jueves, 10 de julio de 2025

Texto de la conferencia de Manuel F. Lorenzo, "Filosofía de las manos", dada en el Ateneo Jovellanos de Gijón (27-3-2025).




(El texto es una transcripción del audio de la conferencia, que fue improvisada sobre un breve guion y algunas notas escritas, en la que se han corregido erratas y se han añadido algunas modificaciones textuales, además de una selección bibliográfica).


Interés filosófico-sistemático de las manos.

      ¿Como a partir de las manos se puede sistematizar la Filosofía de Gustavo Bueno? La respuesta a esta pregunta la he desarrollado en las últimas décadas en mis cursos de Fundamentos de Filosofía en la Universidad de Oviedo, para los que fui publicando una serie de libros, dirigidos principalmente a los estudiantes de tales cursos, como Introducción al Pensamiento Hábil, Principios filosóficos del Pensamiento Hábil, Pensar con las manos, La razón manual y otros, hasta Filosofía de las manos. Mi interés por el tema de las manos procede del propio Gustavo Bueno, a quien oí por primera vez exponer que la racionalidad humana era quirúrgica, esto es, que procedía de las manos. Yo empecé a trabajar dentro del Programa de investigaciones histórico-filosóficas que Bueno proponía, -y que ya había iniciado el propio Bueno con su obra La Metafísica Presocrática (1974), y continuado por discípulos como Vidal Peña, con su obra El materialismo de Spinoza (1974)-, aplicando su Materialismo Filosófico en mi tesis doctoral, dirigida por él propio Bueno y publicada como libro con el título La última orilla. Introducción a la Spätphilosophie de Schelling (1989). Por ello tuve que familiarizarme con la Ontología de los Ensayos materialistas de Bueno y sus distinciones entre la Materia Ontológico General, los Géneros de Materialidad, etc. Es curioso que la obra Ensayos materialistas consta de dos ensayos: un primero sobre la Idea de Materia y un segundo sobre los Tres Géneros de materialidad y la Idea de Mundo. Pero, aunque se habla también del Ego Trascendental, no se le dedica una atención especial. Sorprendentemente, el último libro que publica Bueno, antes de su muerte, se titula El Ego Trascendental (2016), y viene a ser como una especie de tercer ensayo que le quedaba para completar sus primeros dos Ensayos materialistas. Por ello se puede decir que hay en su obra un largo desarrollo, una evolución, en el sentido de que se puede suponer que, si tarda tanto en escribir este tercer ensayo, podría ser porque no tenía en su inicio las ideas claras sobre el Ego y necesitó pasar por otras investigaciones gnoseológicas, religiosas, políticas, etc., para perfilar con más profundidad la Idea de Ego como sujeto corpóreo-operatorio.

     Después de mis primeras investigaciones como historiador, me llamó la atención de forma especial la tesis que Bueno mantenía sobre el origen manual de la inteligencia humana. Una tesis que la había sostenido ya Charles Darwin en su obra El origen del hombre, donde mantiene que la inteligencia humana se diferencia de la de los monos por el bipedismo y la aparición de una mano exenta que posibilita la técnica humana. Son tesis características del evolucionismo biológico del que Bueno bebía. Pero a mí lo que me obsesionó fue esta idea, por lo que abandoné en parte mis investigaciones histórico- filosóficas relacionadas con temas ontológicos, y que fueron mi objeto de especialización durante años en el Idealismo Alemán, para centrarme en el tema de las manos. De alguna manera volví a interesarme por temas científico-positivos, regresando de algún modo a mi originaria formación de ciencias procedente del bachillerato y de mis inicios en los estudios universitarios de ingeniería y ciencias naturales. Entonces fui familiarizándome con toda una literatura sobre las manos ya existente y que, sobre todo a partir de los años 80 del pasado siglo, se estaba disparando. Sobre todo, en el campo de la Paleoantropología. Empecé entonces a seguir estas investigaciones junto con otros profesores del Departamento de Filosofía, como Julián Velarde y Eva Martino que, procedentes del Grupo de Bueno, coincidíamos en el interés por el tema de las manos. En la tesis doctoral de Eva Martino, ¿De la mano a la razón? Cuerpo, Mano, Cerebro y Conciencia, dirigida por Julián Velarde y publicada en la Universidad de Oviedo (2009), se encuentra una amplia bibliografía sobre el tema. Además, el propio Julián Velarde publicó el libro La mano Humana. De como la mano ha hecho al hombre (Punto Rojo Libros, Sevilla, 2021), en el que maneja las fuentes más actuales sobre el tema, con gran erudición y profundidad de análisis de la literatura científica más reciente. Por ello, supuesta esta información bibliográfica, me limitaré a hablar de mis investigaciones mantenidas durante años con el estudio de esta literatura existente sobre la mano.

     La mano ha sido considerada históricamente, desde la antigüedad, como una fuente para símbolos religiosos, para la lectura de las manos en la adivinación quiromántica, como la practicada en la popular lectura de la mano de las gitanas españolas; para prácticas de sanación en la imposición de la mano, para el entretenimiento en los juegos de manos de los magos, etc. Es un interés muy antiguo. Estos tratamientos de la mano como amuleto mágico, p. ej., hacen de ella un órgano muy especial en tradiciones antiquísimas que se remonta a las antiguas religiones mitológicas de la India. No obstante, es con los griegos cuando se empieza a dar una investigación racional del órgano manual con el comienzo de la denominada medicina hipocrática. En ella se empieza a desarrollar una explicación racional de las enfermedades, abandonando las creencias supersticiosas que las consideraban producto de posesiones demoniacas o castigos divinos. La explicación debía estar basada exclusivamente en la experiencia y el razonamiento metódico. Empiezan por ello las disecciones sistemáticas de los órganos corporales. Además, se formula la teoría de los humores de Hipócrates, cuya combinación según proporciones racionales, estaría en la base del funcionamiento fisiológico del cuerpo. Ciertamente la teoría de los humores se considera hoy precientífica. En las técnicas traumatológicas desarrolladas por las roturas de huesos en las batallas, es en lo que mas avanzaron eficazmente los médicos griegos. Pero muchos se morían a pesar de tales técnicas por las infecciones. Por ello los médicos fueron considerados en Europa hasta el siglo XIX popularmente como “matasanos”. Hasta el descubrimiento de la teoría celular que permitió combatir eficazmente las bacterias, no empieza propiamente la medicina a curar masivamente.

     No obstante, en lo que la medicina griega estuvo más acertada y se desarrolló más eficazmente fue en la investigación y estudio anatómico de los órganos corporales. Incluso llegaron a anticipar la vía para el desarrollo de la fisiología moderna. Pue en la medicina alejandrina se llegó a interpretar el cuerpo humano como una especie de títere cuyos órganos estaban movidos a través de los hilos de los nervios de la medula espinal, por una especie de titiritero, u homúnculo cartesiano, alojado en el cerebro, que envía unos “espíritus animales” que llevan las instrucciones inductoras de los movimientos de los órganos corporales. En realidad, estas explicaciones son una especie de “ciencia ficción” que hoy pueden ser criticadas como hace, p.ej., el  neurólogo Antonio Damasio en su conocido libro El error de Descartes. La emoción, la razón y el cerebro humano (1994). Damasio critica a Descartes por hablar de una mente u homúnculo descorporeizado, y por ver el cerebro como algo puramente intelectual, separado de las emociones, las cuales tienen  que ver en Descartes con las pasiones del corazón. Hoy la medicina científica ha atinado mejor en estas cuestiones que Descartes en su tratado De Homine. Ciertamente que esto es así, pero no se hubiese logrado sin la organización especulativa de  la concepción racional cartesiana de la fisiología cerebral, suponiendo un homúnculo que va enviando espíritus animales que recorren los nervios en dos direcciones, llevando sensaciones que dejan huellas (engramas) en unas partes del cerebro y a la vez, a la vista de ello, organizando respuestas del organismo por medio de espíritus animales que viajan en sentido contrario hacia los órganos. Estas eran ciertamente ideas filosóficas o metafísicas y no científicas. Pero despreciarla puede ser causa de una crítica positivista a la filosofía que indica confusión y desagradecimiento por los servicios prestados. Pues olvida Damasio que él no dispondría de una concepción mejor y más precisa de la fisiología cerebral sino fuese porque filósofos como Descartes hubiesen empezado a esbozar una Idea de dicha fisiología, apuntando a las trayectorias de recepción y de acción de los espíritus animales por los nervios. Descartes practicaba disecciones, como sabemos porque un visitante amigo suyo le pidió que le mostrase su biblioteca personal y este abrió una puerta mostrándole una mesa de disecciones y diciéndole: “esta es mi biblioteca”. Sabemos por el mismo que dedicaba un solo día del mes a las cuestiones filosóficas, dedicando el resto de los días a la experimentación científica. Hoy en lugar de “espíritus animales” decimos corrientes electroquímicas. Descartes no podía tener ese preciso concepto por razones obvias de que no se había investigado la electricidad.

     Kant ya decía, en su escrito El conflicto de las Facultades, que la filosofía no es ciencia. El conflicto entonces era con la Facultad de Teología que se tenía, desde el medievo, por la Facultad de la Ciencia suprema. Kant se refiere a ella irónicamente, debido a que los teólogos habían censurado su libro La religión dentro de los límites de la pura razón, como “la señora Teología” frente a la cual se sitúa la Filosofía como su sirvienta (Philosophia ancilla Theologiae). En tanto que sierva, dice Kant, la Filosofía no se puede equiparar con la señora Ciencia, por lo que no puede ir caminando a la par con ella, sino que unas veces va delante, llevando la antorcha para con su luz iluminarle el camino, y otras veces va detrás, sosteniendo la cola de su vestido para que no se manche. Pero no se puede nunca equiparar con tal Señora. Una situación en la que nos encontramos hoy de nuevo debido a que las modernas Facultades de Ciencias se consideran y son tratadas, de hecho, como Facultades Superiores frente a la Facultad de Filosofía, que se considera una Facultad Inferior y en camino de extinción. Los científicos están ensoberbecidos por el impresionante poder que han adquirido en las modernas sociedades industriales. En tiempos de Kant era la Facultad de Teología la que tenía más poder, junto a las Facultades de Derecho y Medicina, por su obvia utilidad para el Gobierno en su control de la sociedad. La Facultad de Filosofía no le era útil, por lo que al Gobierno le interesaba menos y en la Universidad se consideraba una Facultad Inferior o meramente auxiliar, como preparación para acceder a las otra Facultades. La Medicina era útil para la Salud social, el Derecho para dirimir los conflictos legales y la Teología para la Salvación del Alma. La Filosofía no servía para nada de esto. Pero, como contrapartida, dice Kant, gozaba de la libertad de pensar, de buscar la verdad sin coacciones derivadas de intereses del Gobierno. Hoy la Ciencia está siendo seriamente coartada, pues sus investigaciones, especialmente en las Ciencias Naturales,  depende de cantidades inmensas de dinero. Incluso la Universidad hoy ya no puede financiarlas, por lo que la mayor parte de las investigaciones y avances científicos y tecnológicos resultantes de ellas tienen lugar en la NASA, en Multinacionales, etc. Los científicos siguen estando ligados a las Universidades, pero su investigación se hace y financia sobre todo fuera de ella. Esa nueva dependencia económica extrauniversitaria les obliga a que investiguen el coche de gasolina o el eléctrico, en función de intereses extra-científicos. No digamos ya las tremendas polémicas sobre el Cambio Climático en las que los científicos están divididos y presionados por grandes grupos de intereses económico-políticos.

