(El texto es una transcripción del audio de la conferencia, que fue improvisada sobre un breve guion y algunas notas escritas, en la que se han corregido erratas y se han añadido algunas modificaciones textuales, además de una selección bibliográfica).
Interés filosófico-sistemático de las manos.
¿Como a partir de las manos se puede sistematizar la Filosofía de Gustavo Bueno? La respuesta a esta pregunta la he desarrollado en las últimas décadas en mis cursos de Fundamentos de Filosofía en la Universidad de Oviedo, para los que fui publicando una serie de libros, dirigidos principalmente a los estudiantes de tales cursos, como Introducción al Pensamiento Hábil, Principios filosóficos del Pensamiento Hábil, Pensar con las manos, La razón manual y otros, hasta Filosofía de las manos. Mi interés por el tema de las manos procede del propio Gustavo Bueno, a quien oí por primera vez exponer que la racionalidad humana era quirúrgica, esto es, que procedía de las manos. Yo empecé a trabajar dentro del Programa de investigaciones histórico-filosóficas que Bueno proponía, -y que ya había iniciado el propio Bueno con su obra La Metafísica Presocrática (1974), y continuado por discípulos como Vidal Peña, con su obra El materialismo de Spinoza (1974)-, aplicando su Materialismo Filosófico en mi tesis doctoral, dirigida por él propio Bueno y publicada como libro con el título La última orilla. Introducción a la Spätphilosophie de Schelling (1989). Por ello tuve que familiarizarme con la Ontología de los Ensayos materialistas de Bueno y sus distinciones entre la Materia Ontológico General, los Géneros de Materialidad, etc. Es curioso que la obra Ensayos materialistas consta de dos ensayos: un primero sobre la Idea de Materia y un segundo sobre los Tres Géneros de materialidad y la Idea de Mundo. Pero, aunque se habla también del Ego Trascendental, no se le dedica una atención especial. Sorprendentemente, el último libro que publica Bueno, antes de su muerte, se titula El Ego Trascendental (2016), y viene a ser como una especie de tercer ensayo que le quedaba para completar sus primeros dos Ensayos materialistas. Por ello se puede decir que hay en su obra un largo desarrollo, una evolución, en el sentido de que se puede suponer que, si tarda tanto en escribir este tercer ensayo, podría ser porque no tenía en su inicio las ideas claras sobre el Ego y necesitó pasar por otras investigaciones gnoseológicas, religiosas, políticas, etc., para perfilar con más profundidad la Idea de Ego como sujeto corpóreo-operatorio.
Después de mis primeras investigaciones como historiador, me llamó la atención de forma especial la tesis que Bueno mantenía sobre el origen manual de la inteligencia humana. Una tesis que la había sostenido ya Charles Darwin en su obra El origen del hombre, donde mantiene que la inteligencia humana se diferencia de la de los monos por el bipedismo y la aparición de una mano exenta que posibilita la técnica humana. Son tesis características del evolucionismo biológico del que Bueno bebía. Pero a mí lo que me obsesionó fue esta idea, por lo que abandoné en parte mis investigaciones histórico- filosóficas relacionadas con temas ontológicos, y que fueron mi objeto de especialización durante años en el Idealismo Alemán, para centrarme en el tema de las manos. De alguna manera volví a interesarme por temas científico-positivos, regresando de algún modo a mi originaria formación de ciencias procedente del bachillerato y de mis inicios en los estudios universitarios de ingeniería y ciencias naturales. Entonces fui familiarizándome con toda una literatura sobre las manos ya existente y que, sobre todo a partir de los años 80 del pasado siglo, se estaba disparando. Sobre todo, en el campo de la Paleoantropología. Empecé entonces a seguir estas investigaciones junto con otros profesores del Departamento de Filosofía, como Julián Velarde y Eva Martino que, procedentes del Grupo de Bueno, coincidíamos en el interés por el tema de las manos. En la tesis doctoral de Eva Martino, ¿De la mano a la razón? Cuerpo, Mano, Cerebro y Conciencia, dirigida por Julián Velarde y publicada en la Universidad de Oviedo (2009), se encuentra una amplia bibliografía sobre el tema. Además, el propio Julián Velarde publicó el libro La mano Humana. De como la mano ha hecho al hombre (Punto Rojo Libros, Sevilla, 2021), en el que maneja las fuentes más actuales sobre el tema, con gran erudición y profundidad de análisis de la literatura científica más reciente. Por ello, supuesta esta información bibliográfica, me limitaré a hablar de mis investigaciones mantenidas durante años con el estudio de esta literatura existente sobre la mano.
La mano ha sido considerada históricamente, desde la antigüedad, como una fuente para símbolos religiosos, para la lectura de las manos en la adivinación quiromántica, como la practicada en la popular lectura de la mano de las gitanas españolas; para prácticas de sanación en la imposición de la mano, para el entretenimiento en los juegos de manos de los magos, etc. Es un interés muy antiguo. Estos tratamientos de la mano como amuleto mágico, p. ej., hacen de ella un órgano muy especial en tradiciones antiquísimas que se remonta a las antiguas religiones mitológicas de la India. No obstante, es con los griegos cuando se empieza a dar una investigación racional del órgano manual con el comienzo de la denominada medicina hipocrática. En ella se empieza a desarrollar una explicación racional de las enfermedades, abandonando las creencias supersticiosas que las consideraban producto de posesiones demoniacas o castigos divinos. La explicación debía estar basada exclusivamente en la experiencia y el razonamiento metódico. Empiezan por ello las disecciones sistemáticas de los órganos corporales. Además, se formula la teoría de los humores de Hipócrates, cuya combinación según proporciones racionales, estaría en la base del funcionamiento fisiológico del cuerpo. Ciertamente la teoría de los humores se considera hoy precientífica. En las técnicas traumatológicas desarrolladas por las roturas de huesos en las batallas, es en lo que mas avanzaron eficazmente los médicos griegos. Pero muchos se morían a pesar de tales técnicas por las infecciones. Por ello los médicos fueron considerados en Europa hasta el siglo XIX popularmente como “matasanos”. Hasta el descubrimiento de la teoría celular que permitió combatir eficazmente las bacterias, no empieza propiamente la medicina a curar masivamente.
No obstante, en lo que la medicina griega estuvo más acertada y se desarrolló más eficazmente fue en la investigación y estudio anatómico de los órganos corporales. Incluso llegaron a anticipar la vía para el desarrollo de la fisiología moderna. Pue en la medicina alejandrina se llegó a interpretar el cuerpo humano como una especie de títere cuyos órganos estaban movidos a través de los hilos de los nervios de la medula espinal, por una especie de titiritero, u homúnculo cartesiano, alojado en el cerebro, que envía unos “espíritus animales” que llevan las instrucciones inductoras de los movimientos de los órganos corporales. En realidad, estas explicaciones son una especie de “ciencia ficción” que hoy pueden ser criticadas como hace, p.ej., el neurólogo Antonio Damasio en su conocido libro El error de Descartes. La emoción, la razón y el cerebro humano (1994). Damasio critica a Descartes por hablar de una mente u homúnculo descorporeizado, y por ver el cerebro como algo puramente intelectual, separado de las emociones, las cuales tienen que ver en Descartes con las pasiones del corazón. Hoy la medicina científica ha atinado mejor en estas cuestiones que Descartes en su tratado De Homine. Ciertamente que esto es así, pero no se hubiese logrado sin la organización especulativa de la concepción racional cartesiana de la fisiología cerebral, suponiendo un homúnculo que va enviando espíritus animales que recorren los nervios en dos direcciones, llevando sensaciones que dejan huellas (engramas) en unas partes del cerebro y a la vez, a la vista de ello, organizando respuestas del organismo por medio de espíritus animales que viajan en sentido contrario hacia los órganos. Estas eran ciertamente ideas filosóficas o metafísicas y no científicas. Pero despreciarla puede ser causa de una crítica positivista a la filosofía que indica confusión y desagradecimiento por los servicios prestados. Pues olvida Damasio que él no dispondría de una concepción mejor y más precisa de la fisiología cerebral sino fuese porque filósofos como Descartes hubiesen empezado a esbozar una Idea de dicha fisiología, apuntando a las trayectorias de recepción y de acción de los espíritus animales por los nervios. Descartes practicaba disecciones, como sabemos porque un visitante amigo suyo le pidió que le mostrase su biblioteca personal y este abrió una puerta mostrándole una mesa de disecciones y diciéndole: “esta es mi biblioteca”. Sabemos por el mismo que dedicaba un solo día del mes a las cuestiones filosóficas, dedicando el resto de los días a la experimentación científica. Hoy en lugar de “espíritus animales” decimos corrientes electroquímicas. Descartes no podía tener ese preciso concepto por razones obvias de que no se había investigado la electricidad.
Kant ya decía, en su escrito El conflicto de las Facultades, que la filosofía no es ciencia. El conflicto entonces era con la Facultad de Teología que se tenía, desde el medievo, por la Facultad de la Ciencia suprema. Kant se refiere a ella irónicamente, debido a que los teólogos habían censurado su libro La religión dentro de los límites de la pura razón, como “la señora Teología” frente a la cual se sitúa la Filosofía como su sirvienta (Philosophia ancilla Theologiae). En tanto que sierva, dice Kant, la Filosofía no se puede equiparar con la señora Ciencia, por lo que no puede ir caminando a la par con ella, sino que unas veces va delante, llevando la antorcha para con su luz iluminarle el camino, y otras veces va detrás, sosteniendo la cola de su vestido para que no se manche. Pero no se puede nunca equiparar con tal Señora. Una situación en la que nos encontramos hoy de nuevo debido a que las modernas Facultades de Ciencias se consideran y son tratadas, de hecho, como Facultades Superiores frente a la Facultad de Filosofía, que se considera una Facultad Inferior y en camino de extinción. Los científicos están ensoberbecidos por el impresionante poder que han adquirido en las modernas sociedades industriales. En tiempos de Kant era la Facultad de Teología la que tenía más poder, junto a las Facultades de Derecho y Medicina, por su obvia utilidad para el Gobierno en su control de la sociedad. La Facultad de Filosofía no le era útil, por lo que al Gobierno le interesaba menos y en la Universidad se consideraba una Facultad Inferior o meramente auxiliar, como preparación para acceder a las otra Facultades. La Medicina era útil para la Salud social, el Derecho para dirimir los conflictos legales y la Teología para la Salvación del Alma. La Filosofía no servía para nada de esto. Pero, como contrapartida, dice Kant, gozaba de la libertad de pensar, de buscar la verdad sin coacciones derivadas de intereses del Gobierno. Hoy la Ciencia está siendo seriamente coartada, pues sus investigaciones, especialmente en las Ciencias Naturales, depende de cantidades inmensas de dinero. Incluso la Universidad hoy ya no puede financiarlas, por lo que la mayor parte de las investigaciones y avances científicos y tecnológicos resultantes de ellas tienen lugar en la NASA, en Multinacionales, etc. Los científicos siguen estando ligados a las Universidades, pero su investigación se hace y financia sobre todo fuera de ella. Esa nueva dependencia económica extrauniversitaria les obliga a que investiguen el coche de gasolina o el eléctrico, en función de intereses extra-científicos. No digamos ya las tremendas polémicas sobre el Cambio Climático en las que los científicos están divididos y presionados por grandes grupos de intereses económico-políticos.
Por eso debemos recordar a Kant cuando decía que las dos funciones que tenía la Filosofía, y que hoy siguen siendo necesarias, eran la función anticipadora para, unas veces, marcarle caminos a la propia señora Ciencia con la antorcha de nuevas Ideas que nos permitan entender mejor la realidad, y otras veces ejerciendo la función crítica de los saberes científicos, para que no se confunda en ellos lo que es científico y lo que no. Pues es la Filosofía, con su larga tradición académica en tales investigaciones, quien mejor puede decir y discutir lo que es ciencia y lo que no es ciencia. Kant mismo decía ya que las ciencias pueden responder a muchas preguntas, pero no pueden responder, como tales ciencias, científicamente, a la pregunta ¿qué es la ciencia? Es una respuesta que solo puede producirse por una reflexión de segundo grado, que es propia de la Filosofía en una larga y compleja tradición desde los tiempos de Aristóteles. De hecho, muchos científicos hoy día hablan de estas cuestiones sin ni siquiera haber leído o estudiado a Aristóteles o a Kant, con lo que demuestran una gran ignorancia en Filosofía, aunque sean brillantes Premios Nobel en sus especificas materias. Por otra parte, la función de llevar la antorcha filosófica se ve muy bien con los conocimientos médicos y anatómicos que surgen en los griegos y llegan a Descartes, el cual esboza una relación entre el alma y el cuerpo, diferente de la tradicional platónica dominante en el medievo, por la que el alma está alojada en el cuerpo, pero no como el capitán platónico en una nave, ya que él no siente como suyos los destrozos del casco de la nave, mientras que el alma si sufre y padece con las lesiones del cuerpo. Por ello Descartes pone el acento en los “espíritus animales”, buscando la conexión por la Glándula Pineal. No la encuentra y por ello vienen después los científicos y empiezan a decir que no son “espíritus”, sino corrientes electroquímicas desarrollando una Fisiología que llega hasta Ramon y Cajal, con el estudio del tejido cerebral.
