Este año se conmemora el tricentenario del nacimiento del gran filósofo
alemán Immanuel Kant. Con el empieza propiamente la Filosofía Contemporánea al
arrancar de las Ideas de la Ilustración y desarrollarlas de modo profundo y
sistemático en su nueva concepción del conocimiento, de los valores éticos,
religiosos y estéticos. Todavía hoy pervive su nueva visión del universo como
un mar cuyos confines no alcanzamos a divisar, tal como lo percibimos desde la
Tierra, “isla de la razón” en la que nos empezamos a encontrar relativamente
seguros tras el dominio que la Física de Newton nos proporciona de los
fenómenos naturales, aunque ese mar que parece en calma pudiera amenazarnos en
el futuro con tormentas solares o el choque de un meteorito.
Su figura personal fue la de un profesor de una Universidad provinciana, llevando una vida rutinaria que, de forma sorprendente, casi entrando en la vejez, provoca una auténtica revolución en el pensamiento europeo, como no se había visto desde los mismos filósofos griegos. Pero la trascendencia de su revolución filosófica, el famoso “giro copernicano” en la explicación del conocimiento humano, solo se entiende por el desarrollo y la influencia que tuvo en otros grandes filósofos del llamado Idealismo Alemán como Fichte, Schelling y Hegel. Porque los grandes filósofos no se pueden entender de forma aislada, como suelen tratarlos los especialistas, ya que son como las cerezas, que al tirar de una te salen dos o tres. Hoy entendemos mejor a Kant de lo que el mismo se entendía gracias a filósofos como Fichte, Schopenhauer o Husserl que lo han tomado como poseedor de la verdadera filosofía, aunque hubiera que mejorarlo para alcanzar una filosofía más verdadera y adecuada a los tiempos.
Aquellos que creyeron que bastaba con repetirlo escolásticamente, como las escuelas del Neokantismo que florecieron en la Alemania en la segunda mitad del siglo XIX, no alcanzaron un nuevo progreso en la filosofía. Fue solo Husserl él que consigue mejorar y superar la propia teoría del conocimiento kantiana con el desarrollo de un nuevo método filosófico y una nueva forma de conciencia, la Conciencia Intencional de Brentano. No hay, para Husserl, una conciencia puramente interior de carácter nouménico, como la que Kant supone cuando habla de la “voz interior” de la conciencia moral, la cual solo es un residuo secularizado de la luterana “voz de Dios”. Henri Bergson diría que esa voz de la conciencia remite a otra voz no celestial o nouménica, sino bien fenoménica y de este mundo como la voz de los padres que inculcan la moralidad en los niños. Esa moralidad de los padres, como diría Hegel, viene también de fuera, de los hábitos y costumbres sociales objetivados (Sittlichkeit). Husserl señala, por ello, frente a la soledad interior del Yo kantiano la intersubjetividad de la conciencia moral, como ya había apuntado Fichte para el que “el hombre solo es hombre entre los hombres”.
El idealismo de la teoría del conocimiento kantiana, que sin embargo Husserl solo en su etapa vislumbro superable desde el giro vitalista del Mundo de la Vida (Lebenswelt), sería dejado atrás por la nueva teoría biológica del conocimiento de Jean Piaget quien, aceptando la intencionalidad de la conciencia y la epojé husserliana, propone como sujeto de experimentación observable, no ya la conciencia interior de la psicología fenomenológica husserliana, sino la conducta externamente observable de sujetos vivos, como los niños operando corpóreamente con los objetos, chupándolos, manipulándolos, golpeándolos, etc. En tal sentido el famoso Ego Trascendental kantiano hoy a devenido en un Ego corpóreo operatorio tal como lo usa, por ejemplo, Gustavo Bueno en sus novedosas explicaciones del conocimiento científico de su Teoría del Cierre Categorial.
Pero tampoco hoy Kant, ni siquiera políticamente,
puede estar completamente vigente como pretenden algunos de sus apologistas de
forma interesada. Por ejemplo, cuando se le considera defensor de la democracia
liberal actual. En parte es así, pero se olvida que las democracias
occidentales actuales, como sociedades del bienestar, han necesitado de fuertes
intervenciones del Estado para regular las cíclicas crisis de los mercados, lo
cual remite más la concepción de una Estado más próxima a la de Hegel y Fichte
que a la del propio Kant, quien seguía
más bien el puro liberalismo económico de los ingleses. Incluso la famosa
propuesta de la Paz perpetua de crear una Sociedad de Naciones para
evitar las guerras, los que la consideran institucionalizada en la actual ONU
olvidan que Kant exigía que todos sus miembros fuesen democracias
parlamentarias liberales, mientras que la mayoría de los actuales Estados de la
ONU no lo son. Por ello su propuesta se aproximaría quizás más a la actual OTAN,
una vez que ha finalizado la Guerra Fría, si no pretendiese imponer la democracia
a bombazos.
Manuel F. Lorenzo
No hay comentarios:
Publicar un comentario