     Por eso debemos recordar a Kant cuando decía que las dos funciones que tenía la Filosofía, y que hoy siguen siendo necesarias, eran la función anticipadora para, unas veces, marcarle caminos a la propia señora Ciencia con la antorcha de nuevas Ideas que nos permitan entender mejor la realidad, y otras veces ejerciendo la función crítica de los saberes científicos, para que no se confunda en ellos lo que es científico y lo que no. Pues es la Filosofía, con su larga tradición académica en tales investigaciones, quien mejor puede decir y discutir lo que es ciencia y lo que no es ciencia. Kant mismo decía ya que las ciencias pueden responder a muchas preguntas, pero no pueden responder, como tales ciencias, científicamente, a la pregunta ¿qué es la ciencia? Es una respuesta que solo puede producirse por una reflexión de segundo grado, que es propia de la Filosofía en una larga y compleja tradición desde los tiempos de Aristóteles. De hecho, muchos científicos hoy día hablan de estas cuestiones sin ni siquiera haber leído o estudiado a Aristóteles o a Kant, con lo que demuestran una gran ignorancia en Filosofía, aunque sean brillantes Premios Nobel en sus especificas materias. Por otra parte, la función de llevar la antorcha filosófica se ve muy bien con los conocimientos médicos y anatómicos que surgen en los griegos y llegan a Descartes, el cual esboza una relación entre el alma y el cuerpo, diferente de la tradicional platónica dominante en el medievo, por la que el alma está alojada en el cuerpo, pero no como el capitán platónico en una nave, ya que él no siente como suyos los destrozos del casco de la nave, mientras que el alma si sufre y padece con las lesiones del cuerpo. Por ello Descartes pone el acento en los “espíritus animales”, buscando la conexión por la Glándula Pineal. No la encuentra y por ello vienen después los científicos y empiezan a decir que no son “espíritus”, sino corrientes electroquímicas desarrollando una Fisiología que llega hasta Ramon y Cajal, con el estudio del tejido cerebral.

     Pues el cerebro era la parte anatómica más difícil de entender, a  diferencia de otros órganos como el corazón, que ya en tiempos de Descartes es interpretado como un maquina hidráulica, con Servet, Harvey, etc., empezando a dejar de ser un misterio su funcionamiento, hasta hoy día, en que es uno de los órganos que se trasplanta e,  incluso, se puede producir artificialmente. Es impresionante como han avanzado las tecnologías médicas en relación con este órgano vital. Pero el tejido cerebral era mucho más difícil de investigar. Se necesitaron microscopios muy potentes, como los que ya usa Cajal, el cual se da cuenta de que el cerebro es básicamente una red eléctrico-química de células neuronales, representandolas gráficamente con sus famosos dibujos, por lo que hoy Cajal es considerado una especie de Galileo de la Fisiología neurológica. Una ciencia que hoy utiliza la metáfora del cerebro como una especie de Ordenador. Si destripas un Ordenador encontrarás cables y chips. Si destripas un cerebro encontraras células y redes neuronales. No encontrarás ningún homúnculo. El misterio del cerebro, como ocurrió con el corazón, se acaba al menos con el comienzo de la comprensión de la base de su funcionamiento interno y del sentido de sus principales funciones. A principio del siglo pasado, en cuya época se estaban empezando a roturar el área de Broca asociada al lenguaje y otras áreas de la corteza cerebral que controlaban los movimientos, el filósofo francés Bergson utilizó una brillante metáfora para explicar su funcionamiento, comparándolo con una central telefónica, como las que había entonces, por las que unas señoritas, ante una llamada solicitando hablar con alguien que decía “póngame con tal número”, cambiaban una clavija de un enchufe a otro diciéndole, “ahora mismo le pongo”. Así, cuando un proyectil como una piedra o una pelota, se aproxima a nuestra cabeza, decía Bergson que entonces una parte del cerebro recibe una señal perceptiva procedente del nervio óptico que, dirigiéndose a la corteza cerebral, activa nuestra atención, por lo que inmediatamente, por un conducto inverso, enviamos la orden de “bajar la cabeza” a los músculos y órganos correspondientes. Hoy sabemos que el cerebro, siendo esto básicamente, es más complejo estructuralmente, es una especie de ordenador, con sistemas operativos, memoria, etc. En tal sentido todas estas especulaciones filosóficas, que empezaron con los filósofos griegos y modernos, orientaron la ciencia. La pieza la suelen cobrar finalmente los científicos, pero son los filósofos los que han levantado primeramente la liebre. Lo mismo que hay cazadores que son expertos tiradores, pero no ven por donde va a salir la liebre. Cuando sale, el primero que la ve puede ser mal tirador y falla, siendo otro mejor tirador el que la acaba cazando; pero, si no se la hubiesen levantado, no sabría donde disparar. En tal sentido Kant hacía ya esta valoración de la Filosofía, como la antorcha que alumbra el camino a la ciencia, aunque no pueda equiparase a ella en precisión y efectividad para cazar la verdad.

 

Aristóteles versus Anaxágoras

     Los médicos griegos en sus estudios anatómicos ya percibieron la complejidad anatómica y funcional de la mano humana. Pero fueron los filósofos los que lanzaron sus valoraciones sobre la relación de las manos con otros órganos corporales como el cerebro. Así, según nos trasmite Aristóteles, Anaxágoras, un filósofo presocrático griego, dice:

     “… que el hombre es el más inteligente de todos los animales por tener manos; pero en realidad es más razonable suponer que tiene manos porque es el más inteligente. Las manos son un instrumento (organon) y la naturaleza siempre distribuye todo como un hombre inteligente  dándole a cada uno lo que es capaz de utilizar” (Aristóteles, De Partibus Animalium IV,10, 687 a7-11).  

      Aparece aquí un problema en la interpretación que hace Aristóteles de la afirmación de Anaxágoras sobre la superioridad de la inteligencia del hombre con respecto al resto de los animales por tener manos. Pues, para Anaxágoras, la superioridad de su inteligencia deriva de las manos. Pero Aristóteles, aun reconociendo el mérito de Anaxágoras al señalar las manos como la característica esencial del hombre frente a los animales, discrepa de él al señalar que el hombre es más inteligente pues tiene un cerebro más grande que los animales, y es por este cerebro más grande y perfecto por lo que tiene una mano más perfecta. Aparece aquí un conflicto en la interpretación de la frase de Anaxágoras que llega hasta hoy. Un conflicto filosófico de gran alcance porque no se reduce a una cuestión puramente anatómica, sino que afecta a la misma Idea general o filosófica de Hombre. Pues las manos fueron consideradas históricamente un órgano secundario y meramente auxiliar de la mente cerebral. Ligadas sensorialmente al tacto, no fueron tan valoradas como la vista, que Aristóteles y Platón consideraban el sentido principal para la inteligencia humana. El propio término Idea significaba en griego “visión”. Por ello podemos decir, parodiando a Heidegger cuando decía que la Ontología occidental se había olvidado del Ser al confundirlo con un ente (Dios), que la explicación del conocimiento centrada en el estudio de la inteligencia humana, se habría olvidado de las manos,  relegándolas  a un órgano meramente auxiliar del cerebro.

     Se malinterpretó por ello a Anaxágoras, porque el modelo o paradigma dominante prácticamente hasta el siglo XIX en Occidente fue el derivado de Aristóteles. Julián Velarde sintetiza muy bien dicho modelo aristotélico como un modelo teleológico en el que la causa final precede a la causa eficiente, por lo que hay una especie de diseño de las manos desde el cerebro. Aristóteles suponía que hay u Primer Motor que precede a todo como una causa final. Ello conduce hasta la denominada Teoría del Diseño inteligente (ver Francisco Ayala, Darwin y el diseño inteligente. Creacionismo, cristianismo y evolución, Alianza Editorial, Madrid, 2027), como prueba de la pervivencia de esta tradición aristotélica. Es una reelaboración desde los conocimientos científicos actuales de dicha tradición, como ocurre con la renovación hermenéutica de la religión al interpretar los textos bíblicos que contradicen a la ciencia actual. Siempre se encuentra una posibilidad de salvar los textos bíblicos, aunque haya que retorcer el significado de las palabras.

     El texto de Aristóteles era conocido ya por médicos como Galeno, que empiezan a comprender funcionalmente la complejidad anatómica de la mano, compuesta de músculos, nervios, los cuales posibilitan movimientos muy variados. Ningún órgano animal, como un pico o una garra, puede competir con la mano, en el sentido de que, con la mano, como dice Aristóteles, podemos dominar a los animales a través de las armas y herramientas que podemos construir con ellas. Julián Velarde ha estudiado en su libro La mano humana (2021), con precisión filosófica, la existencia de dos paradigmas de interpretación filosófica que se abren camino a través de la historia de la filosofía occidental: los denomina Paradigma Teleológico Aristotélico y Paradigma Naturalista Anaxagórico.

 

El Paradigma Teleológico Aristotélico

     El Paradigma Teleológico Aristotélico domina, sobre todo, durante la Edad Media y el Renacimiento. Podemos ilustrarlo con un famoso fresco de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina. Miguel Ángel pinta la Creación de Adam, en la que se ve a Dios tocando con un dedo de su mano otro dedo de la mano de Adam. Aparece aquí de modo pictórico la Idea de la Creación y  Diseño del Mundo por Dios, aplicada a la Creación del Hombre. Dios había creado antes, según el relato bíblico, cada una de las especies animales. Al final crea al hombre.

     El fresco de La Creación es, quizás, la imagen más conocida e impactante de las que Miguel Ángel pintó en la bóveda de la Capilla Sixtina del Vaticano. La Creación de Adán representa un episodio bíblico donde Dios, acompañado por una corte de ángeles, crea al hombre (Adán), dándole el “soplo de vida” a través de la unión de sus dos dedos índices. Frank Lynn Meshberger, médico cirujano, publicó en 1990, en una importante revista médica mundial, su artículo  “An Interpretation of Michelangelo’s Creation of Adam Based on Neuroanatomy”,   (Meshberger, 1990). En él se sugiere, que Miguel Ángel intentó plasmar en su pintura la imagen de un cerebro humano, pues en ella se puede constatar una especie de imagen doble en la que se adivina con claridad la silueta del cerebro humano formado por el sudario que envuelve al Dios que da vida a Adán, así como otras estructuras anatómicas.


  

 

         La utilización de imágenes dobles por la pintura es característica de algunas obras de Dalí, como por ejemplo “Mercado de esclavos con el busto desaparecido de Voltaire, 1940”, en la que, por un efecto de las imágenes perceptivas dobles, popularizadas entonces por la Psicología de la Gestalt, Dalí hace que veamos aparecer en el mercado la imagen invisible del busto de Voltaire, con la intención paranoico-crítica de denunciar que el defensor de la Ilustración y los derechos humanos invertía parte de su gran fortuna en el entonces pujante mercado de esclavos. Es un efecto paranoico porque en la contemplación se produce una especie de esquizofrenia por la irrupción de una imagen doble; y a la vez es una imagen crítica, pues pretende desacreditar la sacralizada figura de Voltaire por la intelectualidad progresista. Miguel Ángel, practicante de disecciones anatómicas, debía conocer bien las partes del cerebro, tal como mantiene Meshberger comparando el dibujo del manto que envuelve a la figura divina y sus acompañantes angélicos con un corte del aspecto izquierdo del hemisferio cerebral. Por otra parte, la relación entre el cerebro y Dios podría provenir de Aristóteles, según el texto que hemos citado (De Partibus Animalum IV,10, 687 a7-11), el cual habría tergiversado la frase atribuida a Anaxágoras de que “el hombre es más inteligente que los animales porque tiene manos”, en el sentido de que el tener manos dependía de tener un cerebro superior. El médico griego Galeno, al que Miguel Ángel debía haber conocido para llevar a cabo sus disecciones, citaba y seguía en este punto al filósofo. Aristóteles sostenía asimismo que el cerebro es la parte del cuerpo humano que nos asemeja a la divinidad. Por eso Miguel Ángel pinta el manto que envuelve la figura divina de forma velada, quizás para evitar conflictos con la Inquisición, como un cerebro.