Pues
el cerebro era la parte anatómica más difícil de entender, a diferencia de otros órganos como el corazón,
que ya en tiempos de Descartes es interpretado como un maquina hidráulica, con
Servet, Harvey, etc., empezando a dejar de ser un misterio su funcionamiento,
hasta hoy día, en que es uno de los órganos que se trasplanta e, incluso, se puede producir artificialmente.
Es impresionante como han avanzado las tecnologías médicas en relación con este
órgano vital. Pero el tejido cerebral era mucho más difícil de investigar. Se
necesitaron microscopios muy potentes, como los que ya usa Cajal, el cual se da
cuenta de que el cerebro es básicamente una red eléctrico-química de células
neuronales, representandolas gráficamente con sus famosos dibujos, por lo que
hoy Cajal es considerado una especie de Galileo de la Fisiología neurológica.
Una ciencia que hoy utiliza la metáfora del cerebro como una especie de
Ordenador. Si destripas un Ordenador encontrarás cables y chips. Si destripas
un cerebro encontraras células y redes neuronales. No encontrarás ningún
homúnculo. El misterio del cerebro, como ocurrió con el corazón, se acaba al
menos con el comienzo de la comprensión de la base de su funcionamiento interno
y del sentido de sus principales funciones. A principio del siglo pasado, en
cuya época se estaban empezando a roturar el área de Broca asociada al lenguaje
y otras áreas de la corteza cerebral que controlaban los movimientos, el
filósofo francés Bergson utilizó una brillante metáfora para explicar su
funcionamiento, comparándolo con una central telefónica, como las que había
entonces, por las que unas señoritas, ante una llamada solicitando hablar con
alguien que decía “póngame con tal número”, cambiaban una clavija de un enchufe
a otro diciéndole, “ahora mismo le pongo”. Así, cuando un proyectil como una
piedra o una pelota, se aproxima a nuestra cabeza, decía Bergson que entonces
una parte del cerebro recibe una señal perceptiva procedente del nervio óptico
que, dirigiéndose a la corteza cerebral, activa nuestra atención, por lo que
inmediatamente, por un conducto inverso, enviamos la orden de “bajar la cabeza”
a los músculos y órganos correspondientes. Hoy sabemos que el cerebro, siendo
esto básicamente, es más complejo estructuralmente, es una especie de ordenador,
con sistemas operativos, memoria, etc. En tal sentido todas estas
especulaciones filosóficas, que empezaron con los filósofos griegos y modernos,
orientaron la ciencia. La pieza la suelen cobrar finalmente los científicos,
pero son los filósofos los que han levantado primeramente la liebre. Lo mismo
que hay cazadores que son expertos tiradores, pero no ven por donde va a salir
la liebre. Cuando sale, el primero que la ve puede ser mal tirador y falla,
siendo otro mejor tirador el que la acaba cazando; pero, si no se la hubiesen
levantado, no sabría donde disparar. En tal sentido Kant hacía ya esta
valoración de la Filosofía, como la antorcha que alumbra el camino a la
ciencia, aunque no pueda equiparase a ella en precisión y efectividad para
cazar la verdad.
Aristóteles versus Anaxágoras
Los médicos
griegos en sus estudios anatómicos ya percibieron la complejidad anatómica y
funcional de la mano humana. Pero fueron los filósofos los que lanzaron sus
valoraciones sobre la relación de las manos con otros órganos corporales como
el cerebro. Así, según nos trasmite Aristóteles, Anaxágoras, un filósofo
presocrático griego, dice:
“…
que el hombre es el más inteligente de todos los animales por tener manos; pero
en realidad es más razonable suponer que tiene manos porque es el más
inteligente. Las manos son un instrumento (organon) y la naturaleza
siempre distribuye todo como un hombre inteligente dándole a cada uno lo que es capaz de
utilizar” (Aristóteles, De Partibus Animalium IV,10,
687 a7-11).
Aparece
aquí un problema en la interpretación que hace Aristóteles de la afirmación de Anaxágoras
sobre la superioridad de la inteligencia del hombre con respecto al resto de
los animales por tener manos. Pues, para Anaxágoras, la superioridad de su
inteligencia deriva de las manos. Pero Aristóteles, aun reconociendo el mérito
de Anaxágoras al señalar las manos como la característica esencial del hombre
frente a los animales, discrepa de él al señalar que el hombre es más
inteligente pues tiene un cerebro más grande que los animales, y es por este
cerebro más grande y perfecto por lo que tiene una mano más perfecta. Aparece
aquí un conflicto en la interpretación de la frase de Anaxágoras que llega
hasta hoy. Un conflicto filosófico de gran alcance porque no se reduce a una
cuestión puramente anatómica, sino que afecta a la misma Idea general o
filosófica de Hombre. Pues las manos fueron consideradas históricamente un
órgano secundario y meramente auxiliar de la mente cerebral. Ligadas
sensorialmente al tacto, no fueron tan valoradas como la vista, que Aristóteles
y Platón consideraban el sentido principal para la inteligencia humana. El
propio término Idea significaba en griego “visión”. Por ello podemos decir,
parodiando a Heidegger cuando decía que la Ontología occidental se había
olvidado del Ser al confundirlo con un ente (Dios), que la explicación del
conocimiento centrada en el estudio de la inteligencia humana, se habría
olvidado de las manos, relegándolas a un órgano meramente auxiliar del cerebro.
Se malinterpretó por ello a Anaxágoras,
porque el modelo o paradigma dominante prácticamente hasta el siglo XIX en
Occidente fue el derivado de Aristóteles. Julián Velarde sintetiza muy bien
dicho modelo aristotélico como un modelo teleológico en el que la causa final
precede a la causa eficiente, por lo que hay una especie de diseño de las manos
desde el cerebro. Aristóteles suponía que hay u Primer Motor que precede a todo
como una causa final. Ello conduce hasta la denominada Teoría del Diseño inteligente
(ver Francisco Ayala, Darwin y el diseño inteligente. Creacionismo,
cristianismo y evolución, Alianza Editorial, Madrid, 2027), como prueba de
la pervivencia de esta tradición aristotélica. Es una reelaboración desde los
conocimientos científicos actuales de dicha tradición, como ocurre con la
renovación hermenéutica de la religión al interpretar los textos bíblicos que
contradicen a la ciencia actual. Siempre se encuentra una posibilidad de salvar
los textos bíblicos, aunque haya que retorcer el significado de las palabras.
El texto de Aristóteles era conocido ya
por médicos como Galeno, que empiezan a comprender funcionalmente la
complejidad anatómica de la mano, compuesta de músculos, nervios, los cuales
posibilitan movimientos muy variados. Ningún órgano animal, como un pico o una garra,
puede competir con la mano, en el sentido de que, con la mano, como dice
Aristóteles, podemos dominar a los animales a través de las armas y
herramientas que podemos construir con ellas. Julián Velarde ha estudiado en su
libro La mano humana (2021), con precisión filosófica, la existencia de
dos paradigmas de interpretación filosófica que se abren camino a través de la historia
de la filosofía occidental: los denomina Paradigma Teleológico Aristotélico y
Paradigma Naturalista Anaxagórico.
El
Paradigma Teleológico Aristotélico
El Paradigma Teleológico Aristotélico domina,
sobre todo, durante la Edad Media y el Renacimiento. Podemos ilustrarlo con un
famoso fresco de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina. Miguel Ángel pinta la Creación
de Adam, en la que se ve a Dios tocando con un dedo de su mano otro dedo de
la mano de Adam. Aparece aquí de modo pictórico la Idea de la Creación y Diseño del Mundo por Dios, aplicada a la
Creación del Hombre. Dios había creado antes, según el relato bíblico, cada una
de las especies animales. Al final crea al hombre.
El fresco de La Creación es,
quizás, la imagen más conocida e impactante de las que Miguel Ángel pintó en la
bóveda de la Capilla Sixtina del Vaticano. La Creación de
Adán representa un episodio bíblico donde Dios, acompañado por una corte de
ángeles, crea al hombre (Adán), dándole el “soplo de vida” a través de la unión
de sus dos dedos índices. Frank Lynn Meshberger, médico
cirujano, publicó en 1990, en una importante revista médica mundial, su
artículo “An Interpretation of Michelangelo’s Creation of Adam Based
on Neuroanatomy”, (Meshberger, 1990). En él se sugiere,
que Miguel Ángel intentó plasmar en su pintura la imagen de un cerebro humano,
pues en ella se puede constatar una especie de imagen doble en la que se
adivina con claridad la silueta del cerebro humano formado por el sudario que
envuelve al Dios que da vida a Adán, así como otras estructuras anatómicas.
La utilización de imágenes dobles por la pintura es característica de
algunas obras de Dalí, como por ejemplo “Mercado de esclavos con el busto
desaparecido de Voltaire, 1940”, en la que, por un efecto de las imágenes perceptivas
dobles, popularizadas entonces por la Psicología de la Gestalt, Dalí hace que
veamos aparecer en el mercado la imagen invisible del busto de Voltaire, con la
intención paranoico-crítica de denunciar que el defensor de la Ilustración y
los derechos humanos invertía parte de su gran fortuna en el entonces pujante
mercado de esclavos. Es un efecto paranoico porque en la contemplación se
produce una especie de esquizofrenia por la irrupción de una imagen doble; y a
la vez es una imagen crítica, pues pretende desacreditar la sacralizada figura
de Voltaire por la intelectualidad progresista. Miguel
Ángel, practicante de disecciones anatómicas, debía conocer bien las partes del
cerebro, tal como mantiene Meshberger comparando el dibujo del manto que
envuelve a la figura divina y sus acompañantes angélicos con un corte del
aspecto izquierdo del hemisferio cerebral. Por otra parte, la relación entre el
cerebro y Dios podría provenir de Aristóteles, según el texto que
hemos citado (De Partibus Animalum IV,10, 687 a7-11), el cual
habría tergiversado la frase atribuida a Anaxágoras de que “el hombre es más
inteligente que los animales porque tiene manos”, en el sentido de que el tener
manos dependía de tener un cerebro superior. El médico griego Galeno, al que
Miguel Ángel debía haber conocido para llevar a cabo sus disecciones, citaba y
seguía en este punto al filósofo. Aristóteles sostenía asimismo que el cerebro
es la parte del cuerpo humano que nos asemeja a la divinidad. Por eso Miguel
Ángel pinta el manto que envuelve la figura divina de forma velada, quizás para
evitar conflictos con la Inquisición, como un cerebro.
No
obstante, el centro de la composición pictórica está ocupado por la mano divina
y la humana. Ello nos permite utilizarla como un quicio para invertir el
sentido aristotélico que podría estar en la intención velada de Miguel Ángel.
Pues las obras consideradas geniales escapan muchas veces a las intenciones
conscientes del propio artista, permitiendo interpretaciones nuevas y
sorprendentes. Por ello se ha apuntado que la inversión del sentido de la
imagen podría llevar a la tesis de que es el hombre, un Adán desvitalizado,
finito y terrenal, el que ha creado con su imaginación al Dios-cerebro, a la
propia y superior inteligencia divina como extrapolación del excelente cerebro
humano. Nos basta aquí con referirnos a la relación mano-cerebro sobre la
cual la Paleoantropología y la Neurología modernas han confirmado, como veremos
más adelante, que Anaxágoras tendría finalmente razón frente a Aristóteles,
cuando sostiene que la inteligencia proviene de una mano anatómicamente
extraordinaria que nos dio la superioridad sobre el resto de los animales.
