Movimientos crecientes de refugiados, emigrantes, pateras, exiliados
políticos, terrorismo producto de fanatismos religioso culturales, aglomeraciones
e intentos de saltos en los pasos fronterizos, etc., copan cada día los
titulares en las noticias de los mass-media,
sobre todo en los países democráticos occidentales, incluida Rusia. No hace
mucho estábamos acostumbrados a que los titulares los copasen otras
preocupaciones, como el virtual triunfo de la democracia liberal a nivel
mundial, sobre el que Francis Fukuyama quiso extraer la conclusión de su “Fin
de la Historia”, tal como había anunciado Hegel tras la batalla de Jena en la
que Napoleón destrozó definitivamente el Antiguo Régimen, representado aun por
el Sacro Imperio Romano Germánico. Inglaterra no tuvo entonces más que derrotar
al corso en Waterloo para que la Democracia liberal empezase a adueñarse del
Mundo. Solo que la entonces imperial Inglaterra chocaría con dos nuevos
imperios emergentes, el alemán de Hitler y el soviético de Stalin, para
derrotar a los cuales se necesito la ayuda, a la postre decisiva, de la nueva
Superpotencia norteamericana.
Con
la caída del Muro de Berlín se podía decir que se había demostrado que la
Democracia liberal, junto con la Economía de Mercado -como la mejor forma de
asignar recursos, aunque se corrigiesen sus crisis cíclicas con Intervenciones
de poderosos Estados fiscales, dotados de gigantescas Reservas monetarias-,
eran las fórmulas políticas mejores para un desarrollo que aunara justicia
social con eficiencia económica. Pero la caída del Muro de Berlín, que condujo a
la caída de los regímenes comunista de la Europa del Este y de la propia Rusia soviétiva,
produjo un efecto excepcional e inesperado en el caso de la antigua Yugoslavia.
Allí se originó una cruel guerra civil debida a problemas de fronteras
culturales, una guerra de nuevo tipo en la que ya no se enfrentaba
principalmente la Monarquía con la Democracia, ni el Capitalismo con el
Comunismo, sino cristianos occidentales croatas contra cristianos ortodoxos serbios
y ambos a su vez contra musulmanes bosnios. Prueba de ello fueron las
respectivas solidaridades que impulsaron la intervención en el conflicto de la
OTAN, de Rusia y de los principales países musulmanes. En este ocasión fue el
historiador estadounidense Samuel Huntington quien con su famoso “¿Choque de
civilizaciones?” quiso corregir el “fin de la historia” de Fukuyama con el
pronóstico de la persistencia futura de un nuevo tipo de guerras y conflictos fronterizos
para los que la política de la triunfante democracia liberal, a nivel global,
no parecía tener respuestas. Es más, podía ser objeto de una nueva amenaza
totalitaria tan fuerte y potencialmente extensa como fueron las amenazas del
totalitarismo comunista o fascista.
En
tal sentido algunos avispados comentaristas políticos han empezado a ver en el
Estado Islámico resultante de la llamada Guerra de Irak y de las actuales
guerras de Siria, Libia, Yemen, Mali, etc., un núcleo o germen de Estado-Guía
de los movimientos islamistas, similar a lo que fue el Estado Soviético surgido
de la Primera Guerra Mundial y que se convirtió en el Estado-Guía del
Proletariado Mundial, dividido entonces entre partidarios de la moderación y el
acceso democrático al Poder (la socialdemocracia de Bernstein y la IIª
Internacional) y los partidarios de la revolución violenta (Lenin y la IIIª
Internacional). De la misma manera parece hoy que se empieza a dividir el magma
musulmán entre radicales y moderados que comparten, sin embargo, el sueño ya no utópico, como era en el caso del
Estado soviético, sino el sueño ucrónico de permanecer fuera del tiempo
histórico que exige la secularización occidental, que separa los poderes
políticos y religiosos, clave decisiva del superior poder y progreso civilizador europeo occidental.
Por
ello, las políticas multi-culturalistas de mezcla indiscriminada y sin
exigencias claras de aceptación de los principios liberales como principios que
delimitan fronteras, no solo políticas o sociales, sino también culturales, se
están demostrado peligrosamente erróneas tras los ataques islamistas de
terrorismo religioso-cultural, que van aumentando en crueldad y capacidad de
hacer daño. De repente nos hemos dado cuenta de que lo que ocurra o deje de
ocurrir en nuestras fronteras podría tener consecuencias letales para la propia
continuidad y recurrencia de nuestro exitoso sistema de valores occidentales.
Felices Fiestas y Próspero Año Nuevo a todos los lectores de este Blog.
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