 

 



     No obstante, el centro de la composición pictórica está ocupado por la mano divina y la humana. Ello nos permite utilizarla como un quicio para invertir el sentido aristotélico que podría estar en la intención velada de Miguel Ángel. Pues las obras consideradas geniales escapan muchas veces a las intenciones conscientes del propio artista, permitiendo interpretaciones nuevas y sorprendentes. Por ello se ha apuntado que la inversión del sentido de la imagen podría llevar a la tesis de que es el hombre, un Adán desvitalizado, finito y terrenal, el que ha creado con su imaginación al Dios-cerebro, a la propia y superior inteligencia divina como extrapolación del excelente cerebro humano. Nos basta aquí con referirnos a la relación mano-cerebro sobre la cual la Paleoantropología y la Neurología modernas han confirmado, como veremos más adelante, que Anaxágoras tendría finalmente razón frente a Aristóteles, cuando sostiene que la inteligencia proviene de una mano anatómicamente extraordinaria que nos dio la superioridad sobre el resto de los animales.

     La prueba estaría en los estudios sobre la evolución del propio cerebro, el cual no fue creado de golpe y de una pieza por Dios, sino que evolutivamente han ido surgiendo varios cerebros: el llamado reptiliano, el cerebro medio y la corteza cerebral. El crecimiento espectacular de esta última parece estar sobre todo en conexión con la aparición de una mano exenta y capaz de técnicas de construcción de hachas de sílex, y otros artilugios de la industria técnica, que ningún simio anterior podía llevar a cabo. El salto de la capacidad cerebral desde los 250 c.c. de un chimpancé a los 1250 c.c. de un homo sapiens se produjo gradualmente, situándose el Rubicón en el homo hábilis con 700 c.c., en el que se constata por primera vez una industria lítica. Por ello se puede decir hoy, con seguridad, que la mano hizo al cerebro inteligente, asociado por Aristóteles o Miguel Ángel, por su excelencia, con una imaginada inteligencia divina.

     Este Paradigma Teleológico Aristotélico se desarrolla todavía en el siglo XIX con estudios de anatomistas ingleses, como Charles Bell con su obra The hand, its Mechanism and Vital Endowments as evincing Design (1833), en la que mantiene, con estudios anatómicos muy detallados, que la mano humana es merecedora de un diseño divino.

 

El Paradigma Naturalista Anaxagórico

     El Paradigma Naturalista Anaxagórico, según Julián Velarde, fue desarrollado, después de Aristóteles, por Epicuro, el cual volvió al materialismo o naturalismo presocrático. Anaxágoras que seguía dicho materialismo atomista con sus nociones de la Migma y las Homeomerías, había introducido sin embargo el Nous en la explicación del mundo, porque no basta con el choque de los átomos al azar, sino que tenía que existir un principio ordenador, un espíritu (Nous), Idea recogida en el Demiurgo platónico y en el Dios de Aristóteles. Por ello el de Anaxágoras es un materialismo ambiguo, porque precisa de un espíritu. Pero Epicuro se centra más en el materialismo de Demócrito, en el que no hay creación ni intervención espiritual, sino que el mundo surge de una combinación de átomos que al chocar producen los cuerpos. No hay diseño, es el azar el que crea los cuerpos. Los átomos al principio caerían como gotas de lluvia paralelas (una especie de anticipo del principio de inercia). Pero Epicuro supone que solo habría choque si una se desviase de su trayectoria necesariamente rectilínea. Por ello supone el llamado clinamen, esto es una desviación libre de un átomo que provocaría los choques en cadena que formarían los cuerpos.

     Hoy podemos esbozar una sonrisa ante la atribución de libertad a los átomos. No obstante, no se le ocurre a cualquiera decir que una mesa no es lo que vemos por los sentidos, sino que está compuesta de unas partículas atómicas invisibles. Fué cuestión de imaginación, pues realmente los griegos no supieron lo que eran realmente los átomos. Demócrito mismo imaginaba que unos son lisos y otros ganchudos, por ello los primeros dan la sensación de dulzura al comer y los segundos la de acidez. Pero los átomos no se empiezan a controlan operacionalmente hasta Lavoisier, con el aislamiento del oxígeno y, más tarde, con los trazadores y aceleradores de partículas. Pero son estos filósofos griegos los que levantaron la liebre, que no sería cazada hasta el siglo XIX con la aparición de buenas escopetas tecnológicas como las citadas. Incluso las modernas teorías sobre el origen del Universo de Kant-Laplace, o la propia Teoría del Big-Bang, están filosóficamente prefiguradas aquí. Aunque Kant se refería a la formación de Sistemas Solares y no del Universo mismo, ya que consideraba que Universo es una Idea filosófica y no un Concepto científico. En dicha crítica, que se podría hacer a las pretensiones totales del Big-Bang, estaría el cuidado de la sirvienta filosófica en que la Señora Ciencia no manche la cola de su impresionante vestido. Sencillamente, porque no conocemos los límites del Universo. Podemos conocer científicamente los astros, como el Sol o los Planetas, porque son objetos finitos y limitados. De ahí que la Astronomía sea científica. Pero no lo puede ser la Cosmología, al ser el Cosmos o Universo ilimitado. Lo que hoy se presenta como tal es una mezcla de Ideas filosóficas y científicas, en el mejor de los casos, pues otras veces es pura Metafísica, como cuando se pregunta qué había antes de la Primera explosión. No se puede responder más que repitiendo lo mismo, al decir que lo que había antes era otro Universo que habría colapsado y de su contracción viene el nacimiento del nuestro. Es volver al mito del Eterno Retorno y del Erase Una Vez. Kant decía que no podemos conocer esas cuestiones, aunque dan mucho que pensar. No podemos conocerlas ni ahora ni con el progreso de las ciencias, debido a que nuestro conocimiento es limitado de modo constitutivo. Tampoco hace falta, pues la Filosofía no es el deseo de saber por saber, sino que está subordinada a la racionalidad práctica, más vital, que era para Kant la supervivencia y progreso de la Humanidad en la lucha contra la Naturaleza, construyendo la Isla de la Razón en la que podemos estar relativamente seguros. Todo esto son desarrollo de Ideas de filósofos.

      Epicuro, además, tenía una concepción de la experiencia diferente a la del paradigma aristotélico pues, para él, percibir por los sentidos no es recibir pasivamente copias de las cosas, como en Aristóteles, sino que es algo activo, como agarrar, aprehender, tocar. (Epibolé). No es para Epicuro la vista el órgano principal, sino el tacto. La influencia de Epicuro será fuerte en el Renacimiento, sobre todo por su reivindicación frente a Descartes por Pierre Gassendi. En España, ya Juan Huarte de San Juan, con su Examen de ingenios para las ciencias (1575), considerado hoy en como el Patrono de las Facultades de Psicología españolas, sostiene que para explicar la mente hay que partir del cuerpo, en un anticipo de la denominada Embodied Mind de los biólogos chilenos Varela y Maturana, de gran implantación en USA, que remite al estudio de una alma o mente corporeizada. También Giordano Bruno con su vitalismo cósmico, o Francis Bacon con su tesis de que la ciencia es poder tecnológico. En la Ilustración se continua esta influencia del paradigma anaxagórico con la llamada Enciclopedia de Diderot y D`Alembert. En la misma Francia, durante el siglo XVIII, se produce un gran avance de la Biología con Bouffon, el cual en su estudio de los animales empieza a proponer una alternativa al todavía aristotélico Linneo, con el denominado Transformismo de las especies, la base del evolucionismo posterior. Aunque, al parecer, Bouffon acabó desechando esta hipótesis, quizás por el choque con la Biblia. Pero Diderot, un filósofo de espíritu más heterodoxo, tiene un texto muy significativo, el Pensamiento XII de sus Pensées sur L’Interpretation de la Nature, en el que apuesta por el Transformismo evolutivo, cuando se pregunta si a partir de un primer animal, por transformación, saldrían las diferentes especies:

“… qu'il n'y a jamais eu qu'un premier animal prototype de tous les animaux dont la Nature n'a fait qu'allonger , racôurcir , transformer , multiplier, oblitérer certains organes?” (“… ¿no ha habido nunca más que un primer animal prototipo de todos los animales, del cual la Naturaleza no ha hecho más que prolongar, acortar, transformar, multiplicar, obstruir ciertos órganos?”).

     Diderot había leído a Leibniz y conocía la Idea de Mónada, que es una especie de unidad que contiene, como una célula biológica, de modo preestablecido, toda la información para su desarrollo en relación con el medio exterior. Este transformismo pasa a Lamarck, un biólogo de la época de Napoleón, que escribió su Filosofía Zoológica (1809), la primera exposición de la Teoría de la Evolución antes de Darwin. Ciertamente Lamarck se equivocó en decir que los caracteres  adquiridos se heredan, con lo que un hijo de un padre con “brazos de Popeye”, fruto de una dura vida marinera, nacerá con “brazos de Popeyin”, lo que sabemos que no es así. La mezcla que se introduce con el Neodarwinismo evolutivo tampoco es satisfactoria porque abre la puerta a una especie de Lotería genética dominada por un azar irracional. Jean Piaget se remitía a biólogos como Waddington (Piatelli-Palmarini, M., Edit., Language and Learning: Debate Between Jean Piaget and Noam Chomsky,  Routledge & Kegan Paul PLC, 1980, p.55 s.s) que trataban de considerar algún tipo indirecto de influencia de medio en el desarrollo de los genes. Por ello la cuestión sigue abierta, con lo que Darwin no sería propiamente el Newton de la Biología evolucionista, en el sentido de que se admite que Newton cerró la Física Clásica.

 

¿Qué Paradigma elegir?

     Pero, entonces, ¿Qué pasa con los dos paradigmas filosófico-científicos aristotélico y anaximándrico que llegan hasta nosotros? ¿Cuál elegir como verdadero? No se trata de una mera controversia entre científicos. Son dos posiciones que siguen siendo filosóficas. La parte científica se podrá dilucidar con el avance de la investigación, pero la parte filosófica, que la guía, plantea otra cuestión. Plantea si la Filosofía puede considerarse exenta y tan objetiva como la ciencia. Kant consideró que la Filosofía no es un saber sustantivo y exento como creyó ser la Metafísica que le precedió. Y Fichte llegó decir que la Filosofía no es como un traje que cada uno se puede poner o quitar a gusto, sino que la Filosofía que cada uno tiene depende del tipo de persona que es. Una persona que es conservadora y que cree que está todo determinado, que no existe la libertad para cambiar el mundo, es muy distinta de una persona que cree que no todo esta necesariamente determinado, que existe la libertad y, por ello. intentará cambiar el mundo. La primera, según Fichte, elegirá una filosofía dogmática y será considerada realista; la segunda una filosofía crítica y será tenida por idealista. Esto podría verse como un subjetivismo arbitrario del propio Fichte que defendía el idealismo, si no fuese porque Fichte estaba considerando lo que había ocurrido en la Revolución Francesa, un acontecimiento objetivo seguido con esperanzado interés por el y por el propio Kant, el cual seguía con interés los acontecimientos de Paris a través de las gacetas que le llegaban por el correo de la Diligencia. Fichte está haciendo una correlación de lo que dice con los acontecimientos de la Revolución Francesa, con hechos históricos que probarían la justeza de su elección filosófica, porque en ellos se demuestra que la libertad existe. No es un mero deseo subjetivo, ya que los partidarios de la libertad consiguieron derrocar al Antiguo Régimen conservador, que no se basaba en la libertad, sino en la imposición de la autoridad dogmática de la Monarquía absoluta borbónica. La Revolución abrió el camino a los partidarios de la Libertad, a pesar de que hay una especie de leyenda negra de los ingleses sobre la Revolución Francesa, debido al estallido de violencia desarrollado por los Jacobinos con la guillotina. También los ingleses tuvieron una cruenta Guerra Civil en el estallido de los procesos revolucionarios entre el Parlamento y el Rey, en los que sucumbió el propio Carlos I, antes de que triunfase la llamada Gloriosa. El proceso en Francia fue más largo. Incluso Robespierre, responsable del terror jacobino, fue finalmente guillotinado y no murió en la cama, por decisión de los propios revolucionarios francesas. Lo cual les honra de alguna manera al cortar la extrema violencia terrorista de sus inicios. Pero la Revolución no se estabiliza, finalmente, tras diversas avances y retrocesos, hasta la Tercera República, a finales del siglo XIX. Por tanto, la decisión de elegir la Filosofía de la Libertad frente al Dogmatismo por Fichte tiene un fundamento objetivo, basado en lo que el denominaba Tathandlungen (acciones) y no de meramente hechos empíricos (Tatsachen).