La prueba
estaría en los estudios sobre la evolución del propio cerebro, el cual no fue
creado de golpe y de una pieza por Dios, sino que evolutivamente han ido
surgiendo varios cerebros: el llamado reptiliano, el cerebro medio y la corteza
cerebral. El crecimiento espectacular de esta última parece estar sobre todo en
conexión con la aparición de una mano exenta y capaz de técnicas de
construcción de hachas de sílex, y otros artilugios de la industria técnica,
que ningún simio anterior podía llevar a cabo. El salto de la capacidad
cerebral desde los 250 c.c. de un chimpancé a los 1250 c.c. de un homo
sapiens se produjo gradualmente, situándose el Rubicón en el homo
hábilis con 700 c.c., en el que se constata por primera vez una
industria lítica. Por ello se puede decir hoy, con seguridad, que la mano hizo
al cerebro inteligente, asociado por Aristóteles o Miguel Ángel, por su
excelencia, con una imaginada inteligencia divina.
Este Paradigma
Teleológico Aristotélico se desarrolla todavía en el siglo XIX con estudios de
anatomistas ingleses, como Charles Bell con su obra The hand, its
Mechanism and Vital Endowments as evincing Design (1833), en la que mantiene, con estudios anatómicos muy detallados,
que la mano humana es merecedora de un diseño divino.
El Paradigma Naturalista Anaxagórico
El Paradigma Naturalista Anaxagórico, según Julián Velarde, fue
desarrollado, después de Aristóteles, por Epicuro, el cual volvió al
materialismo o naturalismo presocrático. Anaxágoras que seguía dicho
materialismo atomista con sus nociones de la Migma y las Homeomerías, había
introducido sin embargo el Nous en la explicación del mundo, porque no basta
con el choque de los átomos al azar, sino que tenía que existir un principio
ordenador, un espíritu (Nous), Idea recogida en el Demiurgo platónico y en el
Dios de Aristóteles. Por ello el de Anaxágoras es un materialismo ambiguo,
porque precisa de un espíritu. Pero Epicuro se centra más en el materialismo de
Demócrito, en el que no hay creación ni intervención espiritual, sino que el
mundo surge de una combinación de átomos que al chocar producen los cuerpos. No
hay diseño, es el azar el que crea los cuerpos. Los átomos al principio caerían
como gotas de lluvia paralelas (una especie de anticipo del principio de
inercia). Pero Epicuro supone que solo habría choque si una se desviase de su
trayectoria necesariamente rectilínea. Por ello supone el llamado clinamen,
esto es una desviación libre de un átomo que provocaría los choques en cadena
que formarían los cuerpos.
Hoy podemos esbozar una sonrisa ante la atribución de libertad a los
átomos. No obstante, no se le ocurre a cualquiera decir que una mesa no es lo que
vemos por los sentidos, sino que está compuesta de unas partículas atómicas
invisibles. Fué cuestión de imaginación, pues realmente los griegos no supieron
lo que eran realmente los átomos. Demócrito mismo imaginaba que unos son lisos
y otros ganchudos, por ello los primeros dan la sensación de dulzura al comer y
los segundos la de acidez. Pero los átomos no se empiezan a controlan
operacionalmente hasta Lavoisier, con el aislamiento del oxígeno y, más tarde,
con los trazadores y aceleradores de partículas. Pero son estos filósofos
griegos los que levantaron la liebre, que no sería cazada hasta el siglo XIX
con la aparición de buenas escopetas tecnológicas como las citadas. Incluso las
modernas teorías sobre el origen del Universo de Kant-Laplace, o la propia
Teoría del Big-Bang, están filosóficamente prefiguradas aquí. Aunque Kant se
refería a la formación de Sistemas Solares y no del Universo mismo, ya que
consideraba que Universo es una Idea filosófica y no un Concepto científico. En
dicha crítica, que se podría hacer a las pretensiones totales del Big-Bang,
estaría el cuidado de la sirvienta filosófica en que la Señora Ciencia no
manche la cola de su impresionante vestido. Sencillamente, porque no conocemos
los límites del Universo. Podemos conocer científicamente los astros, como el
Sol o los Planetas, porque son objetos finitos y limitados. De ahí que la
Astronomía sea científica. Pero no lo puede ser la Cosmología, al ser el Cosmos
o Universo ilimitado. Lo que hoy se presenta como tal es una mezcla de Ideas
filosóficas y científicas, en el mejor de los casos, pues otras veces es pura
Metafísica, como cuando se pregunta qué había antes de la Primera explosión. No
se puede responder más que repitiendo lo mismo, al decir que lo que había antes
era otro Universo que habría colapsado y de su contracción viene el nacimiento
del nuestro. Es volver al mito del Eterno Retorno y del Erase Una Vez. Kant
decía que no podemos conocer esas cuestiones, aunque dan mucho que pensar. No
podemos conocerlas ni ahora ni con el progreso de las ciencias, debido a que
nuestro conocimiento es limitado de modo constitutivo. Tampoco hace falta, pues
la Filosofía no es el deseo de saber por saber, sino que está subordinada a la racionalidad
práctica, más vital, que era para Kant la supervivencia y progreso de la
Humanidad en la lucha contra la Naturaleza, construyendo la Isla de la Razón en
la que podemos estar relativamente seguros. Todo esto son desarrollo de Ideas
de filósofos.
Epicuro, además, tenía una concepción de la experiencia diferente a la
del paradigma aristotélico pues, para él, percibir por los sentidos no es
recibir pasivamente copias de las cosas, como en Aristóteles, sino que es algo
activo, como agarrar, aprehender, tocar. (Epibolé). No es para Epicuro la
vista el órgano principal, sino el tacto. La influencia de Epicuro será fuerte
en el Renacimiento, sobre todo por su reivindicación frente a Descartes por
Pierre Gassendi. En España, ya Juan Huarte de San Juan, con su Examen de
ingenios para las ciencias (1575), considerado hoy en como el Patrono de las
Facultades de Psicología españolas, sostiene que para explicar la mente hay que
partir del cuerpo, en un anticipo de la denominada Embodied Mind de los
biólogos chilenos Varela y Maturana, de gran implantación en USA, que remite al
estudio de una alma o mente corporeizada. También Giordano Bruno con su
vitalismo cósmico, o Francis Bacon con su tesis de que la ciencia es poder
tecnológico. En la Ilustración se continua esta influencia del paradigma
anaxagórico con la llamada Enciclopedia de Diderot y D`Alembert. En la misma Francia,
durante el siglo XVIII, se produce un gran avance de la Biología con Bouffon, el
cual en su estudio de los animales empieza a proponer una alternativa al
todavía aristotélico Linneo, con el denominado Transformismo de las especies,
la base del evolucionismo posterior. Aunque, al parecer, Bouffon acabó
desechando esta hipótesis, quizás por el choque con la Biblia. Pero Diderot, un
filósofo de espíritu más heterodoxo, tiene un texto muy significativo, el Pensamiento
XII de sus Pensées sur L’Interpretation de la Nature, en el que apuesta por el
Transformismo evolutivo, cuando se pregunta si a partir de un primer animal,
por transformación, saldrían las diferentes especies:
“… qu'il n'y a jamais eu qu'un premier
animal prototype de tous les animaux dont la Nature n'a fait qu'allonger ,
racôurcir , transformer , multiplier, oblitérer certains organes?” (“… ¿no ha
habido nunca más que un primer animal prototipo de todos los animales, del cual
la Naturaleza no ha hecho más que prolongar, acortar, transformar, multiplicar,
obstruir ciertos órganos?”).
Diderot
había leído a Leibniz y conocía la Idea de Mónada, que es una especie de unidad
que contiene, como una célula biológica, de modo preestablecido, toda la
información para su desarrollo en relación con el medio exterior. Este
transformismo pasa a Lamarck, un biólogo de la época de Napoleón, que escribió
su Filosofía Zoológica (1809), la primera
exposición de la Teoría de la Evolución antes de Darwin. Ciertamente Lamarck se
equivocó en decir que los caracteres
adquiridos se heredan, con lo que un hijo de un padre con “brazos de
Popeye”, fruto de una dura vida marinera, nacerá con “brazos de Popeyin”, lo
que sabemos que no es así. La mezcla que se introduce con el Neodarwinismo
evolutivo tampoco es satisfactoria porque abre la puerta a una especie de
Lotería genética dominada por un azar irracional. Jean Piaget se remitía a
biólogos como Waddington (Piatelli-Palmarini, M., Edit., Language and Learning: Debate Between Jean Piaget and
Noam Chomsky, Routledge
& Kegan Paul PLC, 1980, p.55 s.s) que trataban de
considerar algún tipo indirecto de influencia de medio en el desarrollo de los
genes. Por ello la cuestión sigue abierta, con lo que Darwin no sería
propiamente el Newton de la Biología evolucionista, en el sentido de que se
admite que Newton cerró la Física Clásica.
¿Qué Paradigma elegir?
Pero, entonces, ¿Qué pasa con los dos paradigmas filosófico-científicos aristotélico
y anaximándrico que llegan hasta nosotros? ¿Cuál elegir como verdadero? No se
trata de una mera controversia entre científicos. Son dos posiciones que siguen
siendo filosóficas. La parte científica se podrá dilucidar con el avance de la
investigación, pero la parte filosófica, que la guía, plantea otra cuestión.
Plantea si la Filosofía puede considerarse exenta y tan objetiva como la
ciencia. Kant consideró que la Filosofía no es un saber sustantivo y exento
como creyó ser la Metafísica que le precedió. Y Fichte llegó decir que la
Filosofía no es como un traje que cada uno se puede poner o quitar a gusto,
sino que la Filosofía que cada uno tiene depende del tipo de persona que es.
Una persona que es conservadora y que cree que está todo determinado, que no
existe la libertad para cambiar el mundo, es muy distinta de una persona que
cree que no todo esta necesariamente determinado, que existe la libertad y, por
ello. intentará cambiar el mundo. La primera, según Fichte, elegirá una
filosofía dogmática y será considerada realista; la segunda una filosofía
crítica y será tenida por idealista. Esto podría verse como un subjetivismo
arbitrario del propio Fichte que defendía el idealismo, si no fuese porque
Fichte estaba considerando lo que había ocurrido en la Revolución Francesa, un
acontecimiento objetivo seguido con esperanzado interés por el y por el propio Kant,
el cual seguía con interés los acontecimientos de Paris a través de las gacetas
que le llegaban por el correo de la Diligencia. Fichte está haciendo una
correlación de lo que dice con los acontecimientos de la Revolución Francesa,
con hechos históricos que probarían la justeza de su elección filosófica, porque
en ellos se demuestra que la libertad existe. No es un mero deseo subjetivo, ya
que los partidarios de la libertad consiguieron derrocar al Antiguo Régimen
conservador, que no se basaba en la libertad, sino en la imposición de la
autoridad dogmática de la Monarquía absoluta borbónica. La Revolución abrió el
camino a los partidarios de la Libertad, a pesar de que hay una especie de
leyenda negra de los ingleses sobre la Revolución Francesa, debido al estallido
de violencia desarrollado por los Jacobinos con la guillotina. También los
ingleses tuvieron una cruenta Guerra Civil en el estallido de los procesos
revolucionarios entre el Parlamento y el Rey, en los que sucumbió el propio
Carlos I, antes de que triunfase la llamada Gloriosa. El proceso en Francia fue
más largo. Incluso Robespierre, responsable del terror jacobino, fue finalmente
guillotinado y no murió en la cama, por decisión de los propios revolucionarios
francesas. Lo cual les honra de alguna manera al cortar la extrema violencia
terrorista de sus inicios. Pero la Revolución no se estabiliza, finalmente,
tras diversas avances y retrocesos, hasta la Tercera República, a finales del
siglo XIX. Por tanto, la decisión de elegir la Filosofía de la Libertad frente
al Dogmatismo por Fichte tiene un fundamento objetivo, basado en lo que el
denominaba Tathandlungen (acciones) y no de meramente hechos empíricos (Tatsachen).
