estados de la ONU no lo son. Por ello su propuesta se aproximaría quizás más a la actual OTAN, una vez que ha finalizado la Guerra Fría, si no pretendiese imponer la democracia a bombazos.

Manuel F. Lorenzo