miércoles, 4 de abril de 2012

La mano que piensa de Juhani Pallasmaa.

La pregunta por el “ser de la mano”, para decirlo filosóficamente, es una pregunta que se ha empezado a plantear en la filosofía del siglo XX. No obstante, ya el filósofo griego Anaxágoras había resaltado la importancia de las manos como los órganos del cuerpo humano que nos han hecho más inteligentes que los animales. Pero es, sobre todo, en la famosa obra de Heidegger Ser y Tiempo, donde se vuelve a poner en primer plano filosófico la importancia de la mano, pues, en ella, el filósofo alemán la introduce para contraponerla a la vista, en el sentido de que nuestra relación inmediata con el mundo no se da a través de lo que está disponible “ante la vista” o ante la mano (vor-handen), sino a través de lo que está “a mano” (zu-handen). Heidegger critica con ello a la llamada Metafísica Occidental que, desde Platón, habría lastrado el entendimiento de nuestra relación con el mundo al considerar los objetos como algo que se entiende en tanto que se relaciona esencialmente con la vista, con la Ideas o visiones que tenemos de ellos a través, no de los sentidos, sino de la razón, entendida como una visión o contemplación ideal de los prototipos de las cosas. 

Para Heidegger, influido por la Fenomenología de Husserl, una descripción más ajustada de la relación del los humanos con las cosas que los rodean, entendidos esencialmente como seres existiendo ahí (Dasein), no es principalmente una relación meramente visual, sino una relación a través de utensilios (martillos, hachas, etc.), cuyo manejo requiere la consideración de las habilidades manuales. Por ello, para Heidegger, la comprensión del mundo es antes manual que puramente “mental”. Es antes pre-comprendido el mundo en tanto que nos manejamos inconscientemente en el, que cuando posteriormente nos lo representamos conscientemente en nuestra “mente” por medio de imágenes cerebrales. Por ello el tacto debe preceder a la vista en la génesis de nuestra posición en el mundo. El mundo como lo dado “a mano” debe preceder al mundo entendido como lo dado “ante los ojos”. La filosofía occidental, según esto, ha sido marcada por un prejuicio visual, configurándose como lo que Heidegger llama una “metafísica de la presencia”, generada por el platonismo. Pero que habría sido mantenida y reforzada incluso por el realista Aristóteles, el cual interpretó la conocida frase de Anaxágoras sobre la importancia de las manos en la superioridad de la inteligencia humana, en el sentido de que las extraordinarias habilidades manuales de los humanos sólo podían explicarse como derivadas de la mayor capacidad y tamaño del cerebro humano, en el cual residía principalmente una “mente” en la que entran las ideas como copias de las cosas a través de la vista por un proceso de abstracción. La moderna Antropología evolucionista, sin embargo, ha corregido a Aristóteles dando la razón a Anaxágoras, pues el mayor tamaño y capacidad del cerebro humano en comparación con el de nuestros parientes más cercanos, los simios, sería debido a la aparición de una mano exenta y progresivamente más hábil tras la consolidación de la bipedestación en los homínidos, como prueba la mano reconstruida de la famosa australopiteca Lucy. El libro de Frank R. Wilson, La mano: de cómo su uso configura el cerebro, el lenguaje y la cultura humana (Barcelona, 2002) ofrece amplia información sobre la actual consideración del estudio de la mano en la moderna Anatomía biomecánica, neurológica y funcional, a la vez que recoge los avances de la Paleo-antropología evolucionista más reciente (véase en este mismo Blog: “No sabemos lo que puede una mano”, 6-2-2012). 

A todo esto se ha unido recientemente la publicación en español de un extraordinario libro de un importante e internacionalmente reconocido arquitecto finlandés, Juhani Pallasmaa, titulado: La mano que piensa. Sabiduría existencial y corporal en la arquitectura (Gustavo Gili, Barcelona, 2012), en el cual se trata de analizar el papel central de la mano en la artesanía, en la escritura literaria y en la propia arquitectura, de la que el autor es un eximio representante. Pallasmaa se apoya en los análisis de La mano, de Frank Wilson, -del que, en el capítulo final de Agradecimientos, resalta su importancia en la recopilación del material y los temas para su libro-, para escribir este libro, en el que analiza, según sus propias palabras, “la esencia de la mano y su papel crucial en la evolución de las destrezas humanas, de la inteligencia y de las capacidades conceptuales. Tal como sostengo en este libro –con el apoyo de muchos otros autores-, la mano no es únicamente un ejecutor fiel y pasivo de las intenciones del cerebro, sino que más bien tiene su intencionalidad, su conocimiento y sus propias habilidades. El estudio de la importancia de la mano se amplia de un modo más general hacia la importancia de la personificación en la existencia humana y del trabajo creativo” (p.20). 

