Se ha perdido la capacidad de expresar el
gusto artístico. Hoy la mayoría de la gente no sabe más que emplear expresiones
como “que guay”, “super”, etc. Se nota que se ha perdido la educación del gusto
artístico. Habría por ello que volver a la época de Kant, el cual rompió la todavía
simple alternativa que hasta entonces había para diferenciar entre lo que era
una obra bella o no lo era. Lo bello era lo que producía un placer al
contemplarlo, por ser armónico, lo que gustaba universalmente, etc. Lo no
armónico, desproporcionado, etc., era considerado feo, sin valor artístico.
Pero Kant percibió que estaba irrumpiendo una nueva sensibilidad en los
llamados artistas románticos que con sus obras rompían el tradicional dualismo
dominante de lo bello y lo feo. Pues sus obras, al no ser armónicas, tratando
de representar por ejemplo un mar embravecido, no eran ya bellas según los
cánones clásicos, pero tampoco eran feas o meramente indiferentes al gusto,
pues no dejaban de producir un nuevo sentimiento artístico, una mezcla de asombro
y angustia ante la irrupción de las poderosas fuerzas naturales desatadas en
una tormenta, mezclada con el sentimiento de nuestra superioridad intelectual y
moral sobre tales fuerzas, meros mecanismos físicos ciegos perfectamente
comprensibles desde la moderna ciencia newtoniana.
Dicho sentimiento
empezó a ser llamado el sentimiento de lo sublime por críticos ingleses como E.
Burke, que Kant conocía. Lo bello producía una alegría al contemplarlo, pero lo
sublime producía más bien asombro y temor, mezclado con un sentimiento de
superioridad moral. Lo sublime podía ser dinámico, como la contemplación de una
tempestad, pero podía ser también sublime matemático, como cuando se contempla
algo inmensamente grande, como el cielo estrellado, las rocosas alturas
alpinas, caóticas y carentes de forma, que tanto gustaban a los románticos.
Hoy el arte
Romántico ya está en los museos y ha pasado a ser un clásico, en rivalidad con
el tradicional arte clásico de procedencia greco-romana. Pero lo que sigue
siendo más actual de los análisis kantianos del Arte en su Crítica del
juicio, es precisamente la ruptura del monopolio que el sentimiento de lo
bello tuvo secularmente sobre el gusto artístico. A partir de Kant es posible
la exploración de nuevos sentimientos artísticos, como demostró con sus
análisis filosófico-sistemáticos sobre lo sublime. Quizás el sentimiento más
influyente en el siglo XX fue el llamado sentimiento de lo siniestro que emerge
en el arte de las Vanguardias de principio del siglo ligado a movimientos como
el Surrealismo o el Expresionismo. La definición de dicho sentimiento puede
localizarse ya en la época inmediatamente siguiente a Kant. Fue Schelling quién
dio la definición del sentimiento de lo siniestro: “Lo siniestro
(Das Unheimliche) es aquello que, debiendo permanecer oculto, se ha
revelado”. Y Freud definió
lo siniestro como “aquella suerte de sensación de espanto que se adhiere a las
cosas conocidas y familiares desde tiempo atrás”. Señaló que unheimlich es el
antónimo de heimlich (íntimo, secreto y familiar, hogareño, doméstico). Es
entonces lo que no es familiar. Con él, lo familiar se torna fácilmente
espantoso y siniestro.
Eugenio Trías ha escrito un magnífico libro titulado Lo bello y lo
siniestro (1982) y ha dedicado interesantes análisis a la obra
cinematográfico de Hitchcock, en cuyas famosas películas Vertigo o Psicosis
el autor procura explorar unas historias que desaten el sentimiento de lo
siniestro en el espectador. En Psicosis con el atractivo y amable
recepcionista de un motel de carretera (Anthony Perkins), donde la protagonista,
en su huida de la persecución policial tras cometer un robo, cree poder
encontrar un lugar seguro para pasar la noche. Pero encuentra la muerte al ser asesinada
(la famosa escena de la ducha) por aquel agradable recepcionista que, en el
fondo, era un loco paranoico a causa de una madre dominante que mantenía muerta
en la siniestra casa de la colina.
El llamado cine negro o la propia novela negra, hasta las series
televisivas como CSI, no harán más que explorar hasta el hartazgo este nuevo
sentimiento artístico que acabará sustituyendo a las llamadas películas de
guerra, cuyo sentido último era la exploración del sentimiento romántico ante
el sacrificio del héroe. Pero la guerra hoy ha cambiado. Por eso El “Guernica”
de Picasso explora de forma genial el sentimiento de lo siniestro al
representar una población rural y familiar de una pequeña localidad campesina
donde comparece inesperadamente la destrucción criminal producto de la guerra.
Dicha obra se ha convertido por ello en un icono del sentimiento de lo
siniestro de la misma forma que la obra de Kaspar David El caminante sobre
el mar de nubes se convirtió en el siglo XIX en un icono romántico del
sentimiento de lo sublime ante la naturaleza amenazadora.
Manuel F. Lorenzo
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