Pero ¿qué se puede decir en el caso que tenemos de la elección entre el
paradigma filosófico aristotélico y el anaxagórico? La cuestión no tiene que
ver con la moral o la política. Es una cuestión de Ciencias naturales ¿La mano
es anterior al cerebro o el cerebro es anterior a la mano? Aquí hay que elegir,
pero ¿con que criterio racional y objetivo lo hacemos? La respuesta estaría en
que aparezcan hechos y demostraciones científicas que avalen más un paradigma
que el otro. En tal sentido, como veremos, debemos elegir el paradigma
naturalista y evolucionista anaxagórico debido lo que hoy sabemos. No obstante,
todavía hay una resistencia contra la Teoría de la Evolución en grupos
religiosos protegidos por leyes educativas estatales en USA. Pero es una
cuestión de carácter más bien religioso que científico.
¿Porqué apostamos que es de la mano de donde nace la inteligencia
cerebral y no al revés? Lo hacemos por una serie de descubrimientos bastante
recientes que afectan a los dos aspectos que hay que tener en cuenta, según los
biólogos, para entender un organismo: la filogénesis, que tiene que ver con el
desarrollo de la especie, y la ontogénesis, que tiene que ver con el desarrollo
del individuo. Con respecto a la mano disponemos ya de desarrollos y
explicaciones científicas en ambos aspectos. En el filogenético contamos
con la abundante y precisa investigación
de la Paleoantropología. Con respecto a la segunda nos remitimos a la
investigaciones onto-genético evolutivas de Jean Piaget. Empezaremos por el
aspecto ontogenético.
Desarrollo evolutivo ontogenético
Piaget fue un psicólogo suizo, hoy un poco olvidado entre los jóvenes
estudiantes, pero que estaba de moda en la década de los 70, al final de la
cual yo entré como profesor ayudante en el Departamento de Filosofía que
dirigía Gustavo Bueno. Interesaba entonces el enfoque corpóreo-operacional que
Piaget introducía en la explicación evolutiva de la adquisición por los niños
de las estructuras de la inteligencia. Interesa ahora en nuestra exposición para
explicar cómo se generan las estructuras e Ideas más abstractas a partir de las
acciones corporales y las manipulaciones de los objetos. Piaget había sido un
niño prodigio que se interesó por la biología de los moluscos, colaborando a
los 15 años con el director del Museo de Ciencias Naturales de su ciudad natal,
Neuchatel, y que descubrió en su adolescencia la filosofía a través de la
lectura de La evolución creadora de Bergson,
que al parecer le solucionó sus problemas religiosos sustituyendo la Idea de
Dios por la Vida, como relata en su Autobiografía. Por ello, se propuso
edificar una Filosofía sistemática a partir de la Vida. En sus comienzos,
Piaget desarrolla un proyecto de una nueva filosofía, aunque al final de su
vida acabase renunciando en parte a sus ilusiones juveniles por la Filosofía.
Se propuso entonces comenzar, como se hacía desde Descartes o Kant, por la
Teoría del Conocimiento o Epistemología. Consideraba las Teorías filosóficas desarrolladas
hasta él, en este campo, como puramente especulativas. El pretendía hacer una
Teoría del Conocimiento apoyándose en los avances y métodos de las nacientes
Ciencias Cognitivas, como la Psicología o la Antropología, insertadas en una
concepción biológico-evolucionista del hombre. Su proyecto de una Epistemología
Genética, para explicar el origen y desarrollo del conocimiento humano, debía
realizarse estudiando los dos aspectos de que trata la Biología cuando estudia
cualquier organismo vivo: la Ontogenia y la Filogenia. Empezar por la Filogenia
requería el estudio paleo-antropológico de los fósiles que indicaban el origen
de la especie humana; pero, en aquella época, la Paleoantropología estaba muy
atrasada y llena de lagunas, por ello, como relata en su larga entrevista con
Bringuier (Bringuier, J. C., Conversaciones con
Piaget, Gedisa, Barcelona, 1977), se propuso empezar
por la Ontogenia, esto es por la génesis y desarrollo del conocimiento en el
individuo humano. Para ello disponía de la Psicología, en la que no había tales
problemas porque, a diferencia del hallazgo de fósiles antropológicos dependientes
del azar de las excavaciones, todos los días nacen niños cuyo desarrollo
ontogenético puede ser observado experimentalmente de forma constante y
repetida. Cuando se desarrolla de forma segura la Paleoantropología es sobre
todo en el último tercio de la segunda mitad del siglo XX, falleciendo Piaget,
ya muy viejo, en 1980. Además, Piaget pensaba inicialmente dedicarle unos tres
años a los estudios ontogenéticos de Psicología, que comienza en Paris
trabajando con la Escuela de Binet; pero acabó absorbido por ellos durante tres
décadas en la especialidad de la Psicología del Niño y la creación de un centro
de investigación en Ginebra financiado por la Fundación Rockefeller.
La tesis más importante, resultado de estas investigaciones, es que,
según Piaget, un niño es ya inteligente antes de saber hablar y adquirir el
conocimiento consciente. Por ello la inteligencia no esta limitada al lenguaje,
como supone Wittgenstein y el Positivismo Lógico. Un niño ya adquiere la Idea
de Espacio geométrico antes de saber hablar, pues ya sabe orientarse en sus
desplazamientos. ¿Cómo lo hace? Para explicarlo, Piaget recurrió a un
matemático francés, Henri Poincaré, el cual se había planteado como entender a
Kant cuando dice que el Espacio, como Forma de la Intuición, es a priori
y la tenemos ya de alguna forma en la Conciencia. Poincaré se plantea como se
puede generar dicha Idea y lo resuelve entendiendo por espacio, no algo en
principio mental, sino algo material, un terreno donde nos desplazamos,
configurándolo entonces como la resultante de un conjunto de desplazamientos
siguiendo unos principios racionales. Lo mismo los animales que los niños
tienen conductas exploratorias provocadas por una especie de instinto. El
Espacio lo entiende Poincaré, entonces, no como algo mental, sino como el
Conjunto de los desplazamientos físicos. Cuando dichos desplazamientos dejan de
ser caóticos y se regulan por principios racionales propios de los llamados Grupos
Algebraicos, como cuando los podemos sumar de tal forma que un desplazamiento
AB sumado a otro BC es otro desplazamiento mayor AC, los dotamos entonces de
una Ley de Composición Interna, porque la operación es “cerrada”, ya que el
resultado AC es otro desplazamiento que , por lo tanto, pertenece al Conjunto
de los Desplazamientos. Además, existe el Desplazamiento Inverso, cuando vamos
de A á B y luego volvemos a A, reconociéndolo
como el mismo lugar donde estábamos, teniendo así una especie de Elemento
Neutro. Podemos hacer atajos cuando
sabemos, por la ley asociativa, que si desde A nos desplazamos a B y
desde B a C, entonces podemos atajar y evitar el rodeo yendo directamente de A á
C. Entonces, entender lo que es un espacio requiere de cierta lógica material
en la coordinación de los desplazamientos. Dicha lógica tiene, como descubrió
Poincaré, la estructura de un Grupo Algebraico. Esta estructura operatoria ya
la adquiere un niño cuando aprende a desplazarse, sin que tenga que
representarse conscientemente lo que está haciendo prácticamente. Pues no se
agrupan algebraicamente solo las operaciones formales de números, sino también
los desplazamientos materiales, prácticos.
Es interesante ver como Piaget va descubriendo estas estructuras
algebraicas de operaciones cerradas en diferentes
acciones y operaciones, formales y materiales, de los niños. Por ejemplo, para
explicar cómo los niños adquieren el concepto de Substancia u Objeto
Permanente. Todo el mundo sabe que, si dejó un libro sobre esta mesa y
salgo, aunque desaparezca de mi vista,
sé que el libro continúa existiendo. Pero, según Piaget, un niño no tiene de forma innata este conocimiento. Pues
si le enseñas un sonajero y le gusta intentará cogerlo. Pero a determinada
edad, si lo tapas con una cortina deja de interesarse por el y no lo busca.
Pero a edad más tardía es capaz de levantar la cortina para cogerlo de nuevo.
Ello significa que los niños, al principio, no saben que existe cosas fijas, objetos
permanentes, independientes de ellos. ¿Cuándo adquieren ese conocimiento y cómo
lo adquieren? Piaget pone el ejemplo de los niños cuando necesitan alimentarse
con un biberón. Al principio al niño lo ayudan, pero si está solo y pierde la
chupeta, intentará recuperarla manipulando el biberón mediante giros.
Coordinando sus acciones llega un momento que aprenderá prácticamente la lógica
material de los giros de un biberón: un giro de 180º le aleja la chupeta al
máximo, pero sumando otro giro igual, pero inverso, vuelve a recuperar la
chupeta. En un giro de 360º queda la chupeta en el mismo lugar de que partía,
etc. La estructura operatoria de los giros constituye asimismo un Grupo
Algebraico, como los Desplazamientos. Entonces el niño, de la misma manera que
construye el Espacio geométrico objetivo, como algo que tiene una lógica que
hay que aprender para no perderse en sus desplazamientos, aprende también que
un biberón es un Objeto Permanente, una especie de objeto substancial que tiene
una lógica independiente de sus deseos, a la que tiene que obedecer para
manejarlo debidamente. Así se generan, según Piaget, estos conceptos (Espacio
Geométrico, Substancia física) que nos parecen tan abstractos, antes de los 2
años, antes de que aprenda a hablar.
Luego a partir de los 6 años se aprenden otros conceptos, como el de Identidad
de masa, como prueba el famoso ejemplo de la transformación de una bola de
plastilina en una salchicha. Cuando se le pregunta aun niño de 3 años, que hace
la transformación, donde hay más plastilina, unas veces responde que en la
salchicha, porque es más larga y otras en la bola porque es más ancha. Solo a
partir de los 6 años consigue coordinar las transformaciones en un nuevo Grupo
algebraico para darse cuenta de que la Identidad de masa permanece tras los
cambios, pues la salchicha es más larga, pero menos ancha, que la bola y
viceversa. Pero esto solo lo aprende experimentalmente, haciendo el mismo con las
transformaciones de la plastilina con sus manos.
En tal sentido estos conocimientos abstractos derivan, según Piaget, de
las manipulaciones corpóreas. Decir que viene de una “chispa” divina, o de las
determinaciones de los genes sometidos a leyes moleculares y atómicas, es
remontarse a una Causa última que no podemos a su vez explicar. Por ello,
Piaget parte del análisis de procesos cognoscitivos efectivos dados ya en
marcha (in medias res). Un niño cuando nace viene dotado con
conocimiento puramente instintivo, propio de los animales. Eso ya lo estudia la
Biología. Lo que habrá que estudiar es como se transforma ese conocimiento
instintivo en un conocimiento inteligente o de meros hábitos. Un niño cuando
nace, como todo mamífero, tiene el instinto de succión. Los movimientos de su
cuerpo son caóticos, pero al leve roce de algo en su boca se dispara la
succión. Como un ternero, que hace lo mismo buscando alimento, porque si no se
moriría. Si le pones un dedo en la mano la cierra, por un instinto de prensión.
Se dice que es una herencia de los
simios, debido a que lo adquirieron las crías cuando, ante un depredador, la
madre trata de escapar rápidamente y solo las crías que consiguen a garrarse
fuertemente a la madre sobreviven y nos lo transmiten por evolución. Entonces,
el mundo para un niño recién nacido, por este inicial reflejo de succión, dice
Piaget, es algo digno de ser chupado. Después, cuando consigue controlar los
movimientos de las manos y por casualidad roza con el dedo pulgar la boca y
chupa, se da cuenta de que no hay alimento pero, entre toma y toma, eso le
entretiene y relaja su ansiedad, creando así el hábito de chuparse el dedo. Con
el habito aparece una conducta de realimentación circular directa. Más tarde
aparecen conductas más complejas que se realimentan indirectamente a través de
la estructura medio-fin, como cuando el niño que no alcanza un juguete alejado,
pero situado en una alfombra a mano, se le ocurre tirar de la alfombra para
acercarlo y poder cogerlo. Empieza entonces un tipo de conocimiento que utiliza
medios para conseguir fines, que es propiamente ya conocimiento inteligente. Por
ello, un niño que estuviese sentado y no se moviese mediante estas acciones
corporales no desarrollaría su inteligencia o tendría serios problemas de
retrasos.
En tal sentido Piaget sostiene que la inteligencia tiene que ver esencialmente
con las acciones corporales. El origen del conocimiento inteligente está, por
ello, según Piaget, en la coordinación de las acciones según ciertas
estructuras operatorias y no meramente en las sensaciones. La teoría del
conocimiento de Aristóteles ponía a los sentidos como la fuente del
conocimiento, considerando especialmente a la vista como el principal sentido.