     Pero ¿qué se puede decir en el caso que tenemos de la elección entre el paradigma filosófico aristotélico y el anaxagórico? La cuestión no tiene que ver con la moral o la política. Es una cuestión de Ciencias naturales ¿La mano es anterior al cerebro o el cerebro es anterior a la mano? Aquí hay que elegir, pero ¿con que criterio racional y objetivo lo hacemos? La respuesta estaría en que aparezcan hechos y demostraciones científicas que avalen más un paradigma que el otro. En tal sentido, como veremos, debemos elegir el paradigma naturalista y evolucionista anaxagórico debido lo que hoy sabemos. No obstante, todavía hay una resistencia contra la Teoría de la Evolución en grupos religiosos protegidos por leyes educativas estatales en USA. Pero es una cuestión de carácter más bien religioso que científico.

     ¿Porqué apostamos que es de la mano de donde nace la inteligencia cerebral y no al revés? Lo hacemos por una serie de descubrimientos bastante recientes que afectan a los dos aspectos que hay que tener en cuenta, según los biólogos, para entender un organismo: la filogénesis, que tiene que ver con el desarrollo de la especie, y la ontogénesis, que tiene que ver con el desarrollo del individuo. Con respecto a la mano disponemos ya de desarrollos y explicaciones científicas en ambos aspectos. En el filogenético contamos con  la abundante y precisa investigación de la Paleoantropología. Con respecto a la segunda nos remitimos a la investigaciones onto-genético evolutivas de Jean Piaget. Empezaremos por el aspecto ontogenético.

 

Desarrollo evolutivo ontogenético

     Piaget fue un psicólogo suizo, hoy un poco olvidado entre los jóvenes estudiantes, pero que estaba de moda en la década de los 70, al final de la cual yo entré como profesor ayudante en el Departamento de Filosofía que dirigía Gustavo Bueno. Interesaba entonces el enfoque corpóreo-operacional que Piaget introducía en la explicación evolutiva de la adquisición por los niños de las estructuras de la inteligencia. Interesa ahora en nuestra exposición para explicar cómo se generan las estructuras e Ideas más abstractas a partir de las acciones corporales y las manipulaciones de los objetos. Piaget había sido un niño prodigio que se interesó por la biología de los moluscos, colaborando a los 15 años con el director del Museo de Ciencias Naturales de su ciudad natal, Neuchatel, y que descubrió en su adolescencia la filosofía a través de la lectura de La evolución creadora de Bergson, que al parecer le solucionó sus problemas religiosos sustituyendo la Idea de Dios por la Vida, como relata en su Autobiografía. Por ello, se propuso edificar una Filosofía sistemática a partir de la Vida. En sus comienzos, Piaget desarrolla un proyecto de una nueva filosofía, aunque al final de su vida acabase renunciando en parte a sus ilusiones juveniles por la Filosofía. Se propuso entonces comenzar, como se hacía desde Descartes o Kant, por la Teoría del Conocimiento o Epistemología. Consideraba las Teorías filosóficas desarrolladas hasta él, en este campo, como puramente especulativas. El pretendía hacer una Teoría del Conocimiento apoyándose en los avances y métodos de las nacientes Ciencias Cognitivas, como la Psicología o la Antropología, insertadas en una concepción biológico-evolucionista del hombre. Su proyecto de una Epistemología Genética, para explicar el origen y desarrollo del conocimiento humano, debía realizarse estudiando los dos aspectos de que trata la Biología cuando estudia cualquier organismo vivo: la Ontogenia y la Filogenia. Empezar por la Filogenia requería el estudio paleo-antropológico de los fósiles que indicaban el origen de la especie humana; pero, en aquella época, la Paleoantropología estaba muy atrasada y llena de lagunas, por ello, como relata en su larga entrevista con Bringuier (Bringuier, J. C., Conversaciones con Piaget, Gedisa, Barcelona, 1977), se propuso empezar por la Ontogenia, esto es por la génesis y desarrollo del conocimiento en el individuo humano. Para ello disponía de la Psicología, en la que no había tales problemas porque, a diferencia del hallazgo de fósiles antropológicos dependientes del azar de las excavaciones, todos los días nacen niños cuyo desarrollo ontogenético puede ser observado experimentalmente de forma constante y repetida. Cuando se desarrolla de forma segura la Paleoantropología es sobre todo en el último tercio de la segunda mitad del siglo XX, falleciendo Piaget, ya muy viejo, en 1980. Además, Piaget pensaba inicialmente dedicarle unos tres años a los estudios ontogenéticos de Psicología, que comienza en Paris trabajando con la Escuela de Binet; pero acabó absorbido por ellos durante tres décadas en la especialidad de la Psicología del Niño y la creación de un centro de investigación en Ginebra financiado por la Fundación Rockefeller.

     La tesis más importante, resultado de estas investigaciones, es que, según Piaget, un niño es ya inteligente antes de saber hablar y adquirir el conocimiento consciente. Por ello la inteligencia no esta limitada al lenguaje, como supone Wittgenstein y el Positivismo Lógico. Un niño ya adquiere la Idea de Espacio geométrico antes de saber hablar, pues ya sabe orientarse en sus desplazamientos. ¿Cómo lo hace? Para explicarlo, Piaget recurrió a un matemático francés, Henri Poincaré, el cual se había planteado como entender a Kant cuando dice que el Espacio, como Forma de la Intuición, es a priori y la tenemos ya de alguna forma en la Conciencia. Poincaré se plantea como se puede generar dicha Idea y lo resuelve entendiendo por espacio, no algo en principio mental, sino algo material, un terreno donde nos desplazamos, configurándolo entonces como la resultante de un conjunto de desplazamientos siguiendo unos principios racionales. Lo mismo los animales que los niños tienen conductas exploratorias provocadas por una especie de instinto. El Espacio lo entiende Poincaré, entonces, no como algo mental, sino como el Conjunto de los desplazamientos físicos. Cuando dichos desplazamientos dejan de ser caóticos y se regulan por principios racionales propios de los llamados Grupos Algebraicos, como cuando los podemos sumar de tal forma que un desplazamiento AB sumado a otro BC es otro desplazamiento mayor AC, los dotamos entonces de una Ley de Composición Interna, porque la operación es “cerrada”, ya que el resultado AC es otro desplazamiento que , por lo tanto, pertenece al Conjunto de los Desplazamientos. Además, existe el Desplazamiento Inverso, cuando vamos de A á B y luego volvemos a A, reconociéndolo  como el mismo lugar donde estábamos, teniendo así una especie de Elemento Neutro. Podemos hacer atajos cuando  sabemos, por la ley asociativa, que si desde A nos desplazamos a B y desde B a C, entonces podemos atajar y evitar el rodeo yendo directamente de A á C. Entonces, entender lo que es un espacio requiere de cierta lógica material en la coordinación de los desplazamientos. Dicha lógica tiene, como descubrió Poincaré, la estructura de un Grupo Algebraico. Esta estructura operatoria ya la adquiere un niño cuando aprende a desplazarse, sin que tenga que representarse conscientemente lo que está haciendo prácticamente. Pues no se agrupan algebraicamente solo las operaciones formales de números, sino también los desplazamientos materiales, prácticos.

     Es interesante ver como Piaget va descubriendo estas estructuras algebraicas de operaciones cerradas  en diferentes acciones y operaciones, formales y materiales, de los niños. Por ejemplo, para explicar cómo los niños adquieren el concepto de Substancia u Objeto Permanente. Todo el mundo sabe que, si dejó un libro sobre esta mesa y salgo,  aunque desaparezca de mi vista, sé que el libro continúa existiendo. Pero, según Piaget, un niño no  tiene de forma innata este conocimiento. Pues si le enseñas un sonajero y le gusta intentará cogerlo. Pero a determinada edad, si lo tapas con una cortina deja de interesarse por el y no lo busca. Pero a edad más tardía es capaz de levantar la cortina para cogerlo de nuevo. Ello significa que los niños, al principio, no saben que existe cosas fijas, objetos permanentes, independientes de ellos. ¿Cuándo adquieren ese conocimiento y cómo lo adquieren? Piaget pone el ejemplo de los niños cuando necesitan alimentarse con un biberón. Al principio al niño lo ayudan, pero si está solo y pierde la chupeta, intentará recuperarla manipulando el biberón mediante giros. Coordinando sus acciones llega un momento que aprenderá prácticamente la lógica material de los giros de un biberón: un giro de 180º le aleja la chupeta al máximo, pero sumando otro giro igual, pero inverso, vuelve a recuperar la chupeta. En un giro de 360º queda la chupeta en el mismo lugar de que partía, etc. La estructura operatoria de los giros constituye asimismo un Grupo Algebraico, como los Desplazamientos. Entonces el niño, de la misma manera que construye el Espacio geométrico objetivo, como algo que tiene una lógica que hay que aprender para no perderse en sus desplazamientos, aprende también que un biberón es un Objeto Permanente, una especie de objeto substancial que tiene una lógica independiente de sus deseos, a la que tiene que obedecer para manejarlo debidamente. Así se generan, según Piaget, estos conceptos (Espacio Geométrico, Substancia física) que nos parecen tan abstractos, antes de los 2 años,  antes de que aprenda a hablar. Luego a partir de los 6 años se aprenden otros conceptos, como el de Identidad de masa, como prueba el famoso ejemplo de la transformación de una bola de plastilina en una salchicha. Cuando se le pregunta aun niño de 3 años, que hace la transformación, donde hay más plastilina, unas veces responde que en la salchicha, porque es más larga y otras en la bola porque es más ancha. Solo a partir de los 6 años consigue coordinar las transformaciones en un nuevo Grupo algebraico para darse cuenta de que la Identidad de masa permanece tras los cambios, pues la salchicha es más larga, pero menos ancha, que la bola y viceversa. Pero esto solo lo aprende experimentalmente, haciendo el mismo con las transformaciones de la plastilina con sus manos.

     En tal sentido estos conocimientos abstractos derivan, según Piaget, de las manipulaciones corpóreas. Decir que viene de una “chispa” divina, o de las determinaciones de los genes sometidos a leyes moleculares y atómicas, es remontarse a una Causa última que no podemos a su vez explicar. Por ello, Piaget parte del análisis de procesos cognoscitivos efectivos dados ya en marcha (in medias res). Un niño cuando nace viene dotado con conocimiento puramente instintivo, propio de los animales. Eso ya lo estudia la Biología. Lo que habrá que estudiar es como se transforma ese conocimiento instintivo en un conocimiento inteligente o de meros hábitos. Un niño cuando nace, como todo mamífero, tiene el instinto de succión. Los movimientos de su cuerpo son caóticos, pero al leve roce de algo en su boca se dispara la succión. Como un ternero, que hace lo mismo buscando alimento, porque si no se moriría. Si le pones un dedo en la mano la cierra, por un instinto de prensión. Se dice  que es una herencia de los simios, debido a que lo adquirieron las crías cuando, ante un depredador, la madre trata de escapar rápidamente y solo las crías que consiguen a garrarse fuertemente a la madre sobreviven y nos lo transmiten por evolución. Entonces, el mundo para un niño recién nacido, por este inicial reflejo de succión, dice Piaget, es algo digno de ser chupado. Después, cuando consigue controlar los movimientos de las manos y por casualidad roza con el dedo pulgar la boca y chupa, se da cuenta de que no hay alimento pero, entre toma y toma, eso le entretiene y relaja su ansiedad, creando así el hábito de chuparse el dedo. Con el habito aparece una conducta de realimentación circular directa. Más tarde aparecen conductas más complejas que se realimentan indirectamente a través de la estructura medio-fin, como cuando el niño que no alcanza un juguete alejado, pero situado en una alfombra a mano, se le ocurre tirar de la alfombra para acercarlo y poder cogerlo. Empieza entonces un tipo de conocimiento que utiliza medios para conseguir fines, que es propiamente ya conocimiento inteligente. Por ello, un niño que estuviese sentado y no se moviese mediante estas acciones corporales no desarrollaría su inteligencia o tendría serios problemas de retrasos.

