Bundesarchiv: Adolf Hitler bei Ortsgruppenfeier der NSDAP, Rosenheim.
Para entender lo que nos pasa es recomendable buscar
en la Historia situaciones semejantes que nos permitan orientarnos en lo que
puede venir por la comparación con lo que ocurrió entonces. Se trata entonces
no solo de ver las semejanzas, sino también de captar las diferencias, pues la
Historia, como sostenía Hegel avanza en espiral y los paralelismos funcionales
que pueden ser observados hay que ajustarlos a nuevos parámetros que marcan la
diferencia de nivel histórico. La tendencia actualmente dominante en los media
es la del peligro de la vuelta, en los países occidentales, de un totalitarismo
de extrema derecha semejante al totalitarismo fascista y nazi de los años 30
del pasado siglo. De esta forma la izquierda se presenta como la verdadera
defensora de la democracia frente a tal amenaza que percibe en los nuevos
partidos anti-sistema, como Vox en España, que demoniza como fascistas.
Pero ello lo puede hacer desde una interpretación
sesgada y falsa de la Historia que puede ser puesta en evidencia con un
análisis más profundo de lo que ocurrió en los años 30. Entonces la
contradicción que hizo estallar la polarización política fue la de
capitalismo/socialismo, cuyo origen político e ideológico está en el siglo XIX.
La victoriosa Revolución Rusa de 1917 provocará un confrontación entre
capitalismo y comunismo que culminará en la II Guerra Mundial con la división
del mundo en la llamada Guerra Fría. Asimismo, dentro del mundo occidental se
produjo una división entre liberalismo y fascismo en el intento de frenar el
avance que parecía imparable del comunismo. En Italia y Alemania, ante el
pánico al comunismo obrerista de las clases medias, surgió la reacción extrema
de los partidos fascista y nazi que destruyen sus débiles democracia liberales
e instauran regímenes totalitarios de derechas como reacción al peligro de una
dictadura del proletariado como la instaurada en Rusia.
Sin embargo, en Inglaterra, entonces primera potencia
mundial, y en los EEUU, que eran democracias liberales consolidadas, apenas
tuvo eco ni el comunismo ni el fascismo. No obstante, debieron ambas abandonar
los dogmas del liberalismo clásico que impedía la intervención del Estado en la
Economía fomentando el New Deal de Roosevelt
y el keynesianismo para ganar la Guerra y salir de la gran crisis
económica del 29. Al final, tras la derrota de la Alemania nazi, la pugna
económica entre USA y la URSS se resolvió con el hundimiento del modelo
soviético de intervencionismo económico. EEUU, con su intervencionismo estatal,
no eliminó el mercado ni la inversión privada, lo que le permitió crear un
Estado del Bienestar, sobre todo en Europa tras el Plan Marshall, que integró a
la clase obrera en el sistema y evitó su pronosticada depauperización.
La crisis actual es muy diferente en su origen, pues surge por la globalización tecnológica que se ha producido en las últimas décadas, tras la Guerra Fría, y por la aparición de nuevas ideologías de carácter globalista que pretenden, no ya destruir el capitalismo, sino hacerlo completamente global, para lo que es un obstáculo la existencia de las fronteras marcadas por los Estados nacionales. La contradicción es ahora entre Globalismo/Nacionalismo. Pero vuelven a repetirse ciertas semejanzas funcionales con este parámetro diferente. La principal es la polarización política a la que estamos asistiendo con el surgimiento de nuevas fuerzas políticas radicales de sentido contrario. La irrupción del movimiento para salvar globalmente al planeta junto con el movimiento woke que aboga por el fomento de las sociedades multiculturales que permitan la convivencia en igualdad de todas las culturas, está alterando las tradicionales democracias liberales homologadas de Occidente. La introducción de lo “políticamente correcto” derivada de tales dogmas se parece cada vez más a una “dictadura de las minorías”, antes perseguidas o estigmatizadas, equivalente de lo fue en la crisis de los 30 la “dictadura del proletariado”. Este movimiento woke, que ha empezado en las universidades americanas, derivado de la filosofía francesa postestructuralista de Foucault, -como el marxismo derivó de los llamados “jóvenes hegelianos” de la Universidad de Berlín-, se ha impuesto en USA a través del Partido Demócrata liderado por Obama, y se ha extendido por Europa transformando seriamente el proyecto original de la Unión Europea en un Proyecto subordinado a las políticas Globalistas. Frente a él ha surgido la reacción del Partido Republicano de Trump.
En España el tradicional Partido Socialista ha mutado,
a partir del ex-presidente Zapatero y del actual Sánchez, convirtiéndose en un
partido globalista y defensor de wokismo. El problema de fondo creemos que
radica en si será posible o deseable la destrucción de los Estados Nacionales,
como el comunismo creyó que se podría destruir el capitalismo y sustituirlo por
un sistema mejor.
Manuel F. Lorenzo
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