Vivimos todavía hoy tiempos de indigencia para la filosofía y el gran
pensar. Unos tiempos en que el dominio de la sociedad tecnológica y de la masificación
se ha impuesto irremediablemente. Recordamos, por su inquietante actualidad, un
conocido y profético texto de Heidegger de los años treinta del pasado siglo:
«Esa Europa, miserablemente engañada, siempre a punto de apuñalarse a sí misma, yace hoy entre las dos grandes tenazas de Rusia por un lado y de América por otro. Rusia y América son, desde el punto de vista metafísico, exactamente lo mismo. El mismo desolado frenesí de la técnica desencadenada y de la organización sin raíces del hombre medio. Cuando el más remoto rincón del globo ha sido técnicamente conquistado y económicamente explotado; cuando cualquier acontecimiento es accesible a cualquier velocidad en cualquier lugar y en cualquier momento; cuando podemos experimentar simultáneamente un atentado contra la vida de un rey en Francia y un concierto sinfónico en Tokio; cuando el tiempo es sólo velocidad, momentaneidad y simultaneidad y el tiempo como historia ha desaparecido de todos los pueblos; cuando el boxeador pasa por ser un gran hombre; cuando se considera un triunfo el que se alcancen cifras de millones en reuniones de masas, entonces resuena como un fantasma a través de estas sombras la pregunta: ¿para qué? ¿hacia dónde? ¿y luego qué»” (M. Heidegger, Introducción a la Metafísica, Gedisa, Barcelona 2001, p.p. 42-43).
Aunque haya cambiado mucho la situación desde el final de la Guerra Fría, este texto de Heidegger merece ser rememorado en el momento en que Europa parece volver a ser atrapada en la tenaza de rusos y americanos. Rusia ha dejado de ser un país comunista, pero la tensión con Europa ha vuelto a resurgir por la amenaza de la propia OTAN a sus fronteras, justificada por el fundamentalismo democrático dominante, que pretende extender la democracia a la propia Rusia tratando de derrocar a Putin. Napoleón lo había intentado antes, aunque su consejero Talleyrand le habría advertido en frase famosa:
“Señor, con las bayonetas se pueden hacerse muchas cosas … menos sentarse en ellas”.
Ahora tenemos drones y misiles teledirigidos, no meras bayonetas, podría replicar los actuales halcones de la OTAN. Con ello pondrían de manifiesto que no han entendido el sentido profundo de la frase. ¿Porqué? Porque Heidegger ya habría advertido que:
“… la gran decisión sobre Europa no debería tornarse por la vía de la destrucción, sólo puede tomarse esta decisión por medio del despliegue de nuevas fuerzas históricas y espirituales, desde el centro” (Ibid. P. 43).
Pero ¿cuáles son estas nuevas fuerzas? Y ¿Dónde está el centro? Serán las nuevas fuerza filosóficas y culturales que sean capaces de dar un nuevo sentido a la vida política y social arrancando de la crítica profunda de los excesos de la actual masificación social. Excesos puestos de manifiesto con que aún hoy día, no ya un boxeador, pero si un futbolista o un tenista sigue pasando por modelo máximo de gran hombre. Cuando todavía hoy más que nunca se valora como lo máximo alcanzable para un escritor, un cineasta, un programa de televisión o una estrella del rock, la mera cantidad en la medida de su audiencia, la mera masificación tantas veces ovejuna. Una masificación que permite un desarrollo incontrolado de la mentalidad meramente tecnológica que actúa unidimensionalmente, reduciendo la naturaleza física a mera fuente de energía, los hombres a marionetas de la propaganda y control telemático del “Gran Hermano”, los animales a meras reservas de proteínas, sin ni siquiera captar en ellos la fuente de misterio por la que durante miles de años fueron vistos como seres sagrados, o “animales divinos” como los contempla una nueva filosofía como la de Gustavo Bueno en su obra El animal divino (1985).
Ciertamente se ha producido una rebelión cultural contra esta situación por
parte de las minorías de ecologistas, movimientos localistas, etc., pero es
algo meramente superficial, que no va hasta el fondo del problema, el cual solo
se puede alcanzar con la reflexión filosófica, porque ni siquiera la ciencia
puede responder estas cuestiones globales. Porque la cuestión sigue siendo la
misma que la que se planteó Heidegger con sus reflexiones sobre esta sociedad
poderosamente tecnificada que estaba surgiendo ya en su época: ¿qué es eso de
la técnica? La técnica más potente hoy es la llamada tecnología derivada de las
ciencias naturales. Por ello debemos preguntar antes ¿Qué es la ciencia? Pero
para responder a esta pregunta son indispensables ciertas élites filosóficas
egregias, como decía Ortega, a las que el actual sistema mediático relega
sistemáticamente, tanto por el predominio de lo que el propio Ortega denominaba
“rebelión de las masas”, como por el fanatismo intransigente e ignorante de las
llamadas minorías de cultura wok.
Manuel F. Lorenzo