     En tal sentido Piaget sostiene que la inteligencia tiene que ver esencialmente con las acciones corporales. El origen del conocimiento inteligente está, por ello, según Piaget, en la coordinación de las acciones según ciertas estructuras operatorias y no meramente en las sensaciones. La teoría del conocimiento de Aristóteles ponía a los sentidos como la fuente del conocimiento, considerando especialmente a la vista como el principal sentido. A través de las sensaciones se forman las primeras ideas en la mente como copias de las sensaciones. Piaget no niega la influencia de las sensaciones en el origen del conocimiento, pero las considera como algo auxiliar en la construcción de los conceptos, los cuales derivan principalmente de la coordinación de las acciones. Esto es un cambio total que Piaget hereda de la Filosofía Alemana de Kant, Fichte y Husserl. Piaget, que había dado cursos de Historia de la Filosofía en sus inicios como profesor, sin embargo, conocía mejor a Kant y a Husserl que a Fichte, al que prácticamente ignora en sus escritos, por lo que yo conozco, aunque su tesis de que el conocimiento deriva de las acciones está ya en las Tathandlungen del Fichte de la Wissenschaftslehre. Partiendo entonces de las acciones, Piaget explicó de forma novedosa y rigurosa, genética y estructuralmente, toda la Ontogénia del conocimiento, desde los conceptos más simples del Espacio, Tiempo, Substancia, Causa, generados antes de los dos años, hasta los conceptos de Cantidad, Cualidad, Necesidad, etc., desde los 6 a los 14 años. Conceptos que, según demuestra Piaget, no son a priori, como sostenía Kant, ni tampoco biológicamente innatos, como sostenía Chomsky al considerar el lenguaje humano como un lenguaje articulado, muy diferente del animal basado en meras señales, como las señales de tráfico para nosotros.

     Pues el lenguaje animal no tiene la complejidad del humano. Un animal, un pato de los experimentos de Konrad Lorenz, el padre de la Etología, cuando está con el resto de la banda y percibe la silueta de un águila depredador, mira hacia arriba, señalándola y acompañando su gesto con graznidos, provocando que el resto de los patos comprendan el peligro y levanten el vuelo. La silueta del depredador es vista por los patos y otros animales como señal de peligro. Pero tal lenguaje no es articulado, ni tiene una sintaxis para hacer frases como un niño. Pero entonces ¿de dónde viene la lógica necesaria en la sintaxis? Chomsky afirma que viene de los genes. Piaget mantiene que la lógica sintáctica que organiza el orden de las palabras en la frase viene de la lógica que el niño aprende al manipular los objetos antes de saber hablar. El estar un objeto delante o detrás se aplica al orden de las palabras en la oración, por el que delante va el sujeto, detrás el predicado y en el medio el verbo. Dicha lógica manipulatoria de los sonidos no necesita proceder de los genes del lenguaje, sino que es la misma que aprende el niño cuando manipula las cosas. Piaget discutió esto con Chomsky en un congreso en 1975 en la Abadía de Royaumont de Paris,  en cuyas Actas (Language and Learning: Debate Between Jean Piaget and Noam Chomsky, ‎ Routledge & Kegan Paul PLC, 1980) se puede ver como Chomsky fue incapaz de entender a Piaget, quizás por sus limitaciones filosóficas, centradas en el innatismo cartesiano, mientras que para entender a Piaget se precisa conocer a filósofos posteriores como Kant, Hegel o Husserl.

     De hecho, Piaget, por su proyecto de una Epistemología Genética, tiene fuertes componentes filosóficos. Pues Piaget se proponía ir más allá de Kant desechando, como hacía ya el criticismo kantiano, tanto al empirismo como al innatismo. Pero hay una diferencia importante con Kant, que podemos formular rápidamente recordando que Kant mismo calificaba su aportación como una Revolución copernicana. Lo que podemos decir para captar rápidamente esta diferencia es que Piaget lleva a cabo una “rectificación kepleriana” del Giro Copernicano introducido por Kant. Pues Kepler, consideraba acertado el Giro de Copérnico que situaba al Sol en el centro del Sistema Solar y no a la Tierra, como sostenía la Cosmología de Aristóteles-Ptolomeo. Pero matiza que las orbitas que describe la Tierra en torno al Sol no son circulares, como creía Copérnico. Son elípticas y la Elipse es una curva diferente del Círculo, pues no tiene un centro, sino que tiene dos focos. Es una figura muy distinta por lo que no le acababan de encajar los cálculos matemáticos a Copérnico. Pero con Kepler se pudieron ya establecer las Tres famosas Leyes exactas. Piaget parte de Kant manteniendo su Giro, pues no considera posible volver otra vez a las posiciones de los griegos de que todo viene de los sentidos o de Dios, como hace todavía Descartes. Pero hay que rectificar a Kant en el sentido de que no hay un solo foco del conocimiento, hay dos: uno es la Conciencia, pero el otro es el Cuerpo. Y es precisamente en el Cuerpo donde está el Sol del conocimiento. Pues el origen de la racionalidad humana no está en la Conciencia, que no es más que el resultado de una interiorización de todas las estructuras de la inteligencia, generadas corpóreo-operatoriamente, al operar con símbolos a través de la capacidad lingüística. Es en tal sentido que consideramos la obra de Piaget.

     No obstante, a pesar de los componentes filosóficos de su Epistemología, Piaget, al final de su vida, renunció a dar a su obra una fundamentación filosófica sistemática como había intentado hacer Kant. Piaget renunció a ello porque consideraba que la Teoría del Conocimiento, que había sido tradicionalmente obra de los filósofos, debía pasar a ser desarrollada por las nuevas Ciencias Cognitivas, que Kant no conoció, quedando así relegada la Filosofía a cuestiones de Moralidad o Teoría de los Valores. Piaget publicó entonces un libro, Sabiduría e ilusiones de la Filosofía (1965), en el que se muestra desencantado de su pasión juvenil por ser filósofo del conocimiento, prefiriendo ser un científico. De hecho, Piaget estaba enfrentado con ciertas corrientes fenomenológicas dominantes en Francia, como la representada por Sartre, que pretendía desarrollar una Psicología filosófica en competencia con la Psicología científica. Piaget rechazaba dicha Psicología filosófica por ser meramente especulativa. De ahí viene en parte su crítica a las ilusiones y astucias de dicha filosofía.

 

Desarrollo evolutivo filogenético

     Una vez expuesta someramente la importancia de las manipulaciones en el desarrollo de la inteligencia humana desde un punto de vista ontogenético, debemos pasar a hablar, también brevemente, de su importancia en el desarrollo filogenético, esto es, en el desarrollo de la especie humana. Aquí es Darwin el punto de partida cuando en El origen del hombre (1871) sostiene que es la bipedestación y la mano exenta lo que nos dio nuestra supremacía sobre los animales. Hoy podemos reconstruir, desde el evolucionismo científico, la situación originaria de los homínidos refugiados en cuevas como la de Altamira y acosados por tremendos depredadores. Situación que solo se pudo superar progresivamente con la producción de técnicas que nos permitieron cazar y dominar a tales terribles depredadores, hasta el punto de que llegamos a dar la vuelta a dicha situación primitiva, pues hoy somos nosotros los que tenemos rodeados y encerrados en reservas y zoos a los grandes animales depredadores, como solía señalar Gustavo Bueno. Pero esa situación inversa, ¿cómo se produce? Darwin ya apuntaba que la mano humana, a diferencia de las de los simios, permiten construir armas e instrumentos con los que dominamos a los animales. Federico Engels, que junto con Marx conoció en Londres las tesis de Darwin, en su escrito, "El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre"(1876), extendió esta habilidad manual a la producción económica, por medio de la institución del trabajo organizado, como otra característica diferencial con los animales.

     Pero hubo que esperar a la segunda mitad del siglo XX para encontrar estudios científicos, más refinados y experimentalmente probados, capaces de explicar, con más precisión, la trascendencia de la aparición evolutiva de la mano humana. Un episodio central tuvo que ver con la llamada “mona Lucy”, una Australopiteca Afarensis cuyos restos óseos, datados en 3,5 millones, de años fueron encontrados en Etiopia en 1974. La llamaron Lucy por el título de la canción de John Lennon “Lucy in the sky with diamonds”, que sonaba en el campamento cuando al anochecer los autores del hallazgo se retiraron a su tienda. Se conservaban muy íntegros los restos óseos de la mano  de Lucy, lo que permitió a los anatomistas confirmar que su mano era ya funcionalmente muy distinta de los monos anteriores. Pues, hasta entonces, lo más parecido a la mano humana era la de los chimpancés, con cinco dedos y un pulgar oponible. Pero, analizando la mano de Lucy con más precisión anatómica y funcional, se dieron cuenta que Lucy podía ya hacer cosas que no podían hacer los monos anteriores. Por ejemplo, coger una piedra como un pitcher de béisbol coge una pelota, con prensión en pinza de tres dedos, hacer un  movimiento de balanceo braquial para lanzarla y alcanzar un blanco con fuerza y precisión, convirtiendo la piedra en un proyectil mortífero. Un mono no puede hacer esto porque no es capaz de realizar una prensión en pinza, pues el pulgar oponible de los monos es más largo y no puede tocar las yemas de los demás dedos. Un mono tampoco puede tampoco coger un martillo haciendo presión fuerte con el pulgar y el resto de los dedos para clavar un clavo con precisión, como hacemos nosotros. Por tanto, no pude fabricar un hacha devastando piedras de sílex, porque no puede hacer una fuerte prensión en pinza con una mano y golpear, como si fuese un martillo, con la otra para darle forma. Otro descubrimiento importante hecho en Sudafrica (Kenya y Tanzania) fue el de los restos del llamado Homo Hábilis, un homínido de hace 2 millones de años, que se empieza a relacionar ya con una industria lítica. Y también el llamado Homo Erectus de hace 1,5 millones de años, que tiene una industria lítica ya más desarrollada. Se presenta, entonces, en estos dos especímenes un cambio muy importante porque afecta al crecimiento del tamaño cerebral. Este aumento pudo haberse producido por diversos factores. Se habla del cambio en la dieta alimenticia, y otros, pero se resalta especialmente la influencia de la nueva mano capaz de nuevas acciones y operaciones.

     La metáfora del cerebro como un ordenador utilizada por los neurólogos permite comprender como fue preciso una especie de aumento del tejido neuronal de la corteza cerebral y el formateo de esta circuitería cerebral para crear los nuevos dispositivos operativos manuales, como sostiene Frank Wilson en su conocido libro La mano. Su trabajo como neurólogo en el Peter F. Ostwald Program for Performing Artists de la Facultad de Medicina de la Universidad de California en San Francisco le condujo a tratar a músicos que tenían problemas de articulación en las manos, como guitarristas o pianistas profesionales, para los cuales estos problemas eran una tragedia porque afectaban a su carrera profesional a la que habían dedicado su vida. Ante los videos que les mostraba en su consulta sobre lesiones en las manos, muchos de estos artistas se desmayaban. Para ellos las manos eran una cuestión vital, eran su vida. Impresionado por ello, Wilson se puso a investigar que era realmente una mano. La Anatomía clásica estudia la mano, pero no pasa de la muñeca, pues ahí empieza el brazo. Wilson además trató el mismo de aprender a tocar el piano, a una edad avanzada, con el fin de entender el proceso de la habilidad manual musical desde el punto de vista del paciente. Se dio cuenta de que cuando empiezas a tocar aprendes los acordes como Do, Re, etc., coordinando tres dedos. Al principio te cuesta, pero con el ejercicio notas que vas avanzando, unas veces más rápido otras más lento, dependiendo de los métodos que practiques. Pero llega un momento en que, como un pianista profesional, ya ni miras para los dedos. Caen automáticamente sobre las teclas sin pasar por la consciencia ¿Qué ocurrió entonces? Pues que el cerebro, actuando como un ordenador, genera unas rutinas neuronales de tal manera que, cuando activas una, se dispara un automatismo que hace que las ejecuciones cada vez más complejas, como las de los pianistas o guitarristas profesionales, se disparen con una rapidez y perfección impresionante. El cerebro es algo plástico que va modificando y reforzando las rutinas cerebrales con la práctica continuada, y a la vez decae o pierde precisión o rapidez con el cese de dicha práctica. Por ello el estudio de las habilidades manuales está ligado inevitablemente a los nervios que las activan y que pasan inmediatamente al brazo. La mano, por ello, no se entiende entonces, tampoco, sin el brazo.

