lunes, 13 de octubre de 2025

La crisis de los años 30 y la crisis actual

 

 Bundesarchiv: Adolf Hitler bei Ortsgruppenfeier der NSDAP, Rosenheim. 


  Para entender lo que nos pasa es recomendable buscar en la Historia situaciones semejantes que nos permitan orientarnos en lo que puede venir por la comparación con lo que ocurrió entonces. Se trata entonces no solo de ver las semejanzas, sino también de captar las diferencias, pues la Historia, como sostenía Hegel avanza en espiral y los paralelismos funcionales que pueden ser observados hay que ajustarlos a nuevos parámetros que marcan la diferencia de nivel histórico. La tendencia actualmente dominante en los media es la del peligro de la vuelta, en los países occidentales, de un totalitarismo de extrema derecha semejante al totalitarismo fascista y nazi de los años 30 del pasado siglo. De esta forma la izquierda se presenta como la verdadera defensora de la democracia frente a tal amenaza que percibe en los nuevos partidos anti-sistema, como Vox en España, que demoniza como fascistas.

Pero ello lo puede hacer desde una interpretación sesgada y falsa de la Historia que puede ser puesta en evidencia con un análisis más profundo de lo que ocurrió en los años 30. Entonces la contradicción que hizo estallar la polarización política fue la de capitalismo/socialismo, cuyo origen político e ideológico está en el siglo XIX. La victoriosa Revolución Rusa de 1917 provocará un confrontación entre capitalismo y comunismo que culminará en la II Guerra Mundial con la división del mundo en la llamada Guerra Fría. Asimismo, dentro del mundo occidental se produjo una división entre liberalismo y fascismo en el intento de frenar el avance que parecía imparable del comunismo. En Italia y Alemania, ante el pánico al comunismo obrerista de las clases medias, surgió la reacción extrema de los partidos fascista y nazi que destruyen sus débiles democracia liberales e instauran regímenes totalitarios de derechas como reacción al peligro de una dictadura del proletariado como la instaurada en Rusia.

Sin embargo, en Inglaterra, entonces primera potencia mundial, y en los EEUU, que eran democracias liberales consolidadas, apenas tuvo eco ni el comunismo ni el fascismo. No obstante, debieron ambas abandonar los dogmas del liberalismo clásico que impedía la intervención del Estado en la Economía fomentando el New Deal de Roosevelt  y el keynesianismo para ganar la Guerra y salir de la gran crisis económica del 29. Al final, tras la derrota de la Alemania nazi, la pugna económica entre USA y la URSS se resolvió con el hundimiento del modelo soviético de intervencionismo económico. EEUU, con su intervencionismo estatal, no eliminó el mercado ni la inversión privada, lo que le permitió crear un Estado del Bienestar, sobre todo en Europa tras el Plan Marshall, que integró a la clase obrera en el sistema y evitó su pronosticada depauperización.

La crisis actual es muy diferente en su origen, pues surge por la globalización tecnológica que se ha producido en las últimas décadas, tras la Guerra Fría, y por la aparición de nuevas ideologías de carácter globalista que pretenden, no ya destruir el capitalismo, sino hacerlo completamente global, para lo que es un obstáculo la existencia de las fronteras marcadas por los Estados nacionales. La contradicción es ahora entre Globalismo/Nacionalismo. Pero vuelven a repetirse ciertas semejanzas funcionales con este parámetro diferente. La principal es la polarización política  a la que estamos asistiendo con el surgimiento de nuevas fuerzas políticas radicales de sentido contrario. La irrupción del movimiento para salvar globalmente al planeta junto con el movimiento woke que aboga por el fomento de las sociedades multiculturales que permitan la convivencia en igualdad de todas las culturas, está alterando las tradicionales democracias liberales homologadas de Occidente. La introducción de lo “políticamente correcto” derivada de tales dogmas se parece cada vez más a una “dictadura de las minorías”, antes perseguidas o estigmatizadas, equivalente de lo fue en la crisis de los 30 la “dictadura del proletariado”. Este movimiento woke, que ha empezado en las universidades americanas, derivado de la filosofía francesa postestructuralista de Foucault,  -como el marxismo derivó de los llamados “jóvenes hegelianos” de la Universidad de Berlín-, se ha impuesto en USA a través del Partido Demócrata liderado por Obama, y se ha extendido por Europa transformando seriamente el proyecto original de la Unión Europea en un Proyecto subordinado a las políticas Globalistas. Frente a él ha surgido la reacción del Partido Republicano de Trump.

En España el tradicional Partido Socialista ha mutado, a partir del ex-presidente Zapatero y del actual Sánchez, convirtiéndose en un partido globalista y defensor de wokismo. El problema de fondo creemos que radica en si será posible o deseable la destrucción de los Estados Nacionales, como el comunismo creyó que se podría destruir el capitalismo y sustituirlo por un sistema mejor.

Manuel F. Lorenzo


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