A través de las sensaciones se forman las primeras ideas en la mente como
copias de las sensaciones. Piaget no niega la influencia de las sensaciones en
el origen del conocimiento, pero las considera como algo auxiliar en la
construcción de los conceptos, los cuales derivan principalmente de la
coordinación de las acciones. Esto es un cambio total que Piaget hereda de la
Filosofía Alemana de Kant, Fichte y Husserl. Piaget, que había dado cursos de
Historia de la Filosofía en sus inicios como profesor, sin embargo, conocía
mejor a Kant y a Husserl que a Fichte, al que prácticamente ignora en sus
escritos, por lo que yo conozco, aunque su tesis de que el conocimiento deriva
de las acciones está ya en las Tathandlungen del Fichte
de la Wissenschaftslehre. Partiendo entonces de las acciones, Piaget
explicó de forma novedosa y rigurosa, genética y estructuralmente, toda la
Ontogénia del conocimiento, desde los conceptos más simples del Espacio,
Tiempo, Substancia, Causa, generados antes de los dos años, hasta los conceptos
de Cantidad, Cualidad, Necesidad, etc., desde los 6 a los 14 años. Conceptos
que, según demuestra Piaget, no son a priori, como sostenía Kant, ni
tampoco biológicamente innatos, como sostenía Chomsky al considerar el lenguaje
humano como un lenguaje articulado, muy diferente del animal basado en meras
señales, como las señales de tráfico para nosotros.
Pues el lenguaje animal no tiene la complejidad del humano. Un animal,
un pato de los experimentos de Konrad Lorenz, el padre de la Etología, cuando
está con el resto de la banda y percibe la silueta de un águila depredador,
mira hacia arriba, señalándola y acompañando su gesto con graznidos, provocando
que el resto de los patos comprendan el peligro y levanten el vuelo. La silueta
del depredador es vista por los patos y otros animales como señal de peligro.
Pero tal lenguaje no es articulado, ni tiene una sintaxis para hacer frases
como un niño. Pero entonces ¿de dónde viene la lógica necesaria en la sintaxis?
Chomsky afirma que viene de los genes. Piaget mantiene que la lógica sintáctica
que organiza el orden de las palabras en la frase viene de la lógica que el
niño aprende al manipular los objetos antes de saber hablar. El estar un objeto
delante o detrás se aplica al orden de las palabras en la oración, por el que
delante va el sujeto, detrás el predicado y en el medio el verbo. Dicha lógica
manipulatoria de los sonidos no necesita proceder de los genes del lenguaje,
sino que es la misma que aprende el niño cuando manipula las cosas. Piaget
discutió esto con Chomsky en un congreso en 1975 en la Abadía de Royaumont de Paris,
en cuyas Actas (Language and Learning: Debate
Between Jean Piaget and Noam Chomsky, Routledge & Kegan Paul PLC, 1980) se puede ver como Chomsky fue incapaz de entender a Piaget,
quizás por sus limitaciones filosóficas, centradas en el innatismo cartesiano,
mientras que para entender a Piaget se precisa conocer a filósofos posteriores
como Kant, Hegel o Husserl.
De hecho, Piaget, por su proyecto de una Epistemología Genética, tiene
fuertes componentes filosóficos. Pues Piaget se proponía ir más allá de Kant desechando,
como hacía ya el criticismo kantiano, tanto al empirismo como al innatismo.
Pero hay una diferencia importante con Kant, que podemos formular rápidamente
recordando que Kant mismo calificaba su aportación como una Revolución
copernicana. Lo que podemos decir para captar rápidamente esta diferencia es
que Piaget lleva a cabo una “rectificación kepleriana” del Giro Copernicano
introducido por Kant. Pues Kepler, consideraba acertado el Giro de Copérnico
que situaba al Sol en el centro del Sistema Solar y no a la Tierra, como
sostenía la Cosmología de Aristóteles-Ptolomeo. Pero matiza que las orbitas que
describe la Tierra en torno al Sol no son circulares, como creía Copérnico. Son
elípticas y la Elipse es una curva diferente del Círculo, pues no tiene un
centro, sino que tiene dos focos. Es una figura muy distinta por lo que no le acababan
de encajar los cálculos matemáticos a Copérnico. Pero con Kepler se pudieron ya
establecer las Tres famosas Leyes exactas. Piaget parte de Kant manteniendo su
Giro, pues no considera posible volver otra vez a las posiciones de los griegos
de que todo viene de los sentidos o de Dios, como hace todavía Descartes. Pero
hay que rectificar a Kant en el sentido de que no hay un solo foco del
conocimiento, hay dos: uno es la Conciencia, pero el otro es el Cuerpo. Y es precisamente
en el Cuerpo donde está el Sol del conocimiento. Pues el origen de la
racionalidad humana no está en la Conciencia, que no es más que el resultado de
una interiorización de todas las estructuras de la inteligencia, generadas corpóreo-operatoriamente,
al operar con símbolos a través de la capacidad lingüística. Es en tal sentido
que consideramos la obra de Piaget.
No obstante, a pesar de los componentes filosóficos de su Epistemología,
Piaget, al final de su vida, renunció a dar a su obra una fundamentación
filosófica sistemática como había intentado hacer Kant. Piaget renunció a ello
porque consideraba que la Teoría del Conocimiento, que había sido
tradicionalmente obra de los filósofos, debía pasar a ser desarrollada por las
nuevas Ciencias Cognitivas, que Kant no conoció, quedando así relegada la
Filosofía a cuestiones de Moralidad o Teoría de los Valores. Piaget publicó
entonces un libro, Sabiduría e ilusiones de la
Filosofía (1965), en el que se muestra desencantado de su pasión
juvenil por ser filósofo del conocimiento, prefiriendo ser un científico. De
hecho, Piaget estaba enfrentado con ciertas corrientes fenomenológicas
dominantes en Francia, como la representada por Sartre, que pretendía
desarrollar una Psicología filosófica en competencia con la Psicología
científica. Piaget rechazaba dicha Psicología filosófica por ser meramente
especulativa. De ahí viene en parte su crítica a las ilusiones y astucias de
dicha filosofía.
Desarrollo evolutivo filogenético
Una vez expuesta someramente la importancia de las manipulaciones en el
desarrollo de la inteligencia humana desde un punto de vista ontogenético,
debemos pasar a hablar, también brevemente, de su importancia en el desarrollo
filogenético, esto es, en el desarrollo de la especie humana. Aquí es Darwin el
punto de partida cuando en El origen del hombre (1871) sostiene que es
la bipedestación y la mano exenta lo que nos dio nuestra supremacía sobre los
animales. Hoy podemos reconstruir, desde el evolucionismo científico, la
situación originaria de los homínidos refugiados en cuevas como la de Altamira
y acosados por tremendos depredadores. Situación que solo se pudo superar
progresivamente con la producción de técnicas que nos permitieron cazar y
dominar a tales terribles depredadores, hasta el punto de que llegamos a dar la
vuelta a dicha situación primitiva, pues hoy somos nosotros los que tenemos
rodeados y encerrados en reservas y zoos a los grandes animales depredadores,
como solía señalar Gustavo Bueno. Pero esa situación inversa, ¿cómo se produce?
Darwin ya apuntaba que la mano humana, a diferencia de las de los simios,
permiten construir armas e instrumentos con los que dominamos a los animales.
Federico Engels, que junto con Marx conoció en Londres las tesis de Darwin, en su
escrito, "El papel del
trabajo en la transformación del mono en hombre"(1876), extendió esta habilidad manual a la producción económica,
por medio de la institución del trabajo organizado, como otra característica
diferencial con los animales.
Pero hubo que esperar a la segunda mitad del siglo XX para encontrar
estudios científicos, más refinados y experimentalmente probados, capaces de
explicar, con más precisión, la trascendencia de la aparición evolutiva de la
mano humana. Un episodio central tuvo que ver con la llamada “mona Lucy”, una
Australopiteca Afarensis cuyos restos óseos, datados en 3,5 millones, de años fueron
encontrados en Etiopia en 1974. La llamaron Lucy por el título de la canción de
John Lennon “Lucy in the sky with diamonds”, que sonaba en el campamento cuando
al anochecer los autores del hallazgo se retiraron a su tienda. Se conservaban
muy íntegros los restos óseos de la mano
de Lucy, lo que permitió a los anatomistas confirmar que su mano era ya
funcionalmente muy distinta de los monos anteriores. Pues, hasta entonces, lo
más parecido a la mano humana era la de los chimpancés, con cinco dedos y un
pulgar oponible. Pero, analizando la mano de Lucy con más precisión anatómica y
funcional, se dieron cuenta que Lucy podía ya hacer cosas que no podían hacer
los monos anteriores. Por ejemplo, coger una piedra como un pitcher de béisbol
coge una pelota, con prensión en pinza de tres dedos, hacer un movimiento de balanceo braquial para lanzarla
y alcanzar un blanco con fuerza y precisión, convirtiendo la piedra en un
proyectil mortífero. Un mono no puede hacer esto porque no es capaz de realizar
una prensión en pinza, pues el pulgar oponible de los monos es más largo y no
puede tocar las yemas de los demás dedos. Un mono tampoco puede tampoco coger
un martillo haciendo presión fuerte con el pulgar y el resto de los dedos para
clavar un clavo con precisión, como hacemos nosotros. Por tanto, no pude
fabricar un hacha devastando piedras de sílex, porque no puede hacer una fuerte
prensión en pinza con una mano y golpear, como si fuese un martillo, con la
otra para darle forma. Otro descubrimiento importante hecho en Sudafrica (Kenya
y Tanzania) fue el de los restos del llamado Homo Hábilis, un homínido de
hace 2 millones de años, que se empieza a relacionar ya con una industria
lítica. Y también el llamado Homo Erectus de hace 1,5 millones de años,
que tiene una industria lítica ya más desarrollada. Se presenta, entonces, en
estos dos especímenes un cambio muy importante porque afecta al crecimiento del
tamaño cerebral. Este aumento pudo haberse producido por diversos factores. Se
habla del cambio en la dieta alimenticia, y otros, pero se resalta
especialmente la influencia de la nueva mano capaz de nuevas acciones y
operaciones.
La metáfora del cerebro como un ordenador utilizada por los neurólogos
permite comprender como fue preciso una especie de aumento del tejido neuronal
de la corteza cerebral y el formateo de esta circuitería cerebral para crear los
nuevos dispositivos operativos manuales, como sostiene Frank Wilson en su
conocido libro La mano. Su trabajo como neurólogo en el Peter F. Ostwald
Program for Performing Artists de la Facultad de Medicina de la Universidad de
California en San Francisco le condujo a tratar a músicos que tenían problemas
de articulación en las manos, como guitarristas o pianistas profesionales, para
los cuales estos problemas eran una tragedia porque afectaban a su carrera
profesional a la que habían dedicado su vida. Ante los videos que les mostraba
en su consulta sobre lesiones en las manos, muchos de estos artistas se
desmayaban. Para ellos las manos eran una cuestión vital, eran su vida. Impresionado
por ello, Wilson se puso a investigar que era realmente una mano. La Anatomía
clásica estudia la mano, pero no pasa de la muñeca, pues ahí empieza el brazo.
Wilson además trató el mismo de aprender a tocar el piano, a una edad avanzada,
con el fin de entender el proceso de la habilidad manual musical desde el punto
de vista del paciente. Se dio cuenta de que cuando empiezas a tocar aprendes
los acordes como Do, Re, etc., coordinando tres dedos. Al principio te cuesta,
pero con el ejercicio notas que vas avanzando, unas veces más rápido otras más
lento, dependiendo de los métodos que practiques. Pero llega un momento en que,
como un pianista profesional, ya ni miras para los dedos. Caen automáticamente
sobre las teclas sin pasar por la consciencia ¿Qué ocurrió entonces? Pues que
el cerebro, actuando como un ordenador, genera unas rutinas neuronales de tal
manera que, cuando activas una, se dispara un automatismo que hace que las
ejecuciones cada vez más complejas, como las de los pianistas o guitarristas
profesionales, se disparen con una rapidez y perfección impresionante. El
cerebro es algo plástico que va modificando y reforzando las rutinas cerebrales
con la práctica continuada, y a la vez decae o pierde precisión o rapidez con
el cese de dicha práctica. Por ello el estudio de las habilidades manuales está
ligado inevitablemente a los nervios que las activan y que pasan inmediatamente
al brazo. La mano, por ello, no se entiende entonces, tampoco, sin el brazo.