     Pero, ¿qué es el brazo? Wilson dice que es una grúa. Tiene, por ello, una biomecánica que debe ser estudiada. Wilson en su libro incluye entrevistas con gruistas que trabajan con grandes “plumas” en los puertos, cuyo manejo es complicado porque debe tener en cuenta el centro de gravedad de la carga en sus desplazamientos; un error en el equilibrado de lacarga puede llevar a la caída de tales grúas, con la tragedia consecuente. Filogenéticamente esto le llevó a analizar el movimiento de la mona Lucy erguida lanzando una piedra como proyectil. En el Lucy hace con el brazo, como grúa, un movimiento de balanceo, que presupone la braquiación de los monos saltando en los arboles. En dicho movimiento de lanzamiento, Lucy debe mantener el equilibrio del cuerpo, sin caerse a un lado o a otro, para lanzar la piedra con la puntería precisa. Un movimiento similar al clásicamente plasmado en el Discóbolo de Mirón. Pero los nervios no se detienen tampoco en el brazo, sino que llegan hasta la corteza cerebral. Hoy se sabe que la parte izquierda de la corteza es la que empezó a formatearse par controlar los movimientos de las manos y después vino el formateo de otras neuronas para el control de las habilidades lingüísticas, las cuales se empiezan a desarrollar de modo más complejo precisamente con la industria lítica. Pues para construir un hacha se necesitaba la enseñanza a otros de dicha habilidad técnica, que es más compleja y persistente que la de los monos. Estos pueden aprender por imitación a comer boniatos lavándolos con agua en vez de comerlos sucios de tierra. Pero estas habilidades no pasan de ahí y no progresan hasta el desarrollo de una técnica como la cocina, para la que se requiere el control del fuego, el uso de afilados cuchillos o hachas, etc., imposibles de fabricar con las manos de que disponen. Tampoco es vital lavar boniatos para los monos. Pero la construcción de hachas y otros instrumentos si resultó vital para la supervivencia de la especie de los homínidos, una vez que bajan de los arboles, adquiriendo la bipedestación en sus desplazamientos por la sabana. El desarrollo de la técnica humana requirió el desarrollo de un lenguaje debido a la necesidad de enseñar y transmitir unas normas de fabricación que se van perfeccionando y que precisan de su permanencia y conservación de forma institucionalizada (Donald, M., Origins of the Modern Mind, Harvard University Press, Cambridge, Mass., 1991). Incluso se mantiene en investigaciones más recientes (Jonathan Birch, “Toolmaking and the evolution of normative cognition”, Biology & Philosophy, 2021, 36:4), que las normas sociales proceden de las normas técnicas, pues cuando los homínidos se dan cuenta de las ventajas de la institucionalización de las normas técnica, hacen lo mismo con la creación de normas sociales, las cuales se institucionalizan en el matrimonio, la familia, la tribu, etc. Dichas normas matrimoniales, por ejemplo, consideran quien se debe casar con quien, etc. Gustavo Bueno ha insistido especialmente en que son estas instituciones normativas y no tanto la técnica considerada en abstracto, las que nos separan de los animales. Pero la institucionalización está ligada, en su origen, a la técnica.

    En tal sentido, cada vez se confirma más el origen de la realidad específicamente humana a partir de las operaciones manuales, quirúrgicas, como dice Bueno. Pero, además, para el desarrollo de la técnica y de la comprensión y transmisión de sus normas, fue preciso el desarrollo de un lenguaje más complejo que el de los monos. El origen del lenguaje en un niño depende de que se lo enseñan sus padres. Pero el origen en la especie implica una creación por transformación del lenguaje animal previo a la hominización. A esto tiene  que responder la Paleoantropología, ayudada por las ciencias, cognitivas y lingüísticas. La bibliografía sobre ello es hoy muy extensa (ver, J. Velarde, La mano humana, cap. V. “Las manos y el lenguaje”). Según tales investigaciones parece que el lenguaje humano, en su origen, fue predominantemente gestual. Pues el tracto bucal que nos permite articular operativamente las vocales y consonantes con claridad y distinción no aparece hasta el Homo Sapiens. Los monos no lo tienen. La laringe humana es un órgano muscular , que requiere una habilidad como la de las manos para tallar una piedra con finura, pero ahora para conseguir la resonancia finamente articulada de los sonidos en el paladar. Con ello se crea un lenguaje vocal articulado, al cual habría precedido un lenguaje gestual que todavía hoy seguimos usando cuando en un país extranjero no entienden nuestro lenguaje y entonces nos comunicamos con gestos manuales. Los italianos, por ejemplo, lo usan hoy acompañando a sus palabras, más que los alemanes, que son más hieráticos en la comunicación personal. El lenguaje gestual más desarrollado, con mucho, es el de los gestos con las manos. Pues, con la cara se pueden expresar algunas emociones elementales, como alegría, tristeza, miedo, etc. Pero con las manos, como se constata en el lenguaje de hoy ya institucionalizado de los sordomudos, se pueden comunicar frases y oraciones. Por eso se puede decir que el lenguaje humano deriva de las manos. Con lo que estamos reforzando la tesis de Gustavo Bueno que sostenía que la racionalidad humana deriva de las manos. No voy a insistir más en esto, solo recomendar vivamente la lectura de libros como el de Frank Wilson, La mano, en el cual se recopila en torno al 2000 toda esa información sobre la importancia trascendental de nuestras manos de una forma magistral, por su claridad, capacidad sintética y amenidad, lo que le hizo ser finalista del Premio Pulitzer de divulgación científica. Lo que me llamó personalmente  la atención es que en USA el tema de las manos había adquirido una gran atención entre los investigadores y divulgadores científicos. Por ello me puse en contacto por correo con Frank Wilson interesándome por sus investigaciones e intercambiando conocimientos. Me contestó rápidamente, diciéndome que era el primer lector de la traducción al español de su obra con el que tenía contacto y mantuvimos por un tiempo un intercambio de correos. Pero, en España nuestras investigaciones en la Universidad de Oviedo pasaron completamente desapercibidas. Aquí no encontré ayuda para establecer una relación más amplia y traer a Wilson como conferenciante a nuestro país, pues estuvo a punto de venir para conocer la Cueva de Altamira. Únicamente en Barcelona la editorial Tusquet tradujo su obra en una colección de divulgación científica dirigida por Jorge Wagensberg, ya fallecido, interesado en el tema de las manos. Hoy está agotado. Lo sé por qué debido a alguna reseña que hice del libro, me escribían desde Las Canarias o desde Argentina pidiéndome una copia del libro. En la Biblioteca de la Universidad de Oviedo hay un ejemplar de este libro además del original en inglés.

 

El Complejo Tecnológico Transformacional de Gustavo Bueno

     Retomemos finalmente la tesis de Bueno de que el origen de la racionalidad humana está en las manos, que nos llevó a tales investigaciones, las cuales constituyen un factum científico experimental que es muy difícil que sea ignorado. Anaxágoras tendría razón entonces frente a Aristóteles. Esto recuerda un poco a Heidegger cuando decía que había que volver a los Presocráticos, frente a las deformaciones platónico-aristotélicas que los consideraban unos niños o unos soldados bisoños que daban golpes errados. Pues la tesis de Anaxágoras es la que se impone con el evolucionismo moderno que es asumido por Bueno. Por ello voy a volver a continuación a la obra de Bueno, que analicé aquí mismo en una conferencia anterior, titulada “La filosofía de Gustavo Bueno. Una interpretación crítico-asimilativa” (Texto publicado en la revista Eikasía, nº127, 2025, vol.1), para ver la importancia que tiene lo que denominamos racionalidad manual en su obra. Pues en el origen de su producción filosófica, en los Ensayos materialistas (1972), Bueno todavía se mueve en relación con la escolástica del materialismo marxista soviético (DIAMAT), intentando hacer un materialismo filosófico más académicamente riguroso y proponiendo una Ontología materialista nueva, pluralista y no monista partiendo, como algunos académicos soviéticos, como Deborín, de Spinoza. Después desarrollará la Teoría de la Ciencia en la que influyó el construccionismo operatorio de Piaget. Aunque Bueno sostenga que “pensar es pensar contra alguien”, esto es una unilateralidad. Pues pensar es pensar contra alguien y con alguien, porque uno solo no nace ya aprendido. Quizás lo decía porque su fuerte era la crítica, que llevada apriorísticamente hasta el extremo, produce la impresión de lo que popularmente se llama un “pacontraria”. El propio Unamuno, con el que Bueno simpatiza más que con Ortega, tenía una actitud tal cuando, según parece, al llegar a una tertulia decía aquello “de qué se habla aquí que me opongo”. Bueno adoptó esta actitud con Piaget criticándolo agudamente en diversos aspectos, pero a la vez evitando reconocer sus aciertos, muchos de los cuales son seguidos por el propio Bueno, como tuve la  experiencia de comprobar al haber leído y estudiado, no solo las obras de Bueno, sino también las del propio Piaget. Bueno mismo dirigió varias tesis doctorales sobre la obra de Piaget en el Departamento de Filosofía de la Universidad de Oviedo a principios de los 70, cuando Piaget estaba en su mayor influencia mundial. No se trata de decir que Bueno debía citar las cosas que comparte con Piaget, pero es claro que prefirió poner de relieve lo que rechazaba de Piaget.

    La principal crítica que hace a Piaget es que había desarrollado una Epistemología Genética en la que, después de exponer una novedosa Teoría del Conocimiento apoyándose en sus famosos experimentos del desarrollo de la inteligencia en los niños, se propuso desarrollar de forma interdisciplinar una Teoría de la Ciencia. Para ello reunía en Congresos a múltiples especialistas científicos encargados de construir en común la Teoría de la Ciencia (ver, p.ej., los varios volúmenes de Piaget, J., Lógica y Conocimiento Científico de Editorial Proteo, Buenos Aires). Además, Piaget pretendía que la Epistemología General, de la que la Teoría de la Ciencia sería un desarrollo particular, debía ser ella misma una teoría científica y no ya filosófica. Frente a esto Bueno considera que la Teoría de la Ciencia sigue siendo tarea propia de los filósofos y consiguió desarrollar una Teoría de la Ciencia con su Teoría del Cierre Categorial que muy original y diferente de la de Piaget. Pero Bueno, cuando elabora esta teoría, se da cuenta de la importancia, complejidad y variedad de las operaciones científicas. No se trata de decir que Bueno no conociese esto en los Ensayos materialistas, sino que cuando realmente analiza con detalle las operaciones que permiten construir los Teoremas, como las verdaderas células gnoseológicas de las ciencias, es cuando aumenta su interés por la Gnoseología. Entonces se produce una importante novedad en relación con la Ontología que me sorprendió. De entre las críticas negativas que se produjeron por parte de Fernando Savater cuando se publicaron los Ensayos materialistas, a las que se contestó desde Oviedo por el propio Bueno y colaboradores quejándose de la incomprensión de la obra, y otras críticas posteriores, hubo una que me quedó grabada. Fue la pregunta: ¿por qué hay Tres Géneros de Materialidad y no Siete? Pues Bueno no daba una justificación o “deducción” racional de ello. La contestación que se dio fue con un mero argumento de autoridad: hay tres Géneros porque ya en Platón, Wolff, Hegel, Simmel o Popper se establece así.

