Cuando hablamos de bipartidismo nos estamos refiriendo al
régimen de gobierno que se estableció en España durante las últimas cuatro
décadas, derivado del rumbo real que tomo la famosa Transición a la Democracia.
Transición realizada con sorprendente éxito por figuras del propio Régimen
franquista, como Torcuato Fernández-Miranda, o Adolfo Suarez. Con su Ley para
la Reforma Política, sometida a referéndum popular, consiguieron desinflar las
exageradas perspectivas de triunfo que se les atribuían a los partidos que
pretendían la ruptura con el franquismo, como los comunistas y socialistas, que
habían constituido una alianza denominada la Plata-Junta.
La Transición se hizo, en
palabras de Torcuato, como una reforma de “la Ley a la Ley”, y no hubo ruptura,
sino una evolución interna del franquismo que dio paso a
una democracia, reconocida y aceptada entre las democracias liberales
occidentales, de forma ordenada y pacífica, a pesar de las enormes tensiones y
estallidos de violencia terrorista que se produjeron. La escalada de la
violencia terrorista acabó dando pie al mayor peligro que amenazó la exitosa
Transición: el Golpe de Estado militar del 23-F. Con él se consiguió la dimisión de Suárez y el desprestigio de su
política centrista, con lo que quedo el camino abierto para el famoso triunfo
electoral del socialismo de Felipe González. A partir de
entonces el centrista Suárez, con su nuevo partido CDS, no conseguirá volver al
poder y será reducido por el electorado a una fuerza marginal. Lo cual provocó
que se acabara creando un régimen político denominado como “bipartidismo
imperfecto”, porque gobernarían en lo sucesivo dos grandes partidos, el
socialista y el popular, que se turnaban en el poder requiriendo de forma
acostumbrada de la ayuda de la bisagra nacionalista-separatista de vascos y
catalanes.
Dicho régimen, al principio permitía gobernar y crear
mayorías en Madrid, aunque al precio de ir arrebatando competencias como las de
educación, control de la televisión pública, embajadas, etc., que fueron utilizadas
por los separatistas para aumentar considerablemente su peso político y
electoral anti-español. Si a esto se une la desastrosa política de los dos
grandes partidos en relación con el control de las Cajas de Ahorro, con la que
desataron la famosa “burbuja” inmobiliaria, provocando una gigantesca quiebra
de empresas y destrucción de empleo, de la que nació el movimiento político de
izquierda radical podemita, tenemos las piezas que llevan a la final
destrucción del bipartidismo. El paso del Rubicón de dicha destrucción se dio
con la moción de censura contra Rajoy, presentada por el nuevo líder socialista
Pedro Sánchez.
Con dicha moción triunfadora ha
llegado al poder, sin pasar por las elecciones, una alianza de partidos de
izquierda radical y separatistas que recuerda al Frente Popular
de la II República. Entonces era la Revolución Socialista la que marcaba el
rumbo a seguir. Hoy, desprestigiado el socialismo tras la caída del muro de
Berlín, es el separatismo el que se presenta como la opción a realizar para
satisfacer una presunta represión histórica de catalanes, vascos, gallegos,
etc., por la nación española. Los socialistas disimulan su mera ansia de acceso
al poder con la niebla ideológica del federalismo y la autodeterminación de los
pueblos, y los podemitas apoyan a sus socios rivales con tal de ver como se
destruye la Monarquía Constitucional del 78.
Mientras tanto, la situación
empieza a violentarse en una Cataluña dividida, produciéndose la salida a
escena de partidos como Vox, que empiezan a conectar con una
resurrección ciudadana del sentido de España como nación histórica y política.
A su vez el Partido Popular de Casado parece que cambia su política de décadas
y rompe definitivamente con los socialistas, encaminándose, quiera o no, a una
alianza con Ciudadanos y Vox en pro de mantener la unidad e identidad de España
y sacar del poder al nuevo e incipiente Frente Popular anti-español.
En caso de que triunfase en unas próximas e inevitables
elecciones esta nueva coalición política españolista, seguramente se abriría un
nuevo arco parlamentario en el que, tras la prohibición de los partidos
separatistas, que debería impulsar la nueva
coalición y la reducción electoral de socialistas y podemitas a unas fuerzas
residuales y alejadas del poder por su puesta en peligro
de la soberanía nacional, surgiría una nueva derecha nacionalista encarnada por
Vox, en disputa leal con una izquierda globalista y europeísta representada por
una parte importante de Ciudadanos.Quedaría quizás un centro con una parte de
votantes del PP que ven a Vox como demasiado extremista en cuestiones como la
supresión de las Autonomías y otra parte de Ciudadanos que no son tan
globalistas, ni partidarios de las políticas radicales feministas o de LGTBI.
Sería la única forma de crear un nuevo sistema político estable.
Artículo publicado en El Español (25-10-2018)
Un resumen bastante sesgado y reduccionista para ser filósofo y, además, profesor universitario. No hay ninguna opinión en todos estos párrafos, más bien es un compendio de los miles de titulares que se publican en los medios de comunicación.
ResponderEliminarYo creo que opinión si hay, porque hay un análisis articulado que lleva a un pronóstico político. Que no le guste a usted es otro cosa. Desde luego no hay aquí un análisis filosófico o académico porque no es el lugar para ello ni se pretende. No es más que un artículo de opinión. Con el me uno al de otros con la intención de impulsar un punto de vista razonado frente a tanta demagogia interesada.
ResponderEliminarNo creo que se trate una cuestión de gusto. El gusto no tiene nada que ver en este asunto. Puedo estar de acuerdo o no, pero los gustos no sirven para determinar mi postura. Al menos con ellos se avanza muy poco. En cambio, en su artículo considero que no hay opinión porque es la suma de una serie de ideas expuestas por los medios y la reflexión queda relegada a un supuesto "punto de vista razonado frente a tanta demagogia interesada", como usted mismo indica. Por lo tanto, ya determina que su propósito no es hablar sobre le fin del bipartidismo, más bien apunta a un interés por cargar de supuestos demagógicos a todo lo que no se encuentra en el centro del espectro político.
ResponderEliminarY si es cierta que ésta es su opinión, lamentaría descubrir que piensa, sin juicio propio, lo que otros medios han publicado reiteradamente.
Pero no hay que preocuparse, como decía Groucho Marx: "Estos son mis principios. Si no le gustan… tengo otros".