Pero,
¿qué es el brazo? Wilson dice que es una grúa. Tiene, por ello, una biomecánica
que debe ser estudiada. Wilson en su libro incluye entrevistas con gruistas que
trabajan con grandes “plumas” en los puertos, cuyo manejo es complicado porque
debe tener en cuenta el centro de gravedad de la carga en sus desplazamientos;
un error en el equilibrado de lacarga puede llevar a la caída de tales grúas,
con la tragedia consecuente. Filogenéticamente esto le llevó a analizar el
movimiento de la mona Lucy erguida lanzando una piedra como proyectil. En el
Lucy hace con el brazo, como grúa, un movimiento de balanceo, que presupone la
braquiación de los monos saltando en los arboles. En dicho movimiento de
lanzamiento, Lucy debe mantener el equilibrio del cuerpo, sin caerse a un lado
o a otro, para lanzar la piedra con la puntería precisa. Un movimiento similar
al clásicamente plasmado en el Discóbolo de Mirón. Pero los nervios no se
detienen tampoco en el brazo, sino que llegan hasta la corteza cerebral. Hoy se
sabe que la parte izquierda de la corteza es la que empezó a formatearse par
controlar los movimientos de las manos y después vino el formateo de otras
neuronas para el control de las habilidades lingüísticas, las cuales se
empiezan a desarrollar de modo más complejo precisamente con la industria
lítica. Pues para construir un hacha se necesitaba la enseñanza a otros de
dicha habilidad técnica, que es más compleja y persistente que la de los monos.
Estos pueden aprender por imitación a comer boniatos lavándolos con agua en vez
de comerlos sucios de tierra. Pero estas habilidades no pasan de ahí y no
progresan hasta el desarrollo de una técnica como la cocina, para la que se
requiere el control del fuego, el uso de afilados cuchillos o hachas, etc.,
imposibles de fabricar con las manos de que disponen. Tampoco es vital lavar
boniatos para los monos. Pero la construcción de hachas y otros instrumentos si
resultó vital para la supervivencia de la especie de los homínidos, una vez que
bajan de los arboles, adquiriendo la bipedestación en sus desplazamientos por
la sabana. El desarrollo de la técnica humana requirió el desarrollo de un
lenguaje debido a la necesidad de enseñar y transmitir unas normas de
fabricación que se van perfeccionando y que precisan de su permanencia y
conservación de forma institucionalizada (Donald, M., Origins of
the Modern Mind, Harvard University Press, Cambridge, Mass., 1991). Incluso se mantiene en investigaciones más recientes (Jonathan Birch, “Toolmaking and the evolution of
normative cognition”, Biology & Philosophy, 2021, 36:4), que las
normas sociales proceden de las normas técnicas, pues cuando los homínidos se
dan cuenta de las ventajas de la institucionalización de las normas técnica,
hacen lo mismo con la creación de normas sociales, las cuales se
institucionalizan en el matrimonio, la familia, la tribu, etc. Dichas normas
matrimoniales, por ejemplo, consideran quien se debe casar con quien, etc.
Gustavo Bueno ha insistido especialmente en que son estas instituciones
normativas y no tanto la técnica considerada en abstracto, las que nos separan
de los animales. Pero la institucionalización está ligada, en su origen, a la
técnica.
En tal sentido, cada vez se confirma más el origen de la realidad específicamente
humana a partir de las operaciones manuales, quirúrgicas, como dice Bueno. Pero,
además, para el desarrollo de la técnica y de la comprensión y transmisión de
sus normas, fue preciso el desarrollo de un lenguaje más complejo que el de los
monos. El origen del lenguaje en un niño depende de que se lo enseñan sus
padres. Pero el origen en la especie implica una creación por transformación del
lenguaje animal previo a la hominización. A esto tiene que responder la Paleoantropología, ayudada
por las ciencias, cognitivas y lingüísticas. La bibliografía sobre ello es hoy
muy extensa (ver, J. Velarde, La mano humana, cap. V. “Las manos y el
lenguaje”). Según tales investigaciones parece que el lenguaje humano, en su
origen, fue predominantemente gestual. Pues el tracto bucal que nos permite
articular operativamente las vocales y consonantes con claridad y distinción no
aparece hasta el Homo Sapiens. Los monos no lo tienen. La laringe humana es un
órgano muscular , que requiere una habilidad como la de las manos para tallar
una piedra con finura, pero ahora para conseguir la resonancia finamente
articulada de los sonidos en el paladar. Con ello se crea un lenguaje vocal
articulado, al cual habría precedido un lenguaje gestual que todavía hoy
seguimos usando cuando en un país extranjero no entienden nuestro lenguaje y
entonces nos comunicamos con gestos manuales. Los italianos, por ejemplo, lo
usan hoy acompañando a sus palabras, más que los alemanes, que son más
hieráticos en la comunicación personal. El lenguaje gestual más desarrollado,
con mucho, es el de los gestos con las manos. Pues, con la cara se pueden
expresar algunas emociones elementales, como alegría, tristeza, miedo, etc.
Pero con las manos, como se constata en el lenguaje de hoy ya
institucionalizado de los sordomudos, se pueden comunicar frases y oraciones.
Por eso se puede decir que el lenguaje humano deriva de las manos. Con lo que
estamos reforzando la tesis de Gustavo Bueno que sostenía que la racionalidad
humana deriva de las manos. No voy a insistir más en esto, solo recomendar
vivamente la lectura de libros como el de Frank Wilson,
La mano, en el cual se recopila en torno al 2000 toda esa
información sobre la importancia trascendental de nuestras manos de una forma
magistral, por su claridad, capacidad sintética y amenidad, lo que le hizo ser
finalista del Premio Pulitzer de divulgación científica. Lo que me llamó
personalmente la atención es que en USA
el tema de las manos había adquirido una gran atención entre los investigadores
y divulgadores científicos. Por ello me puse en contacto por correo con Frank Wilson
interesándome por sus investigaciones e intercambiando conocimientos. Me
contestó rápidamente, diciéndome que era el primer lector de la traducción al
español de su obra con el que tenía contacto y mantuvimos por un tiempo un
intercambio de correos. Pero, en España nuestras investigaciones en la
Universidad de Oviedo pasaron completamente desapercibidas. Aquí no encontré
ayuda para establecer una relación más amplia y traer a Wilson como
conferenciante a nuestro país, pues estuvo a punto de venir para conocer la
Cueva de Altamira. Únicamente en Barcelona la editorial Tusquet tradujo su obra
en una colección de divulgación científica dirigida por Jorge Wagensberg, ya
fallecido, interesado en el tema de las manos. Hoy está agotado. Lo sé por qué
debido a alguna reseña que hice del libro, me escribían desde Las Canarias o
desde Argentina pidiéndome una copia del libro. En la Biblioteca de la
Universidad de Oviedo hay un ejemplar de este libro además del original en
inglés.
El Complejo Tecnológico Transformacional
de Gustavo Bueno
Retomemos finalmente la tesis de Bueno de que el origen de la
racionalidad humana está en las manos, que nos llevó a tales investigaciones,
las cuales constituyen un factum científico experimental que es muy
difícil que sea ignorado. Anaxágoras tendría razón entonces frente a
Aristóteles. Esto recuerda un poco a Heidegger cuando decía que había que
volver a los Presocráticos, frente a las deformaciones platónico-aristotélicas
que los consideraban unos niños o unos soldados bisoños que daban golpes errados.
Pues la tesis de Anaxágoras es la que se impone con el evolucionismo moderno
que es asumido por Bueno. Por ello voy a volver a continuación a la obra de
Bueno, que analicé aquí mismo en una conferencia anterior, titulada “La filosofía de Gustavo Bueno. Una interpretación
crítico-asimilativa” (Texto publicado en la revista Eikasía, nº127,
2025, vol.1), para ver la importancia que tiene lo que denominamos
racionalidad manual en su obra. Pues en el origen de su producción filosófica,
en los Ensayos materialistas (1972), Bueno todavía se mueve en relación
con la escolástica del materialismo marxista soviético (DIAMAT), intentando
hacer un materialismo filosófico más académicamente riguroso y proponiendo una
Ontología materialista nueva, pluralista y no monista partiendo, como algunos
académicos soviéticos, como Deborín, de Spinoza. Después desarrollará la Teoría
de la Ciencia en la que influyó el construccionismo operatorio de Piaget.
Aunque Bueno sostenga que “pensar es pensar contra alguien”, esto es una unilateralidad.
Pues pensar es pensar contra alguien y con alguien, porque uno solo no nace ya
aprendido. Quizás lo decía porque su fuerte era la crítica, que llevada apriorísticamente
hasta el extremo, produce la impresión de lo que popularmente se llama un “pacontraria”.
El propio Unamuno, con el que Bueno simpatiza más que con Ortega, tenía una
actitud tal cuando, según parece, al llegar a una tertulia decía aquello “de
qué se habla aquí que me opongo”. Bueno adoptó esta actitud con Piaget
criticándolo agudamente en diversos aspectos, pero a la vez evitando reconocer
sus aciertos, muchos de los cuales son seguidos por el propio Bueno, como tuve
la experiencia de comprobar al haber
leído y estudiado, no solo las obras de Bueno, sino también las del propio
Piaget. Bueno mismo dirigió varias tesis doctorales sobre la obra de Piaget en
el Departamento de Filosofía de la Universidad de Oviedo a principios de los
70, cuando Piaget estaba en su mayor influencia mundial. No se trata de decir
que Bueno debía citar las cosas que comparte con Piaget, pero es claro que
prefirió poner de relieve lo que rechazaba de Piaget.
La principal crítica que hace a Piaget es
que había desarrollado una Epistemología Genética en la que, después de exponer
una novedosa Teoría del Conocimiento apoyándose en sus famosos experimentos del
desarrollo de la inteligencia en los niños, se propuso desarrollar de forma
interdisciplinar una Teoría de la Ciencia. Para ello reunía en Congresos a múltiples
especialistas científicos encargados de construir en común la Teoría de la
Ciencia (ver, p.ej., los varios volúmenes de Piaget, J.,
Lógica y Conocimiento Científico de Editorial Proteo, Buenos Aires). Además, Piaget pretendía
que la Epistemología General, de la que la Teoría de la Ciencia sería un
desarrollo particular, debía ser ella misma una teoría científica y no ya
filosófica. Frente a esto Bueno considera que la Teoría de la Ciencia sigue
siendo tarea propia de los filósofos y consiguió desarrollar una Teoría de la
Ciencia con su Teoría del Cierre Categorial que muy original y diferente de la
de Piaget. Pero Bueno, cuando elabora esta teoría, se da cuenta de la
importancia, complejidad y variedad de las operaciones científicas. No se trata
de decir que Bueno no conociese esto en los Ensayos materialistas, sino
que cuando realmente analiza con detalle las operaciones que permiten construir
los Teoremas, como las verdaderas células gnoseológicas de las ciencias, es
cuando aumenta su interés por la Gnoseología. Entonces se produce una
importante novedad en relación con la Ontología que me sorprendió. De entre las
críticas negativas que se produjeron por parte de Fernando Savater cuando se
publicaron los Ensayos materialistas, a las que se contestó desde Oviedo
por el propio Bueno y colaboradores quejándose de la incomprensión de la obra,
y otras críticas posteriores, hubo una que me quedó grabada. Fue la pregunta:
¿por qué hay Tres Géneros de Materialidad y no Siete? Pues Bueno no daba una
justificación o “deducción” racional de ello. La contestación que se dio fue
con un mero argumento de autoridad: hay tres Géneros porque ya en Platón,
Wolff, Hegel, Simmel o Popper se establece así.