Lo que tiene de nuevo este libro sobre la mano es una profundización de su crítica frente al paradigma visual dominante hoy en la arquitectura más influyente, analizado en otra obra suya, Los ojos de la piel, (Barcelona, 2011), en el sentido de corregir la creencia errónea de que la espacialidad es algo que se agota en la visión y puede prescindir de sentidos táctiles o cenestésicos, cuyo foco principal lo constituye la mano. Por ello esta se convierte en el tema central del libro que, tras un acercamiento a una compresión actualizada por la ciencia de lo que es una mano humana, salpicada de citas de artistas y filósofos como Goethe, Heidegger, Sartre o Merleau-Ponty, Lakoff & Johnson y muchos otros, explora su relación con la arquitectura y con los oficios que le son auxiliares, como el dibujo, los oficios artesanos, e incluso los diseños por ordenador, imprescindibles hoy en la arquitectura, aunque no exentos de peligro, pues tienden a eliminar los aspectos manuales y táctiles de los espacios diseñados, a favor de los puramente visuales. 

En tal sentido, Pallasmaa, profesor el mismo además de arquitecto, propone una reforma en profundidad de la enseñanza dada en la Escuelas de Arquitectura en el sentido de que prevalezca el punto de vista orientador del conocimiento manual sobre el meramente visual: “La cultura consumista occidental continúa proyectando una doble actitud respecto al cuerpo humano. Por un lado existe un culto al cuerpo obsesivamente estetizado y erotizado, pero, por el otro, se celebran de la misma manera la inteligencia y la capacidad creativa como algo completamente separado, e incluso como cualidades individuales exclusivas. En ambos casos, cuerpo y mente se entienden como entidades no relacionadas que no constituyen una unidad integrada. (…) Por supuesto, esta división entre cuerpo y mente tiene unos cimientos sólidos en la historia del pensamiento occidental. Lamentablemente, las pedagogías y las prácticas educativas imperantes también siguen separando las capacidades mentales, intelectuales y emocionales de los sentidos y de las dimensiones múltiples de las manifestaciones de los humanos. Normalmente las prácticas educativas proporcionan algún grado de formación física para el cuerpo, pero no reconocen nuestra esencia fundamentalmente corpórea y holística. Por ejemplo, se aborda el cuerpo en los deportes y la danza, y se admite que los sentidos están en directa conexión con la educación artística y musical, pero nuestra existencia corporal rara vez se identifica como la base misma de nuestra interacción e integración con el mundo, o de nuestra conciencia y entendimiento de nosotros mismos. El entrenamiento de la mano se facilita en cursos donde se enseñan las habilidades elementales en la artesanía, pero no se reconoce el papel integral de la mano en la evolución y en las diferentes manifestaciones de la inteligencia humana. Para decirlo de una manera sencilla, los principios educativos imperantes no captan la esencia indeterminada, dinámica e integrada de un modo sensual de la existencia, del pensamiento y de la acción del hombre” ( pgs. 7-8). 

La clave está entonces en no haber captado la esencia manual de la existencia humana. Pero Pallasmaa no está solo en esta nueva comprensión que exige la formación de un nuevo paradigma educativo y filosófico, imprescindible, a su juicio para “sacudir los cimientos” (p.21) del errado paradigma actualmente dominante, no solo en la arquitectura, sino también en la filosofía. Pues una corriente paralela a esta propuesta de una embodied image de Pallasmaa sería la llamada filosofía del embodied mind propugnada por Lakoff, Thompson o Dan Zahavi. Por nuestra parte, a través de cursos impartidos en la universidad de Oviedo (España) y de publicaciones, nos hemos esforzado en desarrollar los fundamentos de una reflexión filosófica sobre las habilidad manual como núcleo generador del conocimiento humano en lo que denominamos Pensamiento Hábil (ver Manuel F. Lorenzo, Introducción al Pensamiento Hábil) y como base para una nueva filosofía que precisa de un nuevo método, en este caso inspirado en la operatividad manual o quirúrgica (ver en este mismo Blog: “Fenomenología y Operatiología” (I-II), 8-8-2011 y 9-1-2012; asimismo, “La mano como raíz generadora del conocimiento humano”, 5-9-2011). Junto con otros colegas de la Universidad de Oviedo, parece ser que somos pioneros en España en lo que podríamos llamar el desarrollo de “la filosofía de las manos”. 

Juhani Pallasmaa, por su prestigio e influencia internacional como arquitecto, además de su amplia y bien asimilada cultura filosófica, está llamado a abrir de nuevo las puertas de las Escuelas y Facultades de Arquitectura, y de Arte en general, a la necesidad de incorporar esta nueva corriente de la reflexión filosófica ligada a lo que él denomina thinking hand, para tratar de reformar la actual enseñanza demasiado computerizada y tecnificada, y lo que es peor, dominada por una mala filosofía inconsciente de la alienante arquitectura visual tan de moda. Lean su importante libro. 

 Manuel F. Lorenzo 

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