     Tuvieron que pasar unos 20 años para que Bueno diese una respuesta “deductiva” a dicha pregunta. Esta apareció con la publicación de la entrada “Materia” para una enciclopedia alemana de filosofía (ver Gustavo Bueno, Materia, Pentalfa, Oviedo, 1990), en la que responde a la pregunta de porqué hay Tres Géneros de Materialidad diciendo que en el acto transformacional técnico, si queremos reconstruirlo, podemos ver que tiene tres componentes y solo tres; pues cuando se construye, p.ej., un hacha de sílex, distinguimos las piedras o lajas como términos de la construcción, las operaciones de devastado y las nuevas relaciones que resultan entre las partes de la pieza devastada. Entonces hay tres Géneros de Materialidad y solo tres porque los términos son M1, las operaciones son M2 y las relaciones son M3. El propio Bueno llama a esto una  “deducción”, en un sentido similar a lo que otros denominan una deducción a priori. Por ello los críticos tenían razón cuando le reprochaban no haberlos justificado debidamente. Lo más importante es que aquí se ha producido un cambio importante en la filosofía de Bueno, que no es compatible con la interpretación de Bueno como alguien que no ha cambiado desde sus Ensayos materialistas, por lo que no se debe tocar su obra. Basta con completar las partes que faltan, pero sin tocar nada de su “Sistema”. Esto es lo que reprochamos a los responsables de la  Fundación Gustavo Bueno  que están siguiendo esta interpretación escolástica con agresividad y “cancelación”, como se dice ahora, de los discrepantes. Nos parece que lejos de promocionar la obra de Bueno la están perjudicando.

     Pero, entonces, ¿cómo analizar los cambios que se han producido aquí? Creemos que lo que ocurre es la irrupción de un fundamento gnoseológico práctico de la propia Ontología que Bueno denomina el “complejo tecnológico transformacional”. Se podría denominar dicho fundamento como un Principio de la Producción (Poiesis). En el libro El mito de la cultura, el propio Bueno recoge la Idea de Producción de Marx como el principio de la producción del mundo propiamente humano por el trabajo. Es la poiesis tecnico-artistica de Aristóteles frente a la praxis política-moral o la teoría como saber científico de físicos o matemáticos. Sería este Principio de la Producción entonces un fundamento poiético de donde surge la racionalidad humana. Bueno deduce de él la Ontología de los Tres Géneros que constituyen el Mundo (Mi). La Ontología es, ciertamente, una parte central de la Filosofía. Pero también lo es la Gnoseología. Bueno rechazaba la Epistemología Genética de Piaget porque estaba basada en la oposición Sujeto/Objeto. Es cierto que tal Epistemología  funciona centrándose dualísticamente en tal oposición S/O hasta Kant. Pero ya sus sucesores, como Reinhold o Fichte, rompen este dualismo introduciendo la Representación (Vorstellung) como un tercer término. Dicho concepto empieza a adquirir un papel central, por su complejidad constitutiva, en la Fenomenología de Husserl, donde las representaciones resultan de acciones correlativas entre la noesis y el noema necesarias para que se produzca la representación, epojé y reducciones mediante. Husserl trataba precisamente de superar la oposición Sujeto/Objeto centrándose en las representaciones noemáticas, que suponían acciones de la conciencia en correlación con datos de los sentidos. Por tanto, ya hay aquí claramente diferenciada una triada de términos, operaciones y relaciones, solo que sin salir de un idealismo de la conciencia. El propio Piaget está influido por Husserl, del que rechaza el método descriptivo fenomenológico de la conciencia, sustituyéndolo por un método constructivista genético- evolutivo dirigido a la conducta externa de los sujetos cognoscitivos, pero incorporando la epojé husserliana al poner entre paréntesis las sensaciones para centrarse en las acciones y estructuras operatorias que se captan por una intuición, no meramente empírica, sino reflexionante, como él la denomina. Bueno, por su parte, pretende superar el dualismo Sujeto/Objeto recurriendo a la distinción de Materia/Forma. Con ello, por un lado parece volver a Aristóteles, aunque transformándolo dialécticamente. Ello recuerda al maestro de Husserl, Brentano, sacerdote católico quién, siendo un buen conocedor de la escolástica, también volvió a Aristóteles, del que rescató la intencionalidad de la conciencia, la cual sirvió de arranque a una filosofía nueva, como fue la Fenomenología de Husserl. Brentano era ciertamente un escolástico un poco raro, una especie de hereje dentro del llamado neotomismo finisecular.

     Bueno, gran conocedor también de la escolástica, reinterpreta también a Aristóteles al suponer que no existe una materia prima o una forma separada como algo hipostasiado. Para entender esta distinción hay que referirse al ejemplo de lo que hace un ceramista para producir una vasija. Debe tomar una materia adecuada, la arcilla y darle forma con sus manos junto con un torno construido al efecto. Entonces la forma y la materia dependen de las operaciones manuales del ceramista, un sujeto corpóreo-operatorio, pues no existen de forma exenta más que en la imaginación. Hay aquí una especie de Principio Antrópico kantiano.

 

Principios para una Sistematización de la Filosofía de las Manos

     Bueno tenía que haber construido a partir de esto una Gnoseología, pero no lo hizo. Solo desarrollo una Teoría de la Ciencia. Aunque habló de un proyecto noetológico que se ocuparía de explicación de la racionalidad humana (ver G. Bueno, “Noetología y Gnoseología (haciendo memoria de unas palabras”, El Catoblepas, nº 1, marzo 2002), no lo llevó a cabo. Si se empezó a preguntar en sus últimos años en que consistía un Sistema filosófico en relación con la denominación que le había dado de Materialismo Filosófico y que iba apareciendo necesaria por el desarrollo de su filosofía en los diversos campos ontológicos, gnoseológicos, éticos, políticos, etc. Un Sistema, según Bueno, no sería una mera construcción genérica hipotético-deductiva, sino que requería primero distinguir y analizar debidamente los distintos sistemas científicos, tecnológicos, etc., para diferenciarlos de los tradicionales Sistemas filosóficos. David Alvargonzález (La idea de sistema, Verbum, Madrid, 2022) colaboró debidamente en estos análisis. Bueno llegó a esbozar la concepción de un Sistema filosófico como una especie de tejido de hilos y nudos, denominándolos estromas en comparación con los hilos con los que se teje un tapiz, etc., que forman una symploké platónica al no estar todos conectados con todos ni ninguno con ninguno. Por otra parte, en su libro El sentido de la vida, Bueno analiza el Sistema científico de Newton aplicando los conceptos de Términos, Operaciones y Relaciones para interpretar los famoso Tres Principios de la Mecánica newtoniana: el primero, el Principio de Inercia, el segundo el de la Fuerza en relación con Masa y Aceleración y el tercero, el denominado Principio de Acción y Reacción. Considera que el Sistema de Newton no es un sistema hipotético-deductivo, pues sus Tres Principios están calculados in medias res para organizar toda la explicación de los fenómenos físicos y llegar a la Ley de la Gravitación. Bueno los interpreta como Principios de los Términos, Operaciones y Relaciones. El Primer Principio trata de los Términos físicos entendidos como “masas inerciales”. El Segundo trata del Principio de las Operaciones, que regulan los choques según la formula F=m.a. El Tercer Principio es el que trata de las Relaciones de Acción y Reacción. Toda acción de un cuerpo sobre otro produce una reacción igual y de sentido contrario. Bueno considera que estos Tres Principios constituyen un Sistema.

     Teniendo presente esta estructura de Sistema basada en Tres Principios, Bueno encuentra en el campo político otros Tres Principios que regirían su funcionamiento sistemático. Son los famosos Tres Principios proclamados en la Revolución Francesa: Libertad, Igualdad y Fraternidad. El primero sería el Principio de los Términos, el Segundo el de las Operaciones y el Tercero el de la Relaciones. Me remito a apartado 2 de El sentido de la vida: “Los tres principios de la revolución política y los tres axiomas de la revolución científica” (p. 91s.s.).

     Siguiendo estas analogías propuestas por Bueno, pensé inmediatamente en los famosos Tres Principios con los que Fichte organiza su Teoría del Conocimiento en la Wissenschaftslehre de 1894. Por el Primero el Yo pone al Yo (Yo=Yo). Por el Segundo al Yo se opone un No-Yo (Yo/No-Yo) y por el Tercero solo en el Yo es posible la oposición Yo/No-Yo (Yo (Yo/No-Yo). De este último Principio deriva Fichte todas las representaciones cognoscitivas, tanto la Teóricas como la Prácticas. Fichte se había apoyado para crear este Sistema, no solo en Kant, sino especialmente en Spinoza que consideraba el Sistema filosófico más perfecto del Racionalismo moderno originado en Descartes. Pues Fichte no tomo como modelo de Sistema ni a Descartes ni a Leibniz. Ello se debió a la reivindicación que se hizo entonces en Alemania de la figura de Spinoza, que había sido tratado durante un siglo, como un “perro muerto”, en palabras de Lessing. Spinoza será reivindicado también  por Schelling, los Románticos y por Hegel como ineludible para entender sus nuevas sistematizaciones filosóficas. Por eso Bergson llegó a decir aquello de que todo el mundo tiene dos filosofías, la  suya propia y la de Spinoza. Es un poco lo que decía Hegel de que quién no se haya bañado alguna vez en la vida en las cristalinas aguas del Sistema spinozista, no entenderá una palabra de la filosofía moderna.

     Fichte se apoyó en Spinoza, pero hizo una transformación criticista de su filosofía, pues Spinoza tiene un Sistema metafísico pre-kantiano, ya que parte de Dios o la Naturaleza como una Substancia y de ahí lo deriva todo de un modo mecanicista. Por ello tiene problemas para explicar la libertad humana, reduciéndola a una conciencia de la necesidad. Pero puede ser transformado en un Sistema crítico kantiano, en el que no se trata ya de explicar cómo se deriva el mundo de una Substancia, sea Dios o la Naturaleza, sino como se generan nuestras representaciones cognoscitivas del mundo. Pues, según Kant, no podemos saber, ni ahora ni nunca, que es el mundo en sí, pues nuestro conocimiento es limitado y finito, por lo que no conocemos las cosas como son en-sí, sino solo cómo son para nosotros. Debemos, por tanto, limitarnos a explicar cómo son posibles nuestras representaciones del mundo. Pero las representaciones no salen pasiva o mecanicamente de la naturaleza; son producidas por la actividad de la Conciencia, según Kant. Entonces Fichte sustituye en el Primer Principio, que remite a Dios o la Naturaleza de Spinoza como términos substanciales, causándose a sí, por el Principio de la Conciencia autoproduciendo sus representaciones del mundo con la formula “el Yo pone al Yo”. En el Segundo Principio, Fichte se remite a la oposición espinosista entre los Atributos Pensamiento y Extensión como realidades opuestas y paralelas, expresándola como la oposición Yo/No-Yo generadora de las acciones y operaciones de la Conciencia. Y el Tercer Principio de Fichte es aquel de donde se derivan lo que Spinoza denomina los Modos, en el sentido ahora de las representaciones Teóricas y Prácticas, según una relación correlativa: suponiendo que el No-Yo sea activo y el Yo pasivo se generan las representaciones teóricas (p.ej., cuando no puedo de dejar de oír un trueno). A la inversa se generan las representaciones prácticas (p.ej., cuando lucho activamente contra una naturaleza que se me resiste).

    En mis libros expongo de manera más detallada la Teoría del Conocimiento de Fichte, especialmente en Meditaciones Fichteanas (Logos Verlag, Berlín, 2014). En ellos, he tratado de edificar una sistematización filosófica nueva de la filosofía de Gustavo Bueno. Para ello he considerado la sistematización de Fichte como modelo, de la misma manera que Fichte consideró en su Tiempo la de Spinoza, transformándola en un Sistema ya crítico y no metafísico. Pues Fichte fue considerado por Ortega como el modelo de Sistema Idealista para superar el Idealismo alemán y no tanto el más conocido Sistema de Hegel, que Engels tomó como modelo para edificar la escolástica del DIAMAT. Pues Hegel cae en la logomaquia monista de Dios o la Idea que mueve el Mundo. Pero Fichte no hace esto, sino que empieza por el Yo, por la Conciencia. Otra cosa es que, después de la acusación de ateísmo Fichte tratase de reintroducir en su filosofía la Idea de Dios por influencia de Schelling. Aunque es el Dios panteísta de los filósofos, un Dios metafísico como será el de Hegel mismo. No el Dios de la religión positiva.