Tuvieron que pasar unos 20 años para que Bueno diese una respuesta
“deductiva” a dicha pregunta. Esta apareció con la publicación de la entrada
“Materia” para una enciclopedia alemana de filosofía (ver Gustavo Bueno, Materia, Pentalfa, Oviedo, 1990),
en la que responde a la pregunta de porqué hay Tres Géneros de Materialidad
diciendo que en el acto transformacional técnico, si queremos reconstruirlo,
podemos ver que tiene tres componentes y solo tres; pues cuando se construye,
p.ej., un hacha de sílex, distinguimos las piedras o lajas como términos de la
construcción, las operaciones de devastado y las nuevas relaciones que resultan
entre las partes de la pieza devastada. Entonces hay tres Géneros de
Materialidad y solo tres porque los términos son M1, las operaciones
son M2 y las relaciones son M3. El propio Bueno llama a
esto una “deducción”, en un sentido
similar a lo que otros denominan una deducción a priori. Por ello los
críticos tenían razón cuando le reprochaban no haberlos justificado debidamente.
Lo más importante es que aquí se ha producido un cambio importante en la
filosofía de Bueno, que no es compatible con la interpretación de Bueno como
alguien que no ha cambiado desde sus Ensayos materialistas, por lo que
no se debe tocar su obra. Basta con completar las partes que faltan, pero sin
tocar nada de su “Sistema”. Esto es lo que reprochamos a los responsables de
la Fundación Gustavo Bueno que están siguiendo esta interpretación
escolástica con agresividad y “cancelación”, como se dice ahora, de los
discrepantes. Nos parece que lejos de promocionar la obra de Bueno la están
perjudicando.
Pero, entonces, ¿cómo analizar los cambios que se han producido aquí?
Creemos que lo que ocurre es la irrupción de un fundamento gnoseológico
práctico de la propia Ontología que Bueno denomina el “complejo tecnológico transformacional”.
Se podría denominar dicho fundamento como un Principio de la Producción (Poiesis).
En el libro El mito de la cultura, el propio
Bueno recoge la Idea de Producción de Marx como el principio de la producción
del mundo propiamente humano por el trabajo. Es la poiesis tecnico-artistica
de Aristóteles frente a la praxis política-moral o la teoría como
saber científico de físicos o matemáticos. Sería este Principio de la
Producción entonces un fundamento poiético de donde surge la
racionalidad humana. Bueno deduce de él la Ontología de los Tres Géneros que
constituyen el Mundo (Mi). La Ontología es, ciertamente, una parte
central de la Filosofía. Pero también lo es la Gnoseología. Bueno rechazaba la
Epistemología Genética de Piaget porque estaba basada en la oposición Sujeto/Objeto.
Es cierto que tal Epistemología funciona
centrándose dualísticamente en tal oposición S/O hasta Kant. Pero ya sus
sucesores, como Reinhold o Fichte, rompen este dualismo introduciendo la
Representación (Vorstellung) como un tercer término. Dicho concepto
empieza a adquirir un papel central, por su complejidad constitutiva, en la
Fenomenología de Husserl, donde las representaciones resultan de acciones
correlativas entre la noesis y el noema necesarias para que se
produzca la representación, epojé y reducciones mediante. Husserl
trataba precisamente de superar la oposición Sujeto/Objeto centrándose en las
representaciones noemáticas, que suponían acciones de la conciencia en
correlación con datos de los sentidos. Por tanto, ya hay aquí claramente
diferenciada una triada de términos, operaciones y relaciones, solo que sin
salir de un idealismo de la conciencia. El propio Piaget está influido por
Husserl, del que rechaza el método descriptivo fenomenológico de la conciencia,
sustituyéndolo por un método constructivista genético- evolutivo dirigido a la
conducta externa de los sujetos cognoscitivos, pero incorporando la epojé
husserliana al poner entre paréntesis las sensaciones para centrarse en las
acciones y estructuras operatorias que se captan por una intuición, no meramente
empírica, sino reflexionante, como él la denomina. Bueno, por su parte,
pretende superar el dualismo Sujeto/Objeto recurriendo a la distinción de
Materia/Forma. Con ello, por un lado parece volver a Aristóteles, aunque
transformándolo dialécticamente. Ello recuerda al maestro de Husserl, Brentano,
sacerdote católico quién, siendo un buen conocedor de la escolástica, también
volvió a Aristóteles, del que rescató la intencionalidad de la conciencia, la
cual sirvió de arranque a una filosofía nueva, como fue la Fenomenología de
Husserl. Brentano era ciertamente un escolástico un poco raro, una especie de
hereje dentro del llamado neotomismo finisecular.
Bueno, gran conocedor también de la escolástica, reinterpreta también a
Aristóteles al suponer que no existe una materia prima o una forma separada
como algo hipostasiado. Para entender esta distinción hay que referirse al
ejemplo de lo que hace un ceramista para producir una vasija. Debe tomar una
materia adecuada, la arcilla y darle forma con sus manos junto con un torno
construido al efecto. Entonces la forma y la materia dependen de las
operaciones manuales del ceramista, un sujeto corpóreo-operatorio, pues no
existen de forma exenta más que en la imaginación. Hay aquí una especie de
Principio Antrópico kantiano.
Principios para una Sistematización de la
Filosofía de las Manos
Bueno
tenía que haber construido a partir de esto una Gnoseología, pero no lo hizo.
Solo desarrollo una Teoría de la Ciencia. Aunque habló de un proyecto noetológico que se ocuparía de explicación de
la racionalidad humana (ver G. Bueno, “Noetología y
Gnoseología (haciendo memoria de unas palabras”, El Catoblepas, nº 1, marzo
2002), no lo llevó a cabo. Si se empezó a preguntar
en sus últimos años en que consistía un Sistema filosófico en relación con la
denominación que le había dado de Materialismo Filosófico y que iba apareciendo
necesaria por el desarrollo de su filosofía en los diversos campos ontológicos,
gnoseológicos, éticos, políticos, etc. Un Sistema, según Bueno, no sería una
mera construcción genérica hipotético-deductiva, sino que requería primero
distinguir y analizar debidamente los distintos sistemas científicos,
tecnológicos, etc., para diferenciarlos de los tradicionales Sistemas
filosóficos. David Alvargonzález (La idea de sistema,
Verbum, Madrid, 2022) colaboró debidamente en estos análisis. Bueno llegó a
esbozar la concepción de un Sistema filosófico como una especie de tejido de
hilos y nudos, denominándolos estromas en comparación con los hilos con
los que se teje un tapiz, etc., que forman una symploké platónica al no
estar todos conectados con todos ni ninguno con ninguno. Por otra parte, en su
libro El sentido de la vida, Bueno analiza
el Sistema científico de Newton aplicando los conceptos de Términos,
Operaciones y Relaciones para interpretar los famoso Tres Principios de la
Mecánica newtoniana: el primero, el Principio de Inercia, el segundo el de la
Fuerza en relación con Masa y Aceleración y el tercero, el denominado Principio
de Acción y Reacción. Considera que el Sistema de Newton no es un sistema
hipotético-deductivo, pues sus Tres Principios están calculados in medias
res para organizar toda la explicación de los fenómenos físicos y llegar a
la Ley de la Gravitación. Bueno los interpreta como Principios de los Términos,
Operaciones y Relaciones. El Primer Principio trata de los Términos físicos
entendidos como “masas inerciales”. El Segundo trata del Principio de las Operaciones,
que regulan los choques según la formula F=m.a. El Tercer Principio es el que
trata de las Relaciones de Acción y Reacción. Toda acción de un cuerpo sobre
otro produce una reacción igual y de sentido contrario. Bueno considera que
estos Tres Principios constituyen un Sistema.
Teniendo presente esta estructura de Sistema basada en Tres Principios,
Bueno encuentra en el campo político otros Tres Principios que regirían su
funcionamiento sistemático. Son los famosos Tres Principios proclamados en la
Revolución Francesa: Libertad, Igualdad y Fraternidad. El primero sería el
Principio de los Términos, el Segundo el de las Operaciones y el Tercero el de
la Relaciones. Me remito a apartado 2 de El sentido de la vida: “Los
tres principios de la revolución política y los tres axiomas de la revolución
científica” (p. 91s.s.).
Siguiendo estas analogías propuestas por Bueno, pensé inmediatamente en
los famosos Tres Principios con los que Fichte organiza su Teoría del
Conocimiento en la Wissenschaftslehre de 1894. Por el Primero el Yo pone
al Yo (Yo=Yo). Por el Segundo al Yo se opone un No-Yo (Yo/No-Yo) y por el
Tercero solo en el Yo es posible la oposición Yo/No-Yo (Yo (Yo/No-Yo). De este
último Principio deriva Fichte todas las representaciones cognoscitivas, tanto
la Teóricas como la Prácticas. Fichte se había apoyado para crear este Sistema,
no solo en Kant, sino especialmente en Spinoza que consideraba el Sistema
filosófico más perfecto del Racionalismo moderno originado en Descartes. Pues Fichte
no tomo como modelo de Sistema ni a Descartes ni a Leibniz. Ello se debió a la
reivindicación que se hizo entonces en Alemania de la figura de Spinoza, que
había sido tratado durante un siglo, como un “perro muerto”, en palabras de
Lessing. Spinoza será reivindicado también
por Schelling, los Románticos y por Hegel como ineludible para entender
sus nuevas sistematizaciones filosóficas. Por eso Bergson llegó a decir aquello
de que todo el mundo tiene dos filosofías, la
suya propia y la de Spinoza. Es un poco lo que decía Hegel de que quién
no se haya bañado alguna vez en la vida en las cristalinas aguas del Sistema
spinozista, no entenderá una palabra de la filosofía moderna.
Fichte se apoyó en Spinoza, pero hizo una transformación criticista de
su filosofía, pues Spinoza tiene un Sistema metafísico pre-kantiano, ya que
parte de Dios o la Naturaleza como una Substancia y de ahí lo deriva todo de un
modo mecanicista. Por ello tiene problemas para explicar la libertad humana,
reduciéndola a una conciencia de la necesidad. Pero puede ser transformado en
un Sistema crítico kantiano, en el que no se trata ya de explicar cómo se
deriva el mundo de una Substancia, sea Dios o la Naturaleza, sino como se
generan nuestras representaciones cognoscitivas del mundo. Pues, según Kant, no
podemos saber, ni ahora ni nunca, que es el mundo en sí, pues nuestro
conocimiento es limitado y finito, por lo que no conocemos las cosas como son
en-sí, sino solo cómo son para nosotros. Debemos, por tanto, limitarnos a
explicar cómo son posibles nuestras representaciones del mundo. Pero las
representaciones no salen pasiva o mecanicamente de la naturaleza; son
producidas por la actividad de la Conciencia, según Kant. Entonces Fichte
sustituye en el Primer Principio, que remite a Dios o la Naturaleza de Spinoza
como términos substanciales, causándose a sí, por el Principio de la Conciencia
autoproduciendo sus representaciones del mundo con la formula “el Yo pone al
Yo”. En el Segundo Principio, Fichte se remite a la oposición espinosista entre
los Atributos Pensamiento y Extensión como realidades opuestas y paralelas,
expresándola como la oposición Yo/No-Yo generadora de las acciones y
operaciones de la Conciencia. Y el Tercer Principio de Fichte es aquel de donde
se derivan lo que Spinoza denomina los Modos, en el sentido ahora de las
representaciones Teóricas y Prácticas, según una relación correlativa:
suponiendo que el No-Yo sea activo y el Yo pasivo se generan las
representaciones teóricas (p.ej., cuando no puedo de dejar de oír un trueno). A
la inversa se generan las representaciones prácticas (p.ej., cuando lucho
activamente contra una naturaleza que se me resiste).
En mis libros expongo de manera más detallada la Teoría del Conocimiento
de Fichte, especialmente en Meditaciones Fichteanas
(Logos Verlag, Berlín, 2014). En ellos, he tratado de edificar una
sistematización filosófica nueva de la filosofía de Gustavo Bueno. Para ello he
considerado la sistematización de Fichte como modelo, de la misma manera que
Fichte consideró en su Tiempo la de Spinoza, transformándola en un Sistema ya
crítico y no metafísico. Pues Fichte fue considerado por Ortega como el modelo
de Sistema Idealista para superar el Idealismo alemán y no tanto el más
conocido Sistema de Hegel, que Engels tomó como modelo para edificar la
escolástica del DIAMAT. Pues Hegel cae en la logomaquia monista de Dios o la
Idea que mueve el Mundo. Pero Fichte no hace esto, sino que empieza por el Yo,
por la Conciencia. Otra cosa es que, después de la acusación de ateísmo Fichte
tratase de reintroducir en su filosofía la Idea de Dios por influencia de
Schelling. Aunque es el Dios panteísta de los filósofos, un Dios metafísico
como será el de Hegel mismo. No el Dios de la religión positiva.
El Sistema de Fichte se podría transformar también, como el hizo con el
de Spinoza. Pero ahora en un sentido no Idealista. Para ello consideramos el
Primer Principio, el Principio de los Términos, que en Fichte es la Conciencia,
el Yo poniendo al Yo. Apoyándome en la Teoría del Conocimiento de Piaget, el
Principio de los Términos es un sujeto corpóreo operatorio dado en un medio. Es
un organismo vivo. No es originariamente una Conciencia. Heidegger acuñó para
señalar esto la expresión “Ser-en-el-mundo”. Sartre lo siguió esto. No se trata
de una Conciencia que luego cae platónicamente en este mundo. No tiene sentido
separar la conciencia de un ser vivo del mundo. Ortega mismo se refería a ello
con su famosa fórmula “Yo soy yo y mi circunstancia”, y sino la salvo a ella no
me salvo a mí. No puedo decir que yo me voy de este mundo y el mundo se queda
ahí. Por ello los Términos del Primer Principio serían ahora “organismos
vivos”, como en la Fisica son “masas inerciales”, o en la Política
revolucionaria “sujetos libres”. Pero Fichte decía que el Yo era autónomo y,
por tanto, libre. Eso es idealismo, pues el organismo humano no es realmente
autónomo. Está dado en función de un medio del cual toma la energía para
sobrevivir. No puede aislarse del medio. Pero puede autorregular su conducta
sin separarse del medio, desarrollando estructuras operatorias cerradas que
posibilitan su libertad o autonomía relativa. Pues cierre operatorio no
significa clausura, tal como señala Bueno que ocurre con los sistemas termodinámicos
de retroalimentación, por ejemplo, un sistema de calefacción con termostato,
que sin aislarse del medio permite mantener una temperatura estable en un
recinto. Un organismo vivo se autorregula de un modo similar por una causalidad
circular.
Como Segundo Principio Fichte ponía un No-Yo opuesto al Yo. Pero Fichte
consideraba el medio natural como un mero No-Yo y fue criticado por ello por
Schelling, quien mantiene que la Naturaleza no se reduce a un mero No-Yo, que
es formula negativa, meramente lógico-formal, sino que la naturaleza es algo
positivo, es también una mezcla de Yo y No-yo, como se comprueba en el mundo
animal. Por ello el Segundo Principio, en tanto que trata de un organismo vivo
en su relación con el medio natural o con otros organismos, es un Principio de las
acciones y operaciones de Adaptación, como señala el evolucionismo biológico. Y
no es puramente un principio lógico-formal, sino lógico-material, pues cada
organismo tiene una forma especial de adaptación al medio que hay que
investigar de modo experimental positivo. Una vaca está adaptada a un prado.
Pero una vaca se moriría en el Polo Norte, donde sobrevive un animal distinto,
como el reno. Explicar dialécticamente la relación de un animal o un niño, como
hace Piaget, con el medio, requiere investigaciones de una funcionalidad de los
órganos adaptados a través de acciones y operaciones materiales muy precisas y
positivamente diferenciadas.
El Tercer Principio, el Principio de las Relaciones, desde el cual
Fichte derivaba las diferentes representaciones cognoscitivas, Piaget lo
desarrolla en su Epistemología Genética mediante las dos funciones recíprocas
de la Adaptación: Asimilación y Acomodación. Piaget toma este Principio de la
Biología que afirma que el organismo debe asimilar el alimento preparándolo por
los jugos estomacales en forma que pase a la sangre, pero a la vez debe
acomodarse para iniciar la asimilación por medio de las acciones de su cuerpo,
como abrir la boca para masticar una manzana. Cuando el medio cambia, la
acomodación debe cambiar también para asimilarlo pues, si no hay acomodación,
la asimilación no es posible. La relación entre Acomodación y Asimilación es entonces
dialéctica. Piaget transporta estos conceptos al terreno epistemológico. Así,
p.ej., un niño que sabe reconocer a un caballo, su madre lo lleva al zoo. El
niño ve por primera vez una jirafa y exclama, ¡mamá, mira, un caballo! La madre
le hace rectificar el esquema que tenia del caballo diciéndole que, aunque
tiene cuatro patas y cabeza similar, su cuello es mucho más largo. El niño
construye entonces un nuevo esquema, por acomodación del anterior, para
asimilar la diferencia ente jirafa y caballo. Por ello, para Piaget, toda la
dialéctica del conocimiento consiste en que, si el medio cambia, nosotros
tenemos que acomodarnos para asimilarlo, cambiando nuestros esquemas para así
poder entenderlo y adaptarnos a él tras los cambios. Dichos procesos
dialécticos, pues incluyen la negación o la ruptura de esquemas previos. Son el
modo por el que va aumentando nuestro conocimiento, tanto teórico como práctico,
que nos permite sobrevivir y dominar la naturaleza. Así como los animales
sobreviven principalmente por su conocimiento instintivo, nosotros lo hacemos
sobre todo por nuestro conocimiento racional, con el que desarrollamos una
cultura técnica que nos permite seguir viviendo frente a las catástrofes
naturales. Pues en ellas las especies animales pueden desaparecer, pero
nosotros, ante una glaciación, podemos sobrevivir, porque tenemos técnicas y
ciencias de la energía, como prueban los esquimales acomodándose al medio
glacial con sus sistemas habitacionales térmicos de los Iglús.
Piaget deriva de la relación entre Asimilación y Acomodación los distintos
tipos de conocimiento humano, como son la técnica, la ciencia y el arte. En la
técnica, según él, predomina la Asimilación sobre la Acomodación. Por ejemplo,
si quiero calentar la casa tengo que acomodar mi cuerpo para hacer combustible
asimilable por la chimenea, partiendo troncos de árboles en trozos de astillas
con un hacha, haciendo un esfuerzo acomodativo de mi cuerpo más o menos duro.
Pero si invento una calefacción eléctrica por nuevas tecnologías de gas o
electricidad, esa acomodación queda reducida prácticamente en la casa a una
mínima acomodación, como es pulsar un interruptor, y sin embargo la asimilación
del calor producido es mucho mayor. Por ello se dice que la Técnica es confort,
porque reduce el esfuerzo de acomodación y aumenta la capacidad de asimilación.
Piaget supone que en el Arte sucede lo contrario, pues lo define como el
predominio de la Acomodación con la mínima Asimilación. Por ejemplo, un niño
que acaba de ver a su madre hablando por teléfono, lo coje y la imita empezando
a hablar, acomodando gestualmente su cuerpo en un dialogo telefónico ficticio
asimilativo, pues no hay interlocutor o está reducido a el propio niño
desdoblándose imaginativamente en el otro interlocutor. Nadie realmente le
contesta, solo el mismo desdoblándose teatralmente. Aquí se ve que el Arte,
como representación teatral, por ejemplo, que puede llegar a ser compleja y
mejor o peor hecha, es sobre todo Acomodación con la mínima Asimilación, puesto
que la conversación solo asimila parte de lo que ha escuchado a su madre
imaginando la contestación del otro. En la Ciencia es donde Piaget supone que
se alcanza un equilibrio entre Asimilación y Acomodación, neutralizándose el
predominio de una u otra, a través de los cierres operatorios.
Creo que se puede utilizar todo esto para sistematizar la obra de Bueno,
no partiendo de la Materia, sino del Ego corpóreo- operatorio y estableciendo
un Fundamento que sería la Producción técnico-manual, pero derivando de este
Fundamento manual primero la Gnoseología, después o simultáneamente debido a su
relación dialéctica, la Ontología; después la Antropología, la Filosofía
Política, la Filosofía de la Religión, la Filosofía de la Naturaleza y la
filosofía de la Cultura. Esto lo he desarrollado en parte en mi trabajo
filosófico de las últimas décadas, que he ido publicando en mis libros, Introducción
al Pensamiento Hábil, Principios del Pensamiento Hábil, Pensar
con las manos, La razón manual, Filosofía de las manos, Fronteras
en el Origen. Libros dirigidos principalmente a mis alumnos como textos de
las explicaciones que iba desarrollando en mis cursos de Fundamentos de
Filosofía, dados en la Universidad de Oviedo durante las últimas décadas. El
enfoque de la asignatura era algo nuevo y no disponiendo de manuales llevé a
cabo todas estas publicaciones con la intención de ayudar a los alumnos en la
comprensión de la asignatura y a la vez ir decantando, con más precisión y
exposición calmada, su contenido más académico.
Dichos libros, debido a la denominada “cultura de la cancelación” del
discrepante, como hoy se dice, que infecta de modo sectario, no solo el
panorama político, sino también al cultural y filosófico, y debido a su posible
interés, no para las masas precisamente, sino para las minorías que Ortega
llamaba “egregias” que todavía queden en nuestro país, tuvieron que ser
“autoeditados”. Mi pequeña experiencia con los editores ha sido bastante mala,
como suele ocurrir en muchos casos, porque pagan los derechos de autor tarde,
mal o nunca, haciendo escasa promoción, etc. Frente a esto, hoy, con los
sistemas informáticos de edición bajo demanda se ha roto el tradicional
monopolio de la edición que tenían las editoriales. En el Renacimiento la
Iglesia perdió el monopolio de la lectura, que tenían sus bibliotecas, por la
invención de la imprenta. Hoy está ocurriendo otro desarrollo tecnológico con
los ordenadores e Internet que hace que las Editoriales pierdan su monopolio
secular. Un autor, hoy, puede editar prácticamente lo que quiera y ponerlo en
un mercado inmenso a través de Internet. Solo se sigue manteniendo el prestigio
de ciertas editoriales por su influencia en la valoración de los currículos
científicos o académicos, lo cual es denunciado muchas veces como una especie
de caciquismo postmoderno en las Universidades, en el sentido de la conexión
entre ciertos grupos editoriales con tendencias académicas ligadas a intereses
políticos dominantes. Un libro es un libro y fue escrito para ser leído al
margen de donde se edite. Alguna vez me reprocharon que autoeditase mis libros.
Pude editarlos mediante el pago de la edición en algunas editoriales menos
influyentes. Pero me pareció un abuso económico el coste requerido. Por lo
demás, seguí el camino de mi maestro, Gustavo Bueno, que autoeditó muchas de
sus obras, algunas centrales en su larga producción, creando su propia
editorial, Pentalfa. En mi caso no necesité hacerme editor para publicar mi
obra, debido a la revolución tecnológica actual. Mis obras pueden así estar a
disposición del lector o investigador interesado. Mis investigaciones y
publicaciones filosóficas sobre la filosofía de las manos seguirán adelante
mientras mi salud me lo permita y me encuentre con ánimo e ilusión suficiente,
aunque ya me encuentre en una especie de recta final debido a mi edad.
Además, creo, por lo que puedo observar tras la muerte del filósofo, que
los seguidores de la filosofía de Bueno debían dejar de pensar de forma
unilateral y excluyente, ya que la obra de Bueno es riquísima y da mucho que
pensar. En España no tuvimos hasta hace poco una filosofía académica moderna.
Bueno es, a mi juicio, el primero que la desarrolla ampliamente de modo
sistemático. Pero no debo alargar más esta conferencia y por ello quería
terminar dirigiendo al público, que me ha honrado con su asistencia y atenta
escucha, la siguiente apelación:
Frente al no vayas fuera de San Agustín, pues en la interioridad reside
la verdad (Noli foras ire, in te ipsum redi. In interiori homine habitat
veritas), debemos decir, dados nuestros conocimientos actuales: no
permanezcas ensimismado con tu yo, vete fuera; pero no te detengas tampoco
contemplando extasiado el kantiano y lejano cielo estrellado sobre ti, como
hacía Aristóteles y los antiguos “elevando sus ojos al cielo”, sino que dirige
tu atención más cerca; mira tus manos, muévelas, haz cosas con ellas. Siente
las cosas realmente y transfórmalas operando con ellas. Veras y comprenderás
como son ellas las que generan las utilidades prácticas y las verdades teóricas gracias a las cuales
conseguimos mejorar y alargar nuestra vida personal y la de nuestros seres
queridos, mejorando nuestro entorno, sobreviviendo como especie, transformamos
creativamente el mundo y evitando, en lo que esté en nuestras manos, futuras
catástrofes.
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