     El Sistema de Fichte se podría transformar también, como el hizo con el de Spinoza. Pero ahora en un sentido no Idealista. Para ello consideramos el Primer Principio, el Principio de los Términos, que en Fichte es la Conciencia, el Yo poniendo al Yo. Apoyándome en la Teoría del Conocimiento de Piaget, el Principio de los Términos es un sujeto corpóreo operatorio dado en un medio. Es un organismo vivo. No es originariamente una Conciencia. Heidegger acuñó para señalar esto la expresión “Ser-en-el-mundo”. Sartre lo siguió esto. No se trata de una Conciencia que luego cae platónicamente en este mundo. No tiene sentido separar la conciencia de un ser vivo del mundo. Ortega mismo se refería a ello con su famosa fórmula “Yo soy yo y mi circunstancia”, y sino la salvo a ella no me salvo a mí. No puedo decir que yo me voy de este mundo y el mundo se queda ahí. Por ello los Términos del Primer Principio serían ahora “organismos vivos”, como en la Fisica son “masas inerciales”, o en la Política revolucionaria “sujetos libres”. Pero Fichte decía que el Yo era autónomo y, por tanto, libre. Eso es idealismo, pues el organismo humano no es realmente autónomo. Está dado en función de un medio del cual toma la energía para sobrevivir. No puede aislarse del medio. Pero puede autorregular su conducta sin separarse del medio, desarrollando estructuras operatorias cerradas que posibilitan su libertad o autonomía relativa. Pues cierre operatorio no significa clausura, tal como señala Bueno que ocurre con los sistemas termodinámicos de retroalimentación, por ejemplo, un sistema de calefacción con termostato, que sin aislarse del medio permite mantener una temperatura estable en un recinto. Un organismo vivo se autorregula de un modo similar por una causalidad circular.

     Como Segundo Principio Fichte ponía un No-Yo opuesto al Yo. Pero Fichte consideraba el medio natural como un mero No-Yo y fue criticado por ello por Schelling, quien mantiene que la Naturaleza no se reduce a un mero No-Yo, que es formula negativa, meramente lógico-formal, sino que la naturaleza es algo positivo, es también una mezcla de Yo y No-yo, como se comprueba en el mundo animal. Por ello el Segundo Principio, en tanto que trata de un organismo vivo en su relación con el medio natural o con otros organismos, es un Principio de las acciones y operaciones de Adaptación, como señala el evolucionismo biológico. Y no es puramente un principio lógico-formal, sino lógico-material, pues cada organismo tiene una forma especial de adaptación al medio que hay que investigar de modo experimental positivo. Una vaca está adaptada a un prado. Pero una vaca se moriría en el Polo Norte, donde sobrevive un animal distinto, como el reno. Explicar dialécticamente la relación de un animal o un niño, como hace Piaget, con el medio, requiere investigaciones de una funcionalidad de los órganos adaptados a través de acciones y operaciones materiales muy precisas y positivamente diferenciadas.

     El Tercer Principio, el Principio de las Relaciones, desde el cual Fichte derivaba las diferentes representaciones cognoscitivas, Piaget lo desarrolla en su Epistemología Genética mediante las dos funciones recíprocas de la Adaptación: Asimilación y Acomodación. Piaget toma este Principio de la Biología que afirma que el organismo debe asimilar el alimento preparándolo por los jugos estomacales en forma que pase a la sangre, pero a la vez debe acomodarse para iniciar la asimilación por medio de las acciones de su cuerpo, como abrir la boca para masticar una manzana. Cuando el medio cambia, la acomodación debe cambiar también para asimilarlo pues, si no hay acomodación, la asimilación no es posible. La relación entre Acomodación y Asimilación es entonces dialéctica. Piaget transporta estos conceptos al terreno epistemológico. Así, p.ej., un niño que sabe reconocer a un caballo, su madre lo lleva al zoo. El niño ve por primera vez una jirafa y exclama, ¡mamá, mira, un caballo! La madre le hace rectificar el esquema que tenia del caballo diciéndole que, aunque tiene cuatro patas y cabeza similar, su cuello es mucho más largo. El niño construye entonces un nuevo esquema, por acomodación del anterior, para asimilar la diferencia ente jirafa y caballo. Por ello, para Piaget, toda la dialéctica del conocimiento consiste en que, si el medio cambia, nosotros tenemos que acomodarnos para asimilarlo, cambiando nuestros esquemas para así poder entenderlo y adaptarnos a él tras los cambios. Dichos procesos dialécticos, pues incluyen la negación o la ruptura de esquemas previos. Son el modo por el que va aumentando nuestro conocimiento, tanto teórico como práctico, que nos permite sobrevivir y dominar la naturaleza. Así como los animales sobreviven principalmente por su conocimiento instintivo, nosotros lo hacemos sobre todo por nuestro conocimiento racional, con el que desarrollamos una cultura técnica que nos permite seguir viviendo frente a las catástrofes naturales. Pues en ellas las especies animales pueden desaparecer, pero nosotros, ante una glaciación, podemos sobrevivir, porque tenemos técnicas y ciencias de la energía, como prueban los esquimales acomodándose al medio glacial con sus sistemas habitacionales térmicos de los Iglús.

     Piaget deriva de la relación entre Asimilación y Acomodación los distintos tipos de conocimiento humano, como son la técnica, la ciencia y el arte. En la técnica, según él, predomina la Asimilación sobre la Acomodación. Por ejemplo, si quiero calentar la casa tengo que acomodar mi cuerpo para hacer combustible asimilable por la chimenea, partiendo troncos de árboles en trozos de astillas con un hacha, haciendo un esfuerzo acomodativo de mi cuerpo más o menos duro. Pero si invento una calefacción eléctrica por nuevas tecnologías de gas o electricidad, esa acomodación queda reducida prácticamente en la casa a una mínima acomodación, como es pulsar un interruptor, y sin embargo la asimilación del calor producido es mucho mayor. Por ello se dice que la Técnica es confort, porque reduce el esfuerzo de acomodación y aumenta la capacidad de asimilación. Piaget supone que en el Arte sucede lo contrario, pues lo define como el predominio de la Acomodación con la mínima Asimilación. Por ejemplo, un niño que acaba de ver a su madre hablando por teléfono, lo coje y la imita empezando a hablar, acomodando gestualmente su cuerpo en un dialogo telefónico ficticio asimilativo, pues no hay interlocutor o está reducido a el propio niño desdoblándose imaginativamente en el otro interlocutor. Nadie realmente le contesta, solo el mismo desdoblándose teatralmente. Aquí se ve que el Arte, como representación teatral, por ejemplo, que puede llegar a ser compleja y mejor o peor hecha, es sobre todo Acomodación con la mínima Asimilación, puesto que la conversación solo asimila parte de lo que ha escuchado a su madre imaginando la contestación del otro. En la Ciencia es donde Piaget supone que se alcanza un equilibrio entre Asimilación y Acomodación, neutralizándose el predominio de una u otra, a través de los cierres operatorios.

     Creo que se puede utilizar todo esto para sistematizar la obra de Bueno, no partiendo de la Materia, sino del Ego corpóreo- operatorio y estableciendo un Fundamento que sería la Producción técnico-manual, pero derivando de este Fundamento manual primero la Gnoseología, después o simultáneamente debido a su relación dialéctica, la Ontología; después la Antropología, la Filosofía Política, la Filosofía de la Religión, la Filosofía de la Naturaleza y la filosofía de la Cultura. Esto lo he desarrollado en parte en mi trabajo filosófico de las últimas décadas, que he ido publicando en mis libros, Introducción al Pensamiento Hábil, Principios del Pensamiento Hábil, Pensar con las manos, La razón manual, Filosofía de las manos, Fronteras en el Origen. Libros dirigidos principalmente a mis alumnos como textos de las explicaciones que iba desarrollando en mis cursos de Fundamentos de Filosofía, dados en la Universidad de Oviedo durante las últimas décadas. El enfoque de la asignatura era algo nuevo y no disponiendo de manuales llevé a cabo todas estas publicaciones con la intención de ayudar a los alumnos en la comprensión de la asignatura y a la vez ir decantando, con más precisión y exposición calmada, su contenido más académico.

     Dichos libros, debido a la denominada “cultura de la cancelación” del discrepante, como hoy se dice, que infecta de modo sectario, no solo el panorama político, sino también al cultural y filosófico, y debido a su posible interés, no para las masas precisamente, sino para las minorías que Ortega llamaba “egregias” que todavía queden en nuestro país, tuvieron que ser “autoeditados”. Mi pequeña experiencia con los editores ha sido bastante mala, como suele ocurrir en muchos casos, porque pagan los derechos de autor tarde, mal o nunca, haciendo escasa promoción, etc. Frente a esto, hoy, con los sistemas informáticos de edición bajo demanda se ha roto el tradicional monopolio de la edición que tenían las editoriales. En el Renacimiento la Iglesia perdió el monopolio de la lectura, que tenían sus bibliotecas, por la invención de la imprenta. Hoy está ocurriendo otro desarrollo tecnológico con los ordenadores e Internet que hace que las Editoriales pierdan su monopolio secular. Un autor, hoy, puede editar prácticamente lo que quiera y ponerlo en un mercado inmenso a través de Internet. Solo se sigue manteniendo el prestigio de ciertas editoriales por su influencia en la valoración de los currículos científicos o académicos, lo cual es denunciado muchas veces como una especie de caciquismo postmoderno en las Universidades, en el sentido de la conexión entre ciertos grupos editoriales con tendencias académicas ligadas a intereses políticos dominantes. Un libro es un libro y fue escrito para ser leído al margen de donde se edite. Alguna vez me reprocharon que autoeditase mis libros. Pude editarlos mediante el pago de la edición en algunas editoriales menos influyentes. Pero me pareció un abuso económico el coste requerido. Por lo demás, seguí el camino de mi maestro, Gustavo Bueno, que autoeditó muchas de sus obras, algunas centrales en su larga producción, creando su propia editorial, Pentalfa. En mi caso no necesité hacerme editor para publicar mi obra, debido a la revolución tecnológica actual. Mis obras pueden así estar a disposición del lector o investigador interesado. Mis investigaciones y publicaciones filosóficas sobre la filosofía de las manos seguirán adelante mientras mi salud me lo permita y me encuentre con ánimo e ilusión suficiente, aunque ya me encuentre en una especie de recta final debido a mi edad.

     Además, creo, por lo que puedo observar tras la muerte del filósofo, que los seguidores de la filosofía de Bueno debían dejar de pensar de forma unilateral y excluyente, ya que la obra de Bueno es riquísima y da mucho que pensar. En España no tuvimos hasta hace poco una filosofía académica moderna. Bueno es, a mi juicio, el primero que la desarrolla ampliamente de modo sistemático. Pero no debo alargar más esta conferencia y por ello quería terminar dirigiendo al público, que me ha honrado con su asistencia y atenta escucha, la siguiente apelación:

     Frente al no vayas fuera de San Agustín, pues en la interioridad reside la verdad (Noli foras ire, in te ipsum redi. In interiori homine habitat veritas), debemos decir, dados nuestros conocimientos actuales: no permanezcas ensimismado con tu yo, vete fuera; pero no te detengas tampoco contemplando extasiado el kantiano y lejano cielo estrellado sobre ti, como hacía Aristóteles y los antiguos “elevando sus ojos al cielo”, sino que dirige tu atención más cerca; mira tus manos, muévelas, haz cosas con ellas. Siente las cosas realmente y transfórmalas operando con ellas. Veras y comprenderás como son ellas las que generan las utilidades prácticas y  las verdades teóricas gracias a las cuales conseguimos mejorar y alargar nuestra vida personal y la de nuestros seres queridos, mejorando nuestro entorno, sobreviviendo como especie, transformamos creativamente el mundo y evitando, en lo que esté en nuestras manos, futuras catástrofes.

 

 

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